Victoria Resco - Reino de papel

Здесь есть возможность читать онлайн «Victoria Resco - Reino de papel» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Reino de papel: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Reino de papel»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

LA PERSONA QUE ASPEN VANN MÁS ODIA, NO ES OTRA QUE ASPEN VANN. Para quien la mire no es otra cosa que perfecta e inquebrantable. Popular. Bonita. Inalcanzable. Toda una profesional de la mentira. Pero cuando todo a su alrededor se vuelve un caos y los muros que tan perfectamente ha construido en su interior comienzan a resquebrajarse, un chico y su gato malhumorado entran como un rayo de sol a su cielo nublado y ponen su vida de cabeza. Aaron llena sus días de color y ruiseñores. Le muestra caras de sí misma que no sabía que tenía. Que la aterran. Que la increpan. Que la hacen desear ser esa chica que nunca creyó poder ser. ¿Podrá una nueva Aspen surgir de entre tanta oscuridad y tantas mentiras?

Reino de papel — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Reino de papel», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Reino de papel - изображение 22

Me di cuenta de que la dirección que el hermano de Christof me había dado quedaba a tan solo diez cuadras de mi casa y a cinco del parque en el que mi acompañante y yo nos habíamos conocido. Tras media hora de viaje desde la casa de la fraternidad, ya había dejado de tratar de encontrar explicaciones para el millón y medio de cambios que había parecido sufrir Christof en poco más de veinticuatro horas. Había dejado de pensar en que era más lindo con la cara manchada de pintura y su gato loco y sus sonrisas espontáneas. Ya no pensaba en nada de eso, ni en cómo sus brazos que antes habían parecido sólidos y fuertes eran ahora poco más que escarbadientes unidos a sus hombros por engranajes protuberantes.

Sacudí la cabeza. Solo faltaban un par de cuadras.

Llegar, dejarlo bajo el cuidado de Señor Sobreprotector e irme. Nunca más volver a verlo. Le di una mirada de reojo, procurando tampoco pensar en que parecía tener el pelo graso y bastante más largo. Ni en lo suave que se había visto el día anterior.

Cachetazo. Gruñido. Un insulto a mi persona por lo bajo. Ojos abiertos.

Ya era casi automático, no intercambiamos palabras en ningún momento. Atribuí a eso el nerviosismo que me generó hablar, junto con la leve duda que tiñó mi afirmación.

–Despierta, ¿sí? En un minuto llegamos.

No estaba acostumbrada a tratar con gente en ese estado, y temía que si le gritaba o hablaba muy fuerte fuera a entrar en estado de shock, a ponerse violento o algo por el estilo. Nunca estuve tan arrepentida de no haber prestado atención a las clases de prevención y preparación que teníamos una vez al año. Lo único que podía recordar era que no debía dejar que se durmiera y que debía hidratarlo. Pero como no tenía agua, Christof iba a tener que conformarse con mis cachetadas.

Para cuando frené el vehículo, estaba tan aliviada como preocupada.

A mi derecha había una casa beige claro de estilo victoriano, con los marcos de las puertas y ventanas, al igual que los pilares que sostenían el tejado sobre el porche, blancos. Había solo cuatro casas en esa cuadra, todas igual de inmensas en sus parques y edificaciones, y elevadas sobre una pequeña colina. Al igual que en las otras tres, había que subir escaleras para llegar a la entrada y otras más para alcanzar el porche. A decir verdad, era una casa preciosa, elegante pero no ostentosa, y yo hubiera estado encantada admirándola de no ser porque esos escalones parecían ser la mayor desgracia de la vida en aquel momento.

Me desabroché el cinturón, ya sufriendo la idea de cargar con el peso de Christof hasta arriba de todo y salí con un portazo. El helado viento invernal me atravesó la finísima camisa como una navaja, y ni hablar de las piernas desnudas. Farfullando sobre lo arrepentida que estaba de todo esto y de como nunca volvería a hacerme cargo de desconocidos desesperados que encontrara, di la vuelta por delante del auto y abrí la puerta del acompañante.

No me sorprendió que Christof ya estuviera dormitando otra vez, pero sí volvió a acelerarme el pulso.

Y si... No. No en mi auto , pensé.

–Christof –decir su nombre era extraño. Se sentía como una violación a su intimidad. Él no me lo había dicho el día anterior. Tal vez no quería que lo supiera–. Christof, despierta –insistí, tomando su rostro entre mis dos manos y sacudiéndolo de un lado a otro. Solo paré cuando soltó un quejido casi doloroso–. Estás en casa. Necesito que te bajes.

