Jessica Hart - Entre llamas de pasión

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Entre llamas de pasión: краткое содержание, описание и аннотация

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Según Strachan, la única forma de que Giselle pudiera pasar una noche en la torre Caedle sería durmiendo con él. Y Strachan preferiría acostarse con una serpiente de cascabel antes que hacerlo con una periodista.
Ella no tenía intención de llegar tan lejos. Solo quería investigar en su castillo el origen de una leyenda. Pero pronto le pareció más importante averiguar si Strachan tenía corazón…

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Cuando terminó de leer la misiva añadió:

– Una gran arrogancia, ¿no te parece? -dobló la carta-. ¿Qué piensas de esto?

– Parece que la idea no le agrada en lo más mínimo -comentó Meg.

– Es evidente que ha interpretado mal mi carta -respondió Gisella-. Le dije que deseaba investigar las raíces históricas y psicológicas de varias supersticiones. ¡No veo nada de sensacionalista en eso! El Castillo Kilnacroish encaja a la perfección en la clase de artículos que he escrito para esta serie. Es un sitio que tiene la reputación de estar hechizado y sin embargo aún está habitado. Nunca me habían puesto objeciones a que me quedara a dormir para describir la atmósfera, ni a ser entrevistado. Tampoco nadie me había acusado de ser vulgar.

La acusación del lord la había enfadado mucho y miró con ira la carta que tenía en la mano.

– Tal vez teme que lo hagas pedazos -sugirió Meg-. Algunos de tus artículos son un poco… mordaces. Quizás haya oído hablar de ti.

– Esto es por completo diferente -aseguró Gisella con enfado-. Esto es un artículo, no una crítica.

– ¡De cualquier manera, resulta obvio que no le agrada la idea! Si se niega a que te quedes, supongo que tendrás que abandonar tus propósitos.

– No puedo -respondió Gisella y le contó lo insistente que se había mostrado Ivonne-. No puedo arriesgarme a que se enfade, en especial ahora que trabajo por mi cuenta.

– No comprendo por qué dejaste tu empleo en el Daily Examiner -dijo Meg con franqueza-. La mayoría de los periodistas darían cualquier cosa por trabajar para un periódico nacional.

– Oh, Meg, estaba cansada de hacer trabajo de investigación. Antes me entusiasmaba mucho cuando descubría una gran historia, pero ahora me resulta muy deprimente. Deseo averiguar si soy capaz de escribir esa novela sobre la que llevo hablando durante tanto tiempo. También quiero continuar escribiendo artículos ocasionales para revistas, y esta es mi gran oportunidad.

Gisella enrolló el cordón del teléfono en su dedo y añadió después de una pausa:

– Además, le debo un favor a Ivonne. Ella me ha dado una oportunidad al encargarme estos artículos especiales, puesto que yo sólo he trabajado en artículos de investigación. El que uno sea bueno en algo, no significa necesariamente que lo vaya a ser en otra cosa. Focus tiene mucha competencia en este momento. No puedo fallarle. Por lo tanto -suspiró-, tengo que convencer a ese lord. Dime todo lo que sepas de él.

– No mucho, en realidad no lo conozco -respondió Meg-. No es muy sociable; sin embargo, la gente de los alrededores lo respeta mucho. Creo que hubo un escándalo en relación con Kilnacroish, pero eso fue mucho antes de que viniéramos aquí y nadie habla del asunto.

– ¡Oh! -Gisella golpeó la pluma contra su libreta, pensativa-. ¡Desearía averiguar más sobre él antes de ponerme a escribir!

– ¿Qué vas a hacer ahora? -preguntó su amiga con curiosidad.

– Creo que iré al castillo y se lo pediré en persona. El trato directo por lo general es más efectivo.

– En especial cuando se tiene una apariencia como la tuya -comentó Meg-. ¡Es increíble cómo consigues todo lo que deseas! Ningún hombre parece poder resistir el hechizo de tus grandes ojos grises ni de tu sonrisa.

– Mmm -murmuró Gisella al recordar a Strachan McLeod. ¡Él no parecía muy impresionado! Tenía el auricular colocado entre la oreja y el hombro y una libreta sobre las piernas. Hacía anotaciones mientras pensaba. De pronto se encontró dibujando la boca de él y la borró con enfado-. ¿Está casado el lord? -hizo un esfuerzo por volver a la charla. Sería más fácil tratar con una mujer.

