Harold Pinter - El conserje
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Mick.-Lo estás apestando todo. Eres un viejo ladrón, no hay quien me saque de ahí. Un viejo pícaro. Eres muy poca cosa para estar en un lugar tan decente como este. Eres un viejo bárbaro. Te lo digo en serio, no tienes nada que hacer en un piso sin muebles. De esto, si me diera la gana, podría sacar siete de los grandes por semana. Mañana mismo tendría un inquilino. Trescientas cincuenta libras al año, sin gastos. No hay problema. Quiero decir, que si crees que esa cantidad está al alcance de tu bolsillo, dilo, no tengas miedo. Aquí tienes. Muebles y todo lo demás. Acepto cuatrocientas o la oferta que más se aproxime a esa cantidad. Valor imponible noventa libras al año. Agua, calefacción y luz vendrá a costarte alrededor de las cincuenta. Total, ochocientas noventa, si tanto te gusta. Si te lo quedas diré a mi agente que te extienda un contrato. En caso contrario, puedo llevarte en cinco minutos al cuartelillo más cercano con mi camioneta, que está ahí fuera, y ponerte en chirona por allanamiento de morada, por saqueo premeditado, por robo a plena luz del día, por mangante, por ladrón y por apestar la casa, ¿eh? ¿Qué me dices? A no ser que lo quieras comprar. Diría a mi hermano que lo pintara todo, claro. Tengo un hermano que es decorador de primera categoría. Él te lo pintará todo. Y si quieres tener más espacio, hay otras cuatro habitaciones en este mismo rellano que también están en venta. Cuarto de baño, cuarto de estar, dormitorio y cuarto para los niños. Este lo puedes utilizar como gabinete de trabajo. Este hermano de que te he hablado está a punto de empezar a decorar las otras habitaciones. Sí, empezará de un día a otro. O sea que ¿qué piensas hacer? Unas ochocientas por esta habitación o tres mil por todo el piso. Por otra parte, si prefieres hacerlo a base de préstamo hipotecario, conozco una compañía de seguros en West Ham que estará encantada de prestarte el dinero. No hay trampa ni cartón, finanzas saneadas, curva ascendente, historial impecable; veinte por ciento de interés, cincuenta por ciento de depósito; amortización, reintegros, subsidio familiar, sistema de primas, remisión de plazo por buen comportamiento, seis meses de arriendo, examen anual de los archivos, se sirve té a los clientes, venta de acciones, participación en los beneficios, compensación al cesar los pagos, amplia indemnización contra desórdenes públicos, conmociones políticas, disturbios sociales, rayos, truenos y tempestades, contra robos y saqueos, todo sujeto a revisión y unificación diarias. Claro, necesitaremos una declaración firmada por tu médico particular que nos asegure que tu estado de salud es lo suficiente satisfactorio para llevar a cabo estos planes, ¿comprendes? ¿Cuál es tu Banco? (Pausa.) ¿Cuál es tu Banco? (Se abre la puerta y entra Aston. Mick se vuelve y deja caer los pantalones. Davies los recoge y se los pone. Aston, después de echar una mirada a Mick y Davies, va hacia su cama y deposita en ella una bolsa que lleva en la mano, se sienta y empieza de nuevo a arreglar la tostadora. Davies se
retira a su rincón. Mick se sienta en la silla. Silencio. Cae una gota en el balde. Los tres levantan la vista. Silencio.) Todavía tienes esa gotera.
Aston.-Sí. (Pausa.) Viene del tejado.
Mick.-Del tejado, ¿eh?
Aston.-Sí. (Pausa.) Voy a tener que embrearlas.
Mick.-¿Vas a embrearlas?
Aston.-Sí.
Mick.-¿El qué?
Aston.-Las grietas. (Pausa.)
Mick.-¿Vas a embrear las grietas del tejado?
Aston.-Sí. (Pausa.)
Mick.-¿Crees que servirá de algo?
Aston.-Servirá, por el momento.
Mick.-¡Hummmm! (Pausa.)
Davies. - (Bruscamente.) ¿Qué hace usted…? (Los otros dos lo miran.) ¿Qué hace usted… cuando ese balde está lleno? (Pausa.)
Aston.-Vaciarlo.
Mick.-Le estaba diciendo aquí, al amigo, que de un momento a otro ibas a ponerte a decorar las otras habitaciones.
