Harold Pinter - El conserje
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Davies.-Pero no vive aquí, ¿verdad?
Aston.-Una vez haya construido el cobertizo allá fuera…, estaré en condiciones de pensar en el piso, ¿comprende? Tal vez podría ir haciendo algo para salir del paso. (Va hacia la ventana.) Yo sé trabajar con mis manos, ¿sabe? Es una de las cosas que yo sé hacer. Antes no me había dado cuenta. Pero ahora puedo hacer toda clase de cosas con mis manos. Ya sabe, trabajos manuales. Cuando construya el cobertizo allá fuera… montaré un taller, ¿sabe? Podría…, podría trabajar la madera. Trabajos sencillos al principio…, buena madera. (Pausa.) Claro, hay mucho que hacer en esta casa. Estoy pensando, con todo, estoy pensando en un tabique… en una de las habitaciones del rellano. Creo que le irá bien. Pero… hay esos biombos…, ¿sabe?…, orientales. Con uno de ellos la habitación queda dividida… Queda dividida en dos. Podría hacer eso o podría hacer un tabique. Podría hacer muchas cosas, ¿comprende?, si tuviera un taller. (Pausa.) De todas formas, creo que me he decidido por el tabique. (Pausa.)
Davies.-¡Eh!, oiga, me parece que, que esta no es mi bolsa.
Aston.-¡Oh!, no.
Davies.-No, no es mi bolsa. La mía era completamente distinta, ¿sabe? Ya sé lo que han hecho. Lo que han hecho es quedarse con mi bolsa y darle otra que no es la mía.
Aston.-No…, lo que ha pasado ha sido que alguien se ha largado con la suya.
Davies.- (Levantándose.) ¡Ya decía yo!
Aston.-De todas maneras, me he hecho con esta en otro sitio. Dentro hay unas cuantas… piezas de ropa. Me lo han dado todo muy barato.
Davies.- (Abriendo la bolsa.) ¿Hay zapatos? (Davies saca dos camisas a cuadros, una de un rojo vivo y otra verde, también muy vivo. Las examina, levantándolas.) Cuadros.
Aston.-Sí.
Davies.-Sí…; bueno, ya sé lo que pasa con esta clase de camisas, ¿sabe? Camisas así no duran mucho en invierno. Lo sé por experiencia. No, lo que necesito es esa clase de camisas a rayas, una camisa buena y fuerte, con rayas hacia abajo. Eso es lo que quisiera. (Saca de la bolsa un batín de pana color granate.) ¿Qué es esto?
Aston.-Un batín.
Davies.-¿Un batín? (Palpa el tejido.) No está nada mal esta tela. Voy a ver qué tal me sienta. (Se lo prueba.) ¿No tiene usted un espejo por aquí?
Aston.-No, no creo.
Davies.-Bien; no me está mal del todo. ¿Qué tal estoy?
Aston.-Muy bien.
Davies.-Bueno; esto sí que lo acepto, ya ve. (Aston coge el enchufe y lo examina.) No, a esto no digo que no. (Pausa.)
Aston.-Podría usted… ser el conserje de aquí, si quisiera…
Davies.-¿Qué?
Aston.-Podría usted… cuidar de la casa, si quisiera…, ya sabe: las escaleras y el rellano, las escaleras de la puerta de la calle, vigilarlo todo, sacar el brillo a las campanillas.
Davies.-¿Campanillas?
Aston.-Voy a poner unas cuantas en la puerta de la calle. De metal.
Davies.-Conserje, ¿eh?
Aston.-Sí.
Davies.-Bueno, yo…, yo nunca he sido conserje, ¿sabe?…, quiero decir…, nunca…; lo que quiero decir es que… nunca he sido conserje antes. (Pausa.)
Aston.-¿Qué le parece a usted la idea?
Davies.-Bueno, yo calculo… Bueno, me gustaría saber…, usted ya sabe…
Aston.-Qué clase de…
Davies.-Sí, qué clase de…, ya sabe… (Pausa.)
Aston.-Bueno, lo que yo quiero decir…
Davies.-Lo que yo quiero decir es que tengo que…, que tengo que…
Aston.-Bueno, yo podría decírselo…
Davies.-Eso…, eso es…, ¿ve?… ¿Comprende lo que quiero decir?
Aston.-Cuando llegue el momento…
Davies.-Quiero decir, a eso iba…; verá…
Aston.-Más o menos exactamente que…
Davies.-Verá, lo que quiero decir es…, a lo que iba es a…; en fin, ¿qué clase de trabajos?… (Pausa.)
Aston.-Bueno, tendrá que limpiar las escaleras… y las… campanillas…
Davies.-Pero sería cuestión de… ¿No cree?… Sería cuestión de tener una escoba…, ¿no?
Aston.-Podría facilitarle un paño para quitar el polvo.
