Lucio Anneo Séneca - Séneca - Obras Selectas

Здесь есть возможность читать онлайн «Lucio Anneo Séneca - Séneca - Obras Selectas» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Séneca - Obras Selectas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Séneca - Obras Selectas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Lucio Anneo Séneca fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moralista. Como escritor, Séneca pasó a la historia como uno de los máximos representantes del estoicismo. Su obra constituye la principal fuente escrita de filosofía estoica que se ha conservado hasta la actualidad.
Este volumen contiene:
De la brevedad de la vida
De la tranquilidad del ánimo
De la ira
De la constancia del sabio
De la clemencia: Libro primero
De la clemencia: Libro segundo
De la vida bienaventurada
De la Divina Providencia
De la pobreza
Consolación a Marcia
Consolación a Helvia
Consolación a Polibio

Séneca - Obras Selectas — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Séneca - Obras Selectas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Consolación a Marcia

I

Si no supiese, oh Marcia, que tu ánimo no está menos lejos de las debilidades de la mujer que de sus demás vicios, y que se admiran tus costumbres como ejemplo de la antigüedad, no osaría salir al encuentro de tu dolor, cuando hasta los hombres se abandonan al suyo, le conservan y aún acarician; ni me hubiese lisonjeado, en tiempo tan inoportuno, ante juez tan enemigo y con tan grave acusación, de hacerte perdonar tu infortunio. Inspírame confianza la acreditada fortaleza de tu ánimo y tu virtud probada con brillante testimonio. No se ha olvidado tu conducta con relación a tu padre, al que no amabas menos que a tus hijos, con la diferencia de que no esperabas te sobreviviese, aunque ignoro si lo deseaste; porque el amor inmenso se permite cosas superiores a los sentimientos más legítimos. Mientras te fue posible, impediste a tu padre Cremucio Cordo darse la muerte. Cuando te hizo ver que, rodeado por los satélites de Seyano, no le quedaba otro camino para librarse de la servidumbre, sin alentar su designio, vencida, le devolviste las armas y derramaste lágrimas: verdad es que en público las ocultaste, pero no las escondiste bajo alegre frente; y esto en un siglo en que era grande muestra de piedad no hacer algo impío. Mas en cuanto cambiaron los tiempos, aprovechando la ocasión, pusiste en circulación el genio de tu padre, aquel genio condenado a las llamas; librástele de verdadera muerte, restituyendo a los monumentos públicos los libros que escribió con su sangre aquel varón tan valeroso. Mucho has merecido de las letras romanas, cuyo mejor ornamento había devorado la hoguera: mucho te debe la posteridad, a la que llegarán libres de toda mentira aquellos fieles escritos que tan caros hicieron pagar a su autor. Mucho te debe también él mismo, cuya memoria vive y vivirá mientras se tenga en algo el conocimiento de las cosas romanas; mientras aliente alguien celoso por imitar los hechos de nuestros antepasados; mientras exista uno solo deseoso de saber lo que es un romano, lo que es un hombre indomable, un carácter, un alma, un brazo libre, cuando todas las cervices se doblan y abaten al yugo de Seyano. Pérdida inmensa hubiese experimentado a fe mía la república, de no haber desenterrado tú aquella gloria condenada al olvido por sus dos títulos mejores, la elocuencia y la libertad. Léese, admírase a tu padre, nuestras manos y corazones lo reciben; ya no tiene nada que temer del tiempo, y muy pronto se habrá olvidado todo lo de sus verdugos, hasta sus crímenes, que fue lo único que les conquistó fama. Esta grandeza de tu alma no me ha permitido atender a tu sexo, ni contemplar tu semblante, que conserva todavía la primera huella de una tristeza que dura ya muchos años. Y mira cuán poco procuro sorprenderte, ni ilusionar tus afectos. Evoco ante tus recuerdos, tus desgracias de otros tiempos. Quieres saber si puede curarse tu nueva herida, y te he mostrado la cicatriz de una herida más profunda aún. Obren otros con mayor suavidad, acaricien tu dolor: por mi parte he decidido luchar con él, y secar esas lágrimas que, si he de decirte la verdad, la costumbre, más que el pesar, hace correr de tus ojos exhaustos y enfermos, ayudando tú misma, si es posible, a tu curación; y si no, a pesar tuyo, aunque retengas en estrecho abrazo al dolor, que has hecho sobrevivir a tu hijo para reemplazarle. ¿Cual será su término? Todo se ha ensayado inútilmente; y las reconvenciones de tus amigos, a quienes has fatigado, y la autoridad de personajes importantes, parientes tuyos, y las bellas letras, preciosa herencia de tu padre, han sido vanos consuelos, apenas capaces de ocupar un instante tu ánimo: tu oído está sordo y pasan sin impresionarte: el tiempo mismo, ese remedio natural que calma las aflicciones más grandes, en ti sola ha perdido su influencia. Tres años han pasado ya, y no ha calmado la primera violencia de tu dolor. Diariamente se renueva y fortalece, habiendo formado derecho con su duración, llegando al punto de avergonzarse de cesar. Así como todos los vicios echan raíces profundas, si no se les arranca en cuanto germinan; así también en un ánimo triste y desgraciado, el dolor, cebándose en él, concluye por alimentarse de sus propias amarguras, y el infortunado encuentra en el pesar censurable goce. Por esta razón hubiese querido emprender tu curación en los primeros días; bastando entonces remedio más ligero para dominar la violencia del mal en su origen, mientras que ahora necesitase mayor energía para corregir el mal inveterado. Fácilmente se cura una herida de la que acaba de correr la sangre: quémase o se la sondea profundamente entonces; soporta el dedo que la registra; pero una vez corrompida y trocada con el tiempo en úlcera maligna, su curación es más difícil. No es posible ya tratar con suavidad y timidez tan inveterado dolor: es necesario operar con energía.

