El fichaje de Thomas Doll sí estaba generando arrepentimiento en Strobelallee. El que fuera centrocampista de la selección alemana, en el banquillo del Dortmund desde 2007, no logró que jugadores ni público se identificaran con el aburridísimo juego que desplegaba. El Dortmund se encontraba más cerca del descenso que de la parte noble de la tabla, acabando la temporada en decimotercera posición; su peor puesto en veinte años. La buena racha que mantuvo el equipo en la DFB Pokal, la Copa de Alemania, cuando, en abril, el Bayern Múnich solo fue capaz de doblegarlo en el tiempo de descuento (2-1), no fue suficiente para tapar todas las vergüenzas de su dirección. «Puede que sea la derrota de mayor valor en la historia de un club» escribieron Sascha Fligge y Frank Fligge en Echte Liebe , una crónica del crecimiento del Dortmund durante la pasada década. «De haber conseguido esa Copa, la directiva del club hubiera tenido complicado despedir a Thomas Doll, pese a que no creyeran para nada en sus cualidades, y Jürgen Klopp jamás habría fichado por el Dortmund. La historia habría tomado un rumbo totalmente diferente». «Aquella derrota [en Berlín] formaba parte del plan estratégico para dejarle el camino expedito a Jürgen Klopp», bromearía Watzke más adelante. Da la casualidad de que Klopp había presenciado el partido en Berlín como comentarista para el canal nacional ZDF, y le confesó al editor del programa, Jan Doehling, que «algún día me gustaría verlo desde el lateral de banda». Cuando regresó a su hotel, los aficionados del Dortmund que había en la recepción le cantaron «Jürgen Klopp, eres el mejor». Querían que tomara las riendas del equipo.
Watzke asegura que siempre confió en que la personalidad de Klopp era lo suficientemente robusta como para afrontar un trabajo tan hercúleo: «Escuchando sus comentarios en las retransmisiones, tuvimos la certeza de que sería capaz de liderar [un gran proyecto]. Jamás nos planteamos ningún otro entrenador. solo queríamos a Klopp». Una reunión secreta mantenida en las oficinas de una amistad de Watzke, no muy lejos de Mainz, aclararía aún más las cosas tras la dimisión de Doll, el 19 de mayo. «En cuanto todos los empleados se fueron, nos reunimos», dice Watzke. «Fue una conversación maravillosa. Le contamos la visión que teníamos del club, que resultaba estar muy alineada con la que él tenía. Michael Zorc ya se había reunido con él un día antes. Ambos queríamos formarnos nuestra propia opinión, independiente de la del otro. Solemos estar de acuerdo, pero, en este caso, el acuerdo era total. De inmediato notamos una química de lo más poderosa».
Sin embargo, otro tipo de química, mucho más sintética, trataba también de atraer a Klopp. El Bayer 04 Leverkusen, propiedad de la compañía farmacéutica del mismo nombre, también había puesto sus ojos en el entrenador. Si bien no tenían el caché de los de negro y amarillo, tampoco tenían problema económico alguno, además de poseer una buena plantilla, muy equilibrada y capaz de plantearse objetivos como la clasificación para la Champions League. «Al principio, Kloppo no quería fichar por el Dortmund, prefería ir al Leverkusen», cuenta Heidel. «Yo le recomendé que fichara por el Dortmund, por todo ese rollo de las emociones, la pasión y tal y tal. Mantuvo una reunión con Wolfgang Holzhäuser (CEO del Leverkusen). No terminaban de decidirse… Y, entonces, el interés del Dortmund se concretó. Pero Klopp no estaba seguro, al principio».
Con una risita, Heidel añade que los emolumentos fueron otro punto candente. «Esa es muy buena. La primera oferta del Dortmund era inferior a lo que Klopp ganaba en la Bundesliga 2. No estaban muy boyantes, por entonces. Kloppo me dijo: ‘‘Pero mira esto, ¡si me ofrecen menos de lo que gano aquí, en el Mainz!’’. Y yo le contesté: ‘‘No te preocupes, te echaré un cable’’. A los del Dortmund les costaba comprender que le pagásemos esa cantidad. Watzke volvió a llamar: ‘‘¿Cuánto le pagan?’’. ‘‘Pues aquí le pagamos un buen sueldo, es nuestro hombre más importante; prefiero ahorrar en jugadores’’, le respondí. ‘‘No me lo creo’’, dijo Watzke. Y le aumentaron la oferta». La mañana del viernes 23 de mayo, en el Hotel Lennhof, en Dortmund, Klopp firmó un contrato por dos temporadas y fue presentado a las 11:00, en el estadio.
