Desarrollo: 17 al 20 de julio de 1936
Sublevación en Melilla
La sublevación militar que daría lugar a la Guerra Civil Española comenzó en Melilla. En la mañana del 17 de julio, los oficiales de Melilla comprometidos con la conspiración celebraron una reunión en el departamento de cartografía del Cuartel general. El Coronel Juan Seguí, jefe de la falange local y de la sublevación en el Marruecos oriental, comunicó a sus compañeros la hora exacta en que comenzaría la sublevación: las 5 de la mañana del día siguiente. Uno de los dirigentes locales de Falange, Álvaro González, traicionó a los conspiradores e informó al dirigente local de Unión Republicana, quién se le confió al presidente de la Casa del Pueblo, quien se lo comunicó a Romerales. Cuando los conspiradores volvieron a la sala de cartografía después de comer, y cuando ya se habían repartido las armas, el teniente Zaro rodeó el edificio con soldados y policías. Sorprendidos, uno de estos, el Coronel Darío Gazapo, preguntó jovialmente a Zaro Qué le trae por aquí, teniente. Tengo que registrar el edificio en busca de armas, le contestó Zaro. Gazapo telefoneó a Romerales: Es cierto, mi general, que ha dado usted órdenes de que se registre el departamento cartográfico. Sí, sí, Gazapo –contestó Romerales-, hay que hacerlo. Gazapo, que era un oficial miembro de la Falange, telefoneó a una unidad de la Legión extranjera para que acudiera a auxiliarle. Ante la presencia de la Legión, Zaro vaciló y se rindió. Entonces, el coronel Seguí se dirigió al despacho de Romerales, donde entró pistola en mano. En el interior del despacho se estaba produciendo un altercado entre unos oficiales de Romerales que insistían en que el general debía dimitir, y otros que querían resistir. Casares Quiroga, que había sido informado de la aviesa reunión en el departamento cartográfico, había ordenado a Romerales que detuviera a Gazapo, Seguí y todos aquellos oficiales que se mantuvieran insurrectos. Pero en una situación como aquella, Quién iba a llevar a cabo una orden como aquella Romerales permanecía indeciso.
Entonces Seguí entró en el despacho y, a punta de pistola, obligó al general a rendirse. Los oficiales insurrectos declararon el estado de guerra, ocuparon todos los edificios públicos de Melilla (incluido el aeródromo) en nombre del General Franco como Comandante en Jefe de Marruecos (a pesar de que todavía se encontraba en las Canarias), cerraron la Casa del Pueblo y los centros izquierdistas, deteniendo a todos aquellos dirigentes de grupos republicanos o de izquierdas. Varios enfrentamientos tuvieron lugar en los alrededores de la casa del Pueblo y en los barrios obreros, pero los trabajadores fueron cogidos por sorpresa y carecían de armas. Todos los detenidos que se habían resistido a la rebelión fueron fusilados, incluidos Romerales, el delegado del gobierno y el alcalde. Al atardecer, se habían conseguido listas de miembros de sindicatos, partidos de izquierdas y logias masónicas. Todas las personas que figuraban en las listas también fueron detenidas. Cualquiera del que solamente se supiera que había votado por el Frente Popular en las elecciones de febrero estaba en peligro. A partir de entonces Melilla se rigió de acuerdo por la Ley marcial. En la Base de Hidroaviones del Atalayón, a pocos Km. de Melilla, el Comandante Leret Ruiz fue uno de los pocos que logró resistir efectivamente a los sublevados. Estuvo resistiendo durante varias horas hasta que agotó la munición y él y sus pocos hombres se vieron superados ante los 2 tabores de regulares que fue enviada para suprimir su resistencia.
Esta forma de insurrección fue el modelo que se siguió en el resto de Marruecos y en España.
La sublevación se extiende por el Protectorado
Entretanto, el coronel Seguí telefoneó a los coroneles Eduardo Sáenz de Buruaga y Juan Yagüe, encargados de la organización de la conspiración en Tetuán y Ceuta, respectivamente: la primera era la capital del Marruecos español, y la segunda una importante plaza fuerte. También telegrafió a Franco (que se encontraba en Las Palmas para asistir al entierro del General Balmes), explicándole el por qué el Alzamiento en Melilla había comenzado antes de la hora convenida. Sáenz de Buruaga y Yagüe pasaron entonces a la acción, improvisando 12 horas antes de lo que estaba previsto el día 18.
