E. M Valverde - Sugar, daddy

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Una colaboración empresarial y el deseo de complacer la voluntad de su madre, hará que Areum caiga en manos del Señor Takashi, un hombre narcisista que disfruta corrompiendo personalidades débiles y llevándolas a su mundo sádico. Areum aprenderá a malas que las rosas más bellas también poseen las espinas más dañinas y difíciles de olvidar, y que la maldad del ser humano a veces es simplemente innata y autodestructiva.

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—Qué guapo estás, Kohaku.

—Hoy voy de Gucci –ajusté el ya perfecto cinturón, y sonreí internamente cuando sus ojos bajaron más allá del objeto de cuero.

—Creía que eras más de Yves Saint Laurent –murmuró, su cara de repente seria–. ¿Vamos dentro?

—Guíame –caminé detrás suyo, y no me opuse cuando me cogió la mano para no perdernos entre la multitud.

Areum ya tenía una copa en la mano pocos minutos después de haber ingresado en la pista de baile, y me dio a probar varios tragos de su ron con cola. Había 70% de alcohol y 30% de refresco, y tal vez por eso no dejé de bailar con confianza.

No me salían las palabras ni tampoco hacían falta, y es que Areum había dejado la chaqueta en el guardarropa y no podía dejar de mirarla. Si yo pensaba que me veía bien sin la chaqueta, ella me multiplicaba por diez.

Su vestido blanco no dejaba sin resaltar ninguna parte de su cuerpo: su pecho parecía haber crecido en todo el tiempo que había dejado de estar tapado por el uniforme, y su miraba su cintura demasiado me ponía a sudar.

Agradecí que no me dio la espalda, porque si no el asunto pasaría a asuntos mayores.

—¿Me das más? –señalé su copa, sintiendo la boca seca de repente, y la compartió conmigo sin pensárselo dos veces.

—Estás tan guapo que te he confundido con un top-model –su voz me pareció la mejor miel del mundo, y me guiñó un ojo bajo las luces azules y rosas de la sala llena.

Inconscientemente me relamí los labios cuando bebió de la copa.

Repasé mi outfit, y la camisa de seda abierta y pantalones ceñidos no me parecían para tanto. No cuando estaba a su lado y ella me opacaba.

—Las chicas de atrás no han dejado de mirarte desde que has llegado.

Ojeé al grupo femenino detrás de mí, y al mirar a las chicas, comenzaron a reírse con flirteo.

—Ah... –le devolví mi atención a Areum, y sonreí sin saber muy bien qué decir.

—¿Por qué no vas a hablar con alguna de ellas? Te puede alegrar la noche de cumpleaños.

No quería empezar un flirteo sin futuro con una chica desconocida mientras ella bailaba sin mí, incluso prefería hablar con el puto Takashi.

—Pero he venido aquí contigo –me acerqué atrevidamente a ella y le arrebaté la copa de la mano, rozando sus dedos por nanosegundos. Me acabé el contenido en tres segundos. El alcohol no era el mejor método para asalvajarme, pero era bastante difícil actuar despreocupado delante de la chica que me gustaba.

Arrugué la cara con el sabor fuerte, y Areum me miraba con una ceja enarcada.

Una canción lenta y sexual comenzó, e intuyó por mi sonrisa felina que quería bailar. Me relamí el líquido restante de los labios antes de inclinarme a su oído.

—Eres la chica más guapa de la discoteca, ¿por qué tendría intenciones de abandonarte?

Me miró patidifusa a través de sus espesas pestañas, y sonreí cuando los roles se intercambiaron. Ahora eran sus mejillas las que sufrían la rojez.

No nos separamos para bailar, y no me importó el calor que había entre su cuerpo y el mío, porque valía la pena verle así de cómoda y sensual mientras se dejaba llevar.

Quería pensar que estaba cómoda tan cerca de mí

Era imposible no mirar sus piernas enmarcadas en medias negras o sus hombros escultóricos que quedaban restringidos únicamente por los tirantes de mierda. Se los quería arrancar. El balanceo de sus caderas tampoco ayudaba.

Areum me miró con el mismo interés, y la temperatura de mi sangre se calentó.

—¿Estás bien? –me agaché para airearle con la mano, y le dio un escalofrío cuando soplé directamente en su cuello–. ¿Quieres que te ayude en algo?

