– Estamos cambiando las cosas en casa. Pintando, y comprando algunos muebles nuevos. Papá me ha pedido que guarde muchas fotos. Yo me voy a quedar con ellas para recordar a mi madre. Es un poco duro, pero también es bueno, ¿sabes? Hacer cambios. Papá dice que ya es hora de que avancemos.
– Me alegro -dijo Nicole, con la esperanza de que el movimiento fuera hacia ella. ¿Era eso lo que quería Hawk que pensara? Y si lo era, ¿por qué no se lo estaba diciendo él mismo?
El jueves por la tarde, llegaron flores a la pastelería. Preciosas lilas con rosas blancas. La tarjeta decía: «No puedo dejar de pensar en ti».
Nicole acarició los pétalos perfectos y, por primera vez desde el viernes anterior, se relajó. No lo había alejado al rechazar su propuesta de aquel modo. Eso estaba bien. ¿Entendía Hawk por qué no había sido suficiente? ¿La quería de verdad?
Miró el teléfono. Quería llamarlo y preguntárselo, pero no estaba lista para hablar con él. No, hasta que estuviera segura.
A las once la llamó un agente inmobiliario.
– ¿Señorita Keyes? Soy Geralyn Wilder. Tengo un material que me gustaría enviarle.
Nicole se quedó perpleja.
– Mire, creo que se ha confundido. Yo no estoy buscando casa.
– El señor Eric Hawkins fue muy claro. Me dijo que buscara la casa perfecta para una familia. Una que estuviera cerca de su negocio y del instituto, con muchos dormitorios y un jardín grande. Tengo unas cuantas viviendas seleccionadas y me gustaría mostrárselas. ¿Podríamos vernos mañana por la mañana?
– Supongo que sí -respondió Nicole, que no estaba segura de cómo asimilar aquella información. Una casa perfecta para una familia era algo que sonaba muy bien.
Se posó una mano en el pecho y pensó que quizá, sólo quizá, podía albergar esperanzas.
A la una le llegó una caja de bombones, seguida de un hombre de baja estatura con el pelo cortado al rape.
– Señorita Keyes, soy Don Addison. ¿Podemos hablar en privado?
Nicole estaba muy nerviosa mientras lo llevaba a su despacho. Él cerró la puerta.
– Soy detective privado. El señor Hawkins me contrató hace un par de días para que buscara a su hermana. Me contó que se ha mudado. Como es mayor de edad, está en su derecho de hacerlo, pero los miembros de una familia se preocupan los unos por los otros. La he encontrado.
Nicole se hundió en la silla.
– ¿Ha encontrado a Jesse?
– Sí. El señor Hawkins me aclaró que, si usted no quiere saber nada, debo irme. Es sólo decisión suya.
– Dígamelo -susurró ella.
Él le entregó una carpeta.
– Llegó hasta Spokane. Está trabajando en un bar. Parece que el propietario la ha acogido. Es un hombre mayor, un miembro respetado de su comunidad. No hay nada romántico ni sexual entre ellos. Parece que él ha tomado el papel de padre adoptivo. Ella está bien de salud. Hace poco fue a visitar al ginecólogo y su embarazo es normal.
Nicole no le preguntó cómo había tenido acceso al expediente médico de su hermana. ¿Qué importaba? Lo importante era que su hermana estaba bien. Que había conseguido encontrar un sitio. Eso era todo lo que Nicole deseaba.
– Muchas gracias por todo esto -dijo al detective, abrazándose a la carpeta.
– De nada. El señor Hawkins ha pagado por adelantado unos informes trimestrales. ¿Le gustaría que se los entregara a usted directamente?
Nicole asintió.
El hombre se despidió y se marchó.
Ella miró el reloj. Todavía era pronto. Hawk estaría en el instituto, entrenando para las finales.
Nicole pensó en las flores, en la casa y, lo más importante, en aquel informe sobre Jesse. Hawk le había demostrado con creces que la conocía y entendía lo que era importante para ella.
Tomó las llaves del coche y salió apresuradamente de la pastelería.