Dijo algo, tan por lo bajo que por poco creí que lo había imaginado.

–¿Qué? –pregunté.

–Que te… que calles la… puta boca…

El comentario me hizo arder el rostro de furia. ¿Cómo se le ocurría hablarme así después de todo lo que había hecho por ayudarlo? ¿Dónde estaba el chico amable y despreocupado del parque?

Inhalé profundamente, conteniéndome con la poca decencia que me impedía darle un tortazo con toda la furia a un chico medio inconsciente, y me incliné sobre él para sacarle el cinturón de seguridad. Entre su falta de colaboración, el aroma nauseabundo que desprendía y mi frustración, tuve que concentrarme haciendo uso hasta de la última de mis neuronas funcionales. Y como si fuera poco, la tela sedosa de su camisa se había atascado entre la hebilla y el seguro, impidiéndome desabrocharlo.

–¿Puedo ayudar?

Casi escupo el corazón.

Solté un grito. Me erguí de golpe, dándome la cabeza contra el techo del auto. Un estallido de dolor se abrió paso por mi cráneo como grietas en la tierra.

Estaba preparada para caer directo al suelo de la manera más patética posible, cuando un tacto cálido encontró el hueco entre mis omóplatos, estabilizándome.

Por un momento, olvidé completamente dónde estaba. Solo podía sentir el desenfrenado eco en mi tórax, como si me hubieran vaciado completamente. Esa extraña sensación de haberse olvidado el alma tras un movimiento brusco, y como si esta respondiera con retraso, me encontró con un golpe que me aflojó las rodillas.

Cuando el desconocido se acercó, con aires de salvador, le propiné un empujón. Sí, me caí. Sí, por poco me termino de romper la cabeza contra la esquina de la puerta. Pero prefería eso a dejar que el extraño siguiera acercándose.

–¡Ey! –se quejó retrocediendo–. ¿Qué haces?

–Busco el gas pimienta para alejarte, maldito raro –exclamé, mientras revolvía el bolso–. ¡Mierda! –Me lo había olvidado en lo de Fallon–. Te lo advierto –continué mientras intentaba pararme y fracasaba, demasiado mareada por los golpes. El lado posterior del cráneo, justo sobre el parietal, me latía como si fuera un cascarón y un pollito estuviera luchando por salir–, si das un paso hacia adelante, te pateo.

Supuse que sonaba bastante patética, intentando amenazar a alguien y sin siquiera poder pararme o abrir los ojos sin estremecerme. No fue que se riera lo que me tomó por sorpresa, si no la forma. De nuevo, esa sensación de aleteo en el fondo de mi cabeza. No ayudaba en absoluto con el dolor.

–Déjame ayudar. –Abrí los ojos y me encontré una mano firme y callosa extendida en mi dirección.

Y, a pesar de que me negué y volví a intentar hacerlo sola, el fracaso fue inevitable. Resignada y cayendo en la cuenta de que lo único que el desconocido había hecho desde su llegada había sido ofrecer ayuda y evitar la primera de mis caídas, la tomé.

Noté en ese momento que tenía una infinidad de arañazos cicatrizados en sus manos y brazos.

Mi mirada se desvió a Christof. Sorprendentemente no se había vuelto a dormir, sino que nos miraba casi con atención a través de sus párpados pesados, con una sonrisita socarrona en el rostro. Dientes perfectos. Bajé los ojos a sus brazos. Ni un rasguño. Como si Kai nunca lo hubiera tocado.

Entonces me volví con el rostro desfigurado del impacto al ya-no-tan-desconocido.

Ojos avellana luminosos y bien abiertos, rodeados de pestañas largas como patas de araña, una mancha de pintura celeste en la mejilla, otra con un poco de rosa en la oreja y el pelo arremolinado a su alrededor. Ese pelo, denso y oscuro, rasgos marcados, imposiblemente similares y a su vez diferentes de los de Christof, hombros anchos, brazos fuertes. Incluso las manos tenían un tinte azulado, como si se hubiera pasado un trapo apresuradamente para limpiarlas.

No necesité ver las zapatillas arcoíris. No había necesitado nada de ese rastreo de su cuerpo en general. Me había bastado con los ojos, su peculiar manera de captar la luz, tanto como el obvio reconocimiento que mostraban, pero no había podido evitarlo.

–¿Aspen? –preguntó, casi tan incrédulo como yo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Reino de papel»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Reino de papel» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Reino de papel»

Обсуждение, отзывы о книге «Reino de papel» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x