Joan Johnston - La novia huída

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Con tres hermanos mandones y sobreprotectores vigilándola permanentemente, Tate Whitelaw encontraba imposible convertirse en mujer. Todavía pensaban en ella como una niñita. Por lo tanto Tate dejó la propiedad familiar para caer directamente en los brazos viriles de Adam Philips. ¡Ella le demostraría a todo el mundo que era una adulta con todas las de la ley!
Lo último que el endurecido ranchero Adam Philips quería era socorrer una damisela en apuros. ¡Ya había tenido bastante de mujeres perdidas! Pero sus instintos protectores prevalecieron. Pronto se encontró consolando a Tate en sus brazos… y en su cama. Y cuando los hermanos de ella aparecieron, escopetas en mano, verse atrapado le pareció, repentinamente, una buena idea…

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– De acuerdo -dijo Adam con aspereza-. Te daré lo que quieres. Tu bebé tendrá mi apellido y me concederás el divorcio. Pero quiero algo a cambio, Tate.

– ¿Qué?

– A ti. Te quiero en mi cama cada noche. Cariñosa y dispuesta. ¿Queda claro?

Estaba muy claro. Tate le había ofrecido el divorcio esperando que se negara. Pero el ultimátum de Adam dejaba en evidencia lo que había querido de ella desde el principio. ¡Pues muy bien! ¡Ella se encargaría de hacerle ver con toda claridad a qué estaba renunciando!

– Créeme, Adam; vas a obtener lo que quieres -dijo con voz sedosa.

¡Y mucho más!

Adam la condujo hasta su habitación sin soltarle la muñeca. Una vez dentro, la soltó y dijo:

– Desvístete -se cruzó de brazos y permaneció de pie frente a ella, mirándola.

Tate se irguió orgullosamente. Antes o después, Adam iba a darse cuenta de la verdad. El hijo que llevaba dentro era suyo. Entretanto, obtendría todo lo que le había exigido… y tal vez más.

Tate nunca se había desnudado para tentar a un hombre. Pero ahora lo hizo.

Lo primero que se quitó fue la camiseta. Lentamente. La sostuvo colgada de un dedo un momento antes de dejarla caer. Miró sus senos y vio que las aureolas estaban rosadas y llenas. Se acarició los pezones con las puntas de los dedos hasta lograr que sus rosados capullos se pusieran erectos.

Adam respiró pesadamente.

Tate no se atrevió a mirarlo, temiendo perder el valor para continuar. En lugar de ello, deslizó las manos por su vientre hasta llevarlas al cruce de sus muslos, separando las piernas para apoyar la mano en el calor que había entre ellas. Luego volvió a deslizar la mano hacia arriba, sintiendo las texturas de su piel, notando como su carne respondía a la conciencia de que Adam observaba cada uno de sus movimientos.

Llevó las manos hasta su nuca, entrelazando los dedos en su cabello, sabiendo que el movimiento de sus brazos haría que sus senos se alzaran. Arqueó la espalda en una sensual curva que empujó sus senos y vientre hacia Adam.

Le oyó tragar. Luego cometió la equivocación de mirarlo… y vio su pecho desnudo. Sus pezones estaban tan erectos como los de ella. Mientras relajaba su cuerpo a una postura más natural, vio sus azules ojos oscurecidos por una intensa pasión.

El cuerpo de Adam parecía tenso como un arco a punto de disparar una flecha. Tenía los puños apretados a ambos lados del cuerpo. Su hombría resaltaba de forma totalmente evidente contra su pantalón. Cuando sacó la lengua para lamer el sudor de su labio superior, Tate sintió que su entrepierna se tensaba en placentera respuesta.

Se sentía exultante. Poderosa. Y tan femenina… Animada por su éxito, bajó las manos hasta el botón de sus vaqueros. Todo el cuerpo de Adam se estremeció al ver cómo lo soltaba. El sonido de la cremallera al bajar acompañó el de la respiración de Adam, cada vez más acelerada.

Tate volvió lentamente cada lado del pantalón, creando una V a través de la que se veían sus braguitas. Entonces abrió las piernas, metió los pulgares en ellas y deslizó los dedos en el interior de los vaqueros, tirando de su ropa interior hacia abajo y exponiendo la piel de su vientre.

Adam maldijo entre dientes. Pero no se movió un milímetro.

Tate se bajó los pantalones y las braguitas hasta las caderas, revelando éstas y una mata de oscuros rizos en lo alto de sus muslos. Llevó las manos atrás y frotó sus nalgas, bajando un poco más sus vaqueros con cada movimiento circular.

