—¡Llegaste! Ay, eres igualita a…
—…a él . Tu papi…
—…nuestro Conor…
—Ay, ¡idéntica!
Voces trémulas. Ojos llenos de lágrimas. La más alta se pone una mano sobre el pecho plano, casi sin aliento.
—¡Bendito sea Dios! Bueno… ¡Estás aquí !…
—…a salvo… aquí…
—Bienvenida, Clare…
—Pasa, querida. Debes estar…
—…¡exhausta!
—…¡famélica! Eso es lo que iba a decir, querida, cuando esta persona tan grosera me interrumpió…
—Ella me interrumpe a mí todo el tiempo, Clare. Nadie es más grosero que ella .
—…famélica después de un viaje tan largo…
—…y exhausta…
—…adelante, querida…
—…es Clare, ¿verdad?…
—…te hemos estado…
—…esperando. Desde hace…
—…años.
La oleada de agasajos marea a Clare. Las urracas le dan picotazos entusiastas. La abrazan una y otra vez. Y luego de nuevo, con brazos delgados pero sorprendentemente fuertes que le sacan el aire.
—¡…igual a él ! Tu papi…
—…tu pobrecito papi…
Se limpian los ojos. Se limpian las mejillas, donde resplandecen las lágrimas. La más alta exuda una fragancia a talco dulce y rancio, la más petisa tiene ese olor medicinal a jengibre propio de las pieles avejentadas.
—Querida, yo soy Elspeth…
—Yo soy Morag…
—…la hermana menor de Maude…
—…la hermana menor menor de Maude…
—Hablamos por teléfono, querida…
—Porque ella tomó el auricular antes que yo, y luego…
—¿Quieres que suba tu valija, querida…?
—…ni siquiera me dio oportunidad de saludarte. —Morag, la más petisa de las dos, es particularmente vehemente y recriminatoria—. Nunca me deja.
Clare se deja llevar al interior de la casa de la mano de las tías abuelas, Elspeth y Morag, quienes la conducen a un recibidor con piso de mármol percudido. El olor a moho de las hojas y la tierra húmeda se mezcla con la penetrante fragancia de las ancianas y el aire estancado de la vieja propiedad. Como aves de plumaje suave, las mujeres —las tías abuelas— giran en torno a Clare. Nunca habría adivinado cuál era Elspeth y cuál Morag (¡qué increíbles nombres escoceses!). Una tira de la valija hasta quitársela de las manos, pero cae de inmediato al suelo y le pega a Clare en el pie; es demasiado pesada para la anciana.
—¡Ay, no ! ¿Qué hiciste?
—¡No hice nada! Solo intentaba…
—Siempre te entrometes y arruinas todo. La pobrecita no lleva ni cinco minutos aquí y ya le tiraste la valija en el pie . Déjamela a mí, Clare. A mí no se me caerá, te lo prometo.
—¿Qué dices? Soy perfectamente capaz de cargar la valija…
—¡No! Ya demostraste que no lo eres…
Clare tartamudea mientras explica que ella puede subir su propia valija. Que no pesa, que no hay problema…
—¿Cómo? Ni pensarlo, querida Clare…
—Vienes de tan lejos, y eres nuestra invitada…
—Si tan solo Maude estuviera aquí…
—…pero, si Maude estuviera aquí, no habría… testamento… Ni habría Clare.
—¡Ay! No es muy cortés de tu parte decirle eso a nuestra invitada. Debería darte vergüenza.
— A ti debería darte vergüenza… pensarlo en esos términos .
Clare esboza una sonrisa incómoda. No tiene mucha experiencia en ser el centro de atención de «parientes» que (en realidad) son desconocidos pero que no se comportan con la contención convencional de los desconocidos.
Trata de no pensar que fue un error, haber accedido a hospedarse con estas tías abuelas.
De hecho, ¿por qué aceptó su invitación? Habría sido mucho más sencillo hospedarse en un hotel cercano.
