Marion Lennox - Unos Invitados Muy Especiales

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Matt McKay creía tener la vida perfectamente planeada cuando decidió pedirle a su novia que se casara con él…, pero entonces se interpuso el destino. La irresistible Erin Douglas apareció en su camino…¡con dos preciosos gemelos de la mano! El impulso caballeroso de Matt tiró por la borda todo su futuro; de pronto, tenía una familia. Para su propia sorpresa, Matt no tardó en darse cuenta de que le gustaba la mujer que había provocado todo aquello…

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– Matt nos ha reservado una habitación en un hotel muy bonito. ¡Tienen piscina y todo!

– Yo prefiero quedarme aquí. No queremos bañarnos en ninguna piscina. El río de Matt nos gusta más.

– Sí, pero no tenemos sacos, y estoy seguro de que Matt ha pagado ya la habitación.

Pero sabía que no iba a poder convencerlos. Además, ella opinaba lo mismo que los niños, aunque también sabía que quedarse a dormir con Matt allí, en el pabellón del ganado, era bastante insensato.

Por otra parte, parecía que las malas noticias viajaban a toda velocidad en las comunidades rurales.

Porque a pesar de que estaban a cientos de Kilómetros de Bay Beach, la mayoría de la gente que estaba allí sabía exactamente quienes eran Erin y los niños y estaban al tanto de lo del incendio. Así que todo el mundo era de lo más amable con ellos.

Un vaquero se acercó a Erin.

– Así que perdieron sus sacos de dormir en ese incendio,¿verdad?

Cuando ella asintió, el hombre se volvió hacia otros vaqueros que iban con él.

– Ya lo habéis oído chicos. Los chicos y esta dama quieren quedarse aquí, así que vamos a hacer una colecta para comprar todo lo que les haga falta- el hombre se quitó el sombrero y metió un billete de veinte dólares.

Lo pasó hacia el resto.

– Luego mi Bert irá al centro a comprar lo que haga falta. En cuanto a la habitación que había reservado Matt, la puede utilizar alguna familia de las que iban a quedarse aquí.

La generosidad de aquellos hombres emocionó a Erin. Y antes de que se diera cuenta, el sombrero estaba lleno de dinero.

Bert regresó media hora después con alfombrillas, sacos de dormir, mosquiteras y almohadas.

También en ese momento regresó Charlotte, que para sorpresa de Erin, estaba encantada con que se fueran a quedar a dormir allí.

– Es estupendo- le dijo a un asombrado Matt, entrelazando posesivamente su brazo con el de él. Como Erin se quedará cuidando al toro, tú podrás venirte conmigo al hotel.

Erin, a pesar de que sabía perfectamente que estaban comprometidos, se puso enferma solo de pensar que iban a pasar la noche juntos.

Y a los gemelos también parecía que les había sentado bastante mal.

– Matt va dormir con nosotros- dijo William.

Y Henry se quedó mirando a Charlotte como si fuera el ser más despreciable que hubiera visto nunca.

– William,. Matt puede irse a dormir con Charlotte si quiere- dijo Erin, a pesar de que estaba de acuerdo con los niños.

– Por supuesto que puede- aseguró Charlotte.

Pero Matt no parecía pensar lo mismo. Él ya sabía de lo que eran capaces los gemelos cuando se enfadaban. Y además, él no podía dejar a Erin cuidando de los niños y de Cecil.

– Yo voy a quedarme a dormir aquí también- le dijo a Charlotte, cuyo rostro se ensombreció de inmediato.

– ¿Qué pasa, que no confías en que pueda cuidar a Cecil?-bromeó Erin.

– Tú ya tienes bastante cuidando de los chicos.

_Lo normal es que tenga que cuidar de cinco pequeños- dijo ella, mirándolo de un modo que habría hipnotizado a cualquier hombre.

– Erin…

– Cariño, no seas estúpido- le dijo Charlotte, todavía agarrada al brazo de él. Matt tuvo que hacer un gran esfuerzo par ano quitársela de encima. Ven conmigo al hotel.

– ¿Es que no sabes lo mucho que vale este toro?-le dijo, utilizando el único argumento que podía entender ella. El dinero.

– Pero Matt…

Erin decidió mediar entre ellos.

– Matt, ¿qué te parece si llevas a Charlotte a cenar mientras nosotros cuidamos de Cecil?. Luego puedes volver y pasarás aquí la noche. Te prometo que hasta entonces, no nos separaremos de tu toro ni un momento. ¿Verdad, chicos?.