– No -respondió Meg y bajó la voz hasta un tono confidencial-. Alguien me comentó que estuvo a punto de casarse con una mujer muy guapa, hace algunos años, pero ella canceló la boda en el último momento.

– ¿Por qué?

– No lo sé. Todo es un misterio.

– Tal vez, si tengo la oportunidad de entrevistarlo, pueda averiguarlo -Gisella cerró su libreta con decisión, cuando se dio cuenta de que estaba dibujando un rostro que se parecía mucho al de Strachan McLeod-. Trataré de abordarlo en su madriguera y si eso no resulta, tendré que entrevistarlo de alguna otra manera. Supongo que no lo conoces socialmente. Eso ayudaría.

– A decir verdad, Neil y yo vamos a ir a una fiesta la próxima semana. Neil conoce al lord y me ha dicho que lo había invitado. Por lo tanto, tal vez esté allí. No obstante, Neil me ha hecho prometerle que no me iba a mezclar en ninguno de tus planes. Está aterrado de que comprometas su reputación.

– Neil es un aburrido. ¡Abogado tenía que ser! No sé lo que ves en él, Meg.

– Sobre gustos no hay nada escrito -respondió su amiga. Sabía muy bien que Gisella y su marido se apreciaban, pero que al mismo tiempo, desconfiaban uno del otro-. Es probable que te enamores de alguien así -cuando oyó gemir a Gisella, añadió-: Estoy segura. No te enamorarás de uno de esos hombres con los que sales en Londres. Cuando te enamores, será apasionadamente y de la persona que menos esperes.

Sin motivo alguno, el rostro de Strachan McLeod pasó por la mente de Gisella. A ese paso, tendría que tomar a su amiga en serio, pensó la joven con cierta diversión.

– A lo mejor me enamoro del lord gruñón.

– Nunca se sabe -opinó Meg y Gisella rió.

Aún sonreía cuando colgó el auricular. No tenía intención de enamorarse de nadie en ese momento. Terminaría de escribir esa historia y después, pasaría un invierno tranquila, concentrada en su libro. Lo necesitaba.

Como le gustaba actuar con rapidez, se puso de pie y entró en el dormitorio. Todavía no había anochecido y si quería entrevistar a ese lord, sería mejor que lo hiciera de inmediato.

Abrió su maleta y sacó la ropa con impaciencia, mientras buscaba algo adecuado que ponerse. No creía que la ropa que llevaba en ese momento causara mejor impresión al lord de la que había causado a Strachan McLeod. De acuerdo con su carta lo más probable es que fuera un solterón de gustos conservadores, por lo que eligió una falda beigs, una blusa de seda y un suéter amplio. Contempló su imagen en el espejo, mientras se ponía unos pendientes de perla. Su apariencia era elegante y discreta. Segura de sus poderes de persuasión, Gisella estaba convencida de que con esa ropa no tendría dificultad para convencer al lord de que cambiara de opinión.

¿La aprobaría Strachan McLeod?

Ese pensamiento pasó por su mente y ella se apartó con impaciencia del espejo.

Sin embargo, resultaba difícil borrar la imagen de Strachan de su mente. Los profundos ojos azules, la línea firme de su rostro, sus manos fuertes… Los recuerdos no se apartaban de su mente. Se acercó más al espejo para pintarse los labios de color de rosa. Al delineárselos imaginó la curva sensual de la boca de él.

Sin poder evitarlo, recordó las palabras de Meg: «Te enamorarás de quien menos esperes».

Casi con enfado, tapó la barra de labios. No volvería a pensar en Strachan McLeod. Por supuesto que no lo haría.

Afuera, el cielo estaba gris y llovía. Gisella se cubrió con el impermeable, mientras corría hacia su coche. En el camino se había detenido en Crieston para comprar algo de comida y la parte posterior del coche todavía estaba llena de bolsas. Debía haberlas bajado antes pero como de costumbre, había estado demasiado impaciente por recorrer los alrededores antes que nada.

Tendría que bajar las bolsas cuando regresara. Se empaparía si lo hiciera en ese momento.

El Castillo Kilnacroish estaba marcado en el mapa que Meg le había mandado para encontrar el camino hacia la cabaña. Gisella lo colocó sobre el volante para orientarse, mientras la lluvia golpeaba el parabrisas. No parecía estar lejos. Si seguía de frente y después giraba a la izquierda, quizá habría algún letrero que indicara el camino.

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