Marion Lennox - Unos Invitados Muy Especiales

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Matt McKay creía tener la vida perfectamente planeada cuando decidió pedirle a su novia que se casara con él…, pero entonces se interpuso el destino. La irresistible Erin Douglas apareció en su camino…¡con dos preciosos gemelos de la mano! El impulso caballeroso de Matt tiró por la borda todo su futuro; de pronto, tenía una familia. Para su propia sorpresa, Matt no tardó en darse cuenta de que le gustaba la mujer que había provocado todo aquello…

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La feria es un paraíso agrícola. Duraba dos semanas ya había concursos de todo tipo, aunque Matt hubiera ido solo a pasar dos días.

Matt, como participante, tenía pases y le había dado uno a Erin antes de salir. Así que ella aparcó su coche al pie de la montaña que dominaba Lassendale y luego se sumergió entre el gentío con sus dos pequeños acompañantes.

Aquel evento tenía sus orígenes en el siglo XIX y en esos momentos era la feria más grande de toda Australia y se desarrollaba en uno de los parajes más bellos. Sobre el murmullo de la gente, se oía el sonido susurrante del mar lejano.

Erin miró a su alrededor, casi nerviosa por la belleza que la rodeaba.¡Era precioso!.

– No tenemos ninguna prisa- les dijo a los niños. Podemos ver todo con tranquilidad.

Había muchas cosas con las que los niños podían disfrutar: máquinas extrañas, carreras de fantasmas y payasos a los que podías intentar meter pelotas en la boca…

Matt y Charlotte ya habrían llegado con Cecil. El concurso sería una hora después, así que Erin podía entretener a los niños y luego buscar a Matt relajadamente.

Pero…

– Tenemos que ver a Cecil ahora mismo- dijeron los chicos, agarrándola de la mano y iterando de ella.

¿Y si Matt necesita que lo ayudemos?. Cecil tiene que estar impecable. ¿Y si se tira al suelo y se ensucia todo?. Además, queremos ver al jurado. Rápido, Erin.

Esta sonrió. Los niños se sentían totalmente responsables del toro. Ojalá ganara el concurso.

Pero daba igual, si el jurado decidía que el toro no era magnífico, los niños los llamarían idiotas y darían su propio veredicto. A sus ojos, Cecil era el mejor.

Igual que Matt.

No tuvieron que insistir mucho para convencerla y en seguida se encontraron caminando en dirección al pabellón del ganado. Incluso sabiendo que allí estaría también Charlotte…

Cecil tenía un aspecto estupendo.

– Ha nacido para ser un campeón- dijo Matt con orgullo.¿Veis como levanta la cabeza?. Eso no lo hace nunca en casa. Sabe que lo estamos mirando y le gusta pavonearse.

– ¡Por el amor de Dios!- exclamó Charlotte.

Esta había llegado harta de la camioneta de Matt y llevaban, además, una hora sin moverse de allí mientras Matt cepillaba a su preciosos toro. Ella quería salir a ver los caballos, pero no iba porque sabia que de un momento a otro llegarían Erin y los niños y su sexto sentido le aconsejaba quedarse al lado de Matt.

– Hablas con él de una manera…¡pero si parece que hasta crees que es inteligente!

– ¿Estás diciendo que no lo es?.

Pero Charlotte no sonrió. NO estaba de humor.

– Sé que vale una fortuna, pero es solo un toro, Matt.

En ese momento llegaron Erin y los gemelos.

Charlotte, al ver que los niños se acercaban al toro, fue hacia ellos.

– Niños, dejadlo en paz. Matt tiene que llevarlo ya.

– Nosotros también queremos ir.

– Tendremos que esperar una hora o así hasta que los jueces den el veredicto.

– Esperaremos- dijo Henry.

Matt y Erin se miraron extrañados. ¿Estarían planeando algo?. Matt arqueó una ceja, interrogado en silencio a Erin y esta le hizo un gesto, asegurándole que los niños se iban a portar estupendamente.

Y así fue.

Nadie podía acercarse al toro durante el concurso. Solamente sus propietarios podían acompañarlos mientras el jurado inspeccionaba cada animal con gran meticulosidad.

La mayoría de los amigos y familiares se iba a dar una vuelta, pero los niños permanecieron observando todo desde la valla que separaba al público del jurado.