Davies.-¡Oh!, ya sé, ya…; pero ¿cree usted que podría arreglármelas sin una…, sin una escoba?…
Aston.-Tendría que tener una escoba…
Davies.-Eso es…, eso es exactamente lo que estaba pensando…
Aston.-Creo que podré hacerme con una sin ninguna dificultad… y, claro, también…, también necesitaría unos cuantos cepillos…
Davies. – Necesitaría instrumentos…, ¿comprende?…, unos cuantos instrumentos de calidad…
Aston.-Podría enseñarle cómo funciona el aspirador, si usted… no tiene inconveniente…
Davies.-¡Ah!, eso sería… (Aston toma un guardapolvo blanco colgado de un clavo, encima de su cama, y lo muestra a Davies.)
Aston.-Podría ponerse esto, si le gustara.
Davies.-Bueno…; es…, es bonito, ¿eh?
Aston.-Le guardaría del polvo.
Davies.- (Poniéndoselo.) Sí, esto me guardaría del polvo muy bien. De perilla. Muchas gracias, señor.
Aston.-Verá, lo que podríamos hacer, podríamos…, podría poner una campanilla abajo, por la parte de fuera, al lado de la puerta, con un letrerito que dijera «Conserje». Y usted podría contestar a cualquier llamada.
Davies.-Bueno; en cuanto a eso, no sé, no sé…
Aston.-¿Por qué no?
Davies.-Bueno, lo que quiero decir es que nunca se sabe quién va a llamar a la puerta, ¿no? Tengo que estar al tanto.
Aston.-¿Por qué? ¿Le sigue alguien los pasos?
Davies.-¿Los pasos? Bueno, a lo mejor ese tío, el escocés, viene a por mí, ¿no? ¿Y qué hago yo? Oigo la campanilla, me voy abajo, abro la puerta. ¿Y quién está allí? ¡Cualquiera sabe! A lo mejor… Podrían desvalijarme en un abrir y cerrar de ojos, ¿no se da cuenta? O cualquiera que estuviera detrás de mi cartilla, quiero decir, mire, aquí estoy solo con cuatro sellos en la cartilla; aquí está, mire, cuatro sellos, es todo lo que tengo, ni uno más, todos los que tengo; hacen sonar la campanilla del «Conserje» y me echan mano, eso es lo que harían, sin escapatoria posible. Claro, tengo muchas otras cartillas por ahí, pero no lo saben, y no voy a ser yo quien se lo diga, ¿no le parece? Porque entonces caerían en la cuenta de que ando por ahí con un nombre falso, ¿comprende? Es otro, ¿comprende? El nombre al que respondo ahora no es mi nombre verdadero. Es falso. (Silencio. Las luces se van apagando hasta oscurecerse la escena completamente. Entonces una tenue luz se filtra por la ventana. Se oye un portazo. Alguien mete la llave en la cerradura de la habitación. Entra Davies, cierra la puerta, abre el interruptor de la luz. Al no encenderse esta, abre y cierra el interruptor varias veces. Murmurando.) ¿Qué pasa? (Abre y cierra.) ¿Qué le ocurre a esta maldita luz? (Abre y cierra.) ¡Aaaah! No me digas que esa condenada bombilla se ha fundido ahora. (Pausa.) ¿Qué hago? Ahora se ha fundido la condenada bombilla. No veo ni gota. (Pausa.) ¿Qué hacer? (Avanza, tropieza.) ¡Ah!, Dios, ¿qué es esto? Necesito una luz. Espera un momento (Busca en sus bolsillos las cerillas, saca una caja y enciende una. La cerilla se apaga. Le cae la caja.) ¡Aaah! ¿Dónde está? (Agachándose.) ¿Dónde debe de estar esa puñetera caja? (Alguien da una patada a la caja.) ¿Qué es eso? ¿Qué? ¿Quién es? ¿Qué es eso? (Pausa. Davies avanza.) ¿Dónde está mi caja? Estaba aquí en el suelo. ¿Quién es? ¿Quién la ha hecho correr? (Silencio.) Vamos. ¿Quién es? ¿Quién ha cogido mi caja de cerillas? (Pausa.) ¿Quién está aquí? (Pausa.) Tengo un cuchillo, ¿eh? Estoy preparado. Anda, ven, pues… ¿Quién eres? (Se mueve, tropieza, cae y da un grito. Silencio. Davies lanza una leve queja. Se levanta.) ¡Muy bien! (Se pone en pie, respirando ruidosamente. De pronto el aspirador empieza a zumbar. Un cuerpo se mueve juntamente con el aparato, guiándolo de un lado a otro. La boca del aspirador se arrastra ahora por el suelo, persiguiendo a Davies, el cual salta, huye y cae presa del terror.) ¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah! ¡Vete, veteeee! (El aspirador cesa de funcionar. La sombra salta sobre la cama de Aston.) ¡Anda, ven, estoy preparado! ¡Estoy…, estoy…, estoy aquí! (La sombra desenchufa el aspirador del casquillo que pende del techo y vuelve a colocar la bombilla. La escena se ilumina. Davies se aplasta contra la pared de la derecha, cuchillo en mano. Mick está en pie sobre la cama, sujetando todavía el enchufe.)
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