Jessica Hart - Romance eterno

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Romance eterno: краткое содержание, описание и аннотация

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La alegre Flora Mason había planeado trabajar durante un tiempo y, en cuanto hubiera reunido el dinero necesario, se marcharía a recorrer el mundo. Sus planes no incluían un romance con su atractivo jefe, Matt Davenport. Pero Flora necesitaba quedar bien con un antiguo novio y Matt necesitaba pareja para un par de días. Estaban hechos el uno para el otro. El problema era que las dos noches acordadas se convirtieron en tres, luego cuatro… y Flora comprendió que no quería un contrato temporal, sino un trabajo para toda la vida.

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En la puerta, Flora lo miró por última vez. Matt estaba apoyado en la puerta de su despacho, con un aspecto de tristeza como no había visto nunca. Sintió el impulso ridículo de correr a consolarlo, pero supo que la rechazaría con odio. Quería perderla de vista, nada más.

– Adiós, Matt -dijo, asombrada de la calma fría que había en su propia voz-. Sabes, me alegro de que esto haya sucedido. Tenía miedo de haberme enamorado de ti, pero ahora sé que eran imaginaciones. No eres capaz de expresar emociones, porque no las sientes. Por eso, es imposible quererte -dijo y se dio la vuelta, saliendo del despacho.

– ¡Flora! -Matt corrió tras ella, sin saber qué quería decirle, consciente sólo del temor a perderla-. ¡Flora! -gritó de nuevo, pero ella estaba ya en los ascensores y ni siquiera se había vuelto.

Matt soltó un taco y volvió a su despacho, cerrando con un portazo que hizo temblar el edificio. No iba a correr detrás de ella. Él no tenía nada que reprocharse y era Flora la que le había traicionado. Y luego se había ido sin una disculpa.

El artículo seguía sobre la mesa de Flora. Matt lo arrugó con un gesto de rabia y luego, repentinamente hundido por la desesperación, cayó sobre un asiento y se escondió la cara entre las manos.

Tenía que hablar con su madre y contarle los hechos antes de que leyera el artículo. No sabía qué iba a decirle. Sólo sabía que una hora antes Flora canturreaba alegremente en la oficina y que ahora se había marchado para siempre.

Flora esperaba sus maletas en el aeropuerto de Sydney. «Estoy en Australia» se repetía una y otra vez, pero no podía aceptarlo. Tantos meses, años incluso, soñando con sus viajes y lo único en lo que pensaba era en lo lejos que estaba de Matt.

Tocó el anillo que llevaba colgado del cuello como si fuera un talismán. Su primer impulso había sido enviárselo a Matt, pero él había insistido en que se lo quedara. Tampoco podía llevarlo en el dedo, de manera que decidió colgárselo del cuello, y allí estaba mientras el recuerdo de Matt se retorcía en su interior como un cuchillo.

Desde que Flora salió aquella terrible tarde, ocho días atrás, de las oficinas de Elexx, había estado sumida en tal desesperación que apenas si había sido consciente de sus movimientos y decisiones. Se sentía anestesiada mientras guardaba su ropa en el hotel, tomaba un taxi a la estación y el primer tren a Yorkshire. Su tristeza era tan honda que ni siquiera lloró cuando su madre fue a recogerla en su pueblo.

Y la misma tristeza la había mantenido sin lágrimas durante el viaje agotador hasta Sydney. Nada le parecía real. Lo único real era Matt, el calor de su sonrisa, sus manos y sus ojos. Flora se sentía completamente separada del mundo si estaba lejos de él y ya no sabía ni sentir algo que no fuera dolor.

Le dolía su ausencia con un dolor tan agudo y persistente que a veces le impedía respirar. El dolor era lo único que vivía en ella, y temía que un día desapareciera, dejando sólo el vacío y la inexistencia.

Había dejado a Matt atrás, eso lo sabía. Él no había intentado buscarla cuando se marchó. Y si de verdad creía que ella tenía algo que ver con el artículo, Flora prefería que no la encontrara.

Eso se dijo cuando llegó al aeropuerto de Londres y vio que Matt no estaba. Era una locura, pero hasta el último momento había esperado que él la buscara y le impidiera marcharse. Y allí estaba, en Australia, intentando recordar cómo era antes de conocer a Matt, cuando podía vivir sola y disfrutar de la vida.

