Estrella Correa - Trilogía completa Un gin-tonic, por favor

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Trilogía completa Un gin-tonic, por favor: краткое содержание, описание и аннотация

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Toda la trilogía en un solo volumen y con contenido inédito Atrevida, sensual, divertida, emocionante. Llena de sorpresas y engaños. Todo se une en una novela donde el amor inunda cada página, nada es lo que parece y las dudas rodean a una chica que lucha por sobrevivir cada día tratando de olvidar el pasado. Dani es una mujer trabajadora enamorada del arte y que, como todos, busca ser feliz. Le encanta salir de fiesta con sus amigas a pasarlo bien y en una de esas noches confusas conoce al enigmático y atractivo Alejandro Fernández, un empresario acostumbrado a triunfar y a conseguir todo lo que desea. Ninguno de los dos espera lo que sus corazones comienzan a sentir y, desde luego, tampoco lo que les depara el futuro al obligarlos a enfrentarse a lo que verdaderamente son. ¿Podrán superar todas las pruebas que el destino les depara? ¿Serán capaces de asimilar todo lo que ocurre a su alrededor? «Un gin-tonic, por favor» es el título de la primera parte de una trilogía que te hará reír y llorar a partes iguales. Una historia diferente, en la que encontrarás, no solo amistad y erotismo, sino mucho más. ¿Quieres saber qué? Adéntrate en la vida de estos personajes y no podrás parar de leer hasta conocer el final. «Una novela para reír, llorar y, sobre todo, pasa sentir. Ilusiona saber y leer a autoras con magia en la pluma». «Una montaña rusa que no te deja respirar. Una sorpresa tras otra. Magnífica trama».

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Abro el ordenador, reviso el correo de empresa y compruebo que no hay nada importante. Le echo un vistazo también al personal. Uno llama mi atención y me alegra la mañana.

De: Clara Rodríguez Santana. Enviado: Ayer a las 11:46 p. m.: "Hola cariño. Perdona que haya tardado tanto en contestarte. He estado en Nueva York las últimas dos semanas. Tengo una sorpresa para ti. ¡Pronto podré ir a visitarte! Estoy deseando verte. Por aquí todo bien. Mi jefe sigue siendo un misógino desalmado, pero lo tengo controlado. Un abrazo. Te quiero".

Me tumbo sobre la cama con el bocata en la mano. Y no puedo evitar que una amplia sonrisa se dibuje en mi rostro. Tengo muchas ganas de ver a Clara, hace más de un año que no nos vemos. Australia, Italia (y todos los países por los que se mueve) están demasiado lejos y nunca encuentro tiempo para poder visitarla.

Le contesto.

De: Daniel Sánchez Duarte. Hoy: a las 13:59 a. m.: "¿En serio? Estoy deseando verte. Tenemos muchas cosas de las que hablar. Tienes que contarme tu viaje a Nueva York. Ha de ser impresionante ¡Qué suerte tienes! Puede que yo igual viaje pronto… Es largo de contar y nada seguro todavía. Yo también te quiero. Nos vemos pronto".

Hoy es viernes, pero, después de todo el trabajo de esta semana, me lo he tomado de descanso. No tengo que ir a la galería. Berta se ocupará de todo, está en buenas manos. Tal vez me pase el sábado por la tarde a ver cómo van las posibles ventas.

Termino de comerme el bocadillo, cierro los ojos e intento dormir, pero es imposible. Después del estrés de esta semana y todo el sexo de la noche –y la mañana– anterior debería estar destrozada, pero todo lo contrario. Mi mente no para de recordar lo ocurrido y mi cuerpo reacciona acorde con mis pensamientos.

«Malditos traidores».

Decido levantarme y ocupar el tiempo con algo mientras llega Sara. Espero que el plan de esta noche siga en pie. Necesito salir y olvidarme de todo. Debería pintar, hace tiempo que no lo hago.

La inauguración de la exposición ha sido un éxito, hemos tenido mucho público y se han vendido algunas obras. Para ser el primer día no está nada mal. Leo algunas de las críticas en diferentes diarios culturales on-line y son bastante buenas. Nadie nos corta la cabeza sin motivo alguno. La menos buena nos da al menos una oportunidad. Junto a una de las noticias hay una foto de él, alto, guapo..., quita el hipo. Lo acompaña la morena de tetas redondas, Marina dijo que se llamaba, quien sonríe de manera exagerada. El semblante de Alejandro es serio, parece que no le gusta llamar la atención. Leo el pie de foto: "El empresario Alejandro Fernández acompañado, como es costumbre, de la señorita Marina de la Rosa".

Tengo que olvidarlo. No sé por qué me preocupo de ello. Me he acostado con bastantes hombres y ninguno ha sido importante durante estos últimos años. Siempre he relegado cualquier posible sentimiento hacia cualquiera de ellos. Alejandro es uno más. Puedo disfrutar de todo el placer que pueda darme, que es mucho (definitivamente juega en la liga de las estrellas), durante el tiempo que dure y luego apartarme. Siempre que él quiera volver a verme, claro. No estoy segura de ello tal y como me echó de su casa esta mañana.