II

Bien sé que ordinariamente comienzan las exhortaciones con preceptos y terminan con ejemplos; pero conviene que cambie esta costumbre, porque no puede obrarse de la misma manera con todos. Unos ceden a la razón, a otros es necesario citarles grandes nombres cuya autoridad se impone al alma y cuyo brillo la deslumbra. Ante tus ojos voy a poner dos ejemplos notables de tu sexo y de tu siglo: una de estas dos mujeres se entrega a toda la violencia de su dolor; la otra, afligida por desgracia igualmente grande, pero perdiendo más todavía, no deja sin embargo a su tristeza que domine mucho tiempo en su alma, a la que restituye muy pronto su calma habitual. Octavia y Livia, hermana una, y otra esposa de Augusto, perdieron dos hijos en la juventud, a los cuales estaba asegurado el imperio. Octavia perdió a Marcelo, yerno y sobrino de un príncipe que comenzaba a descansar en él y debía dejarle el peso del mando; joven de espíritu activo y poderoso genio, sobrio y continente de un modo asombroso para su edad y rango, infatigable en el trabajo, enemigo de los placeres, capaz de llevar todo lo que su tío quisiera depositar, o, por decirlo así, construir sobre sus hombros. Este había elegido una base que no podía ceder bajo ningún peso. Mientras la madre sobrevivió al hijo, no puso término a su llanto y gemidos, ni admitió palabras que distrajesen su dolor, rechazando a cuantos se las dirigían. Fija en el único pensamiento que ocupaba su ánimo, toda su vida permaneció como en los funerales: no osaba levantarse de su abatimiento, y diré más, rehusaba que se le aliviase, creyendo segundo quebranto la renuncia de las lágrimas. No quiso conservar imagen alguna de su querido hijo ni oír jamás hablar de él. Detestando a todas las madres, odiaba especialmente a Livia, porque le parecía que el hijo de ésta heredaba la felicidad prometida al suyo. No amando más que la soledad y el retiro, no mirando ni siquiera a su hermano, rechazó los versos hechos para celebrar la memoria de Marcelo, así como los demás homenajes de las artes, y cerró sus oídos a todo consuelo. Alejose de todas las ceremonias solemnes; cobró aversión a los esplendores que irradiaba por todas partes la fortuna fraternal y se sepultó en su retiro. Rodeada de sus hijos y de sus nietos, nunca abandonó su lúgubre traje, no sin ofensa de todos los suyos, porque estando vivos se consideraba sola.

III

Livia había perdido a su hijo Druso, que debía ser un gran príncipe y ya era gran capitán. Había penetrado hasta el fondo de la Germania, y había clavado las águilas romanas a donde apenas se sabía que existían Romanos. Muerto vencedor en aquella campaña, durante su enfermedad, sus mismos enemigos le rodearon de respeto, y consintieron una tregua, no atreviéndose a desear lo que tanto les favorecía. Al honor de esta muerte, porque moría por la República, uníase el inmenso duelo de los ciudadanos de las provincias, de la Italia entera, cuyas colonias y municipios, acudiendo de todas partes a la ceremonia fúnebre, llevaron hasta Roma aquellos despojos en funerales que más bien parecían triunfo. La madre no había podido gozar de los últimos besos del hijo y de las dulces palabras que pronunciara su boca. Siguiendo los tristes restos de Druso en el largo camino del cortejo, había visto brillar en toda Italia innumerables hogueras que reproducían su dolor, como si otras tantas veces hubiese perdido a su hijo; pero en cuanto lo depositó en la tumba, juntamente con él puso su dolor, no gimiendo más de lo que convenía a una hija de Césares y debía gemir una madre. Así fue que no cesó de celebrar el nombre de su Druso, de representárselo en todas partes, en público y en particular, y de complacerse oyendo hablar de él: por el contrario, nadie podía guardar y alimentar el recuerdo de Marcelo sin hacerse un enemigo de la madre. Elige entre estos dos ejemplos el que te parezca más aceptable. Si prefieres seguir el primero, te suprimes del número de los vivos, cobras aversión a los hijos de las demás, a los tuyos y hasta al mismo que lloras; tu encuentro es siniestro augurio para las madres; rechazas todo placer honesto y lícito como incompatible con tu infortunio; odias la luz y tienes en horror tu vida que no termina bastante pronto llevándote a la tumba: en fin, lo que es más impropio y menos conforme con tu elevado ánimo, tan noble en muchos conceptos, confiesas que no puedes vivir y no te atreves a morir. Pero si te aplicas a imitar a la magnánima Livia, más moderada y tranquila en su dolor, no te dejarás consumir en los tormentos. ¿No es inexplicable demencia la de castigarse por los propios quebrantos y aumentar el número de los males? Esa pureza de costumbres, esa circunspección que has observado toda tu vida brillarán en tu desgracia, porque el dolor también tiene su modestia. Merecerás para tu hijo glorioso descanso nombrándole y recordándole sin cesar, y le colocarás en región más elevada si, de la misma manera que vivo, se presenta todavía a su madre alegre y regocijado.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Séneca - Obras Selectas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Séneca - Obras Selectas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Séneca - Obras Selectas»

Обсуждение, отзывы о книге «Séneca - Obras Selectas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x