Él salió del coche patrulla antes de que ella hubiera dado más de cuatro o cinco pasos, y entonces vaciló. ¿Qué le había sucedido a Bobby Tom? Tenía uno de sus ojos cerrado por la hinchazón y se veía totalmente salvaje. Tenía las ropas rasgadas y su omnipresente stetson no estaba. La costra que se estaba formando en la herida de su sien lo hacía parecer un hombre primitivo y peligroso. Recordó lo que le había hecho y, por primera vez desde que lo conocía, le tuvo miedo.
Él avanzó hacia ella. Ella se sintió aterrorizada y se dio la vuelta para saltar dentro del coche y echar el seguro, sólo para descubrir que había esperado demasiado y era tarde para hacerlo.
– ¡Gracie!
Por el rabillo del ojo, vio que intentaba alcanzarla y se movió justo a tiempo de evitarlo. Dejándose llevar por puro instinto, comenzó a correr. Las suaves suelas de sus sandalias se llenaron rápidamente de grava, haciendo que casi se cayera de rodillas. Tropezó, pero de alguna manera logró recuperar el equilibrio y continuar. Voló sobre la línea blanca de la carretera, corriendo tan rápido como podía. Esperaba que en cualquier momento la agarrara y como no lo hacía, miró por encima del hombro.
Él iba ganándole terreno, pero cojeaba tanto que eso le retrasaba considerablemente. Aprovechó su ventaja apurándose todo lo que podía y mientras lo hacía, recordó la historia que le había contado Suzy de cuando era un niño de nueve años al que habían castigado públicamente por golpear a una chica.
Después de todos esos años de tratar amablemente a todas las mujeres, algo se había desatado dentro de él.
Le resbaló el pie en el borde del asfalto y se salió del arcén dando bandazos por los matorrales. Las piedras del terreno entraron en sus sandalias. El terror la invadió cuando lo oyó justo detrás de ella.
– ¡Gracie!
Ella gritó cuando él la hizo caer sobre los matorrales con un empujón que le sacudió hasta el tuétano. Ella se giró mientras caía y cuando chocó contra el suelo estaba de cara a él. Por un momento solo sintió dolor y miedo. Luego sintió que se quedaba sin aire.
Ella había yacido bajo él muchas veces, pero antes habían estado haciendo el amor y lo que había sentido no se acercaba a lo que sentía en ese momento. Su peso brutal e implacable la sujetaba contra el suelo. Olores poco familiares a cerveza rancia y sudor emanaban de él, y la barba sin afeitar cubría sus mejillas.
– ¡Maldita sea! -gritó él apoyándose sobre sus brazos. La agarró y levantó sus hombros lo justo para poder sacudirla como si fuera una muñeca de trapo-. ¿Por qué demonios estabas huyendo?
El encanto fácil y su cortesía impecable se había resquebrajado, dejando un hombre violento y enojado que había sido empujado hasta el límite.
– ¡Para! -sollozó ella-. No…
Él la atrajo hacia sus brazos, manteniéndola tan firmemente apretada que no podía respirar. Ella era débilmente consciente del sonido agudo de una sirena en la lejanía. Su pecho presionaba contra ella y su respiración entrecortada dañaba su oído.
– No puedes… No te… marches. -Su boca se movió contra su sien, y luego, bruscamente, se sintió libre de él.
Por breves segundos, el sol la cegó y no supo que sucedía. Luego vio como Bobby Tom era arrastrado por el Jefe Thackery. Mientras se ponía de pie, el jefe de policía retorció brutalmente sus brazos en su espalda y le colocó unas esposas.
– ¡Estás arrestado, hijo de puta!
Bobby Tom no le prestó atención. Toda su atención se centraba en ella que sintió la urgente necesidad de ahuecar su pobre y herido rostro entre sus manos.
– ¡No te vayas, Gracie! No puedes marcharte. ¡Por favor! Tenemos que hablar.
Sus rasgos parecían devastados y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas. De fondo oyó el sonido de ruedas y puertas cerrándose de golpe, pero no prestó atención. Negando con la cabeza, se apartó de él antes de ceder a la debilidad.
– Lo siento, Bobby Tom. Nunca imaginé que ocurriría nada así. -Un sollozo estrangulado subió por su garganta-. Tengo que irme. No puedo aguantar más.
