Raye Morgan - Enamorada del jefe

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En opinión de esta secretaria de Allman, el nuevo pez gordo de la empresa era un traidor.
La rivalidad entre los McLaughlin y los Allman había dividido Chivaree, Texas, desde hacía más de un siglo. ¿Por qué entonces Kurt McLaughlin habría decidido cambiar de bando y trabajar para la empresa de la familia de Jodie Allman… y ser su jefe? Aunque Jodie se sentía secretamente atraída por el guapísimo ejecutivo, lo cierto era que no se fiaba de él. Pero el destino iba a obligarlos a pasar mucho tiempo juntos… y Jodie tendría la oportunidad de ver cuánto adoraba Kurt a su angelical hija. ¿Cómo podría seguir adelante con su vida después de probar la vida familiar junto a él?

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– ¿Así que decidiste volver para ver si iba en serio, eh?

– Claro -dijo él, divertido-. No tenían ningún derecho a hacer esas amenazas.

– Ya -dijo ella, sacudiendo la cabeza.

Mientras caminaban hacia la puerta, un niño pequeño salió de ella a toda velocidad. Una voz lo llamó desde el interior de la casa.

– ¡Lenny, vuelve aquí! ¡Ni se te ocurra acercarte al estanque!

Kurt le pasó a Jodie una de las muletas para interceptar al pequeño fugitivo y levantarlo en brazos.

– ¡Hola! -le dijo al niño, que tenía la boca abierta de asombro-. ¿Dónde vas con tanta prisa?

El niño intentó zafarse de sus manos al principio, pero la sonrisa de Kurt pareció hipnotizarlo.

– Oh, menos mal. ¿Cómo ha conseguido pillarlo? -una guapa mujer pelirroja apareció en la puerta con un bebé apoyado en la cadera-. Muchas gracias. Le encanta meterse en el estanque y luego tengo que bañarlo de arriba abajo.

– Yo también tengo una niña de esta edad y sé lo que son -dijo Kurt, sonriendo y llevando al pequeño hacia la puerta.

Jodie se había quedado impresionada por la habilidad que había adquirido con las muletas, pero pronto su atención quedó centrada en los niños. Normalmente evitaba estar con niños tan pequeños, porque, a pesar de los años, aún sentía dolor. Apartando la vista de los niños como otros lo hacían de la sangre, decidió concentrarse en su antigua amiga.

– ¿Pam? -le dijo, mirándola.

– ¡No puede ser! -exclamó ella-. ¡Jodie! ¡Jodie Allman! Había oído que habías vuelto, pero ha pasado tanto tiempo…

Se abrazaron y después Pam los guió hacia el interior de la casa, como si hubiera estado esperándolos.

– Llegáis a tiempo para comer. Pasad. Pondré otros dos platos en la mesa.

– Oh, no es necesario. No queremos molestar…

– ¿Estás de broma? Siempre hago mucha comida, así que no hay problema. Podéis sentaros, todo estará listo en un segundo. ¿Dónde está Manny? ¿Ya lo habéis visto? Estará emocionado de veros. Su tema de conversación favorito es lo divertidas que eran las peleas con los McLaughlin -echó una mirada a Kurt-. Tú eres uno de ellos, ¿verdad? Creo que me acuerdo de ti.

Jodie sonrió ante la broma. ¿Acordarse de Kurt? Era imposible olvidarse de él.

– Jodie y yo estábamos en clase con tu hermana Tracy -siguió Pam-. Hasta que se fue a aquella escuela interna. ¡Qué revuelo causó! No sabíamos si nos daba más rabia o envidia.

– Mucha gente va a colegios internos -dijo Kurt.

– No por esta zona.

Jodie le explicó que habían visto a Manny en el viñedo. Pam, sin dejar de hablar, puso la mesa, sirvió la comida, sentó a Lenny en su trona y a la niña en su sillita. Jodie estaba asombrada.

– Pam, aún me acuerdo del día que no hiciste los deberes de latín porque tenías que pintarte las uñas de los pies ¡y ahora veo que te has vuelto multitarea!

– He madurado. Jodie -dijo Pam, después de reírse-. Seguro que a ti te ha pasado lo mismo -Jodie no lo tenía tan claro-. Tener hijos te cambia, desde que te quedas embarazada. Te conviertes en alguien distinto porque piensas en la vida que estás a punto de traer al mundo. Pero tal vez ya sepas todo eso -dijo, mirándola a los ojos-. Por lo que sé, estás casada y has tenido doce hijos -sonrió a su amiga-. O al menos uno. Lo dice tu mirada…

Jodie tenía la boca seca y el corazón latiéndole a mil por hora. Era una tontería. Pam no sabía nada, sólo estaba siendo amable. No podía tener ni idea del hijo que Jodie había perdido hacía años. Esperaba que nadie de Chivaree lo supiera.

