Intentó convencerse de que aquello no estaba tan mal, de que podía dormir sin inquietud alguna a pesar de que un hombre realmente atractivo se encontrara a su lado.
Sin embargo, no consiguió engañarse. Su corazón latía con más rapidez de lo normal y sus pezones se habían endurecido.
Maldijo su suerte y por una vez deseó ser como Matt. Ser capaz de dormir, a pesar de todo, y descansar.
Cerró los ojos, desesperada, y rogó para conciliar el sueño. Lamentablemente, sabía que no iba a resultar tan fácil.
Matt estaba completamente despierto en la oscuridad. Hacía verdaderos esfuerzos por respirar despacio y llevar aire a sus pulmones, pero se sentía como si acabara de subir corriendo una montaña. Una hora antes estaba agotado y habría sido capaz de quedarse dormido de pie. Ahora, su cuerpo era como una central nuclear llena de energía y a punto de estallar.
Se preguntó adónde habría ido todo su cansancio, pero la pregunta sobraba. Lo sabía de sobra: había desaparecido en cuanto vio a la mujer que dormía al otro extremo de la cama, a Jilly Taylor. Y cuando pensó que había creído estar tan cansado como para no ser capaz de hacer el amor, estuvo a punto de soltar una carcajada.
No podía dormir. No conseguía hacerlo estando tan cerca de un cuerpo cálido, fragante, sedoso, femenino. De un cuerpo que ya había acariciado y que había sentido contra él. Deseaba tocarla de nuevo, pero esta vez, completamente despierto y consciente.
En su desesperación, buscó alguna excusa que explicara la excitación que sentía. Incluso llegó a pensar en las barritas de chocolate que se había tomado por la mañana y se dijo que el exceso de azúcar podía ser el culpable de su situación.
Pero no logró engañarse. La verdad estaba mucho más cerca y se llamaba Jillian.
En ese momento, oyó que ella suspiraba y se puso en tensión. Aquella situación era terrible. Y sospechaba que la noche iba a ser muy larga para él.
El sonido del teléfono lo despertó. Abrió un ojo, vio que todavía estaba oscuro y se preguntó a quién se le habría ocurrido llamar en mitad de la noche.
Estiró un brazo y levantó el auricular. Antes de que pudiera decir nada, una voz metálica y automática declaró:
– Buenos días. Este es el servicio de despertador que usted ha solicitado. Son las seis y media de la mañana. Que tenga un buen día.
Entonces lo recordó todo. Estaba en el Chateau Fontaine y tenía que ver a Jack Witherspoon.
Pero eso no era todo. También estaba durmiendo con Jilly Taylor.
Se sentó en la cama, sobresaltado, y echó un vistazo. Pero Jilly no estaba allí. Aliviado, se pasó las manos por la cabeza y justo en ese momento oyó el ruido de la ducha.
De inmediato, y sin poder evitarlo, la imaginó desnuda. Aquello era más de lo que podía soportar, así que intentó mantener la calma y se dijo que la falta de comida y de sueño lo estaban volviendo loco. Resultaba evidente que en algún momento de la noche se había quedado dormido, pero se sentía como si no hubiera pegado ojo. Necesitaba un par de cafés.
Se levantó y caminó hacia la ventana. En el exterior todavía estaba oscuro y apenas se podía ver otra cosa que las luces del propio hotel. Además, seguía nevando.
Segundos después, oyó que Jillian salía de la ducha y él corrió a vestirse, pero sólo le dio tiempo de ponerse unos pantalones azules. La puerta del cuarto de baño se abrió entonces y Jilly Taylor se materializó ante él, como una diosa, envuelta por el vaho.
Por suerte para él, se había cubierto con una toalla. Pero estaba tan bella, que Matt se quedó sin palabras. Ni siquiera podía pensar con claridad.
– No sabía que te hubieras despertado – comentó ella.
– Pedí que me despertaran a las seis y media. He quedado con Jack a las nueve, para desayunar. ¿Y tú? ¿A qué hora vas a verlo?
Ella dudó antes de responder.
