Pero se había conformado con muy poco. Desde el día que había conocido a Bobby Tom, se había sentido afortunada por las pequeñas migajas de afecto que él se había dignado a brindarle. Pero no debería de haber sido así. Era digna de algo más que las sobras emocionales de otra persona.
Terminó la canción y una terrible tristeza cayó sobre ella. No había nada malo en ella. Era de las mejores personas que conocía y más que digna del amor del Bobby Tom Denton. Pero él nunca lo entendería así, nunca entendería lo que estaba rechazando.
*****
Bobby Tom le pasó los trofeos sexuales a un par de jugadores de los Phoenix Suns para poder hablar con su madre.
– Creo que has reservado este baile para mí.
– Estoy segura que en algún sitio tengo mi carnet de baile. -Suzy sonrió cuando él tomó su mano y caminaron juntos hacia la pista de madera.
Ambos eran buenos bailarines -él había aprendido de ella- y durante un rato se movieron sin hablar con el ritmo de un pasodoble, pero él no estaba disfrutando como haría normalmente. Gracie no había dejado de bailar con uno u otro desde que Way Sawyer la había besado. Rechinó los dientes ante el recuerdo.
Aunque era difícil, se obligó a sí mismo a ocultar su infelicidad por el momento y hacer lo que debería haber hecho tan pronto recapacitó sobre lo sucedido en San Antonio, lo que tenía que haber hecho la noche anterior al ver como se miraban su madre y Sawyer en el club de campo.
– Mamá, tenemos que hablar de lo que te ocurre y esta vez no te vas a ir por la tangente con jardinería y folletos de cruceros.
Su espalda se envaró bajo su mano.
– No hay nada de que hablar.
– Ya sabes que yo también lo echo de menos, ¿no?
– Lo sé. Te quería mucho.
– Era un padre genial.
Ella levantó una ceja mientras lo miraba.
– ¿Te das cuenta de que a tu edad ya tenía un hijo de catorce años?
– Uhmm.
Frunció el ceño arrugando la frente.
– ¿Qué os pasó a Gracie y a ti? ¿Por qué has venido con esas espantosas mujeres esta noche?
– No pasó nada. Sabes que eso del compromiso era falso, así que no actúes como si nos fuéramos a divorciar o cualquier tragedia de ese tipo.
– Me acostumbré a pensar en vosotros como en una pareja. Supongo que empezaba a creer que te casabas de verdad.
Él dio un bufido para ocultar su incomodidad.
– Mamá, honestamente, ¿puedes imaginarnos a Gracie y a mí casados?
– Oh, sí, con mucha facilidad. Admito que no al principio, pero en cuanto conocí bien a Gracie, pensé que era perfecta para ti, especialmente cuando vi lo feliz que te hacía.
– Eso no era felicidad. Sólo me reía de ella, eso es todo, la mitad del tiempo es realmente ridícula.
Ella lo miró, lentamente negó con la cabeza, luego descansó la mejilla contra su pecho un momento.
– Me preocupas, cielito. Mucho.
– Bueno, como tú también me preocupas a mi, estamos empatados. -Vio como al otro lado de la pista Gracie se deslizaba con Dan Calebow. Su ex-entrenador parecía estar pasándolo muy bien. La esposa de Dan, Phoebe, bailaba con Luther Baines, que se esforzaba por no mirarle el escote-. Mamá, tenemos que hablar de lo que pasa contigo y con Sawyer.
– Su nombre es Wayland. Y no hay nada de lo que hablar.
– Eso no es lo que él dice.
Sus ojos brillaron intensamente.
– ¿Habló contigo? No estuvo bien que lo hiciera.
– Quiere que haga de Cupido y os junte a los dos.
– No me puedo creer que haya hablado contigo.
– Y los dos somos bastante violentos, asi que no fue precisamente una de las conversaciones más agradable que he tenido. Bueno, como no soy yo quien está enamorado de él supongo que no tiene demasiada importacia.
Él esperó que negara lo que acababa de decir. Pensó que frunciría el ceño y se indignaría, pero, en vez de eso volvió la cara.
– No estuvo bien que te involucrara.
