¡Me traicionaste, mujer ingrataaa…! (pp. 255-256)
La música desempeña un papel central como vehículo que reafirma los vínculos entre los miembros pertenecientes a una misma comunidad a la vez que, a través de las letras de las canciones, formula algunos de los estereotipos de una cultura predominantemente machista: el personaje femenino aludido en la canción es, realidad, una representación de Rosaura, la mujer objeto del deseo de “el Manteca”, quien rompe su compromiso con este para emparejarse con Torres, “un motorista de urbanos”. De este modo, el vals criollo festivo, “cortado, rápido y menudo”, se convierte en una suerte de catalizador de las miserias del pobre y de un sujeto específicamente masculino que sufre por su amada, amor que al final del relato lo conducirá a la muerte.
La configuración del espacio urbano, en lo que compete a la primera parte de la novela —dado que este desaparece por completo en la segunda 11—, se complementa con nuevas descripciones del centro de la ciudad y los trajines de la vida diaria de una ciudad con perfiles de urbe moderna: “Mañana gris. Fina garúa sobre las camisas y los sombreros de los hombres lustrachuzos. La ciudad, todavía bostezante, se desperezaba con el traqueteo de omnibuses y camiones. Las gentes enfundadas discurrían en una prisa de puntualidad” (p. 260). La caracterización de este espacio por el que circulan transeúntes anónimos y vehículos de todo tipo contrasta con aquel otro del barrio en el que habitan los personajes de El kilómetro 83 en el que las calles son más bien ocupadas por sus pobladores y forman parte de su identidad como sujetos; es decir, el narrador se preocupa por la descripción del entorno pues ello contribuye a dar un panorama más completo de cómo se han moldeado esos sujetos y qué tipo de relación establecen con el espacio.
A las dos tipificaciones contrapuestas del espacio de la ciudad presentes en El kilómetro 83 pueden agregarse aquellas otras que se reconocen en una segunda novela corta que el autor publicara en el mismo año de sus Estampas mulatas. Suzy (2004) evoca el tiempo remoto de la infancia de un grupo de niños y niñas de clase alta en el balneario limeño de Barranco, presumiblemente durante la primera década del siglo XX 12: “Tiempos antes de la guerra, del foxtrot, de la cocaína, de la melena, del cine” (p. 17). La novela se desarrolla en un espacio aldeano y apacible ubicado al sur de la ciudad al que solo se accede a través de “trenes que llegan cada dos, cada tres, cada cuatro, cada cualquier cantidad de horas imprecisas” (p. 11). La naturaleza, asimismo, adquiere un papel protagónico en una narración que se desarrolla en el verano y cuyo acontecimiento central es el enamoramiento de dos de sus protagonistas, Pepe del Llano y Suzy. Por otra parte, el narrador heterodiegético hace uso de una prosa de resonancias poéticas y de imágenes en las que se combinan sensaciones de todo tipo, ya sean visuales o sonoras. A diferencia del agitado escenario del centro de Lima de El kilómetro 83 , las silenciosas calles de Barranco permiten incluso escuchar el permanente murmullo del mar, “[e]l mar, lejano y rutilante, repite su canto innumerable y somnolente” (p. 19), presente a lo largo de todo el relato, particularmente en el tercer capítulo en donde el escenario de la playa y la costa aparece vívidamente retratado:
Allá, tras el muelle, escasos bañantes [ sic ] desafiaban las olas y resaca. En los cordeles, sujetos por rieles que las olas hacían caer a tal o cual lado, tres, cinco, siete hombres y casi todas las mujeres, se afanaban en saltos y gritos cuando llegaba, reventada, la espuma enhiesta de una ola”. (Diez Canseco, 2004, p. 16)
En medio de ese paisaje idílico y a la vez aislado de todo tipo de conflictos, el tedio se apodera de la vida cotidiana de los personajes lo cual crea un parentesco con Cartas de una turista , la novela de Carrillo, también ambientada en la vida de un balneario sureño, Chorrillos. En Suzy , sin embargo, el panorama del balneario es retratado con mayor amplitud tanto en lo que respecta a los parajes naturales que lo rodean (ver el capítulo VIII) como al papel del catolicismo en la vida de los pobladores, como ocurre con la visita que realizan la “señora De la Fuente del Llano y su hijo Pepe” a la casa del párroco, con el propósito de lograr la protección de San José para el muchacho, próximo a partir a Londres para continuar sus estudios y separarse así definitivamente de su familia y amigos (p. 45).
