Una década más tarde Klopp le admitiría a spox.comque «aceptar aquel encargo fue todo un acto kamikaze. Solo me hice una pregunta: ¿qué podemos hacer para dejar de perder? No pensé ni un solo instante en la victoria. El primer entrenamiento nos lo tiramos corriendo de manera táctica por todo el campo. Puse un montón de postes y traté de recordar cuáles habían sido las distancias entre líneas que habíamos mantenido con Wolfgang Frank. La mayoría de los jugadores todavía tenían escondidos, en algún rincón de su memoria más profunda, los movimientos que habían practicado con él hasta el hartazgo. Queríamos tener un sistema de juego que fuera indiferente al rival». En lo tocante a la parte más motivacional de su enérgica charla, también se acordó de una de las máximas de Frank: que «el último 5 por ciento» (Klopp) era lo que marcaría la diferencia.
Klopp tomaba «decisiones sencillas», dice Kramny. «Yo cambié de posición, de interior derecho a mediocentro. Cambió una o dos cosas más. Heidel nos dijo que, después de habérselo hecho pasar tan mal a los anteriores entrenadores, todos teníamos que arrimar el hombro. Todos nos sentimos responsables. No contábamos con el tiempo necesario como para hacer demasiadas cosas, así que la idea era la de inyectar algo de alegría, entrenar nuestro dibujo y los balones parados. Y entonces dijimos: ‘‘Vale, allá vamos. A correr, correr y correr’’. El día del partido llovía a mares».
Heidel: «Había unos 4500 espectadores. Jugar el miércoles de ceniza siempre es especial en Mainz. El Duisburgo estaba mucho mejor que nosotros, era uno de los principales candidatos al ascenso. Y, para ser sincero, he de decir que los barrimos del campo. Ganamos por 1-0, pero no se acercaron en ningún momento a nuestra área. No fueron capaces de traspasar nuestro sistema. La gente que fue al estadio se volvió loca».
Los que mejor se lo pasaron fueron los que estaban en la grada principal. Vieron a un entrenador del Mainz que «actuaba como el décimo segundo hombre, disputando, a todos los efectos, el partido desde la banda», añade Heidel. «Por entonces, aquella grada solo era capaz de albergar a 1000 personas, pero estaban por los suelos de lo gracioso que resultaba el tío ese que había en el campo. Ni tan siquiera sé en qué dirección salió corriendo cuando marcamos. Puede que incluso el árbitro lo expulsara del campo». (No fue así, al menos no en esta ocasión). «Todo fue muy especial, mucho. Y hay que dejar clara una cosa: aquel día nació Klopp. El resto, estaba por llegar».
REVOLUTION NUMBER 09
Dortmund 2008
Es una cortante noche invernal de enero de 2017 en Marbella. La recepción del Gran Meliá Hotel Don Pepe es el sueño del jefe de decorados de Dinastía : mármol blanco, columnas chapadas en oro, palmeras en tiestos… Y un hombre tocando el saxo.
Utilleros del Borussia Dortmund, en manga corta, empujan más allá de la vacía barra del bar varias cajas llenas de ropa sucia, utilizada en la sesión de entrenamiento de esa misma tarde. Sentado en un sofá de color crema, Hans-Joachim Watzke contempla la escena asintiendo con la cabeza, satisfecho. El CEO del BVB, de 58 años de edad, es un empresario de éxito; Watex, su empresa de ropa de trabajo, factura anualmente unos 250 millones de euros. Es el hombre que salvó al club de la quiebra en 2005; el hombre que trajo de vuelta el buen fútbol, la emoción y los trofeos al Westfalenstadion al contratar a Jürgen Klopp en el 2008. Pero, como suele ocurrir con todo aficionado de verdad, parece que sea el mero hecho de poder estar ahí, acompañando al equipo durante un pequeño parón invernal de diez días en Andalucía, lo que más feliz y orgulloso le hace. Luce un chándal con sus iniciales en el pecho.
«¿Que por qué Klopp? Esa pregunta se responde sola», dice mientras deja sobre la mesa su taza de café espresso . «En 2007 habíamos asegurado la supervivencia del club, pero también era patente que no teníamos mucho dinero para invertir en el equipo».
El Ballspielverein Borussia 09 e.V Dortmund, campeón de la Bundesliga en 1995 y 1996 y de la Champions League en 1997, título repetido en 2002, se había marcado un «Leeds». La inyección de 130 millones de euros recibida en el año 2000, cuando el club salió a bolsa en Frankfurt, fue dilapidada en contratar jugadores a un precio desproporcionado, en el fragor de una insostenible carrera armamentista contra el Bayern de Múnich. Cuando el equipo fue incapaz de clasificarse para la Champions League en 2005, por segundo año consecutivo, el club estuvo a punto de hundirse bajo el peso de los 240 millones de euros de deuda que arrastraba. «En las oficinas del club no teníamos ni la más remota idea de si al día siguiente mantendríamos nuestros trabajos», recuerda el antiguo delantero del BVB y actual speaker del estadio, Norbert «Nobby» Dickel. «Un momento horroroso».