Pero algo me dice que, si me adentro en esta aventura, saldré escaldada. No es un hombre de los que se olvidan fácilmente. Estoy segura de ello porque apenas he pasado con él unas horas y tengo el presentimiento de que no las podré olvidar en la vida.

Es guapo hasta doler, alto, fuerte, moreno, con tatuajes –detalle que para mí suma diez puntos– y una sonrisa que te corta la respiración, además de esa mirada perdonavidas que te deja sin aliento y hace que te flaqueen las piernas. El sexo con él ha sido salvaje, debe tener bastante experiencia. ¡Mierda, estoy celosa! Y ha tenido un detalle llevándome a cenar a ese sitio tan bonito y tan importante para él. Pero ninguno de estos atributos va a ser suficiente para que me enganche por la simple razón que son exactamente los atributos que harían que me enamorase perdidamente, por ejemplo, de él.

Está decidido. Correré como alma que lleva el diablo en dirección contraria. Saltaré fronteras y cruzaré países, pero ese toro no me pilla en el ruedo. Me pondré a salvo, en mi zona de confort, donde nadie pueda hacerme daño y así estaré tranquila. El Huracán Fernández no me pilla en medio del lago. Está decidido.

«Eso ya lo has dicho».

Si el problema está resuelto, ¿por qué sigo tan nerviosa? Intento relajarme, sólo hace unas horas que he estado con Alejandro y eso deja huella. Tiene sentido, ¿no? Es normal que mi cuerpo reaccione y me traicione. Además, las agujetas post sexo desenfrenado no me ayudan. Esta noche lo pasaré bien, beberé un par de copas de vino y me olvidaré de todo. No será difícil. Sara me apoyará en mi Misión Olvido y convertiremos la noche en épica. Haremos que sea así.

—Despierta dormilona —susurra a mi oído. Me quejo y me tapo con la almohada—. Levanta, son las ocho de la tarde. Y tienes que contarme muchas cosas.

Gruño. No quiero despertarme. Y no me apetece que me sometan al tercer grado. En cuanto ponga un pie fuera de esta cama, parecerá que estoy en Guantánamo y no es lo que ansío.

—Vamos, no vas a escaparte. Cuéntame todos los detalles —tira de las sábanas y me destapa totalmente.

Vuelvo a gruñir.

—No quiero.

Sé por experiencia que no me dejará en paz hasta que se lo haya contado todo, así que dispongo el ánimo para encarrilar el relato lo más apresurado y breve posible, rápido e indoloro. Me levanto y me voy, aún con los ojos cerrados, a tumbarme sobre el sofá. Mi despampanante amiga llega con dos Coca-Colas y una minifalda que parece más un cinturón que otra cosa. Me insta con la mirada para que empiece a soltar.

Me incorporo, doy un trago largo a mi refrescante bebida y la dejo sobre la mesa auxiliar.

—Nada del otro mundo —le resto importancia.

—Sí, ya —no se lo cree. Le ha faltado preguntarme si le veo cara de gilipollas.

La miro, me refriego la sien con ambas manos, suspiro y me tiro de espaldas al sofá.

—Es el puto dios del sexo —digo sin darle énfasis a mi afirmación. Me resigno. Sara salta y da una palmada.

—¡Lo sabía! —le da una vuelta a la silla.

No quiero pensar por qué lo sabía. Ella es la experta en estos menesteres. Yo no soy una principiante en el tema, pero no poseo su currículum. La miro con serenidad y espero a que deje de saltar.

Me mira, ríe y decide sentarse.

—Dani, ese hombre emana sexo por todos los poros de la piel. Ese no puede pasar un día sin follar. Hombres así explotan si no se tira a una tía o dos al día. Su cuerpo lo grita. Hasta tú has debido darte cuenta.

Esto no me ayuda. Claro que me he dado cuenta. Mi cuerpo reaccionó a su presencia desde la primera vez que lo vi. O al menos desde la primera vez que recuerdo haberlo visto, ya que él insiste en que nos conocemos de días anteriores de lo que mi mente logra recordar. Nada más mirarme dejé de respirar. Cuando me tocó para presentarse formalmente, la descarga de electricidad y la adrenalina hizo que el corazón se me parara. ¡Por supuesto que me he dado cuenta!

—Joder —vuelvo a incorporarme y pongo la cabeza entre las piernas.

—No seas dramática. No veo cuál es el problema.

La observo.

—No me mires así. Disfruta. Coge lo que te ofrece y después te olvidas. Siempre lo haces. No sé por qué ahora tiene que ser diferente.

No digo nada. Se instala el silencio. No es incómodo porque entre nosotras nunca lo es, pero esta ausencia de respuesta por mi parte la hace reaccionar.

—Te gusta. Te gusta mucho... —su tono cambia de entusiasta a atolondrado y se sienta a mi lado—. Pero eso no es malo, Dani —me abraza—. Es estupendo. Disfrutar del sexo con alguien que te hace perder la razón, es maravilloso —intenta animarme.

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