Él también se dio la vuelta, pero en seguida se dio cuenta de que estaba a un palmo del trasero de Cecil.
Y por si fuera poco, el trasero de ella estaba tocándolo el de él. Así que lo de dormirse iba a ser tarea imposible.
¿Y Erin?. Ella tampoco conseguía conciliar el sueño, teniéndolo a él tan cerca-.
“¡Pero si a mí no me gusta Matt”, se dijo.
Pero lo cierto era que nunca había dormido al lado de un hombre tan increíble como él. Lo que tampoco era decir mucho. Porque los hombres no solían acercarse demasiado a ella, ya que sabían lo mucho que le gustaban los niños. Comprometerse con ella, supondría estar siempre rodeados de chavales.
Pero en cualquier caso, Matt era un hombre maravilloso. Y encantador. Tan encantador, que se daría la vuelta y le…
“¡Basta!”, si dijo. “A dormir”.
Cuando Erin se despertó a la mañana siguiente, notó que el pabellón estaba ya en plena actividad. De hecho, lo primero que vio al abrir los ojos fue que los gemelos estaban cepillando otra vez a Cecil bajo la atenta mirada de Matt.
– Bueno, parece que la bella durmiente se ha despertado al fin- dijo Matt, volviéndose hacia ella. Buenos días, señorita Douglas.
– Buenos días- contestó ella, frotándose los ojos e incorporándose.
Luego trató de subirse el saco hasta el cuello, pero que el camisón que llevaba no era muy decente.
– Toma,. Ponte esto- le dijo Matt, tirándole un impermeable. El baño está por ahí, pero será mejor que te des prisa si no quieres perderte el desayuno.
– ¿El desayuno?- preguntó ella, todavía adormilada.
– Crepes- dijo él, señalando hacia una barbacoa que había en el otro extremo del pabellón. Por cortesía del club de Mujeres Ganaderas.
El desayuno estaba delicioso. Había filete y salchichas para los más tragones y crepes con miel para los más delicados.
Y mientras Erin pertenecía al último grupo, Matt pertenecía al primero.
– Por Dios, Matt, no tienes ninguna sensibilidad -dijo ella, fijándose en el filete que se estaba comiendo bajo la atenta mirada de Cecil.
– Él no temirnará convertido en filetes.
– Pero sus primos sí.
Los gemelos se habían inclinado también por los crepes y Matt les había llamado debiluchos. Pero ellos se habían echado a reír conscientes de que estaba bromeando.
A Erin le encantaba cómo trataba él a los niños y se daba cuenta de que corría el riesgo de acabar enamorándose. Eso si no se había enarmonado ya. Pero por otra parte, sabía que Matt no era un hombre para ella.
Después del desayuno, todo el mundo se preparó para asistir al desfile. Los dueños se encargaron e que todos los animales tuvieran un aspecto impecable. Pero el más espectacular de todos era Cecil. Aunque Erin pensó que quizá no estaba siendo del todo imparcial al pensar aquello.
– ¿No creéis que estaría más guapo si le pongo un lazo azul?- preguntó ella mientras se echaba hacia atrás para verlo mejor.
– De eso nada- aseguró Matt. Cecil es todo un semental y no quiero que lo conviertas en un mariquita.
– Muy bien, pues entonces ya esta listo- comentó Erin. Vamos, chicos- añadió, volviéndose hacia los gemelos. Dejemos que Matt saque a Cecil para el desfile.
Para Matt, aquel desfile era la culminación de años de trabajo, ya que todos los potenciales compradores de ganado que se habían acercado a ver a Cecil al establo, terminarían de convencerse cuando o vieran correr libremente.
Sí, aquello iba a ser muy bueno para el negocio.
¿Por qué entonces se mostraba renuente a agarrarlo por la cuerda que lo sujetaba para llevarlo fuera?
Porque acababa de darse cuenta de lo que más le importaba de todo lo que había sucedido no había sido el ganar el concurso, sino el haber trabajado con aquella mujer y los gemelos.
