Harold Pinter - El conserje
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Aston.-¡Ah!
Davies.-Me dejarían tullido en una semana. Quiero decir, los que llevo no son buenos, pero al menos son confortables. No son de buen ver, pero lo que quiero decir es que no me hacen daño. (Se los saca y los devuelve.) Gracias de todas maneras, señor.
Aston.-Voy a ver si puedo encontrar algo para usted.
Davies.-Santa palabra. Así no puedo seguir. No puedo ir de un sitio a otro. Y yo he de estar siempre en movimiento, ¿sabe usted?, a ver si encuentro algo.
Aston.-¿Adónde va a ir?
Davies.-¡Oh!, tengo pensadas dos o tres cosas. Espero que aclare el tiempo. (Pausa.)
Aston.- (Sigue reparando la tostadora eléctrica.) ¿Le gustaría…, le gustaría dormir aquí?
Davies.-¿Aquí?
Aston.-Puede usted dormir aquí, si quiere.
Davies.-¿Aquí? ¡Oh!, pues no sé qué decirle. (Pausa.) ¿Para cuánto tiempo?
Aston.-Hasta que… encuentre algo definitivo.
Davies.- (Sentándose.) ¡Ah!, bueno, eso…
Aston.-Hasta que salga de apuros.
Davies.-¡Oh!, ya me las compondré… Y bien pronto, ahora… (Pausa.) ¿Dónde dormiría?
Aston.-Aquí. Los otros cuartos no… estarían bien para usted.
Davies.- (Se levanta. Mira a uno y otro lado.) ¿Dónde?
Aston. (Se levanta. Señalando fondo derecha.) Ahí hay una cama, detrás de todo eso.
Davies.-¡Oh!, ya veo. Vaya, pues ya ve, de perilla. Vaya… ¿Sabe qué? Podría quedarme… sólo hasta que salga de apuros. Tiene usted aquí muebles de sobra.
Aston.-Sí, unos cuantos. Solo están aquí de momento. Pensé que podrían venir bien.
Davies.-Esta cocina de gas funciona, ¿no?
Aston.-No.
Davies.-¿Qué hace usted para una taza de té?
Aston.-Nada.
Davies.-Hombre… (Observa las tablas.) ¿Construye algo?
Aston.-Quizá un cobertizo en la parte de atrás.
Davies.-Conque carpintero, ¿eh? (Se vuelve hacia la máquina cortadora de hierba.) ¿Tiene césped?
Aston.-Eche una mirada. (Aston levanta el saco que cubre la ventana. Miran hacia el exterior.)
Davies.-Un poco espeso, ¿eh?
Aston.-Demasiado crecido.
Davies.-¿Qué es eso? ¿Un estanque?
Aston.-Sí.
Davies.-¿Qué tiene usted ahí? ¿Peces?
Aston.-No, ahí no hay nada. (Pausa.)
Davies.-¿Dónde va a poner el cobertizo?
Aston.- (Volviéndose.) Primero tengo que desbrozar el jardín.
Davies.-Necesitará un tractor, muchacho.
Aston.-Ya me las arreglaré.
Davies.-Conque carpintería, ¿eh?
Aston.- (Permaneciendo en pie, inmóvil.) Me gusta… trabajar con las manos. (Davies toma la estatuilla de Buda.)
Davies.-¿Qué es esto?
Aston.- (Tomándola y examinándola.) Es Buda.
Davies.-No me diga.
Aston.-Sí. Me gusta mucho. La compré en…, en una tienda. Me pareció bonita. No sé por qué. ¿Qué opina usted de estos budas?
Davies.-¡Oh!, están…, están muy bien, ¿no le parece?
Aston.-Sí. A mí me alegró poder conseguir este. Está muy bien hecho. (Davies se vuelve y fisgonea debajo de la fregadera, etcétera.)
Davies.-Es esta la cama, ¿no?
Aston.-Todo esto lo sacaremos de aquí. (Aproximándose a la cama.) La escalera cabrá debajo de la cama. (Ponen la escalera debajo de la cama.)
Davies.- (Indicando la fregadera.) Y esto, ¿qué?
Aston.-Yo creo que también cabrá ahí debajo.
Davies.-Le echo una mano. (Entre los dos levantan la fregadera.) Pesa una tonelada, ¿no?
Aston.-Ahí debajo.
Davies.-¿No la utiliza nunca entonces?
Aston.-No. Voy a ver si me la quito de encima. Ahí. (La colocan debajo de la cama.) Ahí, en el rellano de abajo, hay un wáter. Y un lavabo, que puede servir de fregadera. Todos estos trastos podemos ponerlos ahí. (Empieza a trasladar el cubo de carbón, el cesto de ruedecitas para la compra, la máquina de cortar hierba y los cajones a la pared derecha.)