Le atrae la idea de familia. Esas ancianas son la única familia consanguínea que Clare ha tenido desde su adopción, aunque no recuerda la adopción.
¿Es Elspeth la más alta y entusiasta de las dos, la que se acerca a Clare con afecto? ¿O será Morag?
Ambas tías abuelas la miran con avidez. Con ansias.
Ambas son más bajas que Clare, quien con su metro setenta es de estatura promedio; la más petisa es muy petisa y parece tener la columna torcida. La más alta, y al parecer más joven, tiene la piel apenas arrugada, de color marfil pálido, y maquillada de manera «glamorosa»: delineador, polvo, lápiz labial que crean cejas arqueadas, mejillas rosadas y una boca en forma de corazón; el cabello voluminoso y de un color mandarina artificial tiene la textura aireada del algodón de azúcar. La más petisa, que al parecer es la mayor, además de la columna retorcida tiene la cara achatada como un pug, la frente baja, la piel pálida y pastosa, pocas cejas y una absoluta falta de pestañas. Y sus labios son delgados, pero bastante largos.
Elspeth, la más alta, lleva un vestido festivo de satén azul eléctrico y un chal negro de encaje sobre los hombros huesudos; Morag, de un cuerpo compacto como boca de incendio, trae puesto lo que podría ser ropa de hombre: pantalones cuadrados oscuros de una tela suave, no muy limpios, y un suéter grueso de cuello alto. No tiene el cabello teñido, a diferencia de su hermana, sino que es de un color entre grisáceo y calizo, un poco crespo, pero lo suficientemente delgado como para que Clare alcance a verle el vulnerable cuero cabelludo. Elspeth, la más alta y sofisticada, usa anteojos de armazón plateado; las de Morag, en cambio, son de armazón de plástico negro.
Clare tiene la sensación vaga e inquietante de que en el fondo, o en su visión periférica, hay alguien más que las observa. ¿Otra tía abuela?
No obstante, cuando se da media vuelta no hay nadie. Un pasillo poco iluminado sale del recibidor y se adentra en las profundidades sombrías de la casa.
Las tías abuelas se paran muy cerca de Clare, como si fueran sus guardianas. Insisten en que tome un té con ellas.
—Te devolverá el alma al cuerpo. Estás pálida como un fantasma.
—Como si tú supieras de fantasmas —dice la otra hermana entre risas burlonas.
—Es un decir. Tú qué vas a saber.
—Lo que sí sé es que eres la única idiota que ha visto un fantasma y se jacta de eso.
—¡No me… jacto !
—Bueno, si Clare ve un fantasma, será por tu culpa, por andarle metiendo ideas en la cabeza.
—No entiendes nada .
Clare no sabe si es mejor reírse de la disputa entre hermanas o ignorarla. Entiende que ella es la causa del brusco tironeo, pero no quiere meter la pata ni ofender a nadie al reírse con una tía abuela a expensas de la otra.
Elspeth es la más astuta, y la más cruel; Morag no es tan sagaz, pero cuando se enfurece ataca como un bulldog. A primera vista, Elspeth parece más fuerte que Morag, porque da la impresión de tener más movilidad, aunque en el fondo Morag es más resistente y se planta con firmeza en el piso.
Pero ambas se comportan con suma amabilidad con la invitada y se muestran genuinamente preocupadas por ella.
—Pasa por aquí, Clare, por favor, y toma asiento. Has hecho un viaje muy largo. Tenemos el té listo desde hace rato…
—¡No es apropiado decirle eso a un invitado! ¿«Listo desde hace rato»? Qué grosería.
—Quería decir que…
—Ignórala, Clare; mi hermana ve a tan poca gente que ya se le olvidaron los buenos modales.
—…solo quería decir que el té se está enfriando.
—Entonces lo recalentaremos …
Las tías abuelas compiten por la atención de Clare como niñas pequeñas o perritos ansiosos por recibir afecto, y esto la avergüenza. Tiene la vaga idea de que hay una persona más, quizás una tercera tía abuela, una figura espectral que anda cerca, a punto de traer el té.
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