«La ciudad de Dortmund vive por y para el club», dice Sebastian Kehl. El antiguo capitán recuerda que toda la ciudad estuvo en la cuerda floja, angustiada ante la posible desaparición del Borussia. «Taxistas, panaderos, empleados de hotel… todo el mundo temía quedarse sin su sustento. Para nosotros, los jugadores, fue muy complicado enfrentarnos a esta situación, porque sabíamos que, ganásemos o perdiésemos, nada cambiaría».
Fue Watzke, antiguo tesorero del club (no de la S.A.), el que salvó al BVB al arrebatarles el control al dúo que formaban el director deportivo Michael Meier y el presidente Gerd Niebaum, quienes no gozaban, incluso literalmente, de crédito alguno. Watzke negoció un préstamo y una ampliación de capital con Morgan Stanley, lo que permitió al Dortmund recomprar su estadio y acabar, así, con un acuerdo de arrendamiento sangrante. Pero este plan ofensivo de reducción de gastos no dejó dinero como para comprar estrellas.
Watzke: «Michael Zorc (el director deportivo) y yo estábamos de acuerdo en que debíamos construir un equipo joven. Ya teníamos a Marcel Schmelzer (lateral izquierdo), y también estaba (el interior Kevin) Großkreutz. Además, queríamos desarrollar otro estilo de juego. Con Bert van Marwijk y Thomas Doll nos pasábamos el balón de un lado al otro del último cuarto de campo, hasta diez veces seguidas. Teníamos un 57% de la posesión, pero no hacíamos nada con el balón. El Dortmund no puede jugar así. Queríamos ofrecerle a la gente un equipo que corriera hasta caer destrozado. Eso era lo que habíamos visto en Mainz cuando jugamos contra ellos durante los dos años anteriores. Veías que no eran demasiado buenos, pero, aun así, te complicaban la vida, y a veces te ganaban. Tenían una mentalidad asesina. Y un despliegue táctico muy bueno. Eso tenía que ser cosa del entrenador. Hoy en día no sería sencillo que el Dortmund fichara a alguien de segunda división. Pero, por entonces, era totalmente factible».
Pese a todo, Christian Heidel revela que en el Borussia no estaban muy convencidos de que Klopp fuera capaz de completar la transición de héroe local en el Mainz a resurrector de uno de los gigantes, venido a menos, de la Bundesliga. «Tenían sus dudas», dice. La primera vez que Watzke se dirigió al director general del Mainz fue en octubre del 2007, aprovechando la asamblea general anual de la Federación Alemana. Heidel: «Me telefoneó y me preguntó si podríamos tomarnos un café. Por entonces, no le conocía. Nos sentamos a hablar y, rápidamente, la conversación se centró en Jürgen Klopp. Su contrato expiraba a final de temporada. Watzke me preguntó: ‘‘¿Pero tan bueno es Klopp?’’. Y yo le contesté: ‘‘Si le respondo que es muy bueno, usted me lo arrebatará. También podría mentirle y decirle que no vale un pimiento. Pero, entonces, usted le podría ir a Kloppo con que yo he dicho eso y él se enfadaría conmigo’’. Así que le dije: ‘‘Ese chico es un entrenador de Bundesliga’’». Watzke siguió sondeando, sin mencionar de manera explícita al Dortmund. Pero ¿tenía nivel como para entrenar a un gran equipo de la Bundesliga? «Le respondí que Kloppo podría entrenar a cualquier equipo del mundo», prosigue Heidel. «Y el motivo es que cuenta con una gran ventaja [sobre sus colegas]: es verdaderamente inteligente. Encajaría en un gran club. Si lo que busca es un tipo que vaya con traje y corbata, olvídese de Jürgen Klopp. Pero si lo que busca es un entrenador de primer nivel, entonces vaya a por él. Tampoco pretendían tomar una decisión inmediata, pero me consta que, desde aquel día, el Dortmund comenzó a prestarle mucha más atención. Aunque seguían sin estar convencidos del todo. Watzke siguió llamándome, no recuerdo ya la cantidad de veces. Y yo siempre le respondía: ‘‘Vaya a por él, hágalo. Jamás se arrepentirá del día en que contrate a Jürgen Klopp’’».
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