En Madrid, el presidente Casares Quiroga intentó localizar al general Gómez Morato, general en jefe del Ejército de África. Lo encontró en el Casino de Larache:
Casares Quiroga: General, qué ocurre en Melilla
Gómez Morato: En Melilla
C.Q.: Pero no sabe usted nada
G.M.: No, señor ministro.
C.Q.: ¡Se ha sublevado la guarnición!
Gómez Morato salió del casino y tomó un avión para dirigirse a Melilla, donde fue arrestado nada más bajarse. En Tetuán los coroneles Asensio, Beigbeder y Saénz de Buruaga también se habían sublevado para entonces. Este último telefoneó al Alto comisario en funciones, Álvarez Buylla que se encontraba en su residencia, y, dirigiéndose a él arrogantemente, le pidió que dimitiera. Álvarez Buylla telefoneó a Casares Quiroga, quién le ordenó que resistiera a toda costa, diciéndole que la Marina y las fuerzas aéreas le proporcionarían ayuda al día siguiente. Pero el alto comisario se encontraba encerrado en su propia casa, acompañado por unos oficiales que se mantenían leales. En el exterior, la 5ª Bandera de la Legión, al mando de Antonio Castejón, estaba cavando trincheras en la plaza. Poco después, el comandante De la Puente Bahamonde (primo del General Franco), telefoneaba al Alto Comisario desde el Aeródromo de Sania Ramel para decir que él y su escuadrilla aérea permanecerían leales al gobierno. Resistid, resistid, les animó Álvarez Buylla, tal como Casares le había alentado a él. Pero, lo cierto, es que para entonces, la residencia del Alto Comisario y el aeródromo de Sania Ramel eran los únicos puntos de Tetuán que no habían caído en manos de los coroneles sublevados, quienes (al igual que sus compañeros de armas de Melilla), habían aplastado toda resistencia de los grupos sindicalistas o de izquierdas y republicanos.
El Coronel Beigbeder, acudió a informar al jalifa Muley Hassan, y al gran visir de Tetuán de lo que estaba pasando, y consiguió su apoyo. Muley Hassan era un títere de España desde 1925 y no tardaría en proporcionar ayuda física, en forma de voluntarios marroquíes. En Ceuta, a las 11 de la noche, Yagüe con la 2ª Bandera de la Legión se apoderó de la ciudad fácilmente, sin necesidad de disparar ni un solo tiro. En Larache, la única ciudad importante que quedaba en el Marruecos español, en la costa atlántica, la sublevación se produjo a las 2 de la madrugada del 18 de julio, encontrándose con una encarnizada lucha. Murieron 2 oficiales rebeldes y 5 guardias de asalto fieles al gobierno, pero al amanecer toda la ciudad estaba en manos de los rebeldes, y todos los escasos efectivos que se habían mantenido fieles al gobierno, habían sido encarcelados, fusilados o habían huido.
Para esas horas, en Tetuán, el Comandante De la Puente Bahamonde había rendido el aeródromo (no sin antes haber inutilizado los aviones de su escuadrilla) ante el cerco de los hombres de Saénz de Buruaga. Al atardecer del 18 de julio, acababa en África (concretamente en Tetuán) la última resistencia republicana. La lucha en África había sido corta pero encarnizada, y dejó huella en el Ejército y en la población civil. El general en jefe del Ejército de África, Gómez Morato, estaba en la cárcel, y el comandante de la Circunscripción Oriental, Romerales, había sido fusilado (el comandante de la Circunscripción Occidental, el General Capaz, se encontraba en Madrid de permiso). En la Legión Extranjera, el inspector fue destituido junto con el comandante de la 1ª Bandera, mientras que el comandante de la 2ª Bandera, Yagüe, asumió el mando general. De los 5 jefes de tropas nativas, 3 (los coroneles Asensio, Barrón y Delgado Serrano) se unieron a la sublevación; El cuarto, el coronel Caballero, fue fusilado en Ceuta por negarse a unirse al Alzamiento mientras que el quinto, Romero Bassart, se había opuesto y huyó al Marruecos francés.
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