Lo cierto es que Borussia tenía otras recompensas no pecuniarias que ofrecer. Para empezar, en Josef Schneck tenían a un jefe de prensa muy del agrado de Klopp. «Nos conocimos en abril del 2004, en un evento en Colonia», relata Schneck, un agradable y jovial hombre de sesenta y tantos años. Aquella noche, Klopp iba a recibir un premio al juego limpio, concedido por la asociación de periodistas deportivos, por lo bien que manejó los finales infartantes de las dos últimas temporadas de la Bundesliga 2. Matthias Sammer, quien por entonces era el entrenador del Borussia Dortmund, fue el encargado de dar el discurso laudatorio. «Fuimos con Matthias y su esposa, Karin, y nos sentamos en la misma mesa que Klopp. Fue una velada maravillosa», recuerda Schneck. Es una anécdota conmovedora, en cierto modo, sobre todo considerando que unos años más tarde, en el punto más alto de la rivalidad Bayern-Dortmund, Sammer y Klopp acabarían llevándose rematadamente mal.
«También conocía a Jürgen por las ruedas de prensa [cuando el Mainz jugó en la Bundesliga entre las temporadas de 2004 y 2007]», prosigue Schneck. «En una ocasión el Mainz nos arrancó un empate, en casa, en Dortmund, y yo le felicité por el punto conseguido. Después de todo, que el Mainz consiga un empate en casa del Dortmund es todo un logro, ¿verdad? Pero él se quedó mirándome y me dijo: ‘‘Felicidades a ustedes, también’’. Típico de Klopp. Y después de fichar por nosotros, en las primeras semanas, no hacía más que tomarle el pelo a Michael Zorc: ‘‘No estaba nada seguro sobre fichar por el Dortmund o no. Pero estaba al tanto de que teníais un buen jefe de prensa, así que, tampoco debía de ser un club tan malo’’».
Y, lo que es más, hay muy pocos clubes que pueden contar con un apoyo tan fervoroso. En su presentación, Klopp les dijo a los periodistas que el famoso «Muro Amarillo» del estadio Signal Iduna Park, la grada más grande de Europa con cerca de 25 000 localidades, «despierta la pasión futbolística que arde en mi interior». «Todo el que haya estado en este campo sabe que [el Muro Amarillo] es algo que va más allá de lo especial, una de las cosas más impresionantes que se puede encontrar en el mundo del fútbol. Para mí es todo un honor ser el entrenador del BVB y tener la oportunidad de devolver su grandeza a este club. Es algo muy bonito. Estoy terriblemente contento de poder trabajar aquí». Alguien le preguntó si no era un paso enorme, cambiar un club carnavalero como el Mainz por uno de los pesos pesados de la historia de la liga. «Tampoco es que fuéramos de fiesta en fiesta en Mainz», sonrió. «Trabajábamos con mucha disciplina. Me siento más que preparado».
Por la ciudad corrieron los rumores de que, tanto algunos de los patrocinadores como algunas de las compañías involucradas en la reestructuración de la deuda del club hubieran preferido a un entrenador más sofisticado, un gran nombre con tirón internacional.
Puede que fuera por eso, para calmar los recelos, por lo que Klopp se puso chaqueta en la sala de prensa. Pero nada de corbata. «En secreto, sin hacer mucho ruido, ha trabajado durante los últimos meses para refinar su vestuario», publicó el Frankfurter Allgemeine Sonntags-Zeitung . Pero su indomable retórica era todo un homenaje al tan arraigado amor por el fútbol como entretenimiento visceral, como forma de identidad y experiencia casi religiosa tan típicos de esa región de clase trabajadora.
Читать дальше