Marion Lennox - Unos Invitados Muy Especiales

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Matt McKay creía tener la vida perfectamente planeada cuando decidió pedirle a su novia que se casara con él…, pero entonces se interpuso el destino. La irresistible Erin Douglas apareció en su camino…¡con dos preciosos gemelos de la mano! El impulso caballeroso de Matt tiró por la borda todo su futuro; de pronto, tenía una familia. Para su propia sorpresa, Matt no tardó en darse cuenta de que le gustaba la mujer que había provocado todo aquello…

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– Exactamente-dijo Matt, que iba detrás de los gemelos con Sadie en brazos.

Dejó a la perra en su cesta y esta miró a Matt con expresión triste…y luego movió el rabo.

El movimiento del rabo delató al animal y Erin se echó a reír.

– Entonces no está herida de muerte, ¿verdad?

– No.

Los niños habían visto la pizza y eso les hizo olvidarse de todo lo demás.

– Me alegro de verlo de nuevo- le dijo Matt a Tom.

– Para mí también es un placer.

Tom estaba contento de lo que veía a su alrededor. Parecían una familia, pensó. Era perfecto.

Si se hubiera puesto a buscar un sitio para los gemelos, no había encontrado uno mejor.

De repente, se le ocurrió algo y miró a Erin, quien le estaba diciendo en ese momento a los niños que fueran a lavarse las manos antes de comer.

– He traído suficiente pizza para todos- dijo Tom alegremente. Hay de cuatro tipos, así que podréis elegir la que prefiráis.

Entonces miró a Matt y le gustó lo que vio.

Matt estaba pensando que las pizzas olían muy bien. Cosa bastante extraña. Ya que él llevaba mucho tiempo de soltero y había comido muchísimas pizzas…así que se había acabado hartando de ellas. De manera que lo normal habría sido que le entraran ganas de escapar de allí para ir a cenar a casa de Charlotte, que seguramente la habría preparado algo exquisito. Pero lo cierto era que lo único que le apetecía era sentarse al lado de Erin y comer también él pizza.

– Yo…no puedo quedarme, tengo una cita.

– Con Charlotte-añadió Erin mirando a Tom.

Tom asintió pensativo.

– Pues adelante, chico. Me atrevo a decir que Erin no va a esperarte levantada.

– No, no lo esperaré- contestó Erin, risueña. Estoy completamente agotada. Entre lo de anoche y que hoy hemos ido a nadar…no sé cómo puedes salir.

– Es que va a ver a la mujer que ama- contestó Tom, observando la expresión de Matt y viendo en ella la respuesta que andaba buscando.

La mujer que tenía planeado casarse con él estaba esperándolo. Llevaba preparada varias horas y el aroma de su guiso lo recibió antes incluso de que saliera de la camioneta.

¡Olía estupendamente!. Y luego Charlotte salió de la casa corriendo, bajó las escaleras del porche y se acercó a la camioneta. Y también estaba maravillosa.

– Matt, cariño, creí que nunca ibas a llegar. ¿No ha habido más incendios esta noche?

– Ningún incendio más-dijo, apartándola suavemente y observándola.

Sí, Charlotte era guapísima. Y la casa olía tan bien…

Pero no eran codornices.

– Pensé que calentarías la cena de ayer- dijo, inquieto. Por eso acepté venir…para que no se echara a perder.

– Pues sí- la mujer se sonrojó y movió las pestañas dulcemente. Pero…-miró hacia otro lado…pensé que…bueno, vi la caja en la camioneta esta mañana y ya me entiendes, pensé que una langosta y un buen champán sería una buena cena para celebrarlo.

La caja…¡La caja!

Todavía estaba donde la había dejado la noche anterior.

A Matt se le había olvidado por completo aquel anillo con un diamante engarzado. Había estado todo el día en la camioneta, pero él ni siquierA se había fijado en aquella caja.

Era evidente que estaba esperando que le pidiera la mano.

Bueno, ¿Y por qué no?, se dijo Matt. ¿Por qué lo estaba retrasando tanto?. Al fin y al cabo, era lo que había planeado hacer. Lo había pensado durante mucho tiempo y había decidido que era lo más sensato

Pero…los gemelos.

– Charlotte, he ofrecido alojamiento a los gemelos durante seis meses.

– Muy bien- dijo ella, como si no fuera un impedimento.