Volvió a meter los pulgares en la parte delantera del vaquero y miró a Adam antes de deslizar los dedos por su pelvis. Las sienes de Adam palpitaron. Su mandíbula se tensó. Pero no se movió de donde estaba.

Tate sonrió, satisfecha. Dio un último tirón y sus vaqueros y braguitas se deslizaron hasta sus tobillos. Después salió de su ropa y sus mocasines en un solo movimiento.

Finalmente, se mostró totalmente desnuda ante Adam. Sentía su cuerpo más lánguido y atractivo que nunca. Lo supo por la mirada de adoración que le dirigió Adam, porque se notaba que la deseaba con su propio cuerpo. No hizo ningún movimiento para tratar de ocultarse de él.

Adam no se movió hasta que ella dio un paso hacia él.

Entonces avanzó como un tigre a punto de saltar. Tate sintió la energía sexual que irradiaba de él incluso antes de que sus cuerpos se encontraran. Su beso fue fiero, ardiente. Las manos de Adam parecían estar en todas partes, acariciándola, exigiendo una respuesta. Tate se arqueó contra él, sintiendo el inflamado calor y la excitación bajo sus vaqueros.

Adam no se molestó en llevarla a la cama. La apoyó de espaldas contra la pared, se desabrochó los vaqueros para liberarse, luego alzó las piernas de Tate en torno a su cintura y la penetró.

Tate se aferró al cuello de Adam con los brazos y a su cintura con las piernas. Sus bocas se encontraron y Adam penetró en la de ella con su lengua al mismo ritmo que su cuerpo. Deslizó la mano entres sus cuerpos y buscó el delicado centro en el que se originaba el placer de Tate. La acarició con el pulgar hasta que sintió oleadas de placer tensando sus músculos interiores en torno a él. Adam echó la cabeza hacia atrás cuando el intenso placer le hizo temblar en el cálido y palpitante interior de Tate.

Luego dejó caer la cabeza contra su hombro mientras trataba de recuperar el aliento. Finalmente, soltó las piernas de Tate para que pudiera mantenerse en pie, pero tuvo que sujetarla para evitar que se cayera, pues tenía las rodillas como de goma. La alzó en brazos y la llevó a la cama, donde se tumbó junto a ella.

Unos segundos después sintió que apenas podía mantener los ojos abiertos. Pero había algo que quería decirle a Tate antes de quedarse dormido.

– ¿Tate? ¿Estás despierta?

– Mmm. Supongo que sí -murmuró ella contra la garganta de Adam.

– Puedes admitir la verdad respecto a lo de haberte acostado con Buck. No va a suponer ninguna diferencia respecto a lo que siento por ti -«o respecto al bebé», añadió Adam para sí.

Tate se irguió en la cama. La sábana que la cubría cayó hasta su cintura.

– Cuando digo que no me he acostado con Buck, estoy diciendo la verdad, Adam. ¿Por qué no me crees?

Adam se irguió a medias apoyando un codo sobre el colchón.

– Porque tengo las pruebas médicas que demuestran lo contrario.

– ¡Entonces tus pruebas están equivocadas! -replicó Tate, apoyando la espalda contra la cabecera de la cama y cubriéndose con las sábanas hasta el cuello.

Tate nunca le había parecido más hermosa. Adam tuvo que tumbarse y colocar las manos tras su cabeza para evitar alargarlas hacia ella. Las tres horas de plazo que María le había prometido estaban a punto de pasar, y Adam sabía que en cuanto llegara iría a buscarlo para saber si le había dicho a Tate que la quería.

Ahora se alegraba de no haberlo hecho. Al menos se había librado de la humillante experiencia de confesarle su amor a una mujer que sólo se había casado con él para poder darle un apellido a su hijo. Permaneció tumbado, tratando de imaginar por qué insistía Tate en mentir sobre el bebé.

– ¿Sabe Buck que estás embarazada? -preguntó.

– Lo adivinó -admitió Tate. Buck había sabido por su expresión que sucedía algo especial y se lo preguntó. Ella le contó la verdad.

– Supongo que se negó a casarse contigo porque sigue enamorado de Velma -dijo Adam.

Tate salió de la cama bruscamente y fue a donde su ropa estaba apilada en el suelo. Empezó a vestirse de espaldas a Adam.

– ¿A dónde vas? -preguntó él.

– A cualquier sitio donde pueda estar lejos de ti -replicó ella.

– Mientras también te mantengas alejada de Buck, no me importa.

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