Rodrigo Ospina Ortiz - Mal que sí dura cien años

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Este libro presenta la trayectoria profesional y burocrática del médico vallecaucano Jorge Bejarano Martínez (1888-1966), primer ministro de Higiene en 1947. Con el fin de sustentar el carácter histórico de Bejarano en la política y el papel que desempeñó en el proceso de higienización de Colombia durante la primera mitad del siglo XX, se profundiza en los rasgos políticos de este intelectual a partir del análisis de su pensamiento y de su participación en la vida pública durante más de treinta años.
Tras consultar múltiples archivos y prensa nacional y regional, se reconstruyó una vida marcada por el esfuerzo y, por qué no, la buena suerte. La participación de Bejarano en la política nacional se fue dando gracias a una situación anecdótica, a diversos nexos académicos y sociales y a la voluntad por ascender al interior del Partido Liberal. También ayudó la existencia de un ideario común entre la clase dirigente nacional de aquella época: la higienización del país. La coyuntura surgida en 2020 con la pandemia permitió rescatar la vigencia de las luchas y de varios de los viejos enemigos de Jorge Bejarano, quien combatió los factores que hacían del pueblo colombiano, según cientos de sus contemporáneos, una «raza degenerada».

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En Bogotá se dictaban las conferencias estudiantiles en medio de una epidemia de tifo. La Junta de Socorro se vio en la necesidad de adecuar el Hospital de San José para atender a los enfermos pobres, a los pobres de solemnidad, y para ello acudió a la caridad pública.

3. La juventud no decae

El 11 de junio a las ocho de la noche se llevó a cabo la siguiente gran conferencia convocada por la Asamblea de Estudiantes: “La Juventud no decae”, a cargo del reconocido maestro Simón Araújo, hombre de Estado, además, muy posiblemente profesor de la mayoría de los jóvenes que en Bogotá hacían sus estudios. Fue, en efecto, una lección de historia nacional vista desde su propia y larga experiencia. Y más que esto, fue un homenaje al talento de los intelectuales y estudiantes colombianos que se distinguían y sobresalían en el exterior. Un homenaje a los trabajadores, a sus oficios. Francamente, se trató de una cátedra de pedagógico optimismo. Hacía treinta años que Araújo ejercía como maestro con colegio propio; y hacía cincuenta que había pasado por los claustros como estudiante.

Simón Araújo Fuente Cromos 25 de noviembre de 1918 306 A esta altura de - фото 5

Simón Araújo

Fuente: Cromos , 25 de noviembre de 1918, 306.

A esta altura de su vida, con 64 años, era toda una institución 33. Araújo siguió por la brecha que había abierto Jorge Bejarano, quien trasladó la edad de oro del pasado hacia el futuro. Toda su exposición apuntaría a la fabricación de una arcadia colombiana. En esa dirección, el maestro desarrolló las siguientes hipótesis: 1. La inteligencia de la juventud actual no solo no ha decaído, sino que se ha intensificado notablemente, comparada con la que poseía la juventud de medio siglo atrás. 2. La capacidad intelectual no es inferior en igualdad de circunstancias, a la que poseen la mayor parte de los pueblos más civilizados del orbe. Sí ha disminuido en la mayoría de los jóvenes el entusiasmo por el estudio, pero esta disminución no es por decadencia intelectual de la raza, sino resultado de la errónea, vieja y sostenida dirección superior en el ramo de la instrucción pública. 3. La causa fundamental de los vicios de que adolecemos y los vicios que nos rodean en nuestra vida colectiva es la excesiva pobreza que nos abruma. Y dejó planteadas las siguientes tareas: 1. Reorganización y extensión de la instrucción primaria elemental, principalmente en la población campesina. 2. Proyecto de corrección de los defectos de que adolece hoy la educación secundaria. 3. Reorganización y autonomía de la Universidad Nacional. 4. Impulso del trabajo por medio del fomento de las vías de comunicación rápidas, seguras y baratas.

Prácticamente fue como si cerrara el debate. Todo era un problema de tiempos nuevos con gente nueva, mucha gente nueva. Los que estudiaban en su época juvenil eran pocos y socialmente seleccionados; en cambio, ahora la población había crecido y demandaba educación, incluso las mujeres. Todo había cambiado y todo era mejor y distinto. No solo en asuntos de las ciencias, también en las artes (ebanistería, albañilería, escultura, joyería, zapatería, herrería, arquitectura, mecánica, maquinistas, etc.), gracias a la participación de profesores extranjeros. La producción artesanal, por su calidad, estaba a la altura de la europea. Consideraba Araújo que el peón de barra y azada era igual al peón de su clase en Europa. De tal manera que podía afirmarse que la capacidad intelectual de los colombianos estaba a la altura de los pueblos de otras razas.

