Harold Pinter - El conserje
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Aston.-¿Cuánto tiempo los ha tenido?
Davies.-¿Qué?
Aston.-¿Cuánto tiempo los ha tenido?
Davies.-¡Oh!, pues debe de hacer…, era antes de la guerra…, debe de hacer… pues cerca de quince años. (Pausa.)
Aston.-¿Los tendrá todavía?
Davies.-Ha de tenerlos.
Aston.-Puede haberse mudado.
Davies.-Conozco la casa donde vive, puede usted creerme. Una vez en Sidcup, podría ir allí con los ojos vendados. Aunque no recuerdo el número. Tengo buena memoria para… Tengo buena memoria… (Pausa.)
Aston.-Debería hacer todo lo posible para ir allí.
Davies.-¿Cómo quiere que vaya con estos zapatos? Es el tiempo, ¿sabe usted? Si al menos aclarase el tiempo.
Aston.-Estaré al tanto del boletín meteorológico.
Davies.-Una vez en la calle, llegaré en un santiamén. (Se da cuenta de pronto de la presencia del balde colgado del techo y mira hacia allí rápidamente.)
Aston.-Cuando usted quiera… puede acostarse. Va y se acuesta. No se preocupe por mí.
Davies.- (Quitándose el gabán.) ¿Eh? Bueno, sí, yo creo que voy a acostarme. Estoy un poco…, un poco trabajado. (Se quita los pantalones y los mantiene en la mano.) ¿Los pongo ahí?
Aston.-Sí. (Davies cuelga gabán y pantalones en la percha.)
Davies.-Veo que ahí arriba tiene un balde.
Aston.-Goteras. (Davies mira el balde.)
Davies.-Bueno, pues voy a probar su cama. ¿No se acuesta usted?
Aston.-Estoy reparando este enchufe.
Davies.-¿Qué le pasa?
Aston.-No funciona. (Pausa.)
Davies.-Está llegando hasta la raíz del mal, ¿eh?
Aston.-Barrunto que sí.
Davies.-Tiene suerte. (Se dirige hacia su cama y se detiene junto a la cocina de gas.) ¿No puede usted…, no puede usted sacar esto de aquí?
Aston.-Un poco pesado.
Davies.-Sí. (Davies se mete en la cama. Prueba la resistencia y longitud de la misma.) No está mal, no está mal. Una buena cama. Creo que voy a dormir aquí…
Aston.-Tendré que ponerle una pantalla a esa bombilla. La luz es un poco deslumbrante.
Davies.-No se preocupe por eso, señor, no se preocupe por eso. (Se da la vuelta y se echa encima el cobertor. Aston se sienta y sigue hurgando en el enchufe. Las luces se apagan. Oscuridad. Se ilumina la escena. Estamos en la mañana siguiente. Aston se abrocha los pantalones, en pie, cerca de su cama. Alisa la cama. Se vuelve, va al centro de la habitación y mira a Davies. Regresa al sitio de antes, se pone la chaqueta, da la vuelta de nuevo, va hacia Davies y le mira. Tose. Davies se incorpora bruscamente.) ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
Aston.-Nada.
Davies.-¿Qué pasa?
Aston.-Nada. (Davies mira a su alrededor.)
Davies.-¡Ah!, sí. (Aston va hacia su cama, toma el enchufe y lo sacude.)
Aston.-¿Ha dormido bien?
Davies.-Sí. Estaba como muerto. Debía de estar como muerto. (Aston va hacia el sector anterior derecha, toma la tostadora y la examina.)
Aston.-Usted…, ¿eh?…
Davies.-¿Eh?
Aston.-¿Ha estado usted soñando o algo así?
Davies.-¿Soñando?
Aston.-Sí.
Davies.-Yo no sueño. En mi vida he soñado.
Aston.-No, yo tampoco.
Davies.-Yo no. (Pausa.) Entonces, ¿por qué me lo pregunta?
Aston.-Hacía ruidos.
Davies.-¿Quién?
Aston.-Usted. (Davies salta de la cama. Lleva calzoncillos largos.)
Davies.-Espere, espere, vamos a ver. ¿Qué quiere usted decir? ¿Qué clase de ruidos?
Aston.-Gruñidos. Farfullaba algo.
Davies.-¿Que yo…? ¿Yo?
Aston.-Sí.
Davies.-¡Yo qué voy a farfullar, hombre! Nadie me ha dicho nunca nada de eso. (Pausa.) ¿Por qué había de farfullar?
Aston.-No sé.
