Marion Lennox - Unos Invitados Muy Especiales

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Matt McKay creía tener la vida perfectamente planeada cuando decidió pedirle a su novia que se casara con él…, pero entonces se interpuso el destino. La irresistible Erin Douglas apareció en su camino…¡con dos preciosos gemelos de la mano! El impulso caballeroso de Matt tiró por la borda todo su futuro; de pronto, tenía una familia. Para su propia sorpresa, Matt no tardó en darse cuenta de que le gustaba la mujer que había provocado todo aquello…

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– Estoy seguro. Y Charlotte también. ¿No, cariño?

– Por supuesto-contestó ella, sin salir de su perplejidad.

– Ve y haz tus compras, Erin. Yo me haré cargo de tu trabajo.

Erin fue todo el trayecto agarrada al volante, tratando de controlar su rabia. ¿Qué demonios había visto Matt en aquella mujer?. ¿No se daba cuenta de cómo era en realidad?. Era encantadora con él, pero horrible con los que consideraba poco importantes.

Claro, que eso no era asunto suyo, se dijo al entrar en Bay Beach. La vida amorosa de Matt solo era asunto de él.

En ese momento, vio a Shanni saliendo de una tienda y su cara se iluminó. Shanni era una buena amiga. Como Erin, procedía de una familia humilde y Charlotte la había despreciado desde hacía mucho tiempo, igual que a Erin.

– ¿Dónde están los niños?

– Están con mi madre. ¿Nos tomamos un café y charlamos un poco?

– Claro. Pero te advierto que te voy a hablar de una bruja.

– ¿De quién se trata?

En la granja el que empezaba a perder la paciencia era Matt. Había llenado el remolque de heno y los gemelos lo habían ayudado alegremente, pero cuando se encaminaron hacia los pastos, Charlotte decidió acompañarlos.

Luego, cuando William levantó su primera palada de heno del remolque, y no era una hazaña pequeña para un niño, ella le dijo cómo hacerlo bien.

– El ganado lo pisoteará si lo pones en fardos grandes- le explicó secamente a William. Espera a que Matt corte la cuerda que lo sujeta y levanta un cuarto cada vez.

William Entonces se puso serio. Luego se fue detrás del remolque y Henry decidió hacer lo mismo. Se quedaron ya todo el tiempo sin saber qué hacer y esperando volver a cas. Charlotte les regañó y Matt trató de arreglar las cosas, pero los niños no quisieron entrar en razón.

– Te alegrarás de marcharte mañana- le dijo Charlotte a Matt. Los niños son muy gracioso durante un tiempo, pero luego cansan mucho.

– Estos niños son muy buenos.

– Si fueran buenos, habrían sido adoptados ya hace mucho tiempo.

– ¡Cállate!- Matt miró al os niños, tratando de averiguar si la habrían oído. Ten cuidado con lo que dices.

– Es solo la verdad- insistió Charlotte. ¡Por el amor de Dios, si hasta han quemado una casa!. Deberían estarte agradecidos, en vez de comportarse como dos caprichosos.

Matt no dijo nada más, pero pensó que no estaban siendo unos caprichosos y trató de bromear con ellos para que se animaran. Cuando terminaron con el heno, Matt se acercó a ellos.

– Venida a ayudarme a cepillar a Cecil- le dijo. Ya estará seco y necesita que lo cepillen bien, si quiere ganar el concurso.

– Oh, Matt, como si supieran cómo cepillar a un toro…Yo os ayudaré.

– Niños…

– Quiero ir a ver la televisión-dijo entonces Henry.

William se mordió el labio inferior y no dijo nada.

– Me gustaría mucho que me ayudarais.

Nade dijo nada.

Erin volvió a la granja de mejor humor. No había nada mejor que poder hablar con una amiga, pensó al entrar en la finca. Eso, un par de metros de tela bonita, unos zapatos nuevos y un frasco de su perfume favorito, que le había regalado Shanni, era suficiente como para enfrentarse de nuevo al mundo.

Y a Charlotte.

La pareja estaba en la cocina. Erin abrió la puerta y se dio cuenta de que estaban hablando de ella, pero que, nada más verla, se callaron y Matt se mordió el labio.

Y, al parecer, no estaban diciendo nada bueno, pensó Erin. Pero, ¿cuándo había hablado Charlotte bien de ella? ¿o de alguien que tuviera menos dinero que ella?

– Hola- saludó alegremente, decidida a mantener su estado de ánimo. Tuve que venirme porque no podía comprar nada más.

