– Te quiero -repitió con más firmeza Flora y por fin Matt comprendió que todo podía salir bien. Sus ojos se iluminaron y sonrió, exultante, antes de besarla con fuerza, un beso tan frenético y profundo que hablaba de toda su soledad y su temor, y el sufrimiento de la separación.
– Flora, siento tanto lo que te dije -reconoció Matt cuando pudo hablar, sujetándola por las manos.
– No importa -comenzó Flora, pero él la detuvo.
– Sí importa. Debí haber confiado en ti. Sé cómo eres y que nunca harías algo así. Pero cuando me dijeron lo de Seb y el artículo, la ira me impidió pensar.
Apretó las manos de Flora, deseando que comprendiera.
– Nunca le había hablado a nadie de mi padre. Me pareció que cuando empezaba a confiar en alguien, me traicionaba. Pero sobre todo estaba enfermo de celos -sonrió con ironía-. Llevaba días reuniendo el valor para decirte que te quería, y de pronto te oigo contarle a Paige que te marchas con Seb. Y un minuto después me hablan de un artículo en el que Seb habla de nosotros, todo parecía tan coherente.
– Matt -dijo Flora suavemente-, ¿cómo podías creer que quería estar con otro después de las semanas que habíamos pasado juntos? ¿No te bastaba con besarme para saber cuánto te quería?
– No estaba seguro -admitió Matt abrazándola de nuevo y apoyando la mejilla en su pelo-. No me atrevía a hablarte de mis sentimientos. ¿Te acuerdas de lo que dijiste al marcharte? ¿Que no era posible amarme? -acalló la protesta de Flora-. Sé que no querías decir eso, pero es lo que he creído siempre desde que murió mi padre. Crecí pensando que él no me había querido y que nadie lo haría.
– Matt, lo siento tanto -murmuró Flora-. Yo sólo buscaba algo que te hiciera daño, porque me habías herido.
– Ya lo sé -repitió Matt besando su cabello-. Pero no tardé mucho en comprender que te equivocabas. Sí que tengo sentimientos y todos te pertenecen.
Flora echó la cabeza hacia atrás para mirarlo.
– Cuando me oíste hablar con Paige no decía la verdad. Sólo quería asegurarle que no pensaba quedarme con su trabajo.
– Ya me lo dijo -dijo Matt y Flora lo miró con sorpresa.
– ¿Te lo dijo? ¿Has hablado con Paige de esto?
– He aprendido a expresar mis emociones y ya no paro -rió Matt-. Estaba desesperado por encontrarte y pensé que ella me ayudaría.
Al darse cuenta de que estaban entorpeciendo el tráfico, Matt empujó el carrito sin soltar por ello a Flora.
– Salgamos de aquí -dijo-. Te contaré el resto camino del hotel.
– Tardé una noche en comprender cuánto te necesitaba -prosiguió Matt cuando se encontraron en el interior de un taxi-. Me daba igual el artículo, tu relación con Seb, todo. Sólo quería verte.
Tomó la mano de Flora y le besó los dedos antes de seguir con su narración:
– Lo primero que hice fue ir a tu casa a la mañana siguiente, pero no había nadie. Tenía la sensación de que te habrías marchado de Londres y pensaba que igual estabas con tus padres. Sabía que eras de Yorkshire y nada más. Recordé que Paige es tu amiga y la llamé sin fijarme mucho en la diferencia de horario. Creo que la desperté en mitad de la noche, contándole mi historia y suplicando que me ayudara a encontrarte.
Flora rió por primera vez, imaginando la reacción de Paige al descubrir los sentimientos ocultos de su severo y eficaz jefe.
– ¿Se asombró mucho?
– Bueno, no se lo esperaba -sonrió Matt-. Pero hace falta más que eso para desconcertar a Paige. Recordaba que vivías cerca de York, pero no tenía las señas de tus padres. Me disponía a buscar todas las iglesias medievales del condado cuando mamá llamó.
– ¡Nell! -Flora se llevó la mano a la boca. No había dejado de pensar en el disgusto de Nell-. ¡Pobrecita! ¿Estaba muy disgustada por el artículo de Seb?
