San Martín más que un hombre, simbolizó enteramente una misión, alta y contrastable, terrible a veces, sublime otras. Solo bajo este aspecto providencial y casi divino, es como la historia debe enjuiciar su gran nombre y su gran carrera, llena toda ella de admirable unidad. (p. 72)
¡Justo reconocimiento a un hombre de tan inconmensurable talla! Pero, ¿qué puede decirse de la personalidad y del quehacer del egregio militar argentino? Sin ánimo de esbozar una biografía completa, ni mucho menos, a continuación reseñamos los principales hitos de su larga trayectoria vital, siguiendo un orden cronológico y secuencial de los acontecimientos. Natural de Yapeyú (localidad de la provincia argentina de Corrientes), nuestro personaje nació el 25 de febrero de 1778; por lo tanto, era cinco años mayor que el venezolano Simón Bolívar, su futuro competidor en la gesta emancipadora. Fueron sus padres el capitán Juan de San Martín y Gregoria Matorras; ambos de origen español. A los tres años se trasladó con sus progenitores y sus tres hermanos a Buenos Aires, donde aprendió las primeras letras; dos años después, la familia emigró a España. En Madrid, cursó sus estudios escolares en el reputado Seminario de Nobles. En 1789 fue incorporado como cadete en el Regimiento de Murcia, combatiendo (adolescente aún) en Orán contra los moros y, poco después, en el Rosellón contra los franceses. Sus ascensos a segundo subteniente y a teniente segundo los logró en 1793 y 1795, respectivamente. En la desigual guerra contra los ingleses, fue herido gravemente y hecho prisionero en 1798; tres años más tarde, se reincorporó al ejército en calidad de voluntario. A partir de entonces (1801) y merced a su destacada actuación en las filas españolas mereció sucesivos ascensos.
Al iniciarse la década de 1810, empezó ya a dar muestras de su deseo de contribuir a la libertad de América. Para tal propósito, de Cádiz se trasladó a Londres, donde ingresó a la célebre Logia Lautaro (flamante sociedad masónica fundada por el patriota venezolano Francisco de Miranda); allí conoció al chileno Bernardo O´Higgins, que más tarde sería su entrañable amigo y confidente de muchas aventuras guerreras. De la capital inglesa, el 19 de febrero de 1812 se embarcó en la fragata George Canning con rumbo a Buenos Aires, arribando tres semanas después a su destino. De inmediato, se le reconoció el grado de teniente coronel de caballería y la Junta de Mayo le encomendó organizar el Escuadrón de Granaderos a Caballo. El 12 de noviembre de ese año contrajo matrimonio con María de los Remedios Carmen de Escalada, natural de Buenos Aires y dama de elevada posición social y económica. Al mes siguiente (7 de diciembre), fue ascendido a coronel y al mando de dicha unidad logró un espectacular triunfo contra superiores fuerzas desembarcadas por los españoles. Desde entonces, su prestigio militar se agrandó. Fue nombrado jefe de una expedición enviada en auxilio del ejército patriota que operaba en el Alto Perú y, posteriormente, jefe del Ejército del Norte en diciembre de 1813. Días después (19 de enero), fue ascendido a la alta clase de general; en esta condición se trasladó a Tucumán con el arduo objetivo de instruir y disciplinar a sus hombres. Por su extraordinaria capacidad de organización y empatía, se le confió el cargo de gobernador intendente de Cuyo en agosto de 1814.
Con el decidido apoyo de su compatriota el general Ignacio Álvarez Thomas, a la sazón director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, organizó el denominado Ejército de los Andes; dos años después (agosto de 1816), fue nombrado su general en jefe. ¿El objetivo? Restablecer, en primera instancia, la libertad de Chile; para ello, atravesó la desafiante e imponente cordillera por el paso de Mendoza. Logró una rotunda victoria en la batalla de Chacabuco, tomando posesión de Santiago. A pesar del revés sufrido en Cancha Rayada, rehízo prontamente su ejército y obtuvo una victoria definitiva en Maipú, consolidando así la independencia de ese país. Retornó a Buenos Aires a informar a las autoridades pertinentes sobre lo acontecido. Establecido nuevamente en la capital chilena, se dedicó de lleno a los preparativos de la Expedición Libertadora del Perú, contando con el apoyo decidido del director de Chile, general Bernardo O'Higgins; al frente de ella, salió de Valparaíso el 20 de agosto de 1820. Su arribo a la bahía de Paracas (Pisco) se efectuó el viernes 8 de septiembre, ante la expectativa general. Ese mismo día, lanzó dos vibrantes e importantes proclamas: una al Ejército Libertador del Perú y la otra a los habitantes del país (reproducidas por Denegri, 1972, pp. 274-275 y 276-278).
