Pero no será una realización escasa de permisos, altamente arriesgada, sin precauciones, donde las comodidades son mínimas y la actividad implicada es acelerada… ¡error! Incluso con pocos recursos, una producción de guerrilla como la que vas a empezar (más aún si es un trabajo de estudios o tu primer cortometraje) debe ser altamente organizada y preparada, con una planificación lo más acertada posible para realizar una operación efectiva. Por esto la aplicación de técnicas militares se conjuga perfectamente con las prácticas de una realización audiovisual, con el establecimiento de nuevos parámetros de acción acordes con escenarios ajustados y considerando recursos estratégicos.
Así, descubrimos que el realizador es además un guerrero, individuo combativo que debe aplicar lógica y razonamiento frío en una experiencia donde reconocer su entorno, recursos y fallas será tan importante como el manejo de su arte.
¿Y dónde queda lo mágico del asunto? Claro, visto así parece más técnico que otra cosa, pero piensa bien en lo que vas a hacer:
– Jugarás con luces y sombras.
– Mezclarás diversos elementos a partir de recetas.
– Alterarás las reglas del tiempo y el espacio cada vez que enciendas la cámara.
– Manipularás (constantemente) la realidad.
– Te transportarás a otros paisajes y a otros mundos.
Ahí está la magia.
Y como mago, tendrás que encontrar, experimentar y registrar las respectivas fórmulas que consiguen crear ilusión. Y verás que existen muchas variantes técnicas para los procesos; algunos expertos coinciden con estas, mientras otros tantos discreparán radicalmente. ¡Y eso está bien! En la medida en que establezcas sistemas de trabajo y experimentes (y desde luego, te equivoques) podrás crear tus propias recetas. Aquí están las mías.
Este texto evolucionó a partir de mi proyecto profesional de final de carrera, que fundamentaba mis actividades al realizar un cortometraje y que me llevó a un intenso análisis de esa aventura. Aventura que terminó dándome mi título profesional y mi primer empleo como docente. Al tomar conciencia de la considerable semejanza de una producción con una misión en terrenos inhóspitos, se fueron sumando la idea de una cultura preventiva y mis nuevas experiencias como realizador y después como docente, logrando armar este recetario/manual de combate, sobre la base de errores y aciertos, con la expectativa de que estas vivencias traigan consigo consecuencias favorables para quienes se quieran embarcar en nuevos proyectos.
Antes de concluir esta introducción, expreso mi agradecimiento a Romina Ortega, Walter Espinoza, Diego Mezarina, Pablo J. Ruiz y Andrés Vernal, por sus acotaciones y recomendaciones en el texto; a Pia Galiano, Luciana León-Barandiarán y Gianfranco Mejía, por contribuir con la sesión de fotos para los ejemplos prácticos; a Jenny Canales, Gladys Chávez y Martín Haro, por darme mis primeras oportunidades docentes y de las cuales sigo aprendiendo; a mi público original: Alfredo Aguilar, Juan Carlos “Chicho” García, Augusto Tamayo; a Carla Ulloa, por aconsejarme que continúe enseñando; a Óscar Quezada, Manuel “Pocho” Solari, Johnny Pulido y al gran equipo de Sercom, por su invaluable apoyo en mis proyectos audiovisuales; a Santiago “Chachi” Carpio, Mario Razzeto y Lizardo Seiner, por inspirarme en sus metodologías de enseñanza, a las cuales trato de hacerles honor; y a mis padres, por todo.
Ahora, tu pregunta de rigor, seguro… ¿Y quién es él para decirme que esto funciona y esto no? Soy un realizador y me enfrenté al dragón. Vi la parte buena y la parte mala de esta aventura. Participé en proyectos grandes y en proyectos chicos. Me tocó recibir aplausos y críticas. Me tocó perder y me tocó ganar. Me tocó llorar, reír, sangrar (literalmente), luchar, sudar, llorar de nuevo. Me encontré con gente maravillosa que me ayudó y me encontré con gente menos maravillosa que me dio la espalda. Realicé, escribí, estudié y enseñé. Subí hasta la cima de la montaña y tuve que bajar para subir la siguiente. Me fue bien y me fue mal. Perdí las esperanzas y las recuperé. Y sobre todo APRENDÍ. Y lo más probable es que todo esto te pase a ti también. Así que, si te animas a seguir, empecemos.