Por fin apareció su maleta y Flora tiró de ella para ponerla en el carrito. No tenía ni idea de cuál era el paso siguiente y de pronto le entró un pánico tan profundo que sólo pudo aferrarse al carro, mirando al vacío. ¡No quería estar allí! Quería estar en Londres, con Matt, abrazada a él en la cama.

Se dio cuenta de que varios viajeros la miraban con curiosidad. Flora hizo un esfuerzo sobrehumano para moverse. No podía seguir allí. Así que suspiró y se dirigió hacia la salida. No tenía nada que declarar, salvo un corazón roto, y no creía que el policía de aduanas estuviera interesado en eso.

Y después salió, indiferente a los gritos y empujones de la gente que había ido a esperar a familiares y amigos. Ella bajó la vista y empujó el carro, segura de que nadie la esperaba.

El dolor atenazó su corazón como una garra cruel, pero se esforzó en no llorar. Había pasado días con un frío glacial que le impedía llorar y no iba a empezar en Australia. Tenía que resistir.

– ¿Flora?

Junto con su nombre reconoció la voz americana, tan parecida a la de Matt que su corazón dio un vuelco. Se estaba volviendo loca, hasta el punto de tener visiones. Apretó el paso, intentando escapar de los fantasmas de su mente.

– ¡Flora! -esta vez había alguien a su lado, y una mano tocaba su hombro.

Flora se quedó helada. No podía ser Matt. Se giró muy despacio, temiendo la terrible decepción. Pero allí estaba, tan alto y guapo como lo recordaba. Los mismos ojos verdes, el mismo gesto severo que tanto le gustaba. Nadie tenía una boca como aquella.

Lo miró, incrédula, renuente a reconocer que estaba allí, con la expresión incierta, como si él tampoco creyera que la había encontrado.

– ¿Matt? -la voz de Flora era un hilo y tenía los nudillos blancos de tanto apretar el carrito.

Matt asintió. No podía hablar. Sólo podía mirarla, mirar su rostro más delgado, sus ojos oscurecidos por la tristeza. Pero era Flora, al fin.

– Tenía miedo de que te escaparas -dijo de pronto. Carraspeó, pero había empezado y ya no quería callarse-. Llevo horas esperando que atravieses esa puerta. Empezaba a creer que no te había visto, que habías salido entre la multitud y que te había perdido para siempre.

Flora se sentía desconectada del mundo. Oía sus palabras, pero no las entendía. Nada tenía sentido. Se humedeció los labios.

– ¿Qué haces aquí?

– Tenía que verte -dijo Matt, olvidando que estaban en medio del vestíbulo, molestando a la gente-. Tenía que explicarme, disculparme -de pronto, cerró los ojos, agotado-. Dios mío, cómo me alegro de verte. Te he echado tanto de menos. Tenía que verte para decirte cuánto te quiero.

Y de pronto, tras haber dicho lo que había ido a decir, se quedó callado, mirando a Flora con los ojos oscurecidos por la ansiedad.

– Oh, Matt… -Flora susurró mientras sus palabras iban entrando poco a poco en su cerebro y en su corazón y empezaba a creer que era verdad. Las lágrimas que había contenido tanto tiempo se deslizaron por sus mejillas. ¡La quería! ¡Había dicho que la quería!-. Oh, Matt… -no podía decir otra cosa. Dejó el carrito y dio un paso hacia él, tan insegura como si fueran sus primeros pasos, asustada de estar soñando, o engañándose-. Oh, Matt… -repitió y lo buscó ciegamente y sintió su abrazo, tan fuerte que no podía respirar, pero no quería respirar, sino colgarse de él como si pudiera desvanecerse.

Tenía el rostro hundido en su hombro y Matt besaba su cabello con desesperación.

– Te amo, te amo, te amo -repitió con voz llena de emoción-. No puedo creerme que te abrace de nuevo. Por fin. He recorrido medio mundo para encontrarte, Flora -dijo-. Dime que tú también me quieres.

– Te quiero -exclamó Flora, pero no dejaba de llorar, besando su cuello, su mejilla, cuanto alcanzaba de él-. Oh, Matt, he sido tan desgraciada. Sólo he pensado en ti y ahora estás aquí y no puedo ni creerlo. Sé que es el momento más feliz de mi vida y no puedo dejar de llorar.

Matt se separó para mirarle el rostro lleno de lágrimas. Muy dulcemente, le limpió las mejillas con los pulgares.

– Dilo otra vez -pidió-. Dime que me quieres.

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