– Sí,-dijo William.

– Si de verdad tiene que irse ahora con ella…-añadió Henry.

– Claro que tiene que irse con ella. ¿no es así, Matt?.

El asintió.

8

Charlotte pareció contentarse con cenar con él.

La feria de ganado era el acontecimiento más importante del año en Lassendale, así que el restaurante del hotel donde iba a hospedarse Charlotte el personal se esforzaba para impresionar a la clientela.

El Maitre les dio una de la mejores mesas y luego les tomó nota.

Matt pidió un aperitivo, que consistía en un suflé hecho con queso de cabra.

De primer plato, comieron gambas con salsa picante y, de segundo, tomaron carne.

Al ver la carne, Matt se acordó de Cecil y de Erin y los ámelos, que se había qudado cuidándolo.

Durante toda la cena, apenas había podido concentrarse en la conversación de Charlotte.

– Si te parece, nos saltaremos el postre- dijo entonces Matt. Estoy algo preocupado por Cecil.

En realidad, lo que le parecía mal era estar allí, disfrutando de una cena excelente, mientras Erin estaba cuidando del toro.

– ¡Por el amor de dios!- exclamó Charlotte, divertida.

Cuando ella le agarró la mano, él se encogió ante el contacto de ella. Lo que empezaba a ser preocupante, ya que aquella era la mujer con la que iba a casarse.

– Cariño, epro si Erin está acostumbrada a tratar con animales. TE recuerdo que ya desde pequeña cuidaba de la granja de su padre.

Charlotte siguió hablando y él, mientras tanto, recordó una fuerte sequía que había habido en la región cuando él era un adolescente. Aquella sequía dejó la zona sin apenas pastos y, aunque eso no había supuesto ningún problema para las ricas granjas de su familia o la de Charlotte, había dejado otras en muy mala situación. Como la de los Douglas.

Jack, el padre de Erin, se había resignado a su mala suerte después de la muerte de su mujer, y había sido Erin quien había tenido que sacar adelante a sus siete hermanos.

Lo que la había obligado a dejar los estudios e ir en busca de pastos donde alimentar a los pocos animales que tenían. Así había conseguido salvar la granja de su padre.

También recordaba bien lo mucho que se había enfadado su madre, cuando su padre le había llevado unas cuantas balas de heno a Erin para que pudiera descansar durante un tiempo.

– Si la sequía dura mucho más, acabaremos necesitando ese heno- le había dicho. No puedes apiadarte de todas las pobretonas del distrito…

Entonces Matt se fijó en el rostro encendido de Charlotte y se dio cuenta de que ella seguramente habría opinado igual que su madre.

– Me voy al pabellón- dijo decidido.

– Matt, no seas tonto. Me apetece tomar un postre y luego hay un baile.

– Pero yo tengo ciertas obligaciones- aseguró él.

Justo en ese momento, entró en el restaurante alguien a quien conocía. Bradley Moore. Por supuesto, Bradley iba a los sitios más lujosos y siempre andaba buscando a alguien con quien poder charlar de sus caballos. Entonces se le ocurrió que podía dejar a Charlotte con él.

– Hola, Bradley- le saludó.

¡Matt!

– Bradley, tengo que volver a cuidar de mi toro.¿Por qué no te ocupas de que Charlotte se divierta?.

– Por supuesto- dijo Bradley, encantado.

– Pues entonces os dejo. ¿Vendrás mañana a ver a Cecil en el desfile, Charlottte?

– Quizá- dijo ella, evidentemente enfadada. Dependerá de lo que a Bradley le apetezca hacer.

– Muy bien- dijo Matt, marchándose.

Cuando volvió al pabellón, vio que los vaqueros habían hecho una barbacoa.

– Toma, Matt McKay- le dijo una mujer, dándole un trozo de pastel.

Como no había tomado postre en el hotel, Matt tomó el plato encantado.

– Mira tu familia. Están allí, bailando.

¿Su familia?, pensó Matt. Lo cierto era que oír aquello le agradó.

Cuando se volvió hacia donde provenía la música, vio que un vaquero estaba tocando el violín y otro el arpa de boca. Luego se fijó en que Erin y los gemelos estaban bailando muy animados. Erin se había puesto el vestido que había comprado con Shanni y los vaqueros la sacaban a bailar sin parar. Estaba preciosa.

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