– ¿Compraste todo eso con el cheque?-preguntó Charlotte con cara de incredulidad y moviendo la nariz.

Ese es el perfume que lleva Sally. Es caro. ¿ Y te has comprado un vestido en Della´s?

– Bueno, no siempre me visto con la ropa que les sobra a los demás- contestó Erin con calma, dejando los paquetes en el suelo. Hasta he tenido dinero para comprarme ropa interior de encaje- añadió maliciosamente. Porque una mujer nunca sabe…Por cierto,¿Dónde están los niños?

– Viendo la televisión-contestó Charlotte, enfadada. Apenas han hecho nada en todo el día.

– Me imagino que estarían cansados- respondió Matt, que estaba tratando de no imaginarse a Erin en ropa interior de encaje.

Pero Erin se había ido ya, dejándoles a solas.

Si Matt era tan tonto como para creer que estaba enamorado de Charlotte, entonces se merecían el uno al otro.

Los gemelos no estaban viendo la televisión.

Erin fue a su dormitorio y luego los buscó por toda la casa, pero no estaban en ninguna parte. Finalmente, volvió a la cocina.

– No están en la casa.¿Dónde pueden haberse ido?-le preguntó a Matt

– Estaban viendo la televisión-contestó él, yendo apresuradamente hacia el salón.

La televisión estaba encendida, pero, efectivamente, los gemelos no estaban allí.

Se miraron el uno al otro sin decir nada y salieron corriendo.

Erin fue al río.

Era su regla de oro; antes de nada, mirar en los sitios más peligrosos. Es decir, el río y el almacén. Así que ella se fue al río y Matt al almacén.

No estaban, pero Erin vio algo que la hizo quedarse inmóvil.

¡No!

Miro a la casa y sus temores se vieron confirmados. Vio a Matt saliendo del cobertizo donde tenían a Cecil con un gemelo de cada mano. Erin no podía ver su cara, pero imaginaa que estaría muy enfadado.

Porque en cuanto hubiera visto el cobertizo vacío, habría comprendido lo que había pasado.

La orilla del río era de arena fina, pero había una zona de barro, y era donde Cecil estaba. El animal ya no estaba encerrado, ni limpio, ni brillante, ni mucho menos preparado para el concurso. Estaba lleno de barro y haciendo lo que cualquier toro hubiera hecho.

¡Estaba asqueroso!.

7

Se merecen una buena zurra. Y si no se la das tú, lo haré yo.

Erin contó hasta diez y pensó rápidamente, decidiendo emplear la estrategia que Shanni le había sugerido durante su conversación.

Si les pones la mano encima…haré públicos los poemas que os escribíais Bradley Moore y tú cuando estabais en el instituto- dijo en voz baja.

Matt la miró asombrado y Charlotte retrocedió dando un gritito sofocado, mientras Erin abrazaba protectoramente a los dos niños.

¿Y ahora qué?, pensó rápidamente Erin. Los niños que estaban muy pálidos, sabían exactamente lo que habían hecho y miraron a Erin con gesto insolente.

Pero ella insistió unas ganas enormes de abrazarlos.

– ¿Qué demo…?- exclamó Charlotte. Nunca…

– utilizabas de intermediado a Rob McDonald- dijo Erin, consiguiendo sonreír. Y puede que Rob sea ahora sargento de policía, pero cuando tenía quince años, no era muy respetuoso.

Él copió los poemas y Shanni los encontró hace dos semanas cuando estaba limpiando la granja de sus padres.

– Eso es ridículo- consiguió decir Charlotte, totalmente vencida.

– ¡Sí!.

– ¿Te escribías poemas…con Bradley?- preguntó Matt.

Erin tuvo que contener una carcajada.

– ¿Sabéis dónde está Cecil ahora?-preguntó Erin a los chicos, más triste que enfadada. Está en el río, lleno de barro- continuó. Así que todo el trabajo que habéis hecho esta mañana con Matt no ha servido para nada.

– No nos importa- replicó William.

– Así Matt no podrá llevar a Cecil al concurso…-añadió Henry, un poco asustado, pero también desafiante…con ella.

Y ahí estaba la clave. Lo habían hecho porque querían que Matt se quedara con ellos.

Erin sabía que debía castigar a los niños, pero, ¿Cómo?. Además, no le apetecía hacerlo delante de Charlotte. La mujer parecía a punto de estallar. Quizá la amenaza de Erin no había sido tan buena idea.

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