Rescato los textos, también, porque me parece que en ellos –si no en todos, en varios, sobre todo en algunos comentarios de películas–, hay una escritura y un filo críticos que siento haber perdido un poco. Releo, por ejemplo, lo que escribí sobre Abisa a los compañeros o Todos somos estrellas , sobre Lucía, Canoa o La pasión según Berenice , y percibo un buen manejo del instrumental analítico. No creo que en estos momentos escribiría con ese mismo grado de penetración en las operaciones expresivas de esas películas. Tal vez porque ya no soy el crítico de cine “estable” que fui ininterrumpidamente durante cuatro décadas y, habiendo dejado en estos últimos años el ejercicio regular de la crítica periodística, me siento cada vez más el profesor, el investigador, el escritor de temas de cine y, por encima de todo, claro, el mismo cinéfilo de toda la vida, aunque siempre asoma inevitablemente el crítico que no podría dejar de ser nunca. Queda a criterio de los lectores ratificar o no esa percepción mía y, de cualquier modo, evaluar la utilidad de este volumen.
Una aclaración sobre el título que podría hacer pensar a algunos interesados que se trata de un libro en torno al western. ‘Bravo’ o ‘brava’, según el DRAE, significa valiente, esforzado, bueno o excelente; también fiero o feroz, alborotado o embravecido; asimismo violento o áspero, inculto o rústico. Si se combinan esas acepciones tiene sentido hacer referencia a nuestra región, de México al Caribe, y del orbe andino a la Patagonia, incluyendo al “continente” brasileño, como tierras bravas , al menos en las décadas a las que se dedican estos textos, y en las precedentes, también. Por cierto, el cine de esos tiempos queda impregnado de esos rasgos y algo de ello se transmite en los textos.
Agradezco la colaboración de Lorena Escala Vignolo en la transcripción digitalizada de los materiales preinformáticos, así como en el ordenamiento de los textos.
Hacia una historia del cine peruano
Introducción
No se puede escribir una historia del cine peruano porque hasta el momento no se ha realizado una investigación completa sobre la materia. Salvo artículos periodísticos muy incompletos y aislados, prácticamente no se ha escrito nada sobre el particular. En el tomo X de la Historia de la República del Perú , Jorge Basadre incluye datos muy valiosos sobre los primeros años del cine en el país. Por lo demás y hasta donde sabemos, solo el artículo “Panorama del cine peruano”, de Enrique Pinilla, publicado en 1969 en la revista Cultura y Pueblo , de la Casa de la Cultura, consigna un ordenamiento cronológico que resultó de gran utilidad para una primera elaboración de este texto que, con el mismo título, apareció en la revista Hablemos de Cine , nro. 50-51, en 1970.
El presente trabajo aspira, en su carácter provisional, a señalar la exigencia de un estudio más profundo sobre la historia del cine peruano, aun cuando este no haya alcanzado en el pasado una presencia realmente significativa en la vida del país, pues la producción ha tenido una escasa y accidentada existencia. Con un mercado local pequeñísimo (aproximadamente 300 salas de 35 milímetros, desde hace muchos años), copado por las grandes empresas de distribución internacional, muy poco se ha podido hacer para establecer una producción más o menos estable. A la insuficiencia del mercado interno se ha sumado la barrera hasta ahora infranqueable de la distribución “extramuros”, sin ninguna posibilidad de competir, además, con los “hermanos mayores” del cine de habla castellana, México, Argentina y España. Por eso la historia del cine peruano se asemeja mucho a la de tantos otros países latinoamericanos: esfuerzos aislados llenos de buena voluntad cuando no vulgar aventurerismo, espontaneísmo pionero cuando no mero afán de lucro. Sin apoyo legal, sin un respaldo financiero, sin exigencia crítica, el poco cine que se ha hecho ha deambulado abruptamente ante el público espectador habituado al cine extranjero de procedencia estadounidense en su mayoría.
Hay que señalar, también, que este trabajo constituye el capítulo dedicado al Perú del libro Les cinemas de l’Amerique Latine , que, coordinado por el francés Guy Hennebelle y por el boliviano Alfonso Gumucio Dagron, debe aparecer en edición francesa y española. Como, salvo esta introducción, no se modifica en nada el original, el lector peruano sabrá pasar por alto algunas referencias contextuales que resultan superfluas para nosotros.
Por último, y además de recalcar que es esta la primera aproximación crítico-informativa sobre el tema, hay que agradecer los datos que en entrevistas y diálogos nos han ofrecido Manuel Trullen, Eduardo Tellería, José Dapello y Manuel Chambi.
La primera exhibición cinematográfica peruana se efectuó en la plaza de Armas de Lima el 2 de enero de 1897, con la asistencia del presidente Nicolás de Piérola. El aparato empleado, procedente de Estados Unidos, fue el vitascope de Thomas Alva Edison, y no el cinematógrafo de los hermanos Lumière, que llegó después.
En 1911 se filma, según el historiador Jorge Basadre, la primera película peruana: un documental titulado Los centauros peruanos , basado en ejercicios de caballería. De acuerdo con el mismo historiador, el primer corto peruano de ficción pertenece al escritor Federico Blume y es la comedia Negocio al agua , filmada en 1913. El siguiente filme del que se tiene noticia, rodado ese mismo año, es Del manicomio al matrimonio , con argumento de la escritora María Isabel Sánchez Concha.
En los años siguientes se filman ceremonias cívicas y sociales a manera de notas informativas, a cargo de fotógrafos profesionales, en su mayoría. Alrededor de 1920 destacan en tal actividad los fotógrafos Avilés y Calvo.
Mientras que en 1926 se realiza la película Páginas heroicas , inspirada en la guerra con Chile, cuya exhibición pública no ha sido confirmada, es en 1927 que se filma y estrena la primera película peruana de largometraje, Luis Pardo , que relata un episodio de fines del siglo XIX, respecto a un bandolero famoso. El director también argumentista y protagonista del filme, Enrique Cornejo Villanueva, la hizo sin ninguna experiencia técnica previa y posteriormente no tuvo participación alguna en otras películas. En 1928 se filma una versión de La Perricholi , inspirada en la vida de la célebre amante del virrey Amat, escrita y dirigida por Guillermo Garland y el argentino Luis Scaglioni, y protagonizada por Carmen Montoya y el italiano Enzo Longhi. Luego, en 1929, el italiano Pedro Sambarino, quien había incursionado en el cine boliviano y que en el Perú se inició con la fotografía de Luis Pardo , realiza El carnaval del amor , sobre motivos de la vida local.
Hacia 1930 se filma Como Chaplin , de la compañía Patria Films, un intento de remedo humorístico por el chileno Alberto Santana. Al año siguiente, el mismo Santana dirige Las chicas del jirón de la Unión , y en 1932 se rueda un largometraje sobre la profilaxia sexual que se exhibía un día para hombres y otro para mujeres en el Teatro Segura de Lima, con el título de Cómo serán vuestros hijos . Por fin, en 1933 se realiza la última película muda peruana, Yo perdí mi corazón en Lima , de la compañía Patria Films, escrita y dirigida por Alberto Santana. En estos años aparece un noticiero de irregular periodicidad, Noticiero Heraldo , a cargo del chileno Sigifredo Salas (dirección, montaje y narración) y del español Manuel Trullen (cámara y laboratorio).
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