Jaquie D’alessandro. - Placer Y Trabajo

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NO SOSPECHABAN QUE TRABAJAR DURANTE LAS VACACIONES PODRÍA SER TAN PLACENTERO
Los ejecutivos de publicidad Matt Davidson y Jilly Taylor tenían dos cosas en común: ambos odiaban perder y se deseaban el uno al otro. Pero ninguno de los dos estaba dispuesto a arriesgar el ascenso por rendirse a la atracción que sentían. No contaban con que su jefe les encargara llevar la misma cuenta… y dormir en el mismo hotel. Aquello estaba al rojo vivo, tanto laboral como sentimentalmente, y pronto se dieron cuenta de que no podían centrarse en el trabajo…

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Ahora sólo quería concentrarse en su trabajo. Tenía la sensación de que aquel fin de semana en Chateau Fontaine era la gran oportunidad que había estado esperando. La ocasión de conseguir todo lo que había soñado.

Capitulo 2

Matt se detuvo ante el pórtico con columnas del hotel Chateau Fontaine, tomó su chaqueta de cuero y su bolsa de viaje, dejó el coche para que lo aparcaran y se dirigió a la entrada. Tenía las piernas entumecidas por el viaje, de seis horas, y pensó que en tanto tiempo podría haber llegado a Canadá.

Sin embargo, sabía que la tardanza había sido culpa suya. Había optado por tomar la autopista de Long Island a sabiendas de que era famosa por los tremendos atascos que se organizaban en ella, pero había pensado, equivocadamente, que el tráfico estaría bien. A fin de cuentas, había salido de la ciudad después de las ocho de la tardé. Pero no había contado con la gente que se marchaba fuera a pasar el fin de semana, ni con la nieve ni con el camión que había sufrido un accidente y que había cortado la ruta.

En cuanto entró, caminó hacia la recepción como si hubiera encontrado un oasis en mitad del desierto. Tenía sed y no había comido nada en todo el día, pero estaba tan agotado que no le apetecía comer.

– Estoy tan cansado que no me apetecería ni hacer el amor -murmuró.

Sólo quería meterse en la cama y dormir. La experiencia del viaje se había sumado a la larga noche en vela, de modo que decidió descansar y levantarse a primera hora, con tiempo suficiente para echar un vistazo a sus notas antes de reunirse con Jack Witherspoon. Había charlado con él aquella mañana y no sabía cuándo llegaría al hotel, pero los dos se habían mostrado de acuerdo en que sería mejor que se reunieran por la mañana en lugar de hacerlo nada más llegar.

Matt sonrió a la recepcionista, que se llamaba Maggie a juzgar por la plaquita que llevaba en la blusa, y le dio el fax de la agencia de viajes de Maxximum.

– Ah, sí, señor Davidson… lo estábamos esperando -dijo, mientras le daba un folleto-. Aquí tiene información sobre nuestras actividades. Su habitación es la 312. Tome el ascensor de la izquierda hasta el tercer piso. La encontrará al final del pasillo.

– Me gustaría que me despertaran a las seis y media de la mañana, por favor.

Matt tomó su bolsa de viaje y cruzó el vestíbulo en dirección a los ascensores. Las paredes estaban decoradas con motivos navideños y una de ellas era un gigantesco ventanal que supuso daría a los viñedos, aunque la oscuridad del exterior no permitió que lo comprobara. Los techos eran altos, los suelos estaban cubiertos de alfombras y entre las plantas se distinguía un piano, cerca de la escalinata interior, y un árbol de Navidad.

Entró en el ascensor, medio dormido, y unos segundos después ya se encontraba en el tercer piso. Ahora sólo tenía que localizar su habitación.

Estaba al final del pasillo, tal y como le había indicado la recepcionista. Cuando llegó, abrió la puerta y entró. La repentina oscuridad le resultó muy agradable, sobre todo después de haber soportado la intensa luz del vestíbulo del hotel.

Sólo quería hacer una cosa: acostarse. Así que dejó la bolsa en el suelo, se quitó la chaqueta, se desnudó y se quedó sin más prenda que los calzoncillos antes de avanzar hacia la cama. A pesar de la oscuridad, notó que estaba algo revuelta y le extrañó, pero en ese momento no le dio mayor importancia.

Una vez bajo las sábanas, suspiró y se dispuso a caer en brazos de Morfeo. Pero entonces se estiró y notó que su brazo rozaba con algo cálido y suave. Pensó que las sábanas eran de satén y las acarició. Ciertamente, eran muy suaves. Suaves y redondeadas, como el pecho de una mujer. Incluso creyó notar lo que parecía ser un pezón.