Thackery se burló.
– Parece que la señora no te quiere.
Hizo girar a Bobby Tom y le dio un empujón en dirección al coche patrulla. La rodilla mala de Bobby Tom cedió y se cayó. Gracie se quedó sin aliento y se apresuró a adelantarse, sólo para ver con horror como Thackery tiraba con fuerza de sus brazos para volver a ponerlo de pie.
Bobby Tom gimió de dolor, luego empujó al jefe de policía con el hombro, apártandole lo suficiente para poder girarse hacia Gracie.
– ¡Dijiste que no te llevarías nada de mi! -gimió él.
Thackery gritó con ferocidad y golpeó ruidosamente la espalda de Bobby Tom, haciendo que casi cayera de rodillas.
Bobby Tom dejó escapar un aullido de desesperación que provenía de las mismas profundidades de su alma.
– ¡Te amo! ¡No me dejes!
Ella permaneció allí de pie, estupefacta, observando como él comenzaba a pelear como un salvaje. Con un gruñido, Thackery cogió su cachiporra.
Ella no esperó ni un momento más. Gritando con ferocidad, se arrojó contra el jefe de policía.
– ¡No te atrevas a golpearle! ¡No te atrevas a intentarlo siquiera! -Embistió a Thackery con la cabeza y lo golpeó con los puños obligándolo a soltar a Bobby Tom para protegerse.
– ¡Detente ahora mismo! -Él comenzó a maldecir cuando el borde de la sandalia impactó en su espinilla-. ¡Basta! ¡Para o te arrestaré a ti también!
– ¿Qué diablos pasa aquí? -rugió Luther Baines. Los tres volvieron la cabeza a la vez para ver al alcalde corriendo hacia ellos, bamboleándose sobre sus cortas piernas, con Dell Brady a su lado y el coche patrulla parado en una posición inverosímil en la carretera. Detrás de los dos hombres, rechinaban ruedas de otros coches que comenzaban a pararse. Terry Jo y Buddy llegaron en su Explorer y Buddy que tenía el labio roto y la mandíbula hinchada se bajó primero. Connie Cameron saltó de su Sunbird.
Luther golpeó el brazo de Jimbo Thackery, obligándolo a dar un paso atrás.
– ¿Has perdido el juicio? ¿Qué demonios crees que estás haciendo?
– ¡Bobby Tom! -Suzy gritó el nombre de su hijo mientras bajaba corriendo por la carretera con Way Sawyer a su lado.
Thackery miró con furia a Luther.
– Él se escapó de la cárcel. Y ella me atacó. ¡Los arresto a los dos!
– ¡Estás como una cabra! -gritó Buddy ante sus palabras.
Luther clavó su dedo índice sobre el pecho de Thackery.
– ¡No te bastaba con ser un grano en el culo, no, Jimbo! ¡Tenías que ir y joderla bien!
La cara de Thackery se puso roja. Abrió la boca, luego se mordió la lengua y la cerró y dio otro paso atrás. Suzy corrió hacia delante sólo para que Way la retuviese al ver cómo los brazos de Gracie se cerraban protectoramente alrededor del pecho de su futuro hijastro.
– ¡Qué se aparte todo el mundo! -gritó Gracie, con su pelo cobrizo destelleando bajo la luz del sol y una expresión tan feroz como la de una amazona-. Que nadie lo toque, ¿habeis oído? ¡Qué nadie lo toque!
Bobby Tom, con las manos esposadas a su espalda, la miró, con una expresión débilmente aturdida.
El que él no pareciera estar en peligro inminente no hizo que Gracie bajara la guardia. Cualquiera que intentara lastimarlo tendría que pasar sobre ella primero.
Ella sintió la presión de su mejilla contra su coronilla, y él comenzó a murmurar las cosas más maravillosas del mundo tan bajo que sólo los que estaban muy cerca de ellos podían oírlas.
– Te amo tanto, cariño. ¿Me perdonarás por lo de anoche? Sé que todo lo que dijiste de mí es cierto, lo sé; Soy insensible, egocéntrico, egoísta y un montón de cosas más. Pero voy a cambiar, lo juro. Si te casas conmigo, cambiaré. Pero no me dejes, porque te amo demasiado.
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