Así que los llamé, los llamé y los llamé. Los buscamos en el barco, entre las palmeras y bajo las rocas. Kraken metió la cabeza dentro de un charco de agua de mar para averiguar si estaban nadando en alguna parte, y yo traté de encontrar huellas en la arena. Luego corrimos a lo largo de la playa de los Delfines y nos asomamos por el acantilado de los Albatros.
−¡Papá John! ¡Papá James!
No estaban recolectando cocos y plátanos. No estaban pescando en la bahía. No estaban tomando el sol.
No estaban surfeando. No estaban construyendo castillos de arena. No estaban bebiendo leche de coco.
Simplemente, no estaban.
Helecho llegó corriendo entre las palmeras. Ella también es isleña, como Kraken, pero no es mágica, sino humana. Su pueblo se encuentra en la base del volcán, entre las palmeras y el bosque de árboles de margarita gigantes donde habitan tortugas, lagartos y hormigas de fuego del tamaño de un puño, capaces de devorar a una persona en menos de treinta segundos (¡uñas, cabello y huesos incluidos!). Vive con su madre, con su padre y con un montón de hermanos y primos pequeños. Todos ellos llevan ropa hecha de hojas de palmera y no usan zapatos. De esa manera sienten el suelo y la roca en la piel, y la lava del volcán palpita en su sangre.
Helecho es como una palmera del revés. Tiene el pelo muy largo y muy oscuro, tan oscuro como la roca volcánica que forma la isla. Lleva una camiseta de piel de iguana y una falda verde de hojas.
Helecho estaba de los nervios.
−¿Habéis escuchado el rugido del volcán? ¡Algo importante va a suceder! ¡Mi padre lo ha dicho!
−Los padres de Jack han desaparecido –dijo Kraken.
−Y hay una columna de humo enorme saliendo del cráter –dije yo.
−¡Oh! ¡Voy a ver si me entero de algo! –dijo Helecho, y se marchó corriendo hacia el bosque igual que había venido.
El padre de Helecho es el jefe del pueblo. Su nombre es Foca Sigilosa. Mis padres se llevan muy bien con él y con el druida, que se llama Lagarto de Lava. Cuando no están pescando, surfeando o haciendo bricolaje, quedan con ellos para beber agua de papaya y discutir temas importantes, como la altura de la marea y la fuerza del viento.
Kraken y yo regresamos a mi barco y nos sentamos en las rocas. Esperamos un rato por si mis padres estaban en el pueblo visitando a Foca Sigilosa, o por si se habían ido a explorar los acantilados y venían con un pulpo para cenar, o por si se habían distraído mirando a las tortugas gigantes y el tiempo se les había pasado volando.
Al final del día, seguían sin volver.
Definitivamente, mis padres habían desaparecido.
Kraken se fue a casa. Me invitó a su cueva marina, pero hay demasiada humedad por la noche y siempre paso frío.
−Ya verás como vuelven mañana –me dijo antes de marcharse.
Entonces, Oliver apareció flotando en el aire y la temperatura bajó de golpe. Empecé a tiritar. Oliver es un fantasma. No necesita dormir, ni comer o beber agua. Está muerto, así que solo existe a medias, como todos los fantasmas. Tampoco tiene color y es intangible. Eso significa que no puedes tocarlo como lo harías con un amigo, un trozo de madera o un coco. Cuando lo tocas, te das cuenta porque te entra mucho frío y una pizca de desesperación te perfora los pulmones.
Oliver llegó aquí en un barco mercante. Hubo una gran tormenta, como la que empujó el velero de mis padres a la playa, pero su barco se estrelló contra los acantilados. Todos se ahogaron, incluido él. Oliver no sabe dónde está su familia o por qué está atrapado como un fantasma en la isla. A veces se pone de mal humor, así que debemos tener paciencia con él.
−No he oído nada sobre ningún fallecimiento repentino, así que seguro que tus padres siguen vivos –me dijo.
No sé por qué, pero no me quedé especialmente tranquila. Pensar en que mis padres igual estaban muertos me hizo sentir muy triste, y luego me di cuenta de que toda la familia de Oliver estaba muerta y me sentí aún más triste, y luego pensé que iba a pasar la noche con un fantasma y me sentí tan triste que casi no podía respirar.
−¿Estás bien? –me preguntó Oliver.
Cogí una gran bocanada de aire y respondí:
−No es nada, solo mis pensamientos. −Y me sorbí los mocos, que me empezaban a resbalar hacia abajo.
Encendimos un fuego y él no se acercó demasiado para que yo no tuviera frío. Por último, se tumbó en la hamaca de abajo, yo me tumbé en la hamaca de arriba, y juntos trazamos un plan para encontrar a mis padres.

Al final nos quedamos los dos en silencio, tumbados en las hamacas, mirando hacia arriba y sin saber qué más decir. Ahora que tenía un plan me sentía más segura, así que me puse a pensar dónde podrían estar mis padres.
Nuestras hamacas se ubican entre las palmeras de la playa de las Sirenas, que es el lugar más seguro para nadar, bucear, hacer pícnics y construir castillos de arena. Me parecía imposible que mis padres estuvieran cerca. Si así fuera, ya los habría encontrado.
La playa de las Sirenas tiene arena dorada, aguas transparentes y olas brillantes. Si eres un niño pequeño, puedes jugar alegremente en las olas mientras tus padres beben agua de papaya en las hamacas o en la cubierta del barco, con la garantía de que no te pasará nada. Cuando tienes nueve años, ese nivel de seguridad se vuelve opresivo.
Y aburrido.
Mi playa favorita es la de los Delfines, donde la arena es negra y el agua de un azul marino intenso, y enseguida cubre tanto que no haces pie. La playa acaba en un acantilado que esconde tres pequeñas calas a las que solo se puede acceder por mar, o por aire si tienes alas, así que no creo que mis padres estuvieran allí. Las tortugas ponen sus huevos en estas playas y, cuando nacen, hay cientos de pequeñas tortugas arrastrándose hacia el mar. Los albatros también tienen a sus crías en los acantilados, por lo que en ocasiones hay malentendidos, y más de una vez hemos encontrado tortugas en los nidos de albatros y pequeños albatros tratando de llegar al agua.
En la costa norte de la isla se encuentran las rocas de los Pingüinos y la cueva de la Náufraga Loca, pero mis padres no van por allí. Dicen que los pingüinos son aves muy ruidosas y que, cuando alguien decide irse a vivir por su cuenta a una cueva en los acantilados, es porque no quiere que le molesten.
Se me ocurrió que quizá mis padres estaban navegando por la costa oeste. Las aguas de esa zona son seguras: puedes bucear con las tortugas, hacer el tonto con los delfines y divertirte todo lo que quieras, que nadie te molestará. Pero el único velero que teníamos estaba a medio terminar en la playa de las Sirenas, así que descarté la idea.
Ya solo me quedaba la costa noreste de la isla.
Los acantilados del Dragón son de roca negra, tan verticales como una catarata, y caen a aguas de tiburones. Solo una criatura anida en ellos: la gaviota de lava, que es mi animal favorito.
La gaviota de lava tiene la cabeza negra y unas alas tan anchas y fuertes que le permiten volar a ras de mar, como si fuese un trazo de carbón sobre una lámina de vidrio.
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