El perfume artificial de su piel capturó mi voluntad, y antes de que me quisiera dar cuenta mi nariz estaba pegada a su cuello con aroma floral.

¿Por qué tenía que ser tan atractiva?

Este nuevo Kohaku parecía haberse comido a la anterior versión, un depredador sexual que precisaba de perfumes femeninos florales para sobrevivir.

Tenía el cuello suave y vacío, y quise darle el collar cuanto antes.

—Estoy bien –murmuró en un hilo de voz que no sé cómo fue audible por la música, y me estiré para devolverle su espacio personal. Notaba que no dejaba de mirar por encima de mi hombro con el ceño fruncido, y cuando hice lo mismo, vi a las chicas de antes mirándole con recelo.

—No merece la pena que les des atención –le animé, bajo un abrasante contacto visual. Areum no pudo disimular bien la incomodidad de su cara, intentando no mirar a las chavalas celosas de su vestido, apariencia o vete tú a saber qué–. Ven –extendí las manos hacia su fina cintura, y quedamos tan cerca como pensé en mi mente.

Me rodeó los hombros con algo de decadencia, como si estuviera ida. Dio un trago a su copa y dejó los ojos fijos en mi pecho descubierto por los primeros botones de la camisa. Le pegué más a mí hasta que su nariz rozó la piel expuesta, y me mordí la lengua con las ganas que sentí de besarla.

—Oye, ¿te estoy incomodando? –pensé que a lo mejor estaba siendo demasiado intenso.

—Estoy bien –asintió con una pequeña sonrisa, posando la mejilla en mi pecho. Colé uno de mis muslos entre los suyos sin romper el contacto visual permisivo–. ¿Has estado yendo al gimnasio? –acarició mi nuca cada vez que me rozaba la pierna al bailar, y sé que notaba la consistencia de mis cuádriceps cada vez que rozaba su parte más sensible contra mi pantalón.

—Uh... –le temblaron las falanges y mi pantalón se tensó al oír el sonido extasiado. ¿Había suspirado?, ¿de placer? ¿En mi muslo?

—Sí, me estoy poniendo...fuerte –me escondí de nuevo en su cuello, dejando que su perfume me embriagase. Tenía la mejilla contra mi pecho, y me sentía excitado y enternecido a la vez–. Hueles muy bien.

Tuvo un espasmo contra mi pierna, y pensé que sus piernas estarían genial alrededor de mi cara. Ninguno decía nada, pero era más que palpable que los nuestros cuerpos habían reaccionado a la cercanía. Me comencé a alterar por el hinchado tamaño de mi amigo.

—Areum –le separé bruscamente de las mangas de princesa–. Necesito ir al baño, un momento.

Areum

—Estoy bastante borracha –me tapé la boca cuando me empecé a reír sola, y Kohaku no me soltó la mano mientras salíamos de la discoteca. Eran más de las dos de la madrugada, pero los dos estábamos cansados y necesitados de un parque tranquilo en el que descansar un momentito de las luces psicodélicas.

—Es que te has bebido cuatro copas –me regañó, guiándome a un banco de madera alejado del gentío–, pero te lo dejo pasar porque me lo he pasado muy bien.

Nos sentamos hombro con hombro, pero subió mis pantorrillas a sus muslos y quedé perpendicular y con la mejilla en su camisa.

—Mi madre me va a matar si me ve así de borracha...

—La semana que viene te vendrás a dormir conmigo –su mano cayó en mi coronilla, y hundió los dedos en un profundo masaje; vaya, el movimiento me era familiar–. Me he despertado con una transferencia billonaria de Apple, y mañana si no tienes resaca te puedo enseñar mi nueva casa.

—¿Me dejarás dormir contigo? –le miré a los ojos, con el foco un poco distorsionado por el alcohol en sangre.

—Claro, te puedes venir cuando quieras.

Se me había pasado la excitación del baile de antes, pero mis hormonas volvieron a subir a flote con las líneas imaginarias que comenzó a hacer por mis piernas desnudas.

—¿De verdad que no te he incomodado antes? –susurró, en su voz un ápice de miedo; miedo al rechazo, ¿tal vez?

—No me incomodas, Kohaku –mi culo se estaba quedando cuadrado por el banco, y aunque tuve ganas de sentarme encima de él, me contuve. Los hombres tenían una comprensible tendencia a excitarse cuando lo hacías. Y aunque me gustaba, se sentía...particular hacerlo con mi amigo.

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