Desde aquel estratégico lugar, ordenó ejecutar, entre otras, las siguientes medidas: dos grupos de avanzada se dirigirían hacia Chincha y Nazca, respectivamente, con el fin de afianzar las posiciones patriotas; el general Juan Antonio Álvarez de Arenales, al mando de una dotación numerosa y bien equipada, se dedicaría a recorrer la zona interior del país (sierra central) para excitar la adhesión de los pueblos a la causa de la libertad; el almirante Thomas Cochrane se encargaría de hostigar a las naves realistas surtas en el Callao y sus alrededores; y él, en persona, establecería el cuartel general en la localidad de Huaura, al norte de Lima (uno de los valles más fértiles de la costa norte y lugar decisivo para su estrategia). Casi simutáneamente a estas, ocurrieron algunos hechos que, a la larga, coadyuvaron al triunfo patriota:
a) El reputado regimiento Numancia (compuesto de 650 plazas y considerado como el mejor batallón español por su disciplina y el de mayor confianza del virrey), con sus oficiales al frente, abandonó a comienzos de diciembre de 1820 el ejército realista y se incorporó en Huaura a las filas independientes (esta defección fue el preámbulo del motín de Aznapuquio y, sin duda alguna, constituyó un duro golpe para la causa real y un refuerzo considerable para el Ejército Libertador).
b) La expedición enviada a la sierra central y encabezada por el general Arenales obtuvo un significativo triunfo en Pasco.
c) Las diferentes montoneras de esa zona se plegaron a la causa de la libertad.
d) Las localidades norteñas de Lambayeque, Trujillo, Piura, Maynas y Cajamarca, declararon su independencia.
e) El virrey Joaquín de la Pezuela fue depuesto por un grupo de oficiales adictos al general José de La Serna (motín de Aznapuquio), lo que creó una crisis institucional político-militar.
f) La nueva autoridad virreinal solicitó al Libertador una entrevista que se llevó a cabo en Punchauca, pero sin resultados tangibles o propicios.
g) El desplazamiento de las fuerzas patriotas hacia Lima, en tanto que los realistas (con el virrey a la cabeza) optaron por evacuarla.
h) En una reunión de cabildo abierto, el vecindario limeño se pronunció a favor de la Independencia el 15 de julio de 1821 y, trece días después, el propio Libertador la proclamó solemnemente en la Plaza de Armas en medio del júbilo general y sin derramamiento de sangre, tal como él deseaba.
Los sucesos que después ocurrieron en torno a la figura histórica del hijo de Yapeyú y de su quehacer en el Perú, se describen en apartados posteriores. Y a todo esto, ¿cómo era físicamente nuestro personaje y qué rasgos psicológicos caracterizaron su magnética personalidad? Quienes lo conocieron y lo trataron lo describen de la siguiente manera: de estatura medianamente alta, de hombros anchos y de silueta atlética, caminaba siempre erguido, con paso lento y seguro y mostrando una prestancia militar inigualable. Sus piernas y brazos largos, armonizaban con su corpulenta configuración física. Su rostro le proporcionaba un atractivo particular frente al bello sexo. Su cabeza bien proporcionada, lucía cabellos negros y lacios, permanentemente bien dispuestos. Sus ojos grandes se hallaban poblados por cejas y pestañas igualmente bien acicaladas. Su nariz recta y perfilada, su boca de tamaño normal y su mentón bien dispuesto, iban acordes al tamaño de su rostro. Su tez cobriza era resultado de su casi permanente exposición a la intemperie o a la inclemencia del clima por razones de su profesión. Era un excelente jinete y un incansable cabalgante cuando las circunstancias así lo requerían. Siendo un hombre prudente y cauto, jamás rehuyó el peligro ni temió enfrentarse a la muerte en el cumplimiento del deber.
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