1 ...7 8 9 11 12 13 ...22 Pero, por otro lado ¿qué implica que el psicoanálisis sea un sistema de ideas o creencias que tenga carácter transnacional? Cuando los sistemas de ideas o creencias son transnacionales circulan a través de fronteras nacionales y culturales; cuando sus unidades analíticas transcienden los límites culturales y sus centros de producción y difusión, al igual que las lenguas en las cuales se disemina; cambian a lo largo del tiempo y, por lo tanto, su desarrollo no está asociado con ningún espacio nacional o cultural específico (Plotkin, 2009). Es en este viaje donde las ideas, conceptos y categorías del psicoanálisis, tales como el inconsciente, la sexualidad pulsional, el Complejo de Edipo, entre otros, se vuelven universales y por ello, no dependen de ningún espacio cultural específico.
Freud mismo señalaba que: “ [...] la hostilidad general no pudo impedir que, en el curso de los diez años siguientes, el psicoanálisis se extendiera en dos sentidos: sobre el mapa, siendo cada vez más las naciones en las que emergía el interés por el psicoanálisis, y en el terreno de las ciencias del espíritu, hallando aplicación a nuestras disciplinas” [y agrega más adelante] “La diferencia esencial entre esta década [1910] del psicoanálisis y la anterior consistió en no ser ya yo su único representante. En torno a mí iba formándose un círculo de discípulos u adeptos, cada vez más nutrido, cuya labor se dedicó primero a la difusión de las teorías psicoanalíticas y las continuó, completó y profundizó luego” (Freud, 2004 [1923], pp. 19-20). A esta capacidad para cruzar fronteras y contar con un grupo de difusores, se puede sumar que el psicoanálisis no se quedó en el terreno exclusivo de la psicopatología, explorando además fenómenos de la psicología normal. De ahí lo clave de “La interpretación de los sueños” , “El chiste y su relación con el inconsciente” y “Psicopatología de la vida cotidiana” , escritos dirigidos a un público no especialista y que lograron que sus conceptos centrales fueran casi tangibles en la vida de todos los días (Plotkin, 2009).
La transnacionalidad del psicoanálisis como sistema de ideas y creencias, se puede considerar como punto crítico para elaborar los posibles circuitos de recepción del psicoanálisis en Chile. Desde esta perspectiva, como afirma Plotkin (2003), la historia de los sistemas de ideas y creencias, como el psicoanálisis, es indistinguible de sus sucesivas apropiaciones, reformulaciones, utilizaciones y recepciones. Por lo tanto, la historia del psicoanálisis en Chile es un episodio tan importante como la historia del pensamiento freudiano en Viena, New York, Buenos Aires o Río de Janeiro. Así, la llegada del psicoanálisis a Chile, su recepción, difusión y circulación sería parte de un fenómeno transnacional de circulación, donde las ideas freudianas viajaron a través de distintos canales y medios (publicaciones, personas, cartas, etc.) 51siendo parte fundamental de cualquier estudio histórico sobre la circulación y recepción de las ideas.
Finalmente, debo afirmar que en la actualidad “conviven” simultáneamente las “formas” o “estilos” de abordar la historia del psicoanálisis antes descritos, lo que no significa necesariamente que los modos “clásicos” –por nombrarlos de alguna manera– hayan sido “superados” por otros más abiertos o crítica. Cualquiera de estos “estilos” podría ser un aporte para la historiografía del psicoanálisis en Chile. Así, por ejemplo, sería muy atractivo y original centrarse en la historia del movimiento psicoanalítico, enfocándose de lleno en la dimensión institucional –que como se verá es casi la única forma de historización hasta la fecha– del psicoanálisis chileno, profundizando en los eventos que llevaron a la creación de la Asociación Psicoanalítica Chilena (APCH) en 1949, manejándose, de tal modo, con las variables que este tipo de abordaje exige y restringe. Sin embargo, lo anterior ocluye la posibilidad de realizar un análisis que permita aproximarse históricamente al psicoanálisis como un artefacto cultural de amplio espectro. Con todo, intento participar del debate historiográfico acerca del psicoanálisis chileno aplicando la categoría de “recepción” , reconfigurando con ello la manera tradicional de entender la historia de esta disciplina en Chile, acercándome así a una especie de “estudio de caso” de la historia transnacional del psicoanálisis en términos generales.
1.3 Sobre el concepto de “recepción ” y su pertinencia en una investigación histórica sobre psicoanálisis chileno.
Los investigadores chilenos Eduardo Devés-Valdés, con su noción de “ruta intelectual” 52y Bernardo Subercaseaux 53quien, en sus trabajos sobre la historia de las ideas en Chile, distingue dos puntos de vista para entender el papel de quienes recepcionan ideas en el medio local: los modelos de “reproducción” y “apropiación” cultural, son referencias pertinentes para pensar el proceso de recepción del psicoanálisis en Chile.
El primero se pregunta:
“¿Por qué interesa la circulación de las ideas? Porque se trata de un problema, tal como interesa la circulación de personas, de los bienes o del dinero. Pero, también cómo la circulación de las ideas es un asunto que se conecta con muchos otros como son, por citar algunos: la dependencia cultural, las modas intelectuales y los impactos de unas sociedades sobre otras. […] producción del conocimiento y circulación del conocimiento (o de las ideas) son dos asuntos interconectados y esta interconexión adquiere mayor relevancia cuando la producción de conocimiento se concibe como un proceso no sólo espontáneo de algunas mentes brillantes (al modo antiguo y artesanal), sino como un quehacer programado de vastas comunidades intelectuales (al modo moderno industrial)”
(Devés, 2008, p. 87).
Estas premisas componen lo que el autor denomina red intelectual, entendiendo esta como una interconexión por donde se transmite el conocimiento a partir de un conjunto de personas ocupadas en la producción y difusión del conocimiento, las que establecen puentes de comunicación perfectamente detectables. Estas rutas tienen la función de ser las vías por las cuales se transportan las ideas, pudiéndose discriminar su densidad y profesionalización. Para Devés existiría una metodología que permitiría dilucidar las formas de comunicación involucradas en una red intelectual. Vale decir: 1. Cara a cara, 2. Correspondencia, 3. Participación en los mismos congresos, sociedades, agrupaciones, 4. Prologación, comentario o presentación de libros, 5. Publicación en los mismos medios, 6. Participación en las mismas campañas o iniciativas, 7. Diálogos, polémicas, 8. Citaciones recíprocas y 9. Otros contactos posibles 54(Devés, 2007).
El aporte de esta noción es que permitiría conformar verdaderas cartografías intelectuales, evidenciando cómo circulan las ideas en un espacio-tiempo determinados. Además, entregaría información importante sobre los contactos profesionales o personales que cualquier miembro de la red estableció, ocupándose, al mismo tiempo, de las hibridaciones 55y evoluciones en los ecosistemas intelectuales de las cuales los cuales los miembros de una red forman parte. También permitiría trabajar sobre la noción de influencia de ciertas ideas en un contexto determinado, alejándose las nociones “robinsonescas” de un autor solitario que pudiese producir un trabajo intelectual. Por último, el concepto de la red intelectual permite complementar las nociones de “generación del conocimiento” , poniendo énfasis en la colaboración entre agentes, y “campo intelectual” –la que ya profundizaré– en las cuales se lucha por conseguir el capital simbólico en juego (Devés, 2007).
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