Vas a descubrir que muchas verdades tienden a depender en gran medida de nuestro propio punto de vista.
Alec Guinness como ‘Obi-Wan Kenobi’
en Star Wars: Episode VI - Return of the Jedi (1983); guion de George Lucas y Lawrence Kasdan, dirige Richard Marquand.
Si pensaste que de frente hablaríamos del “Luces, cámara, acción” y del glamur del medio audiovisual (que no es tanto como crees), te viene una sorpresa… Recuerda, vas a crear. No hay forma de no sonar escalofriantemente filosófico con la siguiente frase, así que ni modo, aquí va: si vas a crear, primero empieza por conocer qué es la realidad.
Así que aguanta un poco.
La comunicación audiovisual se basa en el control y la manipulación de la realidad. Esta deja de existir como tal, para ser capturada y moldeada, de modo que ya no vemos una realidad sino algo más, un imaginario.
Cuando en mis clases trataba sobre este punto, normalmente proyectaba una manzana en la pantalla y preguntaba: ¿Qué es eso? Obviamente había confusión ante una pregunta tan simple, antes de los primeros y tímidos “una manzana”. Y obviamente, todos estaban equivocados. En ese momento sacaba una manzana de verdad y explicaba que “esa” era una manzana, la proyectada es “la fotografía de una manzana”.
La fotografía de algo no es el algo sino una imagen, un símbolo; el video de un animal no es el animal sino una captura. El video de un virus no será el virus, pero nos permite ver algo que nunca podríamos ver, de la misma manera de la que seguramente nunca hemos visto tal o cual animal exótico en su medio ambiente.
Es tal la manipulación de la realidad que podemos variar un mismo elemento para que sus diferentes acercamientos resulten en una reacción distinta y es esta reacción la que nos envuelve: saltar en el cine, emocionarse por los acontecimientos, salir de la exhibición de una película con una u otra sensación, o incluso la repercusión que pueda tener a grandes rasgos en un grupo humano.
Ya no hablamos de la llegada del tren que asusta a las primeras asistencias a una sala de cine 1, sino de un efecto constante y emocional en un público que acondicionaremos para que se impresione de su entorno y de su realidad… o de su posible realidad.
Peter Benchley (1940-2006), autor de Jaws ( Tiburón, 1973) y guionista de la película de Spielberg (1975), fascinado con el estudio de los escualos, dijo que si Tiburón se hiciese hoy en día, el tiburón sería la víctima 2, efecto que pudimos apreciar en el remake de King Kong de Peter Jackson (2005) y en la versión americana de Godzilla de Roland Emmerich (1998). En ambos casos el monstruo ya mítico es en realidad una víctima de la humanidad que lo desata. Los monstruos ya no existen, solo quedan los animales incomprendidos en un mundo que ya no les pertenece.
Aunque los tiempos han cambiado, debemos preguntarnos ¿cuál es la realidad que cuenta: la imagen ficticia del tiburón mecánico de los setentas saltando sobre el bote y devorando a Robert Shaw ante la mirada atónita de Roy Sheider o la nueva imagen del tiburón documentalizado, más preocupado en comer cuando tiene hambre que en ser un monstruo devorador de hombres? O peor, ¿la del inocente tiburón ensangrentado y masacrado, y solo por sus aletas para hacer sopa? ¿Qué nos debe ser más real? Pues la imagen que funcione con nuestro público. Y es que serán las diversas aproximaciones a una realidad, las dos caras de la misma moneda o las diferentes interpretaciones del mismo símbolo las que causen un efecto.
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