Matt se quitó la camisa, tirándola al suelo. Flora, temblando de excitación, comenzó a acariciarlo, sintiendo la delicia de su piel caliente y suave, estremeciéndose bajo sus manos. Era una maravilla poder tocarlo al fin, hartarse de morderlo y acariciarlo, explorarlo sin pudor.
– Flora -Matt se separó unos centímetros para ser capaz de hablar-. ¿Estás segura de que quieres esto?
Flora se inclinó sobre él para besarlo.
– Estoy segura -dijo y sonrió.
Entonces, Matt dejó de controlarse y acarició sus costados y sus caderas, y las piernas largas hasta las rodillas y de nuevo los muslos calientes bajo la falda corta. Flora siguió besándole el cuello y preguntó:
– ¿Y tú, estás seguro?
La caricia de Matt sobre su muslo se detuvo y la miró.
– Nunca he estado más seguro de algo.
– Bien -Flora no tuvo que decir nada más. Se quitó la camiseta con un gesto rápido y Matt buscó el broche de su sostén y se lo quitó con habilidad. Durante unos instantes la miró y luego la acercó a él, tomándola por las caderas.
Flora contuvo la respiración al sentir los labios de Matt sobre sus senos y echó la cabeza atrás, sintiendo que el calor la invadía. Sus labios y lengua pasaban de un seno a otro, mordisqueándola y haciendo que pequeñas llamas de placer recorrieran su cuerpo hasta hacerla gemir y pedir inarticuladamente que siguiera.
Al contemplar su enardecimiento, Matt buscó la cremallera de la falda, haciendo que ésta cayera con facilidad. Y por fin, tras quitarle la ropa interior, la tuvo desnuda, bajo él, y paseó sus manos posesivas por el cuerpo de Flora hasta que sintió que no podía aguantar más. Se levantó un segundo para quitarse sus propios pantalones y en ese instante se miraron, pero Matt volvió inmediatamente a abrazarla, cerrando toda distancia entre ellos.
La sensación de las pieles unidas era tan fuerte que Flora lanzó una exclamación de sorpresa y Matt sonrió mientras se ponía sobre ella.
– Esto es lo que he deseado toda la noche -dijo-. Y la noche anterior. Y la otra -la acarició los senos y las caderas, besándola en la garganta-. No he podido dormir. No dejaba de pensar en besarte y tú ahí durmiendo tan tranquila.
– Yo era la que no podía dormir -protestó Flora casi sin aliento-. ¡Tú roncabas!
– Ni una vez -rió Matt y Flora sintió que su alegría era tan grande que se inclinó para besarlo en los labios-. Y tú, ¿por qué no dormías?
– Pensaba en ti -dijo Flora-. Me preguntaba qué pasaría si daba una vuelta y te ponía la mano en la espalda.
– ¿De verdad?
Flora asintió bajo sus besos.
– Me preguntaba durante horas qué harías si me acercaba y te tocaba así -le acarició la espalda y la cintura-. Y así -deslizó la mano para acariciar su enardecimiento y sonrió al sentir el gemido de Matt-, y así… y así…
– ¿Por qué no lo hiciste? -preguntó Matt con la voz ronca.
– No estaba segura de que te gustara -confesó Flora, y Matt le sonrió con una expresión que disolvió cualquier duda e hizo que los sentidos de Flora saltaran en gloriosa anticipación.
– Pues ya sabes que te equivocabas -dijo-. ¿O aún tengo que probártelo?
– No tienes que hacerlo -dijo Flora simulando seriedad-. Pero sería amable por tu parte -y entonces Matt la abrazó y la besó, y sólo pudo añadir antes de hundirse en las sensaciones-: Sería muy amable…
Mucho tiempo después, cuando Flora abrió los ojos, comprendió maravillada que la habitación de hotel seguía allí, exactamente igual que antes. ¿Era posible que el mundo siguiera intacto después de lo sucedido?
