Juan Chabás - Testigo de excepción

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Juan Chabás fue un articulista y ensayista de gran curiosidad intelectual. Se convirtió en un espectador privilegiado del periodo cultural más importante de la era contemporánea: la vanguardia artística. Su labor crítica, desde el artículo hasta la reseña literaria, está caracterizada por una prosa de gran belleza.Testigo de excepción reúne una variada muestra de su producción crítica sobre la literatura española de vanguardia de los años veinte y treinta del siglo pasado.

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Pero además, al igual que en el corpus de La Libertad puede documentarse un número relevante de artículos en torno a la creación literaria y sus distintas modalidades, basados en una reflexión especulativa, de contenido teórico-histórico, en Diario de Barcelona alcanzan, si cabe, mayor frecuencia las colaboraciones de contenido teórico y de valores prescriptivos. Entiéndanse de este modo las extensas notas acerca de diversos asuntos de actualidad y preocupación estética. Lugar destacado vuelve a reservar a la «joven literatura» y al arte nuevo, temas tan recurrentemente tratados en los resúmenes de La Libertad . Acuda el lector, por ejemplo, al largo apunte titulado «La sensibilidad literaria», la del artista moderno, que para él no es otra que «la verdadera novedad del arte joven: el concebir la vida de un modo distinto, el contemplar con miradas insólitas hechos, formas, aspectos también insólitos que la vida moderna nos ofrece».

Un artículo, revelador desde su título, «La generación VABUM, la generación MAJO y los nuevos», ciertamente modélico por su brevedad y precisión teórica, resume perfectamente las razones que centran su interés en las distintas manifestaciones de los escritores jóvenes. Difícilmente puede contradecírsele el hecho de que, subrayada la «intensa y honda revolución» de la generación del noventa y ocho —aquella que Corpus Barga, atendiendo a las iniciales de sus autores que la caracterizaron (Valle, Azorín, Baroja, Unamuno y Maeztu) denominó Vabum— y la de sus «epígonos» —generación Majo con las iniciales de Miró, Ayala, Jiménez y Ortega—, precise que «la inestabilidad de los gustos artísticos» determinaron las modas literarias más o menos pasajeras, la de grupos de escritores con «una nerviosa inquietud, un febril anhelar de modos y de ideales estéticos diferentes que mudan y se olvidan tan pronto como son apenas conseguidos». Se refería a los grupúsculos de la primera Vanguardia, no sin antes mencionar la muy meritoria precedencia e incuestionable calidad estética de Ramón Gómez de la Serna. Por su ardida posición acerca de la producción de quienes fueron compañeros suyos en el viaje ultraísta —recuérdense los empréstitos de su libro Espejos al Ultra—, por lo novedoso del juicio en un tiempo aún muy próximo a los hechos y por la correcta lectura periodológica, sorprende la temprana conclusión del crítico, sin duda alguna suscrita hoy día por los especialistas de la Vanguardia histórica. En sí misma justifica la extensa cita:

«Los poetas del Ultra solían carecer de preparación técnica, ignoraban casi toda nuestra historia literaria y creían, con una generosidad juvenil admirable pero vana, que podían conseguirlo todo sin más que entregar a su afán estético —un afán que no podía llamarse doctrina ni siquiera propósito porque nada en ellos era meditado ni estaba definido— toda la intuición y valentía que poseían. Pero si ellos no realizaron obra duradera, demolieron, en cambio, mucho y cavaron amplios cimientos para edificar seriamente.

No nos extraña, pues, que mientras este grupo se iba disolviendo se estuviese ya formando otra generación nueva, también joven y ardida, pero más documentada, de propósitos más concretos y por tanto más conscientemente orientada. A esta nueva generación es a la que hoy suele llamarse joven literatura».

A Chabás volverán a interesarle las características de esa joven literatura, —cuño referido impropiamente sólo a las aportaciones en verso y prosa—, pues, completando aquellas otras estatuidas en los resúmenes de La Libertad , las enuncia y evalúa sumariamente en artículos posteriores (por ejemplo, los titulados «Joven poesía» y «Sobre la joven literatura»): el magisterio que los jóvenes escritores debían a Juan Ramón Jiménez y a Antonio Machado, el hecho de que su «preocupación esteticista» sea anterior a la producción de los autores, la «sólida cultura literaria» y «nacimiento excéntrico» —no centralista como la del 98— o «litoralizada» con matices de esa juventud literaria.

