– Debes estar bastante falto de ayudantes, ya que tengo a Kindred y a Potter. Cuidarás bien a Dodger, ¿cierto, muchacho?
– Oh, sí, señor, lo haré. Es un muchacho encantador, tiene dientes fuertes y los ojos del Diablo.
– ¿Quieres decir que tiene ojos malvados?
– Oh, no, señor, tiene ojos que ven cada pecado que un hombre jamás haya cometido.
– Confío que no te verá cometiendo ningún pecado.
Jason palmeó el cuello de Dodger. Vio al muchacho dar una zanahoria a Dodger mientras le canturreaba con una agradable voz profunda.
El mayordomo de lord Grimsby, un anciano de ojos caídos que se veía preparado para caer al suelo en un estupor, miró a Jason de arriba abajo y dijo con una retumbante voz joven:
– No veo porqué mi amo tiene tanto miedo de usted, joven. Imagino que usted sonríe y los ángeles cantan, pero, ¿a quién le importa? Desde la carrera Beckshire, lo ha hecho farfullar como ese idiota pavo real.
– Tal vez usted también farfullará pronto -dijo Jason, y le ofreció una sonrisa destinada a intimidar, que sólo hizo que el viejo dijera:
– Es realmente apuesto, señor, demasiado apuesto, dice mi amo. Lady Grimsby dice que sus celos son patéticos. -Se quedó callado e inclinó la cabeza un momento. -Sí, escucho ángeles cantando en este mismo momento. Sígame, joven señor, y veamos si Su Señoría lo verá.
Jason sonrió a la parte trasera de la cabeza calva del mayordomo mientras lo seguía a la sala de estar. Tocó apenas el brazo del viejo con su mano.
– No necesita anunciarme. Permítame el placer.
Jason golpeó una vez la puerta cerrada y entró.
Tarareó con placer al ver a Charles Grandison y Elgin Sloane, ambos repantigados en sillones, escuchando a lord Grimsby. Los tres estaban allí y al tanto. Como habían llegado rápidamente, eso significaba que estaban preocupados. Cuando se volvieron hacia él, sus expresiones eran idénticas… niños atrapados robando el vino sacramental del vicario.
– Buenos días, caballeros. Me complace que lord Grimsby los haya traído aquí tan rápido.
– Sí -dijo lord Grimsby, sin levantarse de su silla.
Se veía desconfiado y malhumorado. Bueno, para ser justos le habían faltado dos mozos de cuadra durante casi una semana.
– Primero que nada permítame decir, milord, que Kindred está bien, al menos por el momento.
– ¿Kindred, dices? Despedí a Kindred algunos meses atrás. No sé para quién trabaja ahora. Pero no para mí. Verás, Jason…
Jason sonrió.
– Hola, Charles. Elgin. Puedo ver que los tres están muy concentrados en algún proyecto.
Charles dijo:
– ¿Puedo preguntar qué está haciendo tu esposa al pobre Kindred?
– ¿Preparándolo para un largo viaje a Botany Bay?
– ¡Botany Bay! Eso es condenadamente absurdo.
– A quién le importa -dijo Elgin. -El tonto sinvergüenza dejó que lo atraparan.
Charles Grandison dijo:
– ¿No crees que Botany Bay es un poquito extremo, Jason?
Jason simplemente sonrió.
– ¿Vienes aquí a amenazar a mi antiguo mozo de cuadra con la deportación a Botany Bay? Deshágase de él. Kindred siempre fue problemático, por eso es que lo despedí. No hay nada más para decir. Puedes dejarnos ahora.
– Oh, no.
Lord Grimsby lo miró un momento y luego recuperó el control.
– ¿Qué quieres, Jason? ¿Por qué querías vernos a todos? Es una maldita impertinencia, muchacho. Oliphant no debería haberte dejado entrar, maldito cabeza hueca.
– Lo intimidé, milord.
– Eso no es posible. Esa vieja reliquia ya no ve lo suficientemente bien como para ser intimidado.
Mientras quitaba perezosamente una pelusa de su manga, Charles dijo:
– Seguramente, Jason, uno no despacha un hombre a Botany Bay porque uno crea que puede haber planeado disparar un arma en el hipódromo. Todos lo han discutido, y todos concuerdan en que el tipo que disparó a tu jinete es el que necesitas encontrar, no a este pobre tipo Kindred.
