– No…
Fitz soltó una especie de gruñido y ella se preguntó cómo era posible que ese no le hubiera salido tan dubitativo, tan parecido a un sí.
¿Qué había pasado con su decisión, con su fuerza de voluntad?
Fitz, eso era lo que había pasado.
– No -repitió-. No me puedo quedar.
Pero tampoco debió parecer muy convencida, ya que sus palabras no tuvieron el menor efecto en él.
Seguía mirándola como si pensara comérsela, pero no hubiera decidido por donde empezar. Ella necesitó un supremo esfuerzo de voluntad para apartar la mirada de la de él lo suficiente como para reorganizar sus sentidos y, por fin, logró apartarse de él un poco, pero Fitz no la soltó. Ella se dio cuenta de que lo que quería era que lo siguiera mirando, sabía que, si la volvía a besar, estaría condenada. Así que siguió mirando a la pared hasta que empezó a marearse y pensó que se iba a desmayar.
– Será mejor que bajemos -dijo él, soltándola por fin y apartándose para que ella pudiera bajar sin tocarlo.
No podía hablar por él, pero Bronte supo que ella ya se había metido en un problema. En un gran problema.
Lucy había preparado una bandeja con sándwiches y bizcochos y Bron añadió la tetera.
– Yo llevaré la bandeja, pesa mucho -dijo ella.
– Espera -dijo Fitz sirviéndose una taza de té-. Os dejaré a solas con la merienda. ¿Sigues pensando en tomar el tren de las seis?
Él le estaba ofreciendo una oportunidad más.
– Sí, así es.
Fitz asintió.
– Entonces estate lista para salir a las cinco y media. Puede que haya bastante tráfico en la ciudad.
– Puedo llamar a un taxi…
Pero la mirada de él le indicó que era mejor que no.
– Bueno, a las cinco y media…
Fitz miró la revista que había en la mesa delante de él. Era la última guía de programas de televisión y Brooke aparecía en la portada, presentando su nueva serie. Estaba en alguna selva, sin maquillaje y con el cabello húmedo pegado a la frente. Diez minutos antes él había estado acariciando ese mismo rostro. ¿Por qué entonces se había sentido como si estuviera mirando a alguien completamente diferente?
Miró por la ventana y vio a Lucy y a ella hablando animadamente. La niña debía estar hablándole de Josie, que había sido su amiga desde el primer día de colegio y que tampoco tenía madre. Pero su padre se había vuelto a casar y, no sólo tenía una nueva madre, sino también un hermano y otro de camino.
No estaba seguro de qué le envidiaba más Lucy, a su hermano o al perro. Tal vez después de las vacaciones le compraría uno. No era mucha compensación por no tener una madre, pero eso parecía que no estaba a su alcance.
También vio como Brooke la miraba embobada. ¿Qué era eso que tenía esa mujer que le había llegado tan hondo a él?
Volvió a mirar la revista. Allí estaba tal cual, sin ninguna clase de maquillaje o peinado caro. Era por eso por lo que las mujeres la admiraban tanto o más que los hombres. Ella sabía como estar preciosa, pero no temía parecer cansada, sudorosa, de su propia edad…
Se detuvo en seco. ¿Podría ser eso? ¿Podría ser la diferencia algo tan simple como eso? ¿Es que su belleza juvenil había sido simplemente el blanco de su lujuria y estaba respondiendo a su madurez de una forma enteramente nueva e inesperada?
Agitado, se sentó de nuevo. Había dado por hecho que el aspecto de científica sudorosa era parte de una actuación, pero tal vez no fuera así. ¿Habría ella cambiado tanto? ¿Lo había hecho él?
Iba a hacer un documental y llevaba tiempo buscando a una chica que actuara de presentadora, la vio en el campus y supo inmediatamente que ésa era la cara que necesitaba. Se presentó, le dio su tarjeta y le explicó de qué se trataba.