Davies.-Quiero decir, ¿a qué viene eso? (Pausa.) Nadie me ha dicho nunca nada de eso. (Pausa.) Me toma usted por otro, amigo.
Aston.- (Yendo hacia la cama con la tostadora.) No. Me ha despertado. He creído que estaba usted soñando.
Davies.-Pues no soñaba. No he tenido ni un solo sueño en mi vida. (Pausa.)
Aston.-Quizá fuera la cama.
Davies.-Esta cama no tiene nada de malo.
Aston.-La falta de costumbre, a lo mejor.
Davies.-Estoy acostumbrado a toda clase de camas. Duermo en camas. Yo no hago ruidos por el solo hecho de dormir en una cama. He dormido en muchas camas. (Pausa.) A lo mejor han sido los negros.
Aston.-¿Qué?
Davies.-Quienes han hecho el ruido.
Aston.-¿Qué negros?
Davies.-Los que tiene usted ahí al lado. Quizá han sido los negros los que han hecho el ruido, subiéndose por las paredes.
Aston.-¡Hummmm!
Davies.-Esa es mi opinión. (Aston deja el enchufe y va hacia la puerta.) ¿Adonde va usted? ¿Sale?
Aston.-Sí.
Davies.- (Cogiendo las sandalias.) Entonces espere un minuto, solo un minuto.
Aston.-¿Qué piensa usted hacer?
Davies.- (Poniéndose las sandalias.) Será mejor que vaya con usted.
Aston.-¿Por qué?
Davies.-Quiero decir que será mejor que salga con usted.
Aston.-¿Por qué?
Davies.-Bueno…, ¿es que no quiere que salga?
Aston.-¿Para qué?
Davies.-Quiero decir…, si usted sale. ¿No quiere usted que me vaya… si usted sale?
Aston.-No tiene usted por qué salir.
Davies.-¿Quiere usted decir que…, que puedo quedarme aquí?
Aston.-Haga lo que quiera. No tiene por qué salir sólo porque yo lo hago.
Davies.-¿No le importa que me quede aquí?
Aston.-Tengo un par de llaves. (Va hacia una caja que está cerca de su cama y las busca.) La de esta puerta y la de la calle. (Se las entrega a Davies.)
Davies.-Gracias, muchas gracias; que tenga suerte. (Pausa. Aston se queda en pie.)
Aston.-Creo que voy a darme un paseo calle abajo. Una pequeña…, una especie de tienda. El dueño tenía una sierra de vaivén el otro día. Me gustó su aspecto.
Davies.-¿Una sierra de vaivén, compadre?
Aston.-Sí. Podría serme muy útil.
Davies.-Sí. (Pequeña pausa.) ¿Qué es eso exactamente, pues? (Aston va hacia la ventana y mira al exterior.)
Aston.-¿Una sierra de vaivén? Pues procede de la misma familia que la sierra de calados. Pero es un accesorio, ¿comprende? Tiene que unirse a un taladro portátil.
Davies.-¡Ah!, eso es. Son muy útiles.
Aston.-Lo son, sí. (Pausa.)
Davies.-¿Y qué me dice usted de una sierra para metales?
Aston.-Bueno, la verdad es que ya tengo una.
Davies.-Son útiles.
Aston.-Sí. (Pausa.) También lo es la sierra de punto.
Davies.-¡Ah! (Pausa.) Sí, no hay vuelta de hoja. Quiero decir que, eso, que sí, que son muy útiles. Mientras se sepan manejar. (Pausa.) Por otra parte, no son…, no son tan útiles como una sierra para metales, creo, ¿verdad?
Aston.- (Volviéndose hacia él.) ¿No? ¿Por qué?
Davies.-Quiero decir, lo digo solo por…, por la experiencia que tengo de ellas, ¿sabe usted? (Pequeña pausa.)
Aston.-Son útiles.
Davies.-Ya lo sé que son útiles.
Aston.-Pero limitadas. Con una sierra de vaivén pueden hacerse muchas cosas, ¿comprende? Una vez unida a… ese taladro portátil se pueden hacer muchas cosas con ella. Y aprisa.
Davies.-Sí. (Pequeña pausa.) Eh, oiga, estaba pensando…
Aston.-¿Eh?
Davies.-Sí, escuche, mire. A lo mejor era usted quien estaba soñando.
Aston.-¿Qué?
Davies.-Sí, quiero decir, a lo mejor estaba usted soñando que oía ruidos. Mucha gente, ¿sabe?, sueña. ¿Comprende lo que quiero decir? Oye toda clase de ruidos. A lo mejor era usted quien hacía todos esos ruidos de que me ha estado hablando. Sin saberlo.
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