Debería acostumbrase a la idea de que iba a estar sin niños durante las horas siguientes.
Una vez llegó a la casa, se puso a organizar la ropa de los niños, hizo las camas, se preparó otro desayuno, habló con Sadie y también consigo misma…
– Me voy a volver loca- le dijo a la perra. No creo que pudiera vivir sola.
Llevaba tres horas sola y se notaba muy rara.
¿Qué estarían haciendo ahí fuera?
Como ninguna de las dos conocía la respuesta, lo único que podían hacer era sentarse y esperar.
Finalmente, los gemelos volvieron.
¡Estaban totalmente cubiertos de barro!. Empapados, pero sonriendo de oreja a oreja. Se quedaron en la entrada y quisieron contarle todo, y los dos a la vez.
¡La hemos lavado y está reluciente!
– ¿Sí, está limpísimo!
– Me he montado encima
– William ha empapado a Matt con la manguera, sin querer; pero a Matt no le ha importado
Entonces Matt apareció tras ellos y estaba tan sucio como los niños, y su felicidad era la misma después de aquella mañana de trabajo. Sonrió a Erin y luego se miró dubitativo.
– Estamos un poco sucios para entrar.
Erin asintió, tratando de no echarse a reír. Estaban tan contentos…
– Sí, creo que os deberíais quedar fuera.
– Erin…protestaron los niños.
Pero en seguida se dieron cuenta de que estaba bromeando y sus caritas se relajaron.
– ¡Esperad!, les ordenó, al ver que entraban.
Lo dijo de una manera que Charlotte o la madre de Matt se habrían sentido orgullosas. Matt se quedó sorprendido. No se lo habría esperado de ella.
Y tenía razón.Porque Erin no estaba preocupada por el suelo de la cocina, sino por otra cosa.
– ¿Tienes una cámara de fotos?. Porque quiero inmortalizar este momento. Quiero una fotografía con vosotros así, llenos de barro, al lado de Cecil.
Matt le dijo dónde podía encontrar una y Erin les tomó tres instantáneas, desde tres diferentes ángulos.
Con Matt entre ambos, y todos al lado del impresionante y reluciente toro.
La foto iba a ser especial por muchas cosas.
Sí, esa foto sería algo tan valiosos para los niños como Tigger, pensó Erin, cuando le devolvió a Matt la cámara.
– Gracias.
– De nada- contestó él.
Luego entraron a la casa por la cocina y fueron directamente a ducharse. Los niños se pusieron su ropa nueva y desayunaron bien. Lo hicieron en la mesa de la cocina y Erin observó impresionada el apetito que tenían. Normalmente, comían poco, pero en ese momento comían y hablaban como si no tuvieran prisa.
Y durante todo ese tiempo, Matt los observaba como el genio benevolente que había obrado ese cambio con su varita mágica.
– ¿Os gusta vuestra ropa nueva?- les preguntó Erin.
Los niños asintieron sobre sus trozos de sandía. Matt había hecho una gran compra en el supermercado el día anterior. Al haber dicho a la señora Gregory que se ausentara, iba a tener que ocuparse de algunas cosas de la casa, pero no le importaba lo más mínimo. Además, la casa estaba más acogedora desde que la cuidaba él.
También más sucia. Matt se fijó en las huellas que habían dejado en la cocina y que la señor Gregory no habría tolerado. Pero definitivamente aquello era más acogedor.
– Pero no nos gusta la tuya- le estaba diciendo Henry a Erin.
Matt asintió.
– ¿Qué le pasa a la mía?- preguntó Erin, mirándose los pantalones vaqueros yla camisa de manga larga. Está fenomenal.
– Tú siempre llevas vestidos- insistió Henry.
William asintió y Matt pensaba los mismo. Sí, Erin estaba más guapa llevando vestidos. Aunque al mojarse se transparentaran.
– Vete al centro y cómprate algo decente. Hoy mismo. Yo me daré con los gemelos.
– Los vestidos que llevo me los hago yo.
– Muy bien. Pues la máquina de cose de mi madre sigue aquí. Cómprate lo que necesites y yo me encargaré de los niños mientras tú coses.