Pero luego trató de volver a poner los pies en la tierra. El no querría seguir trabajando junto a ninguna mujer. Él había trabajado siempre solo y no tenía la más mínima intención de cambiar
– ¡Oh, Matt, cariño, está estupendo!
Casi se sintió aliviado al ver a Charlotte. Tenía un aspecto tan deslumbrante como era habitual en ella, toda vestida de blanco.
Sin duda, ella sería la mujer ideal de un rico granjero. Mucho mejor que Erin.
Pero el problema estaba en que con ella no se divertía como con Erin. Sin Embargo, se recordó así mismo lo que siempre le repetían sus padres: que la vida no solo era diversión.
– Sí, tiene muy buen aspecto.
Matt dio un respingo al darse cuenta de que Charlotte no había ido sola. Bradley estaba detrás de ella.
– Espero que no te importe que haya venido a acompañar a Charlotte- añadió el hombre.
– Al revés. Has sido muy amable- Matt sintió un repentino ataque de claustrofobia. Y ahora, Charlotte, tengo que irme. Es el momento del desfile de CECI. Bradley, ¿te importa cuidar de Charlotte mientras tanto?
– Es que yo tengo que ir a por Creighton Bow- comentó Bradley. Los caballos saldrán a continuación de los toros. Los mozos lo están poniendo a punto.
Ah, sí, claro- dijo Matt, acordándose del magnífico caballo de Bradley. ¿Así que Creighton Bow ha ganado?.
– Ha quedado en segundo lugar.
– Me alegro- dijo Matt.
Pero en el fondo no era así. No le parecía bien que Bradley dejara al caballo solo al cuidado de los mozos, sin ni siquiera supervisar el trabajo. Y tampoco se había quedado a pasar la noche con él. La sensación de claustrofobia se hizo aún mayor.
– Y ahora, tengo que irme.
En ese momento, sintió que alguien le tiraba de la camisa.
– ¿Podemos ir también nosotros?- le preguntó William.
Matt dudó un momento y luego se dio cuenta de que estaba perdido.
– Por favor, Matt…
Él se fijo en la mirada implorante de los pequeños. Era evidente que estaban preparados para que les dijera que no después de todos los reveses que habían sufrido en la vida.
– Os voy a hacer una propuesta- les dijo entonces Matt.
– ¿El qué?
Todo el mundo estaba mirándolo fijamente. Especialmente Erin. O quizá fuera que él solo tenía ojos para ella.
– ¿Os habéis fijado en lo tranquilo que está Cecil?-preguntó, mirando más a Erinque a los gemelos.
– Sí.
– Pues entonces, ¿qué os parece si lo llevo a su sitio en el desfile y luego dejo que seáis vosotros quienes lo llevéis, ya en la pista?
Todos contuvieron el aliento. Evidentemente estaban pensando que debía haberse vuelto loco para dejarles el toro a esos dos pilluelos.
Pero él sabía que no tenía nada que temer. Cecil estaría seguro con ellos, ya que los gemelos lo querían casi tanto como a Tigger.
– ¿Vas a confiar al animal a estos…?- Bradley se detuvo para pensar la palabra más adecuada. ¿A estos dos mocosos?.
– No son ningunos mocosos- aseguró Matt. Son mis ayudantes. Y seguro que puedo fiarme más de ellos que tú de los mozos que están cuidando tu precioso caballo- añadió Matt.
¡No iba a consentir que Bradley los llamara mocosos a sus chicos!.
Bueno, a los chicos de Erin, se corrigió.
– No estás hablando en serio, ¿verdad, Matt?- intervino Charlotte.
Pero él no la hizo ningún caso.
– ¿Te parece bien a ti?- le preguntó a Erin.
Erin se quedó pensativa unos segundos y luego miró a Matt con los ojos llenos de lágrimas.
– Por supuesto que me parece bien- consiguió decir. Si vosotros queréis, claro- añadió, refiriéndose a los chicos.
Los chicos apenas podían respirar de la emoción.
– ¿De verdad podremos llevarle nosotros solos?
– De verdad- les aseguró Matt con tono solemne.
NO os lo pediría si no estuviera seguro de que sois capaces de hacerlo. Yo os esperaré en la puerta del pabellón.
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