Nicolás Maquiavelo - El príncipe

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Además de ser una traducción impecable hecha por Stella Mastrángelo, la edición bilingüe de este clásico del pensamiento político se enriquece con un extenso aparato crítico hecho por Luce Fabbri Cressatti, cuyas notas contextualizan de manera puntual, analizan y hacen comprensible al lector actual un libro que ha influido en las formas de reflexionar y practicar la política desde hace casi cinco siglos.

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Quelli e’ quali per vie virtuose, simili a costoro, diventano principi, acquistano el principato con difficultà, ma con facilità lo tengono; e le difticultà che gli hanno nello acquistare el principato, in parte nascono da’ nuovi ordini e modi che sono forzati introdurre per fondare lo stato loro e la loro securtà. E debbasi considerare come non è cosa piú difficile a trattare, né piú dubbia a riuscire, né piú periculosa a maneggiare, che farsi capo a introdurre nuovi ordini; perché lo introduttore ha per nimici tutti quelli che degli ordini vecchi fanno bene, e ha tepidi difensori tutti quelli che degli ordini nuovi farebbono bene. La quale tepidezza nasce, parte per paura degli avversarii, che hanno le leggi dal canto loro, parte dalla incredulità degli uomini, li quali non credano in verità le cose nuove, se non ne veggono nata una ferma esperienza; donde nasce che qualunque volta quelli che sono nimici hanno occasione di assaltare, lo fanno partigianamente, e quegli altri defendano tepidamente: in modo che insieme con loro si periclita. ‘E necessario pertanto, volendo discorrere bene questa parte, esaminare se questi innovatori stanno per loro medesimi o se dependano da altri; cioè, se per condurre l’opera loro bisogna che preghino, ovvero possono forzare. Nel primo caso capitano sempre male e non conducano cosa alcuna; ma, quando dependono da loro proprii e possono forzare, allora è che rare volte periclitano. Di qui nacque che tutti e’ profeti armati vinsono, e li disarmati ruinorno. Perché, oltre alle cose dette, la natura de’ populi è varia; ed è facile a persuadere loro una cosa, ma è difficile fermarli in quella persuasione; e però conviene essere ordinato in modo che, quando e’ non credono piú, si possa fare loro credere per forza. Moisè, Ciro, Teseo e Romulo non arebbono possuto fare osservare loro lungamente le loro costituzioni, se fussino stati disarmati; come ne’ nostri tempi intervenne a fra’ Girolamo Savonarola; il quale ruinò ne’ sua ordini nuovi, come la moltitudine cominciò a non credergli; e lui non aveva modo a tenere fermi quelli che avevano creduto, né a far credere e’ discredenti. Però questi tali hanno nel condursi gran difficultà, e titti e’ loro periculi sono fra via, e conviene che con la virtú li superino: ma superati che gli hanno, e che cominciano ad essere in venerazione, avendo spenti quelli che di sua qualità li avevano invidia, rimangono potenti, securi, onorati, felici.

A sí alti esempli io voglio aggiugnere uno esemplo minore; ma bene arà qualche proporzione con quelli, e voglio mi basti per tutti li altri simili: e questo è Ierone Siracusano. Costui, di privato, diventò principe di Siracusa; né ancora lui conobbe altro dalla fortuna che la occasione; perché, sendo e’ Siracusani oppressi, lo elessono per loro capitano, donde meritò d’essere fatto loro principe. E fu di tanta virtú, etiam in privata fortuna, che chi ne scrive, dice: “quod nihil illi deerat ad regnandum praeter regnum”. Costui spense la milizia vecchia, ordinò della nuova; lasciò le amicizie antiche, prese delle nuove; e come ebbe amicizie e soldati che fussino suoi, possé in su tale fondamento edificare ogni edifizio: tanto che lui durò assai fatica in acquistare e poca in mantenere.

VI DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON ARMAS PROPIAS Y VIRTUOSAMENTE

Que nadie se maraville 1si, en lo que hablaré de los principados del todo nuevos en príncipe y en estado, aduzco grandísimos ejemplos, porque caminando los hombres casi siempre por los caminos abiertos por otros, y procediendo en sus acciones con las imitaciones, y no siendo posible seguir en todo la vía de otro, ni alcanzar la virtud de los que imitas, el hombre prudente debe entrar siempre por los caminos abiertos por hombres grandes, e imitar a aquellos que han sido excelentísimos a fin de que, si la virtud de ellos no te llega, te dé al menos algún aroma, y hacer como los arqueros prudentes, a los que pareciéndoles demasiado lejano el punto donde quieren herir, y conociendo hasta dónde va la virtud de su arco, ponen la mira mucho más arriba del lugar destinado, no para llegar con su flecha a tanta altura, sino para poder con ayuda de tan alta mira llegar adonde planean.