– En realidad, me complace decirles que tengo al hombre que realmente disparó a mi jinete. -Sonrió a lord Grimsby. -Potter envía sus saludos, milord. No está muy contento a esta altura, porque Kindred le dijo cuál sería su castigo. De acuerdo con mi esposa, harán falta unas cuatro horas para completarlo.
– ¿Potter? ¿Ese imbécil? Él no sabe nada, Jason, absolutamente nada.
– Mis hombres lo encontraron donde Kindred dijo que estaría… en la casa de campo de su hermano en Cranston, muerto de miedo. Él y Kindred me han contado sobre sus instrucciones, milord. Al menos no les ordenó que matara a ningún caballo o jockey, sino que simplemente inutilizara al caballo que pareciera que iba a ganar, sí, eso era, cualquier caballo estaba delante de Lamplighter.
Charles se puso de pie rugiendo y avanzó sobre lord Grimsby.
– ¿Hubiese hecho que alguno de sus villanos disparara a mi Ganymede?
– No seas absurdo, Charles. Siéntate. Jason está intentando ponernos en contra.
Jason dijo:
– Sí, Charles, si Ganymede hubiese sido el líder evidente, bien, entonces imagino que él o tu jinete hubiesen recibido una bala de plomo.
– No, eso es una mentira. Elgin, dile que es mentira.
– Es una mentira, Charles. Si yo la creyera, bien, entonces eso significaría que Brutus también estaba en peligro. Mi tío jamás buscaría hacer daño a un caballo que pertenecía a mi heredera.
Jason dijo:
– Creo que lord Grimsby dispararía a quien fuese necesario para que Lamplighter ganara. Pero, Charles, siéntete libre de creer lo que desees.
Lord Grimsby explotó:
– Ahora escúchame, Jason. ¡Esto son carreras! Todo tipo de cosas se hacen en las carreras, un poco de travesuras, un poco de dolor, es simplemente parte del deporte, no alarma a nadie, añade excitación y sorpresa.
Charles dijo:
– En realidad, me pone bastante rabioso. Usted conoce mi reputación, milord. Seguramente no sería tan tonto como para ignorar los castigos que yo inflijo si cualquiera, permítame repetirlo, cualquiera intenta dañar mis caballos.
– Por supuesto. No soy tonto. Por eso es que todo esto son tonterías. Además, tú eres diferente, Charles, te lo tomas todo demasiado en serio.
Elgin dijo:
– ¿Castigarás a Jason, Charles? Después de todo, su jockey pateó al tuyo del lomo de Ganymede.
– Eso es cierto, Charles, ¿debo esperar una visita tuya?
– No -dijo Charles.
– Bien, ya que tu jinete comenzó todo el asunto en primer lugar -dijo Jason. Se volvió hacia lord Grimsby. -Milord, ¿qué si uno de los otros dueños hubiese disparado a Lamplighter?
– Mataría al tipejo.
– Tal cual -dijo Charles y tomó un sorbo de su té.
– Maldición, muchacho, nada de esto hace ninguna diferencia. Escúchame ahora. Fue sólo una herida superficial, nada de importancia en absoluto. Dodger igualmente logró ganar la carrera, entonces, ¿qué hay para decir?
– ¿Desea que le diga a mi jinete que esa herida de bala en su brazo no hizo más que añadir un poco de agradable color a su librea de carreras?
– Un desgarro en la piel, nada más -dijo Elgin Sloane.
– Ah, Elgin, ¿cómo sabías que era sólo una herida en la piel?
– Todos desde aquí a Londres lo saben. El señor Blaystock estaba bastante enfadado. Deseaba que la bala hubiese sido más certera, que al menos hubiera derribado a tu jockey de ese maldito Dodger, para que su Brutus pudiera haber ganado entonces.
Charles chasqueó la lengua.
– Ganymede hubiese ganado si el jinete de Jason no lo hubiera derribado al mío de su lomo. No, Elgin, Brutus no hubiera ganado sin importar cuántas ancas de caballo hubiese logrado morder, una treta interesante, lo admito, pero, ¿eso no le parece un poco impredecible al señor Blaystock? -Se volvió hacia lord Grimsby. -Me encuentro preguntándome, señor, si su Lamplighter derrotaría a Ganymede corriendo en una pista recta. Tiendo a dudarlo, aunque Lamplighter es un excelente animal. Si hubiera habido una carrera recta entre Ganymede y Dodger, en mi mente estoy seguro de que Ganymede se hubiese llevado el premio.
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