Y no lo era. Charlotte había oído la oferta de Matt a Tom aquella tarde y había estado pensando todo el día en ello. No querría, bajo ningún concepto, que aquella mujer viviera con Matt…pero podría admitir la presencia de los gemelos en la casa. Aunque solo por unos meses, claro. Y eso sí, tendría que enseñarles un poco de disciplina.

– A Tom no le gustó nuestra idea de dejarles la habitación de los establos- dijo, en un tono de voz que dejaba claro que no entendía cómo el director del orfanato no había aceptado el ofrecimiento de sus padres. Pero he estado pensando en ello. Si Erin se quedara contigo para cuidar de los gemelos, el orfanato se quedaría sin una de sus empleadas durante una buena temporada. Así que,¿por qué no nos casamos en seguida y los cuidamos nosotros mismos?.

Para Charlotte era la solución perfecta. Y no iba a ser una boda repentina, ya que llevaba años esperando ese momento.

– Podemos tener una bonita luna de miel- continuó, agarrándole las manos y sonriendo. Estoy segura de que mi capataz se haría cargo de la granja mientras estemos fuera. Y cuando volvamos, Erin se marchará.

– parece que lo tienes todo bien planeado.

– Mmm- dijo ella, sonriendo feliz. Es lo mejor-miró otra vez la caja y al fin se decidió a levantarla en sus manos. La abrió y contempló el anillo. ¡Oh Matt!. Es precioso.

– Charlotte, no sé.-…

– Mira, no te preocupes por los gemelos ni por Erin esta noche- le aconsejó ella, colocándose el anillo en el dedo y agarrando a Matt del brazo. En realidad, no sé cómo voy a poder organizar la boda, pero lo haré lo antes posible. De momento, concentrémonos en el presente. Vamos a celebrarlo, cenando langosta y champán. Me ha costado una fortuna y no quiero que se estropee. Hoy vamos a celebrar nuestro compromiso. El resto ya lo solucionaremos más adelante.

¡Maldita fuera!.

¿Cómo había dejado que le ocurriera aquello?, pensó Matt tres horas después, de vuelta a su casa.

¡Estaba comprometido y a punto de casarse!.

La verdad era que, al comprar el anillo, había sellado su destino. Charlotte probablemente tenía espías entre los joyeros. Esa ciudad era demasiado pequeña para que se pudiera guardar ningún secreto. Aunque él no hubiera dejado el maldito anillo en la camioneta, ella se habría enterado de todas formas de lo que había comprado.

Así que ya no había vuelta atrás.

¿Y por qué iba a haberla?

Se quedó un rato pensativo, tratando de ordenar sus ideas.

Sí, aquella decisión la había tomado después de haberlo meditado durante mucho tiempo. Charlotte era una mujer encantadora y le sería siempre fiel. Sería una esposa encantadora y una madre maravillosa.

Nunca se pondría un vestido como el de Erin.¿Y menos estando mojado!

Y tampoco él querría que se lo pusiera, se dijo. Aunque en el fondo sabía que se estaba mintiendo. O quizá no.

Posiblemente era cierto que no querría ver a Charlotte con un vestido transparente…pero con Erin era diferente.

Había confiado en que todos estuvieran en la cama, pero Erin estaba todavía levantada. Estaba sentada en la cocina, rodeada de paquetes abiertos y colocando ropa en diferentes montones. Cuando él entró, levantó los ojos y esbozó una amplia sonrisa.

– Matt, es una ropa muy bonita. Charlotte ha sido muy buena. Nos ha comprado justo lo que necesitamos para estar aquí, en la granja.

Matt se fijó en las prendas y, efectivamente, Charlotte había hecho una buena elección: Vaqueros, camisetas, zapatillas…cosas adecuadas para los niños.

Y decentes para Erin. Aunque a él le gustaba el vestido transparente.

Sí, y sabía por qué. Sonrió para sí y trató de olvidar la imagen de Erin con el vestido mojado aquella tarde. Ya no se lo pondría más. Charlotte le había comprado ropa cómoda, como la que llevaría cualquier empleada del orfanato. Eran cosas que no se volverían transparentes al mojarse. ¡Estaban hechas para taparlo todo!.

Sin embargo, Charlotte nunca se pondría ese tipo de cosas. Ella llevaba siempre pantalones de lino elegantes y faldas hechas a medida.

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