Su madre amaba a otra persona. Cuando asumió la idea, esperaba un ramalazo de cólera, pero, para su sorpresa no pasó lo que había pensado.
Él trató de buscar las palabras cuidadosamente.
– ¿Qué hubiera pasado si fueras tú quien hubiera muerto, mamá? Y si cuatro años después de tu muerte, papá encontrase a alguien que le importara lo suficiente, alguien que haría que no se sintiera solo todo el tiempo. -Después de evitar la conversación durante tanto tiempo, de alguna manera era el momento para hablar de ello, y tuvo la extraña sensación de que Gracie lo impulsaba-. ¿Que pasaría si a él le hubiera ocurrido lo mismo y apartara a esa persona de su vida por lo que sentía por ti? ¿Qué te gustaría que le dijera?
– No es lo mismo.
Él captó la agitación en su voz y supo que la estaba alterado, pero continuó.
– ¿No? Es exactamente lo mismo.
– ¡No sabes lo que diría! No lo entiendes.
– Eso es cierto. Sólo imagino lo que él diría, eso es todo. Supongo que querrías que le dijera que estuviera solo el resto de su vida. Para que hiciera lo que estás haciendo tú, darle la espalda a esa otra persona y preocupándote de ponerle velas durante el resto de tu vida.
– ¡No entiendo por qué me estás presionando así! Ni siquiera te gusta Wayland, me lo dijiste.
– No, no me gusta, pero te diré una cosa, sin duda alguna respeto a ese hijo de puta.
– No seas vulgar -dijo ella automáticamente. Y luego lo miró con los ojos llenos de lágrimas-. Bobby Tom, no puedo. Tu padre y yo…
– Se lo que sentíais el uno por el otro, mamá. Os veía todos los días. Tal vez por eso no tenga ni he tenido demasiado interés en casarme. Porque siempre he querido lo mismo.
Por el rabillo del ojo, vio a Gracie bailando y en ese momento exacto, supo que lo que sus padres habían tenido todos esos años estaba al alcance de su mano. Jesús. Con su madre entre sus brazos y sintiendo la presencia de su padre, supo en lo más profundo que la misma intimidad lo esperaba al otro lado de la pista de baile. La amaba. Saberlo hizo flaquear sus rodillas. Amaba a Gracie Snow, con sus ropas horrorosas, sus modales autoritarios y todo lo demás. Era su diversión, su conciencia, el reflejo de su alma. Era su descanso. ¿Por qué no se había dado cuenta hacía semanas?
Llevaba tanto tiempo pensando en cómo debía ser su vida que se había cegado a sus necesidades reales. La había comparado con los trofeos sexuales y había dado por perdedora a Gracie porque no tenía pechos grandes. Había ignorado el hecho inegable de que las mujeres que iban a fiestas y que sólo pensaban en su apariencia le aburrían desde hacía años. Había pasado por alto que los ojos grises de Gracie y sus rizos rebeldes le hacían la boca agua. ¿Por qué se había aferrado tan tenazmente a la idea de que esos trofeos sexuales eran lo que quería? Gracie tenía razón. A su edad, debería saber qué era lo que necesitaba en la vida desde hacía mucho tiempo. En vez de eso, había seguido juzgando a las mujeres con el baremo que tenía cuando era un adolescente con las hormonas a flor de piel; se sentía avengonzado. La belleza de Gracie lo satisfacía desde el principio. Era real y profunda, se alimentaba de su innata bondad. Era el tipo de belleza que se nutría del alma y que seguiría teniendo cuando fuera una viejecita.
Amaba a Gracie Snow e iba a casarse con ella. ¡Iba a casarse con ella de verdad, maldita sea! Quería pasar el resto de su vida con ella para llenar su vientre de bebés y su casa de amor. En lugar de asustarle, la idea de pasar el resto de su vida con ella le hizo sentir tal alegría que sintió como si fuera a levitar sobre la pista de baile. Quiso arrancarla de los brazos de Dan Calebow en ese mismo momento y decirle que la amaba. Quería que se derritiera delante de sus ojos. Pero no podía hacer nada de eso hasta haber arreglado las cosas con su madre.
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