– Oye, me estás mirando como si hubiera venido de Marte- comentó, riendo, Erin.
Y era cierto que provenía de un mundo muy diferente a él.
Los niños se habían ido buceando hacia la orilla y Erin se volvió hacia ellos. Había aprendido que nunca podía dejar de vigilarlos. Ni un solo momento
Los gemelos habían ido directamente hacia la única amenaza que se veía a su alrededor: dos trozos alargados de madera que había en la orilla.
– ¡Con esto nos podemos hacer una espada!- gritó Henry, levantando el trozo de madera.
William fue igual de rápido y Erin se alejó de Matt y llegó a la orilla en seguida.
.-No- les ordenó.
Pero ellos hicieron como que no la había oído y comenzaron la pelea. Eran Robin Hood y el sheriff de Nottingham.
– ¡He dicho que no!-repitió Erin.
Ya había salido del agua y se acercó a ellos. Pero no del todo, ya que las espadas se agitaban salvajemente en el aire.
– William, Henry. Dejad esos palos ahora mismo o nos vamos a casa. Y os llevo por donde las serpientes. Elegid.
Los niños se detuvieron y miraron a Erin pensativos.
– Sabéis que lo digo en serio- insistió Erin, como si le diera igual lo que eligieran.
Los niños se volvieron y la miraron. Luego miraron a Matt, que había nadado hasta la orilla y observaba la discusión a cierta distancia.
Podía haber intervenido, pero aquello era territorio de Erin. Ella era la experta en educación infantil y les estaba hablando con tal firmeza, que estaba seguro de que cumpliría su palabra.
– Pero es que queremos pelear- dijo Henry.
– Y uno ganará y el otro resultará herido. Esos palos pesan mucho y os podéis hacer mucho daño. Y me has oído, Henry, deja el palo en el suelo.
Henry se volvió hacia William. Ambos se miraron y Matt se dio cuenta de que se estaban preguntado el uno al otro qué hacían.
Y finalmente Erin ganó.
Pero sucedió algo. Los niños, como si se hubieran puesto de acuerdo, se volvieron y tiraron los palos hacia la pradera, lo más lejos que pudieron. Pero Sadie eligió justo ese momento para salir detrás del tractor.
La vieja perra no había ido con ellos, pero debía haber visto que se marchaban desde la casa. Había seguido la orilla del río hasta encontrarlos, pero la pobre apareció en el momento menos adecuado.
El palo de William le dio en una pata. El animal gimió y cayó al suelo. Trató de levantarse, pero se quedó tumbada. Matt salió corriendo como si le hubieran disparado.
Erin miró a los gemelos y luego corrió tras Matt, con el corazón encogido.
Era siempre así con los gemelos, pensó. Por eso ninguna familia se los quería quedar. El desastre los perseguía como el sol sigue a la lluvia.
– ¿Está herida?.
Matt estaba arrodillado sobre la perra, con el cuerpo tenso, y Erin solo podía ver su rabo negro y blanco, inmóvil. Rodeó a Matt intentando ver mejor y le dio un vuelco el corazón cuando vio que Sadie levantaba la cabeza y miraba a su dueño lastimosamente.
Afortunadamente, parecía que solo había sido la pata. Erin tenía miedo de haber visto mal y que el palo le hubiera dado en la cabeza.
En cualquier caso, la pata de la perra tenía mal aspecto. Le sangraba en donde le había dado el palo y Matt se había quedado muy pálido.
Les echaría de allí esa misma noche, pensó Erin, observando la expresión de dolor de la perra. Y se lo tendrían merecido.
– Matt, lo siento mucho.
– Yo también, pero no eres tú quien se tiene que disculpar- contestó Matt, que sujetaba con una mano la cabeza del animal mientras que con la otra agarraba la pata herida. Quizá no haya sido tan grave. Creo que no hay rotura y parece que puede levantarse.
Cuando Matt soltó la pata del animal, con mucho cuidado, Sadie la levantó, como para mostrársela y decirle que la tenía herida.
– Es un poco hipocondríaca- le dijo Matt a Erin en voz baja para que los gemelos no pudieran oírlo. Pero ha sido un buen golpe. Habría que llevarla al veterinario.