Entre sueños, pensó que era una cama maravillosa y casi pudo sentir lo que parecía ser un cuerpo femenino contra su espalda. Pero aun así, habría seguido durmiendo tan tranquilamente de no haber oído, con total claridad, un grito ahogado.

– Pero qué diablos…

Matt abrió los ojos.

– ¡Sal de la cama ahora mismo, canalla! – gritó una voz femenina.

Matt encendió la luz y tardó unos segundos en ajustar la visión a la súbita claridad. Cuando lo consiguió, se encontró ante una morena de pelo revuelto y expresión furiosa. Parecía dispuesta a sacarle los ojos.

– ¿Tú? ¿Eres tú? ¿Matt?

Él todavía tardó unos segundos en reconocerla.

– ¿Jilly?

Los dos se miraron sin saber qué hacer, ni qué decir, durante un rato interminable.

Matt todavía no podía creer lo que había sucedido. Además, le resultaba increíble que aquella mujer impresionante, de largo cabello oscuro, ojos entre dorados y marrones y cuerpo maravilloso, fuera nada más y nada menos que Jillian Taylor.

La Jilly que él conocía no se parecía nada. Era estirada, conservadora, fría, justo lo contrario que aquella mujer. Y cuando cayó en la cuenta de que realmente le había acariciado uno de sus senos, no pudo evitar admirar su anatomía. Aunque se había tapado con las sábanas, distinguió curvas asombrosas y unas piernas interminables.

Por sorprendente que pudiera ser, Jillian ocultaba un precioso secreto bajo su apariencia profesional. Y desafortunadamente para él, le provocó una más que visible erección.

Desesperado, intentó reaccionar. Carraspeó y dijo:

– ¿Qué estás haciendo aquí?

– Eso mismo te pregunto yo. ¿Qué estás haciendo en mi habitación? ¿Qué es esto, algún tipo de broma?

– Yo no gasto bromas de ese tipo. ¿Y qué quieres decir con eso de que es tu habitación? La recepcionista me dio la 312 y esta es la 312, ¿verdad?

– Sí -respondió ella, frunciendo el ceño-. Supongo que habrán cometido algún tipo de error. Pero eso sigue sin explicar tu presencia en el Chateau Fontaine, aunque cualquiera podría adivinar que tienes intención de estropear mi reunión con Jack Witherspoon.

– ¿Tu reunión? -preguntó, asombrado.

– Claro. Adam me envió para que lo convenza de que firme con Maxximum.

Matt entrecerró los ojos y la observó con detenimiento. O era una mentirosa magnífica o su jefe les había gastado una broma a los dos.

– ¿Eso es cierto? Porque, si lo es, debo advertirte que Adam me envió precisamente para lo mismo.

Jillian lo observó intentando mantener la calma. Se había pegado un buen susto al descubrir que no estaba sola en la cama, pero el susto había sido aún mayor cuando comprendió que las caricias que había sentido no eran ningún sueño, sino algo real. Y después de comprobar la identidad del extraño, le extrañaba que no hubiera sufrido un infarto.

En cuanto a las palabras de su compañero de trabajo, no sabía si era sincero o si estaba mintiendo. Lo miró con atención, como intentando averiguar la verdad, pero sólo consiguió excitarse ante la contemplación de su cuerpo.

Sin querer, y desde luego contra su voluntad, recordó lo que Kate le había comentado: que cabía la posibilidad de que aquel fin de semana encontrara al hombre que estaba buscando. Pero expulsó aquella idea de su pensamiento y se dijo que se estaba volviendo loca.

– ¿Y bien? -preguntó él, sin dejar de mirarla.

– ¿Bien, qué? -preguntó ella a su vez, mientras se levantaba de la cama.

Matt extendió una mano para ayudarla y ella la aceptó. Al sentir su cálido contacto, sintió tal estremecimiento, que se apartó enseguida. Fue como si acabara de sufrir una descarga eléctrica.

Se sentía incómoda y expuesta en ropa interior y habría dado cualquier cosa por una bata. Pero no tenía ninguna a mano y él no parecía molesto por la situación, así que decidió que no le daría el gusto de demostrar inseguridad. Además, intentó tranquilizarse pensando que, al fin y al cabo, en la playa estaba igual de desnuda.

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