– Te ayudaremos- prometieron los niños.
Erin se quedó pensativa.
– De verdad, Erin. La ropa que te ha comprado Charlotte es solo para que te arregles hasta que tengas otra- insistió Matt, consultando su reloj. Hoy, sábado las tiendas están abiertas, así que puedes ir ahora mismo.
– Pero los niños…
– Los niños y yo tenemos más cosas que hacer. Y soy capaz de cuidar de ellos- entonces se oyó que llegaba un coche y Matt se calló brevemente. Y quizá no haga falta. Aquí está la ayuda que necesito.
Era Charlotte.
Cuando entró, Matt y Erin la recibieron sonrientes, mientras que los niños fruncieron el ceño. No era extraño, los niños estaban peleados con el mundo.
– ¡Desayunando a estas horas!- exclamó la elegante mujer, deteniéndose extrañada en la entrada. Sus ojos aletearon sobre el delicado reloj de plata que llevaba en la muñeca. Matt, cielos,¡son las diez en punto!
Y entonces vio el barro en el suelo y se colocó una mano en el pecho, horrorizada.
– ¿Qué demonios ha pasado?
– Han estado limpiado a Cecil- le explicó Erin, levantándose y acercándose a la mujer.
Erin tomó las manos de Charlotte y, antes de que esta pudiera retirarse, le dio un beso en la mejilla.
– Creo que lo primero son las felicitaciones. Matt me ha dicho que os vais a casar. Es una noticia estupenda, Charlotte. Y no tiene que enfadarte, es nuestro segundo desayuno. En cuanto al barro es de Cecil.
– Cecil…¡Ah, el toro!. ¿Habéis estado limpiándolo para el concurso de mañana?. Pero, Matt, ya sabes que os teníais que haber limpiado en la entrada…o por lo menos, deberías haberles dicho a los niños que lo hicieran.
Miró a los gemelos como el que mira dos criaturas del mar, interesantes, pero desagradables. A Erin le costó un esfuerzo tremendo mantener la sonrisa.
– No cuesta nada limpiarlo. Es que estaban hambrientos.
– Bueno, me imagino que fue por una buena causa. Siempre que tengas la intención de limpiarlo, Erin…No creo que a Matt le dé tiempo. Nos vamos mañana al amanecer.
– ¿Os vais?- preguntó Henry, mirando horrorizado a Matt.
– Tengo que llevar a Cecil al concurso- explicó Matt. Dura dos días, así que pasaré solo una noche fuera. No sabía que pensabas venirte, Charlotte.
– He conseguido encontrar un hotel. El Royal es muy caro, pero tenían habitaciones libres- soltó su risa habitual y Erin sintió un escalofrío. Pensé…ahora que estamos prometidos, tenemos que hacerlo todo juntos.
Los niños se encogieron y Erin hizo lo mismo.
Y pareció que a Matt la idea le resultó igual de desagradable que a ellos tres. Esbozó una sonrisa forzada y se levantó para llevar su plato al fregadero.
– Bueno, estupendo- se volvió hacia Erin. Como ha venido Charlotte, puedes marcharte. Vete al centro y cómprate la tela.
– ¿Para qué quieres comprar tela?-quiso saber Charlotte. Te compré todo lo que pensé que necesitarías.
– Y es muy bonito- contestó Erin.
Matt hizo un gesto negativo con la cabeza.
– Charlotte, so todo lo que tuvieras te hubiera despararecido en un incendio,¿crees que se podría reemplazar en un solo día de compras?. ¿no te parece que Erin puede querer comprarse algo más?
– Yo creo…
– Márchate, Erin-repitió Matt.
– Limpiaré esto y los niños vendrán conmigo.
– No- la voz de Matt fue implacable. Se acercó a ella, le puso ambas manos en los hombros y la llevó hacia la puerta. Charlotte, los niños y yo limpiaremos la casa y luego seguiremos con el ganado. Estarán tan ocupados, que no te van a echar de menos.
Así que no quiero que vuelvas hasta que cierren las tiendas. Vete.
Erin miró preocupada a los gemelos, pero Matt se mostró inflexible.
– Si están tan seguro…
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