Nunca había conocido un sentimiento de plenitud tan bienhechor. Se sentía casi mareada por la felicidad. Matt la había llevado con él a un mundo diferente, con un tiempo diferente y una realidad en la que sólo contaba la sensación de sus cuerpos moviéndose juntos, el fuego de la piel contra la piel, la dolorosa ternura del tacto, el sabor, los murmullos apasionados, seguidos de una corriente de excitación tan poderosa y de un hambre tan pura que los había arrastrado a los límites del éxtasis para abandonarlos después en sus orillas, abrazados y temblorosos por la emoción del descubrimiento.
Ahora Matt estaba tumbado sobre ella, con la cara enterrada en su cuello y el brazo rodeando su cintura. Flora acariciaba aún la espalda y los hombros, saboreando la delgada firmeza de la piel. Le gustaba sentir su peso sobre ella, el calor de su aliento, el movimiento rítmico de su pecho.
Le gustaba todo en él.
Sus caricias se detuvieron paralizadas por la certeza de la revelación que cruzó su mente y allí quedó, quieta, pesada, inamovible. Ni siquiera se sintió sorprendida. En realidad siempre había sabido que lo amaba. ¿Cómo había podido no reconocerlo antes? Lentamente, sus dedos volvieron a acariciar su cuerpo.
No tenía ningún futuro con Matt. Había sido claro y Flora no se arrepentía de lo sucedido. Hubiera sido más sensato permanecer alejada de él y partir con el orgullo intacto, pero, ¿de qué le serviría el orgullo cuando Paige regresara y ella tuviera que marcharse? Al menos tendría los recuerdos de su relación, un tesoro indestructible al que recurrir. No podía sentirse triste por la noción del final. En realidad, a la satisfacción física se añadía la calma de saber que lo amaba y que no tenía que engañarse más a sí misma.
Flora sabía por instinto que de nada valdría luchar contra el sentimiento. Iba a terminar con el corazón roto, pero lo único en lo que podía pensar era en aprovechar el momento y relegar el futuro como si tuviera todo el tiempo del mundo. Besó el pelo de Matt y éste se estiró y murmuró su nombre, antes de erguirse sobre un codo para mirarla.
– Ha sido increíble -dijo suavemente, apartándole un mechón de pelo de la mejilla. Sus ojos brillaban con una ternura que atenazó el corazón de Flora-. Eres increíble.
– ¿No te arrepientes de no haber leído el informe comercial? -bromeó ella.
La mano de Matt acarició su seno desnudo y sonrió de una manera que hacía correr champán por las venas de Flora.
– ¿Qué crees?
– Siempre puedes recuperarlo ahora.
– Podría, pero siento que mi mente no está del todo en la lectura -respondió Matt junto a su boca.
– ¿Es demasiado tarde para empezar a ser sensatos? -preguntó Flora con una sonrisa feliz.
– Desde luego -Matt asintió mientras Flora se estremecía bajo su boca y sus manos-. Demasiado tarde.
Cuando despertó horas después, Flora dormía dulcemente contra él, con una sonrisa soñadora en los labios. Ojalá estuviera soñando con él, pensó Matt mientras la contemplaba sintiéndose feliz. Normalmente su mente saltaba a las acciones del día en cuanto abría los ojos, pero esa mañana sólo deseaba permanecer junto a ella, viéndola dormir.
Tomó entre sus dedos un mechón y lo acarició para sentir la seda dorada hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo y dejó de sonreír. Cualquiera que lo viera pensaría que era un hombre enamorado.
Se separó de Flora y se sentó en el borde de la cama, frunciendo el ceño en dirección a la alfombra. Lo último que quería era complicarse la vida enamorándose de alguien. El amor era demasiado confuso, demasiado exigente, algo que escapaba a su control. El amor era un lujo para gente con tiempo. Él tenía que ocuparse de un negocio y el amor estaba completamente fuera de lugar.
¿Era así?
Por primera vez en su vida, Matt no estaba seguro de la respuesta. Desconcertado por su propia vacilación, se puso los pantalones y se inclinó para reunir la ropa que había distribuido por el suelo la noche anterior. Después, aún sin camisa, se sentó de nuevo para mirar a Flora.
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