– Yo pagaré la factura- le ofreció Erin, a pesar de que su salario no iba a ser suficiente para pagar todo lo que iba a tenerse que comprar en los meses siguientes.
Pero había sido por su culpa, pensó con amargura. Tenía que haber sido más rápida.
Se había distraído con Matt…
– No, Erin. Ya te lo he dicho antes. No eres tú quien tiene que disculparse- Matt abrazó a su perra y la miró.
Erin parecía tan destrozada, que él no podía soportarlo. Ya había sufrido bastante a causa de esos dos muchachos.
Erin era encantadora. Y estaba guapísima. Allí de pie, con su vestido viejo, que se había vuelto completamente transparente por el agua, parecía…
Parecía que estaba desnuda.
Quizá era mejor que se concentrara en su pero y en los gemelos…
Como Erin estaba tan mal, era hora de que él contribuyera a vigilar a esos chicos.
Lo que tenían que aprender era a pensar en las consecuencias de sus actos.
Los niños estaban uno al lado del otro, con la cara pálida. Matt los miró y se dio cuenta de que esos niños había sufrido mucho en el pasado. Estaba seguro de que el hecho de estar en un orfanato que nadie quisiera quedarse con ellos les estaba haciendo mucho daño. Por elo en ese momento estaban tan abatidos.
¿Qué era lo que había dicho Erin?. Sí, que siempre creían que iban a ser rechazados.
Y era lo que esperaban en ese momento. Esperaban una buena regañina y que Matt los echara de su casa. Y al mirar a Erin vio que ella esperaba lo mismo
– Venid aquí- les dijo a los niños. Estos no se movieron. Henry, William, he dicho que vengáis, Ahora mismo.
Se acercaron despacio y muy juntos.
Erin los miró muy nerviosa.
Era como la madre del gallinero, pensó Matt. Estaba claro que nunca permitiría que nadie les pusiera la mano encima. Y por otra parte, él sabía que enfrentarse a Erin no era tarea fácil.
No iba a pegarles, pero los niños tenían que enfrentarse a lo que había hecho.
– Le habéis hecho daño a Sadie- dijo, esperando a ver qué contestaban.
Pero no dijeron nada. Miraron a Sadie y lo que Matt había sentido al verlos delante de la secadora se REPITIÓ. Esos chicos no eran malos. Tenían un buen corazón.
Por eso no les iba a regañar, ni a echar de su casa.
– Lo…lo sentimos mucho- susurró Henry con los ojos húmedos.
Por su mejilla resbaló una lágrima. Solo una. Esos chicos habían aprendido a no mostrar sus sentimientos a los demás y en ese momento tampoco lo harían.
– El que lo sintáis no ayudará a Sadie- replicó Matt. Tenéis que hacer algo que la ayude.
– ¿El que?- preguntó Henry.
Mientras tanto, William estaba temblando y Matt tuvo que contenerse para no abrazarlo.
Erin, sin embargo, estaba logrando mantenerse al margen.
– Tenemos que llevar a Sadie al veterinario para aseguramos de que no se ha roto la pata, pero antes tenemos que llevarla a casa. Eso significa que tenemos que apretarnos en el tractor. Los dos iréis atrás y llevaréis encima a Sadie. Vais a ir incómodos, pero no se puede hacer otra cosa. Erin, ¿Puedes ir en el escalón?.
– Claro.
– Pues entonces vamos
Cuando llegaron a la casa, Matt llevó a la perra a su cesta, telefoneó al veterinario y luego se volvió hacia los chicos.
– De acuerdo, tenéis dos minutos para cambiaros de ropa porque vendréis conmigo.
– Pero…protestó Erin.
Matt se volvió. Su rostro era implacable, pero vio en sus ojos una nota de humor y ella abrió mucho los suyos sorprendida.
– Estoy seguro de que solo tiene un golpe- le explicó a Erin mientras los niños se iban corriendo al dormitorio. Sadie fue golpeada pro un coche cuando tenía meses y yo le di todos los caprichos mientras se recuperaba. Ahora, cada vez que quiere algo, como por ejemplo tomarse un buen trozo de carne, finge que está coja.
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