Quince minutos después estaba caminando hacia el campo de fútbol. Hawk estaba allí con sus jugadores, con una tablilla sujetapapeles entre las manos. Tocó el silbato y los jugadores formaron dos filas.
Ella continuó hasta un lateral del campo, dispuesta a esperar hasta que él pudiera hacer un descanso, pero cuando Hawk la vio, lo soltó todo, literalmente, sobre la hierba y caminó hacia ella. Nicole y él se encontraron junto a la valla.
– Lo siento -dijo ella.
– Lo fastidié todo -dijo él al mismo tiempo.
– No, no es verdad -respondió Nicole.
– No debería haberte pedido así que te casaras conmigo. No lo entendía. Teníamos que hablar porque yo salí corriendo cuando me dijiste lo del bebé. No es que no quiera tener más hijos. Es que me quedé muy sorprendido.
– ¿Estás seguro? Antes me habías dicho que no querías tener más familia.
– Eso era por Brittany. Ahora es distinto. Te quiero, Nicole. Quiero tener hijos contigo. Quiero estar contigo para siempre. Quiero que estemos juntos. Quiero hacerte feliz.
– Ya lo haces.
– No lo he hecho bien, pero sí voy a hacerlo.
Nicole le puso las manos en los hombros.
– Has encontrado a Jesse.
– Quería demostrarte lo mucho que me importas, y sé que tú no podías decidir qué hacer con respecto a tu hermana. Fue arriesgado. Podrías haberte enfadado.
– Jesse está bien. ¿Te lo dijo el detective? Está bien. Yo necesitaba saberlo.
Hawk la besó.
– Dios, te quiero. ¿Me crees? Te quiero, Nicole. No sólo porque seas tan guapa, ni porque seas estupenda en la cama. Es porque me plantas cara y me dices la verdad. Nunca te acobardas. Eres leal, buena, generosa. No quiero pasar una noche más separado de ti. Te quiero, y quiero casarme contigo.
Esas palabras fueron como una lluvia cálida, curativa.
– Yo también te quiero.
Él la miró fijamente, con los ojos llenos de esperanza.
– ¿Estás segura?
– Muy segura. Creo que me enamoré de ti en cuanto te vi entrar en la pastelería. Me pareciste tan sumamente atractivo…
– Lo sé.
Nicole se echó a reír.
– Tienes el ego más grande del universo.
Hawk la abrazó.
– Y no es lo único grande.
Ella se recostó en él, y Hawk la abrazó con fuerza, como si no fuera a soltarla nunca.
– Hay ciertas complicaciones. No creo que Raoul y Brittany deban vivir bajo el mismo techo.
– No voy a esperar para casarme contigo. A menos que tú quieras.
Ella lo miró.
– Entonces… ¿yo mando?
Él frunció el ceño, pero asintió.
Nicole sonrió.
– Qué mentiroso eres.
– Puedes intentar mandar. Quizá me guste.
Eso hizo reír de nuevo a Nicole.
– Nunca me voy a separar de ti -dijo él-. Ya resolveremos lo demás.
La besó. Le dio un beso largo, lento, sexy, que le calentó la sangre y que le hizo encoger los dedos de los pies. Por detrás, Nicole oyó vítores y aplausos de los jugadores.
– No les hagas caso -murmuró Hawk contra sus labios-. Que se consigan su propia chica.
Autora de bestsellers románticos, ha escrito unos treinta libros, históricos, contemporáneos e incluso de viajes en el tiempo. Comenzó a leer romance cuando tenía 13 años, pero nunca pensó escribir uno, porque le gustaba escribir sobre filosofía o existencialismo francés. Fue en la escuela superior cuando acudió a clases sobre Cómo escribir una novela romántica y empezó su primer libro, que cambió su vida. Fue publicado en 1992 y se vendió rápidamente. Desde entonces sus novelas aparecen en Waldens bestseller list y ha ganado numerosos premios.
Actualmente vive en Los Angeles, con su marido, dos gatos y un pequeño perro…
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