– Por supuesto que sí. Pero no todavía. Tú eres demasiado joven como para atarte y necesitas tiempo para divertirte.
– ¿Quieres decir que no haremos esto otra vez?
– No deberíamos. Pero yo tampoco confío mucho en mí mismo -la besó de nuevo-. La próxima vez estaré preparado.
Pero el daño ya había sido hecho, sonrió Shea para sí misma. No, no daño, se dijo ahora. Niall era lo mejor que le había pasado en su vida. Él había sido la razón para seguir adelante después de lo mal que lo había pasado tras el abandono de Alex.
Sin embargo, al crecer su hijo, ella había atesorado el placer agridulce de verlo tan parecido a Alex.
Shea se agitó sintiéndose culpable al saber que Jamie había sido más que un padre para su hijo. Él había sido el que había escuchado la primera palabra de Niall, le había visto dar el primer paso, le había enseñado a jugar al fútbol. Todos aquellos pasos irrepetibles deberían haber sido experimentados por Alex. Si él hubiera querido formar parte de su vida.
Pero no había sido así.
Porque ella no le había dado la oportunidad, se dijo a sí misma. Y por primera vez en años, las lágrimas afloraron a sus ojos y se derramaron por sus mejillas. Se las secó con enfado.
¿Y qué podría haber dicho en aquel momento?, se preguntó a sí misma. Alex había tomado la decisión de irse, de perseguir sus ambiciones. Una mujer y un niño no le hubieran retenido. Eso le había parecido entender a ella.
Se recostó en la cama y cuando por fin quedó dormida, la almohada estaba mojada de las lágrimas.
Después de la noche sin descanso, Shea casi se alegró de que llegara la hora de levantarse. Escogió uno de sus propios diseños, una falda de color kaki con una americana de manga corta y una blusa suave de los mismos tonos de verde.
Apenas acababa de poner la cafetera cuando entró Niall en la cocina y se sentó.
– Te has levantado muy pronto esta mañana -le dijo con sorpresa.
Normalmente tenían que insistirle varias veces para que saliera de la cama.
Niall bostezó.
– Mmm. Supongo que tenía hambre.
– ¿Cuánta hambre? ¿Hambre como para cereales y tostada o para huevos y bacon?
– Sólo cereales, gracias, mamá.
Niall sacó del armario su caja de cereales favoritos y llenó un cuenco hasta arriba.
Shea le sirvió un vaso de zumo de naranja y le dio un abrazo a su hijo cuando volvió a sentarse.
– ¿Por qué ha sido eso? -preguntó el niño, devolviéndole el abrazo.
– Sólo de buenos días.
Niall sirvió la leche encima de los cereales y tomó un par de cucharadas colmadas mientras Shea se sentaba frente a él y empezaba a extender la mantequilla sobre su tostada.
– ¿Mamá?
Ella alzó la vista.
– ¿Te acuerdas de la otra noche, cuando estábamos hablando de chicos y esas cosas? Bueno, ¿no has pensado nunca en volverte a casar?
Ella enarcó las cejas con sorpresa.
– No, no lo he pensado. La verdad es que no.
– Supongo que querrías mucho a papá, ¿verdad?
– Sí, lo quería.
– ¿Es por eso por lo que nunca has querido casarte con otro?
– En parte. Y supongo que no he tenido mucho tiempo de pensarlo.
– Pero si conocieras a alguien realmente agradable, sí querrías, ¿verdad?
– Supongo que sí -acordó ella con cautela.
– Quiero decir que cuando yo sea mayor y viva en mi propia casa, la abuela y tú os quedareis solas.
– Espero que no pienses hacerlo ya -intentó bromear Shea.
Su hijo frunció el ceño con gesto de censura.
– Por supuesto que no. Hablo en serio, mamá.
– No siento ganas de volver a casarme todavía. Pero si conociera a alguien del que me enamorara mucho, lo haría. ¿Qué te parece?
– A mí no me importaría tener un padrastro -dijo con solemnidad-. Y ya sé que no te casarías con cualquiera, mamá.
– Gracias.