Estaban demasiado lejos para saber lo que ocurría, pero miraban en silencio, como si ellos también estuvieran siendo observados por el jurado. Y así era, en parte, porque ellos habían colaborado para que Cecil tuviera tan buen aspecto.

Cuando los jueces colocaron la cinta azul alrededor del cuello de Cecil, Erin tuvo que hacer un gran esfuerzo para no echarse a llorar.

William sí que lloró, abrazado a ella, mientras que Henry permanecía en pie, silencioso.

– Hemos hecho un buen trabajo- dijo Erin, abrazando a William. Nosotros Y Cecil

Entonces Erin levantó la vista y vio a Matt, alejándose del jurado con Cecil. Matt había sito todo el tiempo consciente de que ellos estaban allí y era evidente lo mucho que le había alegrado el premio, y no solo por la cantidad de dinero que este suponía.

Él sabía lo mucho que los niños deseaban que ganara. Y quería la cinta para ellos y para Erin.

Matt miró a Erin y recordó el gran esfuerzo que habían hecho para llegar con Cecil hasta allí. Pero pensó que había merecido la pena. Erin estaba allí, con un gemelo a cada lado ylos ojos brillantes de felicidad.

Llevaba puesta la ropa que le había comparado Charlotte, unos vaqueros y una camisa de cuadros, y su pelo, normalmente suelto, se lo había recogido en una coleta. No llevaba maquillaje, pero su cara resplandecía de felicidad y él deseaba abrazarla…

Pero no lo hizo. Se conformó con abrazar a los niños y meterlos dentro del recinto mientras Cecil los miraba con aprobación bovina.

– Esto merece ser celebrado- se metió la mano en el bolsillo y sacó un billete que dio a Erin. Compraremos Coca-cola, patatas fritas, algodón dulce y daremos un paseo por El túnel de la muerte.

– Muchas gracias, Matt, pero,¿Podemos hacerlo justo en el orden inverso?-preguntó Erin.

– Claro. Luego los adultos brindaremos con champán- respondió, con una sonrisa que derritió el corazón de Erin.

Pero solo lo hacia por amabilidad, se dijo “No sigas por ahí”, se ordenó a sí misma. “Deja de imaginar cosas”.

– No queremos celebrarlo solos. ¿Por qué no vienes con nosotros?- le sugirió Henry, mirando a su hermano para sentirse más seguro.

– No puedo dejar a Cecil solo.

– Os diré lo que vamos a hacer- dijo Erin. ¿Por qué no vamos y compramos todo lo que queramos y venimos a compartirlo con Matt?

– Gracias, Erin- dijo Matt

– Será un placer- contestó Erin con los ojos brillantes. ¿Quieres que te compremos algo en especial?

– Me tomaría una cerveza.

– Volveremos en seguida- contestó Erin.

Y se marcharon, dejándole con Cecil.

– Es una chica estupenda- le dijo Matt a Cecil, que puso su cabezota contra el pecho de Matt y se frotó contra él como recordándole sus obligaciones.

– Tienes razón, yo ya estoy comprometido con otra mujer.

Charlotte se había ido a ver los caballos y Matt deseó que volviera para enseñarle la cinta de Cecil y compartir con ella su alegría.

O quizá no lo deseara tanto.

Tal vez lo único que le importaba fuera que Erin estuviera a punto de volver para celebrarlo con él.

– ¿Dónde vas a dormir?

Aquello se había convertido en una fiesta. Los gemelos seguían comiendo y Erin había tenido la sensatez de no llevarle solo una cerveza, sino media docena.

Estaban todos festejándolo alrededor del establo de Cecil-

Todos menos Charlotte. Ella no estaba allí, lo que era normal, pensó Matt mientras hablaba con Henry. Por eso la había elegido como esposa. Ella era muy independiente y le dejaría llevar también a él su propia vida…

Aunque era agradable estar rodeado por los niños…y por Erin.

¿Dónde vas a dormir?- le preguntó Henry. Erin dice que nosotros nos quedaremos en un hotel, pero tú no.

– Yo me tengo que quedar aquí.

– ¿Dónde?

– Matt dormirá sobre está paja calentita, al lado de Cecil y de toda esta gente estupenda y sus animales. Mientras, nosotros nos iremos a dormir en una cómoda cama de hotel.

– Nosotros queremos dormir aquí con él- dijo Henry.

– Eso- añadió William.

Erin pensó que sería divertido. Sería mejor que irse al hotel, acostar a los niños y pasar la velada con Charlotte.

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