Por suerte, no tuvo que responder, ya que la niña pequeña empezó a protestar y Kurt la tomó en brazos de un modo muy natural. Jodie envidió la facilidad que tenía con los niños. Si pudiera controlarse, tal vez empezara a sentirse cómoda con ese tema. Además, ya era hora de que lo hiciera. Sus amigos parecían no dejar de mostrarle a sus hijos y ella actuaba como un vampiro ante la luz. Era ridículo. Pero se levantó y empezó a ayudar a Pam, sólo para que Kurt no le ofreciera que tomara al bebé en brazos.

Manny apareció entonces en la puerta, quitándose en sombrero y frunciendo el ceño como lo había hecho en el viñedo, al ver a Kurt con su hija en brazos.

– Ven con papá -dijo, tomándola de los brazos de Kurt.

Pam notó la tensión al instante y empezó a parlotear de nuevo mientras llevaba a la niña a su cuna, en la habitación. Desde allí llamó a Kurt para que viera el nuevo trenecito que le había comprado a Lenny, pensando en que tal vez a él le gustase para su niña.

Cuando Kurt salió del comedor, Manny miró a Jodie a los ojos sacudiendo la cabeza.

– ¿Puedes explicarme por qué tu padre ha contratado a ese tipo? -dijo en voz baja, con los ojos echando chispas-. Está claro que tiene malas intenciones.

Jodie sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho.

– ¿Tú también lo crees?

– Está claro -dijo él, encogiéndose de hombros-. Es un McLaughlin.

Ella frunció el ceño. Era más que eso. Pero, ¿no serían imaginaciones suyas? Como lo de su atracción por él…

– Bueno, mis hermanos creen que está haciendo un buen trabajo -comentó ella, queriendo ser justa.

– Eso tiene que demostrarlo primero -dijo Manny con un gruñido.

Pam y Kurt volvieron y todos se sentaron a la mesa. Manny sacó una botella de Chardonnay de Bodegas Allman.

– Os gustará -aseguró-. Tiene un toque afrutado y es ligero.

Jodie sonrió mientras observaba a Manny servir las copas. Antes Manny trabajaba como mecánico y ahora se había hecho un entendido en vinos. Kurt puso la mano sobre la copa.

– Yo no quiero, gracias.

La expresión de Manny se ensombreció. Estaba claro que se lo había tomado como un insulto personal. Jodie se dio cuenta de que Kurt había rechazado el vino por la medicación que estaba tomando, pero era demasiado tarde para explicárselo a Manny.

Jodie y Pam llevaron las riendas de la conversación durante toda la comida, recordando viejas historias y riéndose como años atrás. Manny y Kurt permanecieron en silencio y Jodie miraba a Kurt de reojo de vez en cuando, deseando que se uniese a la charla, hasta que se dio cuenta de que estaba pensando en otra cosa y no los estaba escuchando.

Estaba claro lo que estaba pensando Manny, porque lo tenía escrito en la cara: lo mucho que detestaba a Kurt. Sin embargo, ella estaba casi segura de que éste estaba pensando en otra cosa, pero no tenía ni idea de qué podía ser.

Cuando acabaron, Jodie ayudó a Pam a recoger la mesa y a servir una tarta de limón, pero Kurt, sin hacer caso de la tarta, sacó las hojas de las viñas que había cortado y las colocó sobre la mesa.

– ¿Qué haces? -preguntó Manny.

– He estado pensando en el problema de las viñas -dijo Kurt, que pareció sorprendido por ver que había gente a su alrededor.

– Han venido tres veces a verlas del Ministerio de Agricultura -dijo Manny, queriendo cortar el tema-. Si ellos no saben qué pasa, no sé cómo lo vas a saber tú.

– Bueno, no soy un experto, pero…

– Eso está claro -interrumpió Manny-. Eres un McLaughlin… ¿Has hecho algo bien alguna vez en la vida?

Jodie echó una mirada a Kurt. Años atrás, aquello habría sido el principio de la pelea, y casi creyó que las cosas no cambiarían, pero los ojos de Kurt, en vez de lanzar destellos de rabia, parecieron impacientarse por aquella chiquillada.

– Escucha, esto es importante. Estas hojas me recuerdan a algo que estudie en la facultad de Botánica. Aún guardo relación con algunos de mis profesores de entonces, así que voy a mandarles estas muestras para ver si pueden averiguar de qué se trata.

A Manny no le cambió la cara, pero no continuó con los habituales insultos.

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