– Tú no te casarías con alguien como el tipo con el que se ha casado la madre de Mike Leary. Mike dice que su padrastro es un ogro, pero yo sé que tú escogerías a alguien agradable.
– Niall…
– Ya sé que hablamos de él la otra noche pero, ¿qué piensas de verdad de David Aston? -preguntó con toda seriedad.
– David y yo sólo somos amigos y no tengo intención de ir más allá. Eso ya te lo dije, Niall. Lo que me hace pensar si habrás cambiado de idea. Pensé que no te caía bien.
– Y no me cae muy bien. Ya te dije que era un llorón y aparte de eso, intenta aparentar que le caigo bien cuando tú estás cerca. Es falso.
– Niall, no creo que…
– Bueno, pues lo es.
– ¡Niall! No deberías hablar así de David. Es bastante grosero por tu parte
– Sólo te lo he dicho a ti, mamá. De verdad -clavó la vista en su desayuno y movió distraído la cuchara dibujado círculos en los cereales-. Alex no es un llorón.
A Shea se le secó de repente a boca y tragó saliva.
– Niall…
– Alex es estupendo -continuó Niall apresurado-. Me cae muy bien. Y sólo quería que, bueno, que lo supieras.
Shea clavó la vista en su hijo.
– Mira, Niall. Alex es el primo de tu padre y es… era amigo mío y de tu padre. Pero eso fue hace mucho tiempo. La gente cambia y… -tragó de nuevo-. No quiero que pienses que… bueno que nada…
– Te vi anoche -interrumpió Niall con rapidez-. Besándote con Alex y pensé… -Niall encogió sus estrechos hombros-. Bueno, pensé que también a ti podría gustarte Alex.
– Mira, Niall -empezó Shea con cuidado-. A veces los adultos se besan por otras razones aparte de… Quiero decir que besar a alguien no tiene por qué significar que vayas a tener una relación con él.
Niall asintió.
– Eso ya lo sé, mamá. Pero a mí no me importaría en absoluto que tú y Alex, ya sabes, decidierais salir juntos.
– ¡Oh, Niall! -Shea se pasó una mano por el pelo todavía despeinado-. Puedo entender que te caiga bien Alex, pero no puedes… bueno, organizar la vida de la gente para que sean lo que tú quieres que sean.
Niall suspiró con pesadez.
– Y, Niall -añadió Shea con tono de reproche-. Por favor, no hables de esto con nadie más, ¿de acuerdo?
– No, no lo haré. Pero si tú y Alex…
– ¡Niall! Alex y yo no nos habíamos visto desde que naciste tú. Ahora sólo somos unos desconocidos, así que déjalo así. ¿De acuerdo? -Shea levantó la mano cuando pareció que Niall iba a contestar-. Y no me presiones hacia ninguna dirección o creeré que lo único que quieres es tener una fiesta -terminó Shea intentando poner un tono de desenfado que estaba lejos de sentir.
Ahora, sentada en su despacho con una pila de pedidos delante, Shea casi soltó un gemido al recordar la conversación con su hijo. Niall había sido siempre un niño amistoso, pero nunca hubiera creído que se interesara en alguien con tanta rapidez y facilidad.
Quizá como Norah había dicho, Niall necesitara una figura paterna en su vida.
Shea apretó el bolígrafo al sentir una oleada de miedo. Estaba aterrorizada de que Alex pudiera descubrir que Niall era su hijo. Y si lo descubriera, ¿intentaría robarle el afecto de su hijo? ¿Sería Alex capaz de eso? Al principio hubiera dicho que no, pero, ¿y ahora?
Irritada consigo misma, agarró una pila de pedidos y estaba a punto de intentar concentrarse en su trabajo cuando oyó un golpe en la puerta.
– ¿Shea? -Debbie asomó la cabeza-. Perdona que te interrumpa, pero hay alguien que quiere verte -aleteó las pestañas con gesto teatral-. Alex Finlay.
Shea se quedó perpleja unos segundos antes de bajar la vista a la defensiva hacia los papeles de la mesa.
– Oh, sí. Bueno, dile que estaré con él en un momento -dijo con la mayor indiferencia que pudo y deseando no sonrojarse delante de su ayudante.
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