Aston.-Sí. (Pausa. A Davies.) Aquí tengo su bolsa.
Davies.-¡Oh! (Se acerca a él y la coge.) ¡Oh!, gracias, señor, gracias. Se la dieron, ¿verdad? (Davies vuelve a su rincón con la bolsa. Mick se levanta y se la quita.)
Mick.-¿Qué es esto?
Davies.-¡Devuélvamela, es mi bolsa!
Mick.- (Amenazándolo para que no se acerque.) Esta bolsa la tengo vista.
Davies.-¡Es mía!
Mick.- (Esquivándole.) Me es muy familiar.
Davies.-¿Qué quiere usted decir?
Mick.-¿De dónde la has sacado?
Aston.- (Levantándose.) Vamos, acabad de una vez.
Davies.-Es mía.
Mick.-¿De quién?
Davies.-Mía. ¡Dígale que es mía!
Mick.-¿Es su bolsa?
Davies.-¡Démela!
Aston.-Dásela.
Mick.-¿Qué? ¿Qué tengo que darle?
Davies.-¡Esa puñetera bolsa!
Mick.- (Ocultándola detrás de la cocina de gas.) ¿Qué bolsa? (A Davies.) ¿Qué bolsa?
Davies.- (Acercándose.) ¡Oiga, oiga!
Mick.- (Encarándosele.) ¿Adónde vas?
Davies.-Voy a coger… mi puñetera…
Mick.-¡Cuidado con lo que haces, nene! Te equivocas de puerta. No vayas demasiado lejos. Entras en un domicilio privado y te pones a fanfarronear y a meter mano a todo lo que puedes meter mano. No te pases de la raya, hijo. (Aston coge la bolsa.)
Davies.-Es usted un ladrón, eso es lo que es, un ladrón…; déme la…
Aston.-Tome. (Aston le alarga la bolsa a Davies. Mick se la arrebata. Aston se la quita. Mick se la quita a Aston. Davies intenta cogerla. La coge Aston. Mick intenta arrebatársela. Aston se la da a Davies. Mick se la quita. Pausa. La coge Aston. La coge Davies. La coge Mick. Intenta cogerla Davies. La coge Aston y se la da a Mick. Mick se la da a Davies. Davies la aprieta contra sí. Pausa. Mick mira a Aston. Davies se aleja con la bolsa. Se le cae. Pausa. Los otros dos lo miran. Davies recoge la bolsa. Va hacia su cama y se sienta. Aston va hacia su cama, se sienta y empieza a liarse un cigarrillo. Mick se queda en pie inmóvil. Pausa. Una gota cae en el balde. Todos levantan los ojos. Pausa. ¿Qué tal en Wembley?
Davies.-Pues todavía no he ido. (Pausa.) No, no he podido. (Mick va hacia la puerta y sale.)
Aston.-He tenido mala suerte con aquella sierra de vaivén. Cuando he llegado allí, ya la habían vendido. (Pausa.)
Davies.-¿Quién era ese tipo?
Aston.-Mi hermano.
Davies.-¿Su hermano? Un poco guasón, ¿verdad?
Aston.-¡Hummm!…
Davies.-Sí…, un guasón de verdad.
Aston.-Tiene sentido del humor.
Davies.-Sí, ya me he dado cuenta. (Pausa.) Un guasón de verdad, el muchacho, salta a la vista. (Pausa.)
Aston.-Sí; tiende…, tiende a ver el lado cómico de las cosas.
Davies.-Sí, lo que se dice tener sentido del humor, ¿no?
Aston.-Sí.
Davies.-Sí, ya se nota, ya. (Pausa.) Tan pronto le he puesto los ojos encima, me he dado cuenta de que tenía una manera muy suya de ver las cosas. (Aston se pone en pie, va hacia el cajón del armario, a la derecha, coge la estatuilla de Buda y la pone sobre la cocina de gas.)
Aston.-Estoy encargado de arreglarle la parte superior de la casa.
Davies.-¿Qué… quiere decir…? ¿Quiere decir con eso que esta casa es suya?
Aston.-Sí. Debo pintarle todo este rellano. Convertir todo esto en un piso.
Davies.-¿Y él qué hace entonces?
Aston.-Es del ramo de la construcción. Tiene camioneta propia.
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