– Mucho más lo estuvo al saber que te había perdido -dijo Matt con un gesto divertido-. No me hablaba así desde que era pequeño. No voy a contarte el colorido de la conversación, pero me describió como un completo imbécil que había echado a perder lo mejor que le había sucedido en la vida. Y después de ponerme a la altura de su zapato, admitió que era todo culpa suya.
– ¿Culpa suya?
– Al parecer se encontró con Seb en una recepción en Londres. Él se presentó, dijo que era amigo tuyo y olvidó mencionar que era periodista. Mi madre siempre ha tenido debilidad por los jóvenes encantadores y parece que Seb estuvo encantador. Es tan indiscreta que no tardó nada en contarle toda nuestra vida, incluida su versión de mi trauma con mi padre.
Flora miró a Matt con expresión primero absorta y luego alerta:
– Pero Nell no pudo contarle a Seb que estábamos fingiendo. No lo sabía.
– ¿Eso crees? -la sonrisa de Matt era sarcástica-. Siempre olvido lo fácil que es infravalorar a mi madre -dijo con cierto pesar-. Lo supo todo desde el principio. Pero también supo que estaba enamorado de ti antes de que lo supiera yo.
Flora recordó la mirada lúcida, a veces desconcertada de Nell.
– A veces, me pregunté… Pero no tiene sentido. ¿Por qué no dijo nada si pensaba que mentíamos?
– Porque mi madre es mi madre y decidió que sólo nos faltaba un pequeño empujón en la dirección correcta. Le gustaste desde el primer momento, así que simuló estar convencida, y se quedó una semana más para estar segura de que nos conocíamos a fondo. Por eso se pasaba las noches fuera. Quería que estuviéramos más tiempo fingiendo. Y funcionó, ¿verdad?
Se miraron sonriendo, recordando las largas noches de verano que habían pasado haciendo el amor, enamorándose.
– Sí -dijo Flora en voz baja-. Funcionó.
Más tarde, se apoyó en el balcón de la habitación del hotel que daba sobre el puerto de Sydney, contemplando la Ópera, con sus tejados extraordinarios y el famoso puente. Pequeños barcos cruzaban la bahía y al fondo un grupo de veleros iniciaba una regata con las velas al viento, cortando las aguas azules.
Flora sintió el júbilo de la mañana en sus huesos. Se había duchado y con el agua se habían borrado las huellas de la tristeza y el cansancio del viaje. Se sentía llena de energía, fresca y con los sentidos despiertos. El cielo tenía un azul brillante y transparente, y el mismo aire parecía vibrar de vitalidad… o quizás fuera la alegría que bailaba en todo su ser. Matt la abrazó por detrás y Flora se apoyó en su pecho sonriendo al sentir un beso en el cuello.
– No me has dicho cómo me encontraste.
Matt apoyó la barbilla en su cabeza.
– ¿Por dónde iba? Ah, sí, la llamada de mi madre. Eso me aclaró muchas cosas, pero seguía sin saber cómo encontrarte. Así que llamé a la única persona que nos podía ayudar: Seb.
– ¿Llamaste a Seb? -Flora se dio la vuelta para mirarlo con incredulidad.
– Pensé que tendría el número de tus padres.
– Pero, ¿cómo podías hablar con él después de lo que había escrito?
Matt se encogió de hombros. Le costaba creer en su propia furia ahora que abrazaba a Flora.
– Me daba igual con tal de encontrarte -dijo-. Seb confirmó más o menos lo que me había dicho mi madre. Cómo completó con la imaginación lo que le contó Nell.
– Qué canalla -dijo Flora, intentando indignarse, pero completamente indiferente ante la idea de Seb.
– No pudo resistirse a la tentación de publicar lo que había descubierto, y por si sirve de algo, se disculpó -y viendo que Flora seguía sin convencerse-. El caso es que le prometí las entrevistas en profundidad que quisiera si me decía dónde vivían tus padres. Luego tuve que decidir qué iba a decirte. No podía llamarte, porqué te había tratado demasiado mal, así que decidí ir a verte. Llegué a York, a tu casa, cuando no había nadie. Esperé horas y al fin regresaron tus padres: venían de llevarte a la estación. ¡Puedes imaginar cómo me sentí entonces!
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