El crítico escribe con alto tono, niega de inmediato que ese arte joven en su labor tan humana parezca una deshumanización cuando en realidad entiende que es una «superhumanización» y en breves apuntes seguidamente se afana en subrayar «la alegría del sport » en su dimensión lúdica, maquinística y moderna para ceñir bien las nuevas sensibilidades y la voluntad filosófica de la joven literatura: «conocer al hombre más íntimamente cada vez». Chabás se afana en desgranar los signos externos de la juventud artística que por entonces tenía veinticinco años y que «con ímpetu alegre de salto y danza y salud, envanecida de su mocería» sintió una especial atracción por el cine, conforme destaca al principio de la hermosa nota sobre Indagación del cinema , de Francisco Ayala, para seguidamente abundar en sus relaciones con la literatura.

En otra ocasión se abalanza contra quienes, a su propio parecer, atacan aguerridamente ciertas intemperancias mozas como las del grupo surrealista de la revista catalana L’Amic de les Arts (Montanyà, Carbonell, Gasch, Dalí, Casanyes), iconoclasta y bromista, pero que dio «aire europeo, libre, ancho a nuestra vida literaria», internacionalismo innegable pero que en su mismo gesto, precisa sagazmente Chabás, «si se exageraba demasiado, tomaba un cierto aire provinciano». Y de la anécdota pasa en otro momento a la especulación más exigente y meditada mostrándose capaz de realizar una síntesis, excelente donde las haya, a propósito de posturas poéticas que tuvieron muy relevante protagonismo en su momento; por ejemplo, sobre la significación del «Superrealismo». La crítica adquiere entonces visos de demoledora evidencia en la pluma de quien conoció desde una atalaya con visión privilegiada los valores literarios y trascendencia de aquel movimiento de Vanguardia y ahora, ayudado por el tiempo transcurrido y a modo de balance tras leer un artículo de César Vallejo, levanta acta de su entidad y significativa evolución: reconocido el valor incuestionable por el ímpetu asolador de esta escuela literaria, sentencia que «fue nula casi su aportación constructiva». Hoy, con matices al margen, resulta difícil contradecir lo que Chabás advirtió tan madrugadoramente del movimiento que Breton, «acróbata de la inteligencia», encaminó hacia el comunismo. En su artículo titulado «Superrealismo», haciéndose eco de los seguidores y detractores de la escuela bretoniana, el crítico invita a reconocer su balance, del cual podría concluirse que, si bien fue incapaz de «suscitar una crisis de conciencia, al menos se ha conseguido dar a la conciencia más libertad, más resolución, mayor ímpetu de independencia y de creación».

De no menor calado son las sucesivas entregas acerca de la actualidad y futuro de la novela, en aquel tiempo —según criterio de Chabás en un artículo dedicado a la todavía desconocida Maruja Mallo—, sumida en el más grave conflicto planteado a la literatura moderna por muchas y complejísimas causas, entre otras la carencia en los escritores jóvenes de imaginación, de fantasía creadora, de renovada imaginación que laborara con inteligencia y sensibilidad actuales el pulso y compás de la modernidad. Sabido es que los jóvenes novelistas del momento, incapaces de encontrar el verdadero camino de la renovación que reclamaba el género, sufrieron el protagonismo acaparador de una poesía que homenajeaba a Luis de Góngora en 1927. Precisamente fue Chabás quien durante el acto público sevillano con ocasión del tricentenario de la muerte del poeta barroco, según dejó escrito en su crónica titulada «Una jira» de La Libertad , se encargó de saludar los logros de los prosistas jóvenes y establecer una primera nómina con las correspondientes apreciaciones, nómina en la que él no se incluyó por modestia. En hora temprana Chabás comprendió que el golpe de timón mediante técnicas innovadoras era exigencia urgente. Mauricio Bacarisse, Antonio Espina, Benjamín Jarnés, Antonio Marichalar, Pedro Salinas, Mario Verdaguer y el propio Juan Chabás, por citar algunos de los más notorios, emprendieron una labor importante con muy estimables aportaciones individuales dentro de las heterogéneas opciones narrativas que oscilaban desde el experimentalismo al discurso sustancialmente poético. La ruptura con los modelos estatuidos pasaba por la necesidad de adecuar la nueva estética a los tiempos de la modernidad vanguardista con la mirada puesta en Europa (Marcel Proust, André Gide, Jean Giraudoux, Virginia Woolf, James Joyce…), y a ello contribuyeron las reflexiones teóricas que desde la tribuna de su prestigio e influencia formulara el filósofo José Ortega y Gasset, o en las que abundaron los propios novelistas a través de sus declaraciones de intenciones, las revistas literarias del momento y algunas empresas editoriales que crearon colecciones ad hoc para el género.

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