Más adelante, ella le contó que su padre había muerto y que su madre estaba inválida en la cama, así que ella estaba ganándose el dinero para sus estudios sin que su familia la ayudara. Él le había ofrecido pagarle, pero ella había rechazado el dinero, ya que el documental sería sobre la vida de una universitaria. Entonces se dio cuenta de que ella había encontrado una oportunidad de lucirse y darse a conocer. Entonces fue el momento en que él decidió que esa chica sería suya.
La experiencia le decía que eso sería fácil. Ya llevaba un tiempo trabajando en el mundo mágico de la televisión y el problema no había sido nunca salir con chicas guapas, sino librarse de las aburridas.
Hizo una mueca cuando recordó lo arrogante que era entonces. Ahora la cosa había cambiado y era padre, con una hija a la que proteger. Tal vez si la pusiera a hacer judo…
Entonces sonrió. Los codos de Lucy ya eran armas letales, no necesitaba nada más.
Ni Brooke tampoco lo había necesitado. Lo había llamado y le dijo que no iba a hacer el documental, que estaba demasiado ocupada con los estudios, que era su último año y demás. El no se lo había creído mucho y, cuando su cámara la grabó en más de una fiesta estudiantil, la llamó y quedó con ella en un bar de estudiantes. Pudiera ser que ella no quisiera salir en su documental, pero eso no significaba que no se fuera a acostar con él.
En el bar ella pareció alegrarse de verlo, habían coqueteando un poco, pero él descubrió pronto que hacía lo mismo con todos. Pero eso era lo único que hacía.
Por fin ella había caído en sus brazos en la fiesta de Navidad. Literalmente. Y él pensó que era su noche de suerte. Miró de nuevo la revista y acarició su imagen. ¿Cuánto se puede equivocar un hombre? Y estar en lo cierto a la vez.
Recorrió ese rostro con la mirada hasta que la detuvo junto a las cejas. No había señal alguna de la cicatriz. ¿Habrían retocado la foto? ¿Pero por qué lo iban a hacer, si no era un retrato formal y la cicatriz no se notaba casi nada? Más aún, le daría un aspecto aún más aventurero.
Sus ojos eran también más oscuros. Bueno, eso podía ser la luz o el revelado de la foto.
Sacó la cinta de la cámara y la puso en el vídeo, donde buscó la parte en la que ella estaba dando los premios. Una vez encontrada, miró una y otra vez la revista y la pantalla. La foto no le producía nada, pero la imagen de la pantalla… Bueno, la cinta tenía movimiento, acción, vida. Pero eso también lo tenían sus programas de televisión y nunca había sentido nada al verlos.
No. Era algo más. Se le estaba pasando algo por alto…
Se acercó al escritorio y sacó el sobre que contenía el certificado de nacimiento de Lucy y demás papeles, además de las fotos que le había hecho a Brooke antes de que ella cambiara de opinión sobre lo de salir en el documental. Las dejó sobre la mesa, pero antes de que pudiera hacer nada más, la puerta se abrió de golpe.
– ¡Papá, he tenido una gran idea!
Volvió a meterlo todo en el cajón antes de volverse. Lucy estaba en la puerta con el rostro brillante. Brooke estaba inmediatamente detrás de ella, agitando la cabeza desesperadamente. Volvió a mirar a Lucy.
– Bueno, no me mantengas en el suspense, ¿de qué se trata?
– ¡Mamá se puede venir a Francia con nosotros! Díselo tú. Hay montones de habitaciones en la granja a la que vamos y está cerca de la playa, y… bueno, sería maravilloso. ¿Podría?
Brillante. Miró a Lucy y la oleada de testosterona que lo invadió le sugirió que sería realmente brillante. Pero ella agitó de nuevo la cabeza. Evidentemente, ella no pensaba igual y Fitz vio que tenía que aclararse la garganta antes de volver a hablar.
– Estoy seguro de que tu madre tiene otros planes, para el verano, Lucy.
– No -insistió la niña-. En esa revista hay una entrevista con ella y la he leído. En ella dices que te vas a quedar aquí todo el verano. Que no vas a volver a Pata… Pata… donde sea, hasta dentro de unos meses.
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