Era el vestido, se dijo Matt, con una ligera sensación de mareo. Nunca había estado tan cerca de una mujer que llevara un vestido con esa tela.
Pero aquella tela tan vasta no era precisamente sexy. Así que, ¿por qué se sentiría así?.
“Concéntrate en el ganado”.
El ganado del pasto del fondo estaba bien. Dieron tres vueltas para asegurarse de ello. También echaron un vistazo a la vaca que acababa de tener un ternero. Y luego, de mala gana, Erin giró el volante para volver.
¡Estaba pasándoselo tan bien!. El paseo había sido estupendo. Hacía un día precioso y ellos habían estado metidos en casa por lo de Tigger toda la mañana y parte de la tarde. Los gemelos estaban radiantes y ella no quería llevarlos de nuevo hacia las alfombras tapadas con plásticos.
– Tal vez puedas volver tú solo en el tractor mientras nosotros vamos caminado- le sugirió a Matt.
Pero él negó con la cabeza.
– No, a menos que deis un rodeo enorme, porque la zona de aquí a la casa va a ser segada la semana que viene y no quiero que la piséis. Hay demasiados Joe Blackes.
– ¿Joe Blackes?- dijeron los gemelos fascinados.
Habían ido todo el camino escuchando fascinados cada palabra que Matt había dicho. El era para ellos casi un Dios, no solo por haberles salvado la noche anterior, sino también por haber salvado a Tigger.
– Serpientes- contestó Matt y ellos se estremecieron. Hay muchas por aquí.
Los gemelos se acurrucaron instintivamente contra Erin y miraron hacia el suelo. Pero se dijeron que estaban a salvo, siempre que no se movieran del tractor.
– No es peligros caminar después de la siega-añadió Matt. Pero sí que lo es estando tan alto el heno.
– Pero no queremos volver todavía- dijeron los niños al unísono.
Matt sonrió. Y de repente, tampoco él quiso que se terminara tan pronto el día. Faltaba todavía una hora o dos para que Tom llegara y él se fuera a casa de Charlotte.
– Os voy a decir qué haremos: vamos a ir al río a bañarnos. Henry, te toca a ti conducir. Erin, déjale. ¡Es el turno de Henry!
Matt pensó que Erin era una niña también y sonrió. Erin hizo un gesto cómico y dejó su sitio a Henry.
– ¡Vaya suerte!.¿Has dicho un baño?- preguntó mirando a Matt.
– Ya sé que no hemos traído los trajes de baño y que llevamos una ropa muy elegante- afirmó Matt, haciéndoles reír. Pero esta zona del río es la más segura en muchas millas. ¿Queréis ir?
Una vez más, Matt recordó a su madre y a Charlotte…y luego las olvidó pro completo cuando la cara de Erin se iluminó por completo.
– No creo que haya nada que me pudiera apetecer más- replicó Erin. Gracias, Matt. Es una idea estupenda.
Y efectivamente lo fue.
– ¿Quieres decir que podemos meternos vestidos?- quisieron saber los gemelos, cuando el tractor se detuvo a la orilla del río.
En esa parte, la zona verde acababa y comenzaba una superficie suave de arena dorada que llegaba hasta el borde del agua. El río fluía suavemente, ya que el mar estaba muy cerca. Erin pensó que incluso allí se notarían las mareas. El agua era tan transparente, que parecía de cristal.-Bueno, supongo que estaríais más cómodos si os quitarais la ropa y os quedarais solo con las zapatillas.
– ¿Tú vas a hacerlo?.
Matt miró a Erin y ella lo miró a su vez.¡Demonios!. Matt se dio cuenta de que Erin había intuido que él solía bañarse allí desnudo y la idea le hizo sonrojarse.
– Creo que yo me dejaré los pantalones puestos.
– Entonces nosotros también nos dejaremos los pantalones- contestaron los chicos.
– Me parece bien.
Erin se miró el vestido. No había encontrado ningún sujetador en la bolsa de ropa y el suyo estaba secándose, así que no llevaba nada debajo del vestido. Y solo Dios sabía lo que aquella tela dejaría ver una vez se mojara.