Coincidentemente, los trayectos vivenciales de los dos protagonistas de la novela están determinados por sus vínculos con Europa y, naturalmente, por las posibilidades que les brinda su extracción social:
De París de Francia llegó Suzy con esos crespos claros y dorados, con esos ojos tan azules, con esa frescura de melocotón […] Se fue delgadita, enferma […] Trajeron trajes lujosos y un coupé pavonado de azul oscuro. Trajeron también a Mademoiselle Madelaine. (Diez Canseco, 2004, p. 19)
De esta manera, la novela traza una dicotomía entre el mundo apartado y provincial del balneario —y por extensión del Perú y su capital— y el cosmopolitismo identificado con las naciones europeas: de acuerdo con el texto, la vitalidad y belleza de Suzy al retornar de Europa contrastan, con la delgadez y enfermedad con que abandonó su país, a la vez que la compañía de la institutriz francesa es un síntoma de que su educación está en buenas manos; del mismo modo, el viaje de Pepe es necesario no solo en el sentido de que, como afirma su padre, “se hiciese un hombre [y] saliese un poco de las faldas” sino, sobre todo, para tener acceso a una mejor educación y, con ello, un mejor porvenir. Con todo ello, en Suzy se trazan con nitidez las aspiraciones de una clase privilegiada que vive de espaldas a la realidad del país: una vez terminada la infancia y comenzada la adolescencia, los sujetos de esa clase deben someterse a las presiones que ejerce sobre ellos el mundo de los adultos e identificarse con los valores que estos comparten. En tal sentido, la brevedad y el tono nostálgico de la novela se justifican en función del ciclo vital que se cierra con ella: el verano del cual gozan los niños y niñas de la historia es solo el preámbulo de lo que más adelante les espera. Por ello, Suzy puede ser caracterizada como una novela en la que se consolida la ideología de una clase social destinada en última instancia a tomar las riendas del país. Aun cuando elude toda referencia al marco social y los conflictos de clase presentes en El kilómetro 83 , no escapa al agitado mundo y a la intensa lucha que libran en él los habitantes de la ciudad. En realidad, como señala Julio Ortega (1986), en la narrativa de Diez Canseco “solo se ratifica el lugar de cada quien” (p. 111) y ese “lugar” está siempre determinado ideológicamente: aun cuando Suzy pretende rescatar la inmovilidad del tiempo privilegiado de la infancia a través de la evocación poética, en última instancia no logra ocultar el hecho de que el narrador ofrece una mirada del mundo retratado que consolida los vínculos de clase entre sus personajes. Esta situación se modificará en dos novelas que pasaré a analizar: una de ellas publicada previamente, en 1928, y la segunda en 1934; en ambas, como se verá más adelante, se establecen los nuevos parámetros de ficcionalización del espacio urbano en la narrativa peruana.
UN MUNDO EN EXPANSIÓN: LA CASA DE CARTÓN Y DUQUE
Uno de los rasgos ausentes en la visión de la ciudad planteada tanto en la obra de Gálvez como en los autores de su generación reside en la naturaleza conflictiva del paisaje urbano moderno cuya inestabilidad y constante transformación se propone como una metáfora de la subjetividad de sus habitantes 13. Si todo texto narrativo se realiza a través del lenguaje y hace posible, a su vez, la transferencia de un modo específico de articular el espacio y el tiempo anclado en la Historia, como señala Bajtín (1991), toda referencia espacial se vincula necesariamente con un marco temporal y configura una totalidad única e indivisible 14y es, además, resultado de la posición que un narrador adopta para dar cuenta de su visión del mundo.
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