Revisó sus correos, hizo cuentas y descubrió que se había equivocado. De los científicos, 8 por ciento le había llamado “doctora” y las científicas, sólo 6 por ciento. Si bien la información era escasa como para sacar conclusiones seguras, no apoyaba para nada su observación inicial. Una semana después, decidió darle seguimiento a su tuit original y compartir los resultados de su investigación: “Nueva publicación: revisé la información. Y resulta que… me equivoqué”. 14
Para ser clara, que Brookshire se haya equivocado en este caso no quiere decir que no existan prejuicios de género en la ciencia. Sólo que en esta instancia particular, su impresión no fue acertada. “Todos nos identificamos porque se parece a nuestra realidad. En muchos casos, puede serlo, pero mi observación sobre mis correos fue un error”, escribió en una publicación posterior en su blog. 15
¿Se te ocurren ejemplos en los que hayas reconocido, por cuenta propia, que te equivocaste? Tal vez estabas a punto de dar una opinión en línea, pero primero decidiste buscar los contraargumentos y terminaste convencido. O quizás en el trabajo defendías una nueva estrategia, pero cambiaste de opinión cuando volviste a hacer cuentas con cuidado y te diste cuenta de que no sería factible.
4. ¿Tomas precauciones para evitar engañarte?
Una pregunta que suscitó debates acalorados entre los físicos del siglo xx fue si la expansión del universo iba en aumento o en descenso. Es importante, en parte porque es un buen indicador de cómo será el futuro: si la expansión va en aumento, entonces toda la materia existente seguirá distanciándose el resto de la eternidad. Si la expansión es más lenta, entonces tarde o temprano todo colapsará en un punto, como el Big Bang, pero al revés (de hecho, se denomina “gran implosión”).
En la década de 1990, el físico Saul Perlmutter estuvo al frente del Proyecto Cosmológico de Supernovas, un equipo que investigaba la velocidad de expansión del universo mediante la medición de luz que proyectan las supernovas o explosiones estelares. Perlmutter sospechaba que la respuesta sería que la expansión iba en aumento, pero le preocupaba que el razonamiento motivado corrompiera el proceso de investigación. Sabía que incluso los científicos mejor intencionados se pueden engañar y terminar interpretando sus datos a su favor.
De modo que Perlmutter optó por un método denominado análisis ciego de datos . Empleó un programa de computadora para cambiar todos los datos de las supernovas al azar, y mantenerlos ocultos del equipo mientras procedía con su análisis. Como no podían ver sus cálculos originales, no podían modificar su análisis para obtener la respuesta que querían, ya fuera de manera consciente o inconsciente. Sólo cuando concluyeron los análisis el equipo pudo ver los resultados con los datos reales, y así confirmaron la teoría de la aceleración.
En 2015, Perlmutter ganó el Nobel por este descubrimiento. En cierto sentido, el análisis ciego de datos “requiere más trabajo, pero creo que garantiza mayor seguridad”, comentó a un periodista. 16
No todos los días pones a prueba una teoría digna de un premio Nobel sobre la naturaleza de la realidad, pero el mismo principio es válido para situaciones más ordinarias. ¿Procuras no sesgar la información que tienes? Por ejemplo, cuando pides a tu amigo su opinión sobre una pelea que tuviste con tu pareja, ¿describes el desacuerdo, sin revelar de qué lado estabas, para no influir en la respuesta de tu amigo? Cuando presentas un proyecto en el trabajo, ¿decides antes de tiempo qué elementos serán un éxito o un fracaso, para no estar tentado a modificar las metas después?
5. ¿Tienes buenos críticos?
Cuando Charles Darwin publicó El origen de las especies en 1859 sabía que caería como una bomba. El libro proponía la evolución a partir de la selección natural, una teoría cuya comprensión sería difícil y que rayaba en la blasfemia, pues derrocaba la imagen tradicional del dominio divino del hombre sobre el animal. Defender la evolución era “como confesar un asesinato”, le contó a un colega científico. 17
El libro generó una tormenta de críticas, que para Darwin fueron mortificantes, aunque las esperaba. Sus críticos presentaron argumentos débiles, exigieron una cantidad de evidencia poco realista y sus objeciones eran endebles. En público, Darwin se mantuvo cortés, pero desahogaba sus frustraciones en privado. “Owen es vengativo. Malinterpreta y altera mis afirmaciones de forma injusta”, comentó sobre una reseña. 18
Es común que el inconformista con una teoría alternativa sienta que los poderes fácticos lo desestiman injustamente. Sin embargo, Darwin fue un caso atípico porque también reconoció a un puñado de buenos críticos, además de los malos, quienes se habían tomado la molestia de entender su teoría y plantear objeciones inteligentes.
Uno de ellos fue el científico François Jules Pictet de la Rive, quien publicó una reseña negativa de El origen de las especies en la revista literaria The Athenaeum . A Darwin le impresionó la reseña de Pictet de la Rive a tal grado que le escribió una carta para agradecerle por resumir el argumento del libro con tanta precisión y por la imparcialidad perfecta de su crítica: “Coincido con todo lo que plantea. Reconozco sinceramente que no explico todas las enormes dificultades. La única diferencia entre nosotros es que le doy más importancia a explicar los hechos y un poco menos a las dificultades”. 19
Quizá conozcas a personas que critican tus creencias más arraigadas o tus decisiones de vida. Personas con ideas opuestas a las tuyas sobre temas políticos como la regulación de las armas, la pena de muerte o el aborto. Que disienten en temas científicos como el cambio climático, la nutrición o las vacunas. Que condenan la industria en la que trabajas, por ejemplo, tecnológica o militar.
Es tentador pensar que tus críticos son malintencionados, irracionales o están desinformados. Y tal vez algunos lo sean; pero no es probable que todos lo sean. ¿Conoces a alguien que critique tus creencias, profesión o decisiones vitales y que te parezca considerado, incluso si crees que se equivoca? ¿O por lo menos puedes mencionar motivos razonables por los que alguien podría discrepar contigo (incluso si no conoces a una persona que tenga esas opiniones)?
Tener la capacidad de reconocer a críticos razonables, tener la disposición de decir: “En esta ocasión, mi interlocutor tiene razón”, admitir cuando te equivocas distingue a quienes les importa la verdad de quienes creen que les importa.
La señal absoluta de una mentalidad centinela puede ser recordar ocasiones en las que adoptaste la mentalidad de soldado. Si te parece algo retrógrada, recuerda que ese tipo de razonamiento es nuestro estado natural. Es universal, así están configurados nuestros cerebros. Si nunca te descubres en él, ¿es más probable que difieras del resto de la humanidad o que no seas tan consciente como consideras serlo?
No es sencillo aprender a reconocer tus prejuicios en el momento. Pero con las herramientas adecuadas es posible. De eso tratan los próximos dos capítulos.
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