Niñas bien, concientizadas . Debido a sus grandes deseos de superación van con el siquiatra dos veces por semana. Como sus vecinos tienen un “gran” concepto de ellas y consideran que saben mucho de política, las eligen como jefas de manzana en Las Lomas. Son muy buenas amas de casa y deportistas. Por las noches, piensan que quieren ayudar al pueblo y no saben cómo porque no tienen su misma educación. Con mucha responsabilidad, ayudan a abortar a sus muchachas. Les gusta hablar con los maestros de sus hijos. Les hablan mucho por teléfono sus amigas y al colgar dicen: “Mil, mil gracias por llamarme”. En lugar de diez viajes por año a Estados Unidos, hacen cinco porque entienden la crisis.
Niñas bien, desubicadas . Todo, absolutamente todo les da pena. Para todo dicen “muchas gracias, ay, qué pena, vas a pensar que estoy loca, no vayas a creer que, etcétera”. Andan por el mundo con un profundo complejo de culpa. A menudo se sienten tristes con un gran nudo en la garganta y muy solas, sin embargo aseguran que se la pasan “regio” y se ríen mucho en las fiestas. En el fondo les gustaría dejar de ser “niñas bien”, pero les da miedo. ¿Qué sería de ellas si dejaran de pertenecer a esta categoría? Desprecian a las “niñas bien” porque dicen que siempre hablan de lo mismo, pero no pueden vivir sin “su grupo”. Nunca andarían con un “naco”, pero se divierten con ellos. “Mis amigos están vacíos”, aseguran. Sin embargo, aprecian su educación y su forma de vestir. Su mamá las muele todo el día porque todavía no se casan: “Lo que pasa es que te has choteado mucho en el grupo, los muchachos te quieren como amiga pero nada de matrimonio”, les dice cada vez que las ve encerradas en su cuarto. Odian a sus amigas casadas porque le recuerdan a su mamá. Todo esto se les olvida si tienen plan para la noche. Al cabo de algunos años, las casadas comienzan a cuestionarse sobre su vida de “niñas bien” y acaban con una terrible gastritis.
Niñas bien, quiero pero no puedo . Se maquillan mucho. Usan muchas cadenas, también tienen relojes muy caros, como Piaget. Se pintan el pelo de rubio. Cuando van a Bellas Artes se arreglan más de la cuenta. Su máximo es ir a cenar al San Ángel Inn y pedir de aperitivo “medias de seda”, que toman a sorbitos. A sus hijos los mandan a los mejores colegios, “para que se relacionen”. Lo que más les gusta es parecer “niñas bien”. No obstante saben, en el fondo, que las verdaderas “niñas bien” la rechazan.
LAS NIÑAS BIEN, REVISITADAS
Cuando publiqué mi texto “Niñas bien”, para mi sorpresa provocó todo tipo de reacciones. Dos semanas después me llamaron del PRI capitalino para invitarme a participar en una plática sobre la presencia de ese partido entre las señoras de clase media y alta. También fui invitada a dar una conferencia en el Instituto Tecnológico Autónomo de México bajo el título de “La gente bien ante la crisis”. Todas estas manifestaciones y algunas más, me sugirieron, en su momento, proponer nuevas categorías y actualizar algunas de las anteriores.
Niñas bien, panistas . Las que son muy militantes y se toman mucho en serio. Asisten a todas las juntas de su distrito y su meta es “el bien común”. Por las noches, antes de acostarse, les gusta leer a Aristóteles y a Gómez Morin. Cuando van al salón de belleza (dos veces por semana) siempre platican con su peinadora y con Paty, la manicurista, sobre los principios del PAN: “El Estado debe ser administrador pero no poseer bienes”, dicen mientras Paty les pone cuidadosamente el barniz de las uñas. A los del PRI los ven muy corrientes. A ellas nada más les gusta frecuentar a la “gente bien” de México, gente de buenos principios y, obviamente, gente con buenos modales. Están completamente contra el aborto. Se visten tipo clásico y siempre tienen puesta —además de su collar de perlas, que era de su mami— una medalla de la Virgen de Guadalupe en troquel antiguo. Manejan una camioneta y tienen muchos hijos. Las que todavía no entienden bien a bien lo que es el PAN, creen que deben votar por este partido porque últimamente está de moda.