Se hablaba en el debate sobre la degeneración de la raza de la falta de entusiasmo de la juventud por el estudio. A juicio de Araújo no era esto efecto de la degeneración de la raza, sino resultado de múltiples factores: los gobiernos, los dirigentes de la instrucción pública y, sobre todo, la pobreza:

La causa fundamental de los vicios y defectos de que adolecemos y de los vacíos que nos rodean en nuestra vida colectiva, es que somos un pueblo paupérrimo que carece del elemento capital para explotar sus ingentes riquezas naturales. Nuestra juventud y nuestro pueblo, ya lo hemos dicho, son inteligentes y enérgicos para el trabajo. 34

El hecho de que Araújo fuera optimista no significaba que ignorara la situación real y que no se la explicara. Al contrario, hizo una radiografía del estado en que se encontraba la instrucción pública en el país, de los obstáculos económicos que se les presentaban a los estudiantes para coronar sus carreras universitarias, o las facilidades que a otros les permitía la corrupción. Habló de la precaria situación del maestro que no ganaba lo suficiente para una vida digna y de lo demorado de su salario.

El flujo de las conferencias iba estableciendo la lista de la agenda reformista que los estudiantes tendrían para desarrollar como ciudadanos a través del siglo XX. Apenas hacía once años que se había conseguido la paz, y cumplido un poco más de un siglo de nacida la república de Colombia, y se necesitaba bitácora nueva:

En el siglo que llevamos de existencia independiente, nuestros padres aplicaron sus energías a la conquista de las libertades públicas; ese era el ideal perseguido, y para realizarlos se formaban paladines para el estadio de la prensa, para el parlamento y para la lucha armada. Las necesidades de la vida requerían médicos para aliviar las dolencias físicas, sacerdotes para calmar las inquietudes del espíritu, abogados para dilucidar los derechos individuales, civiles y políticos, y uno que otro ingeniero para atender al lento progreso material que podía desarrollarse en aquellas circunstancias. La educación de la juventud obedeció a aquellos ideales y a aquellas necesidades. 35

Otro mundo era el de 1920. La Colombia de entonces estaba ya en condiciones de absorber y explotar los conocimientos que adquirieran profesionales distintos a los tradicionales, al fin y al cabo, el capitalismo había despegado. Por ello, hablando de la reconstrucción de la Universidad Nacional, Araújo proponía ampliar el espectro de carreras. Y al problema mayor, que era el de la incomunicación, proponía construir vías de comunicación rápidas, seguras y baratas. A partir de allí, Araújo se lanzó a soñar en la futura arcadia colombiana. Decía que:

El día en que la locomotora penetrara a las selvas del Caquetá, del Putumayo, del Meta, del Carare y del Magdalena, y pueda trasportar los elementos de trabajo y producción, a un precio no mayor de tres a cuatro centavos por tonelada kilométrica, y a los pasajeros por uno y medio centavo por kilómetro, veremos poblarse como por encanto las que hoy son mansiones de las fiebres, de las fieras y de la soledad.

En ese día no veremos como se veía hasta hace poco, que el joven médico tenía que principiar a ejercer su noble y costosa profesión, ayudándola con la de boticario, semi-odontólogo, y catedrático de materias de primera enseñanza; […] Ese día veremos que el abogado no tiene que ocultar su honrosa patente de idoneidad para aceptar un modestísimo y secundario empleo privado, ni tiene que intrigar desde los claustros universitarios para conseguir un empleo oficial, ni tiene que hacerse cargo de pleitos poco honestos que repugnan a su conciencia y carácter; […] Ese día los jóvenes valerosos que no pudieron seguir sus estudios superiores por una u otra causa, y que son los más numerosos, pero que tienen alguna luz en el cerebro y algo noble en el corazón, no sufriran el horrible, el incomprendido dolor de solicitar inútilmente de puerta en puerta, de Ministerio en Ministerio, trabajo para su cuerpo, empleo para su tiempo, aliento para su moralidad, que se ve asediada por la propia necesidad, por las seducciones de los perversos, y por las tentaciones de los necios […] Ese día el hábil artesano multiplicará su clientela y no verá con pavoroso horror la falta de colocación de sus manufacturas, ni la enfermedad que lo inutiliza temporalmente, ni la suerte de su esposa y de sus hijos amenazada constantemente por la miseria […] Ese día los trabajadores de las regiones populosas, podrán abandonar transitoriamente el terruño avaro que no le da sino deficiente alimentación y disimulada esclavitud, para trasladarse con facilidad a otras regiones donde el trabajo valga y la virtud se conserve.

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