Pero nada iba impedirle bañarse en aquel lugar paradisíaco.
– ¿A qué estamos esperando?- preguntó, riendo y encogiéndose de hombros. Vamos, niños. El último comerá un trozo menos de pizza.
Para sorpresa de Matt, los niños nadaban como peces y Erin era como un delfín que hacía círculos alrededor de ellos.
– Me encanta nadar- le confesó a Matt, sacando la cabeza del agua. Solo la cabeza porque sus temores sobre el vestido se confirmaron nada más meterse en el agua.
Los gemelos estaban haciendo en ese momento una competición para ver quién podía aguantar más debajo del agua.
Sus pies golpeaban la superficie al desaparecer. Era un juego que podía durar horas.
Matt se quedó cerca de ellos hasta asegurarse de que no había peligro y luego se alejó nadando para cubrir las dos millas que solía hacer a menudo. Sería una liberación poder escapar por un rato de aquella mujer y sus responsabilidades.
¡Y de su ropa transparente!.
En cuanto a Erin, quizá le habría gustado irse a nadar con él, Matt lo sabía, pero no lo hizo, sino que se quedó cuidando de los niños. El la vio desde la distancia y se dio cuenta de cada vez le gustaba más aquella mujer.
Había una vieja barca atracada en un muelle pequeño, a unos metros de donde estaban ellos. Los niños la miraron fascinados y Erin vio esa fascinación, pero también se dio cuenta del peligro.
– No podéis ir allí. Si lo hacéis, volveremos a la casa inmediatamente- les aseguró al ver que la miraban con anhelo.
– Una noche os llevaré a pescar. Para eso es- les gritó Matt.
– ¿Cuándo?- los gemelos eran muy directos y Matt sen sonrió.
El también había sido así a los siete años.
– Cuando la luna esté bien. No se puede pescar con luna llena.
– Así que de momento está prohibido ir- dijo Erin, mirando fijamente a los niños. Prometedme que no vais a ir.
– ¿Por qué?- le preguntaron a Erin.
Matt sonrió de nuevo.
– Porque es peligroso ir sin un adulto. La marea podría arrastraros hacia el mar.
– Pero…
– Nada de peros. Mientras estéis conmigo, tenéis que obedecer mis reglas- concluyo Erin.
Ellos la miraron unos segundos sin decir nada y finalmente se dieron por vencidos.
– De acuerdo, te lo prometemos- dijo William.
¿Henry?
– Yo también lo prometo.
Y Matt se dio cuenta de que era una promesa sincera por parte de los dos.
¿Traviesos?. Sí, eran traviesos, pero en el fondo tenían buen corazón. Solo era cuestión de estar todo el tiempo encima de ellos.
Finalmente, Matt volvió. Cuando llegó al lado de Erin, ella acababa de salir a la superficie. Estaban muy cerca el uno del otro y de repente todo se volvió muy intenso…
Pero, ¿qué estaba ocurriendo entre ellos exactamente?
Matt no habría podido contestar. NO podía describir lo que ella le hacía sentir.
Solo sabía que Erin le resultaba muy guapa, aun sin nada de maquillaje y con sus rizos rubios cayéndole sobre la cara y los hombros. Los ojos le brillaban de felicidad.
y lo más increíble era que Aquella Mujer había perdido todas sus pertenencias la noche anterior.
Luego pensó que quizá ella guardara sus cosas en otra parte. Sin embargo, cuando se lo preguntó, el rostro de Erin se ensombreció.
– No. Llevo viviendo en el hogar varios años. Creo que todo lo que tenía en el mundo se ha quemado- pero de repente su cara volvió a iluminarse y el dolor desapareció. Pero solo eran cosas. Ya te lo he dicho. Y las cosas pueden ser reemplazadas. Tengo a los niños y a Tigger. ¿Qué otra cosa se puede pedir?
Aquella mujer no se quejaría si se manchaba la alfombra.
Matt pensó en sí mismo. ¿Qué sentiría si su casa, llena de cosas bellas, fuera destruida?
Probablemente sería terrible para él, decidió, pensando en los cuadros que su madre había coleccionado a lo largo de su vida.
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