Niñas bien, priístas . Son aquellas que automáticamente dejaron de serlo desde que ingresaron al partido. Sin embargo, algunas veces les gusta encontrarse con sus viejas amigas “niñas bien”, que de plano prefieren evitarlas porque “ya se volvieron las típicas políticas populistas y demagogas”.
Niñas bien, exbanqueras . Aunque quieren parecer de lo más superadas, siguen fu-ri-bun-das. Desde la nacionalización de la banca se han vuelto “niñas bien, malas” porque ya no creen en nadie ni en nada. Ahora ven la vida completamente diferente, han adquirido mucha filosofía y para todo dicen: “En la vida nada es seguro, todo es relativo, ahora sí que por nadie metería mi mano en el fuego”. Cuando pasan frente a un banco les dicen a sus hijos: “Mira ese banco, era de tu abuelito, lo hizo con el sudor de su frente, pero el gobierno corrupto se lo quitó”. En las fiestas “sienten horrible” cuando les hablan del tema; por eso procuran cambiar de conversación o, si no, dicen: “No comments, pero les va a pasar lo mismo que con Pemex, los ferrocarriles y los ingenios”. Siguen viajando mucho al extranjero, sobre todo para hacer sus depósitos en bancos “seguros”.
Niñas bien, nacionalistas . Desde que empezó la crisis han sentido profundos deseos de “tomar conciencia” de lo que está sucediendo. Cada vez se interesan más por la política. Dicen: “Si nosotros mismos no creemos en nuestro país, nuestro país no puede creer en nosotros”. Durante las vacaciones prefieren viajar por el interior de la república: “Te juro que no conocía Oaxaca. Me fascinó, es tan mexicano”. Les ha dado por odiar a Reagan y por interesarse en los problemas de Centroamérica. Los domingos organizan a todo un grupo de los más nice para visitar la parte vieja del centro de la ciudad. El Centro Histórico lo encuentran con mucha magia. Los fines de semana largos visitan, siempre en grupo porque es más divertido, los conventos del siglo XVI por diferentes estados. Ahora todos sus regalos los compran en Fonart. Ya no les gustan los tapetes persas sino los de Temoaya. Todavía no pueden terminar de leer el libro sobre sor Juana de Octavio Paz porque dicen que hay que leerlo despacito, para que no se les escape nada. Últimamente les encanta la comida mexicana. Con sus amigos van al Café Tacuba (no al de Polanco, sino al del centro), a la Flor de Lis, a la Fonda Santa Anita y a Las Delicias. Cuando organizan cenas “de lo más relax” en su casa, ponen discos de Agustín Lara y de Los Panchos. Adoran México porque dicen que es muy aguantador y que en otro país latinoamericano ya hubiera habido una superrevolución.
Me causó una gran sorpresa conocer el interés que despertó mi reciente “estudio sociológico” sobre las niñas bien. Y me pareció justo ocuparme un poco de los “niños bien”.
Niños bien, nuevos ricos . Van a la oficina media hora, exclusivamente a firmar cheques. Después se van corriendo al club, a jugar golf o bien a montar al Hípico. Por lo tanto, tienen tiempo de cortejar a cinco niñas a la vez. Viven en Las Lomas y en el Pedregal. Van a cenar con su chava al Cicero o al Fouquets. Obviamente, no están afectados por la crisis. Manejan a gran velocidad un Mustang “bajado” con llantas gordas, pasándose todos los altos y escuchando música disco en su glorioso autoestéreo. Esto no les preocupa porque tienen “charola” y, además, siempre dan “mordida”. Compran la cartilla a los dieciséis años. Se la viven en Aca en el hotel Villa Vera con sus “cuates”. Los sábados por la noche van al Magic. Los domingos se levantan muy tarde y se van al Ajusco a andar en su moto Kawasaki 1100. Usan Rolex King Midas. Cuando van a la peluquería piden que los peinen con pistola y se hacen manicure. Tienen chequera con la misma cuenta del papi.
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