LLEVANDO LA VIDA:
ANTROPOLOGÍA Y EDUCACIÓN
Tim Ingold
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 – Santiago de Chile
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www.uahurtado.cl
First published 2018 by Routledge - 2 Park Square, Milton Park, Abingdon, Oxon OX14 4RN and by Routledge - 711 Third Avenue, New York, NY 10017. Authorised translation from the English language edition published by Routledge, a member of the Taylor & Francis Group.
© 2018 Tim Ingold
Traducción: Ana Stevenson
Revisión antropológica y conceptual de la traducción: Koen de Munter
Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego. Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.
ISBN libro impreso: 978-956-357-351-0
ISBN libro digital: 978-956-357-352-7
Coordinador colección Antropología
Koen de Munter
Dirección editorial
Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva
Beatriz García-Huidobro
Diseño interior
Elba Peña
Diseño de portada
Francisca Toral
Imagen de portada: “Por dos segundos” de la artista Manuela Razeto. Se agradece la generosa donación.
Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.
A la nueva generación
para que puedan comenzar de nuevo.
ÍNDICE
Prefacio y agradecimientos
CAPÍTULO I En contra de la transmisión
Dejando la escuela atrás
La continuidad de la vida
Comunar y variación
El modelo genealógico
Deshaciendo el círculo
Como seguir una receta
Razón y herencia
Volviendo al colegio
CAPÍTULO II A favor de la atención
El principio del hábito
Saliendo a caminar
Atencionalidad y correspondencia
Cuidado y anhelo
La atención como educación y la educación de la atención
Débil, pobre y arriesgado
CAPÍTULO III Educación en la escala menor
Los infracomunes
La mayor y la menor
La libertad del hábito
Sobre lo que significa estudiar
De la explicación al sentimiento
¿Qué puede enseñar el maestro?
El kit de herramientas del estudiante
CAPÍTULO IV Antropología, arte y universidad
Observación participante
La escuela y el terreno
¿Son los artistas los verdaderos antropólogos?
El ablandamiento de la ciencia
Busca y busca otra vez
Interdisciplinariedad anti disciplinaria
La antropología y la universidad venidera
La multiversidad, un mundo
Coda
Bibliografía
PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS
Por cincuenta años he estudiado antropología y en cuarenta de ellos, la he enseñado. Sin embargo, la idea de que la antropología no solo se enseña y se estudia, sino que su misma naturaleza es educativa solo me ha surgido en la última década. Desde esta conciencia pude reconocer cuanto había ganado al trabajar con estudiantes. Me di cuenta de que el aula es mucho más que un lugar de instrucción donde los alumnos aprenden lo que mis colegas llaman el “conocimiento antropológico”, ya que esto supone que el trabajo ya está hecho y establecido en una literatura llena de contribuciones magistrales de ilustres antepasados cuyos nombres debemos aprender y citar. Más bien, por el contrario, pienso que el aula es el lugar donde ocurre gran parte del verdadero trabajo antropológico, un lugar de transformación creativa en el que nos unimos al pensamiento de nuestros predecesores para ir más lejos, más allá de lo que jamás llegaron a imaginar. Sin embargo, cuanto más creía en el valor educativo del trabajo que mis estudiantes y yo realizábamos juntos, más parecía contravenir los requisitos de enseñanza y aprendizaje establecidos en los protocolos institucionales a los que se esperaba que nos ajustáramos. De acuerdo con estos protocolos, la enseñanza es la transmisión de contenidos y el aprender su asimilación. Pero a mí me parece que la educación es mucho más que eso. Yo propongo que no se trata de la transmisión de conocimiento, sino que es, ante todo, sobre el llevar la vida. Para mí, el momento clave fue cuando comprendí que solo al liberarnos de las cadenas de la enseñanza y el aprendizaje, nuestro trabajo en el aula se vuelve verdaderamente educacional.
Este libro es el resultado de esa realización. Quiero probar que el estudio antropológico, como una forma de llevar la vida con otros, es educacional de principio a fin. Esto significa ir más allá de una simple exploración del interfaz entre las disciplinas de antropología y educación para argumentar su congruencia más fundamental. En resumen, mi argumento es que los principios de la antropología son también los principios de la educación. Sin embargo, para fundamentar este argumento es necesario reevaluar los principios de ambas partes.
Por el lado de la educación, se trata de deponer la visión tradicional de la pedagogía como una transmisión intergeneracional de conocimientos autorizados. Propongo que la educación no es un “depositar en” sino un “orientar hacia”, que abre caminos de crecimiento intelectual y de descubrimiento o descubrimientos sin resultados predeterminados o resultados definidos. Es sobre el atender a las cosas, en lugar del adquirir un conocimiento que nos absuelva de la necesidad de hacerlo; es sobre la exposición en lugar de la inmunización. La tarea del educador, entonces, no es explicar el conocimiento para el beneficio de aquellos que, por defecto, son asumidos como ignorantes, sino que inspirar, guiar y criticar en la ejemplar búsqueda de la verdad. Por el lado de la antropología, mi enfoque es contrario a la típica identificación de la antropología con la etnografía —la suposición de que lo que hacen los antropólogos es estudiar a otros pueblos y sus mundos—. Propongo que lo que hace de la antropología más educativa que la etnográfica no es tanto que estudiemos a los demás, sino que estudiamos con ellos. Y habiendo estudiado con otros —o incluso mientras lo hacemos— otros vienen a estudiar con nosotros. La educación a la que nos hemos sometido, en esa primera instancia, a su vez requiere que en la segunda nos convirtamos en educadores. Aunque podríamos llamar a la primera “el terreno” y a la segunda “la escuela”, ambos son lugares de estudio y uno no puede existir sin el otro. Por eso debemos rechazar, de una vez por todas, la creencia de que lo que sucede en el aula bajo la rúbrica de enseñanza y aprendizaje, no es más que auxiliar a un proyecto antropológico cuyo principal objetivo es etnográfico. Mientras la antropología y la educación permanezcan en lados opuestos de la división entre la producción de conocimiento y su transmisión, se cancelarán mutuamente en sus efectos para siempre. Porque la pedagogía simplemente restaura al momento actual lo que la etnografía ya ha extraído, aunque despojado del potencial creativo de la vida. Sin embargo, al unir fuerzas y reconocer su propósito común, la antropología y la educación tienen el poder de transformar el mundo.
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