– A las siete y media, y también para desayunar.
Matt apretó los puños. El hecho de que se reuniera antes con ella no era nada bueno.
Pero la verdadera cuestión era otra: hasta dónde pensaba llegar para conseguir el contrato de la ARC. Sabía que era una mujer ambiciosa, pero no sabía si carecía de ética. Sabía que era perfectamente capaz de competir con cualquiera, pero no sabía si además jugaba sucio.
Incluso cabía la posibilidad de que fuera como Tricia y estuviera dispuesta a utilizar sus encantos femeninos para salirse con la suya. Y él no podía competir con eso.
– Mira, Matt, he estado pensando en todo este asunto. A mí tampoco me agrada en absoluto. Adam nos ha colocado a los dos en una situación muy desagradable y el asunto ha empeorado por culpa de la habitación. He llamado hace un rato a recepción, pero no se puede hacer nada.
– Pues no pienso marcharme, te lo advierto.
– Yo tampoco -dijo ella mientras se echaba el pelo hacia atrás-. De modo que será mejor que establezcamos una serie de reglas para que lo llevemos lo mejor posible.
¿Qué tipo de reglas?
– Bueno, en primer lugar… Creo que deberíamos estar vestidos todo el tiempo.
Él asintió lentamente.
– De acuerdo, estaremos vestidos todo el tiempo. Pero tengo que advertirte que ducharse en esas condiciones va a resultar difícil – bromeó.
– Está bien. Iremos vestidos excepto en la ducha -dijo ella.
Matt asintió.
– ¿Qué más?
– Quiero esa campaña y pienso hacer lo posible por conseguirla. Supongo que tú también la quieres, pero siempre juego limpio y espero lo mismo de ti.
Matt la observó durante unos segundos, intentando averiguar si era sincera. Ciertamente, lo parecía.
– ¿Sugieres que nos comportemos con elegancia?
– Exactamente. Y que no intentemos sabotearnos.
Matt arqueó una ceja.
– Por lo visto, no tienes muy buena opinión de mí.
– Soy desconfiada por naturaleza.
– Y yo.
– Razón de más para que establezcamos normas. Tengo intención de pelear, pero te prometo que lo haré limpiamente si tú me aseguras lo mismo.
– Contrariamente a lo que puedas creer, nunca hago trampas. No necesito hacerlas.
– Yo tampoco. ¿Trato hecho?
Ella extendió una mano y él se la estrechó.
Fue un contacto firme y simplemente profesional, pero Matt tuvo que resistirse a la tentación de tomarla entre sus brazos y romper la norma de la desnudez en aquel preciso instante.
Era consciente de que estaba empezando a perder el control, de modo que hizo un esfuerzo y se recordó que Jillian no era una mujer encantadora, sino una ambiciosa compañera de trabajo que competía con él por la campaña de ARC.
A pesar de ello, estuvo a punto de gemir. Incluso vestida, le parecía tan bella, que no dejaba de imaginarla desnuda, en la ducha. Sin embargo, sabía que podría superarlo.
– Muy bien, en tal caso voy a recoger mis cosas y te dejaré el cuarto de baño para ti solo.
– Gracias.
Jillian salió del cuarto de baño unos segundos más tarde, con su bolsa de maquillaje. Él la observó al pasar y clavó la mirada en su trasero. Le gustó tanto, que su erección empeoró y entró en el cuarto de baño tan deprisa como pudo, para ocultarse.
En cuanto se quedó a solas, bajó la mirada, contempló su sexo y se preguntó cómo era posible que la encontrara atractiva.
Pero fuera como fuera, lo excitaba. Y el problema no tenía fácil solución.
Jilly cerró los ojos cuando se cerró la puerta del cuarto de baño y dejó escapar un suspiro.
Cuando volvió a abrirlos, su mirada se clavó en la cama donde habían dormido. O más bien, en la cama donde ella había intentado dormir, sin éxito. Había pasado toda la noche en vela, perfectamente consciente del hombre que estaba a su lado y preguntándose qué se sentiría al hacer el amor con él.
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