Davies.- (Deteniéndose.) No compartirá usted, ¿verdad?
Aston.-¿Qué?
Davies.-Quiero decir que no comparte usted el wáter con esos negros. ¿O sí?
Aston.-Viven ahí al lado.
Davies.-No vienen aquí, ¿eh? (Aston coloca un cajón contra la pared.) Porque, ¿sabe usted?… Quiero decir… Las cosas claras… (Aston se aproxima a la cama, sopla sobre ella para quitar el polvo y sacude una manta.)
Aston.-¿Ve usted una maleta azul?
Davies.-¿Maleta azul? Ahí debajo. Mire. Junto a la alfombra. (Aston se dirige a la maleta, la abre, saca de ella una sábana y una almohada y las pone en la cama.) Bonita sábana.
Aston.-La manta tiene un poco de polvo.
Davies.-No se preocupe por eso. (Aston permanece erguido, saca su tabaco y se pone a liar un cigarrillo. Se dirige a su cama y se sienta en ella.)
Aston.-¿Cómo está usted de dinero?
Davies.-¡Ah!, bueno, pues… Pues, mire usted, si quiere que le diga la verdad… Un poco escaso. (Aston saca unas monedas de su bolsillo, escoge algunas y entrega a Davies cinco chelines.)
Aston.-Ahí tiene unas leandras.
Davies.- (Tomando las monedas.) Gracias, gracias, buena suerte. Daba la casualidad de que andaba algo escaso. ¿Sabe usted?, no me dieron nada por todo ese trabajo que hice la semana pasada. Esta es la situación, así es. (Pausa.)
Aston.-El otro día fui a una cervecería. Pedí una Guinness. Me la dieron en un «bok» grueso. Me senté, pero no pude bebería. No puedo beber la Guinness en un «bok» grueso. Solo me gusta en un vaso delgado. Tomé unos sorbos, pero no pude terminarla. (Aston toma destornillador y enchufe de encima de la cama y se pone a hurgar en el enchufe.)
Davies.-¡Si al menos aclarara el tiempo! ¡Podría ir a Sidcup!
Aston.-¿Sidcup?
Davies.-Hace un tiempo tan asqueroso… ¿Cómo voy a ir a Sidcup con estos zapatos?
Aston.-¿Por qué quiere ir a Sidcup?
Davies.-Mis papeles están allí. (Pausa.)
Aston.-Sus ¿qué?
Davies.-Mis papeles están allí. (Pausa.)
Aston.-¿Qué hacen sus papeles en Sidcup?
Davies.-Un compadre los tiene. Se los dejé a él. ¿No se da cuenta? ¡Prueban quién soy yo! No puedo dar un paso sin ellos. Le dicen quién soy yo. ¿Se da cuenta? Estoy pegado sin ellos.
Aston.-¿Por qué?
Davies.-Pues verá usted, verá usted: ¡cambio de nombre! Hace años. ¡He estado andando por ahí con un nombre supuesto! Este no es mi nombre verdadero.
Aston.-¿Cuál es su nombre supuesto?
Davies.-Jenkins. Bernard Jenkins. Ese es mi nombre. Es el nombre por el que se me conoce, al menos. Pero no me sirve de nada seguir utilizando ese nombre. No tengo derechos. Aquí tengo una cédula de seguros. (Se la saca del bolsillo.) Con el nombre de Jenkins. ¿Ve usted? Bernard Jenkins. Mire. Hay cuatro sellos. Cuatro. Pero con esto no puedo hacer nada. No es mi nombre verdadero, se darían cuenta, me echarían mano. Cuatro sellos. No he pagado peniques, no; he pagado libras. Libras he pagado, no peniques. Ha habido más sellos, muchos, pero no los han pegado, los granujas; nunca he tenido tiempo de arreglar este asunto.
Aston.-Debían haberle puesto los sellos.
Davies.-No habría servido de nada. ¿Para qué? Si este no es mi nombre verdadero. Si les llevo la cédula me echan mano.
Aston.-Entonces, ¿cuál es su nombre verdadero?
Davies.-Davies. Mac Davies. Eso era antes que cambiara mi nombre. (Pausa.)
Aston.-Parece como si quisiera usted arreglar todo esto.
Davies.-¡Si al menos pudiera ir a Sidcup! He estado esperando que aclarara el tiempo. Tiene todos mis papeles ese compadre a quien se los dejé, todos los tiene allí. Podría probarlo todo.
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