Digo, pues, que en los principados del todo nuevos donde haya un príncipe nuevo, se halla para mantenerlos con más o menos dificultad según que sea más o menos virtuoso el que los adquiere. Y como este evento de convertirse de particular en príncipe presupone o virtud o suerte, parece que una u otra de estas dos cosas mitiga en parte muchas dificultades: sin embargo el que ha confiado menos en la suerte se ha mantenido más.

También genera facilidad el verse el príncipe obligado, por no tener otros estados, a ir personalmente a vivir allí. Pero para pasar a los que por virtud propia 2y no por suerte han llegado a ser príncipes digo que los más excelentes son Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo y similares. Y si bien de Moisés no se debe hablar, porque fue un mero ejecutor de las cosas que Dios le ordenaba, sin embargo debe ser admirado tan sólo por aquella gracia que lo hacía digno de hablar con Dios. Pero consideremos a Ciro y a los otros que han adquirido o fundado reinos: los encontraréis a todos admirables; y si se consideran en particular sus acciones y sus ordenamientos, se verá que no discrepan de los de Moisés, que tuvo tan grande preceptor. Y examinando las acciones 3y la vida de ellos, no se ve que hayan recibido de la suerte otra cosa que la ocasión, la cual les dio materia donde poder introducir la forma que les pareció; y sin aquella ocasión la virtud del ánimo de ellos se habría extinguido, y sin esa virtud la ocasión habría venido en vano.

Era pues necesario para Moisés 4hallar al pueblo de Israel en Egipto, esclavizado y oprimido por los egipcios, a fin de que ellos, por salir de la servidumbre, se dispusieran a seguirlo. Convenía que Rómulo no cupiese en Alba, hubiera sido expuesto al nacer, para que llegase a ser rey de Roma y fundador de aquella patria. Era preciso que Ciro hallase a los persas descontentos del imperio de los medos, y a los medos blandos y afeminados por la larga paz. No habría podido Teseo demostrar su virtud si no hubiese en contrado a los atenienses dispersos. Esas ocasiones por lo tanto hicieron a esos hombres felices, y la excelente virtud de esos hombres hizo que esa ocasión fuese conocida, con lo cual la patria fue ennoblecida y llegó a ser felicísima.

Los que por vías virtuosas, 5semejantes a ellos, llegan a ser príncipes, adquieren el principado con dificultad, pero con facilidad lo mantienen; y las dificultades que tienen para adquirir el principado nacen en parte de los modos y ordenamientos nuevos que se ven obligados a introducir para fundar su estado y su seguridad. Y se debe considerar que no hay cosa más difícil de tratar, ni más dudosa de alcanzar, ni más peligrosa de manejar, que hacerse cabeza para introducir nuevos ordenamientos. Porque el introductor tiene por enemigos a todos aquellos que con los ordenamientos viejos medran, y por tibios defensores a los que con los ordenamientos nuevos medrarían. Cuya tibieza nace en parte del miedo a los adversarios, que tienen las leyes de su lado, y en parte de la incredulidad de los hombres, que no creen de veras en las cosas nuevas si no ven una firme experiencia de ellas. De lo cual nace que cuando los que son enemigos tienen ocasión de atacar, atacan como partidarios, y los otros defienden como tibios, de modo que en compañía de ellos se corre riesgo. Para discurrir bien esta parte es necesario, pues, examinar si estos innovadores están por sí mismos, o dependen de otros; es decir, si para realizar su obra tienen que rogar o bien pueden forzar. En el primer caso acaban siempre mal y no realizan cosa alguna; pero cuando dependen de sí mismos y pueden forzar, entonces rara vez peligran. Esta es la causa 6de que todos los profetas armados hayan vencido, y los desarmados se hayan arruinado. Porque además de las co sas dichas, la naturaleza de los pueblos es variable; y es fácil persuadirlos de algo, pero es difícil mantenerlos en esa persuasión. Por eso conviene ordenarse de manera que cuando no crean más se les pueda hacer creer por la fuerza. Moisés, Ciro, Teseo y Rómulo no habrían podido hacer observar por mucho tiempo sus constituciones si hubieran estado desarmados, como ocurrió en nuestros tiempos a fray Jerónimo Savonarola, quien se arruinó con sus ordenamientos nuevos en cuanto la multitud empezó a no creerle, y él no tenía modo de mantener firmes a los que habían creído, ni de hacer creer a los descreídos. Por eso estos tales tienen gran dificultad para adelantar, y todos sus peligros están en el camino, y conviene que los superen con la virtud; pero una vez que los han superado y empiezan a ser venerados, habiendo eliminado a los que de su calidad tenían envidia, quedan poderosos, honrados y felices.

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