– Eso es bastante vulgar, madre.
La condesa viuda volvió a chillar, más fuerte.
Alexandra se quedó mirando fijamente donde se había ido su esposo, con expresión desconcertada. Finalmente dijo:
– Bueno, era hora, ¿no lo crees, Jason?
– Sí, madre, lo hiciste muy bien y padre también. Judith, no te das cuenta, pero algo muy inesperado acaba de suceder. Mi abuela no es una anciana muy agradable… bueno, a decir verdad, es una vieja bruja. Mi madre siempre ha permitido que la pisotee, siempre ha sido bondadosa, aun cuando esa vieja bruja la tortura despiadadamente, pero ya no. Y padre realmente la cargó fuera de aquí. Oh, no puedo esperar a que James se entere de esto. Bien hecho, madre, bien hecho.
– Me pregunto si será buena con Corrie -dijo Alexandra. -También me pregunto qué amenazas está haciendo tu padre en este momento.
– No puedo imaginar a nadie que no sea bondadoso con Corrie -dijo Judith, todavía mirando fijamente la puerta abierta de la sala, donde aún sonaban chillidos amortiguados.
Jason se rió.
– Ella incluso logra insultar a Hollis. Me pregunto cuánto tiempo llevará a la abuela darse cuenta de que ya no está a cargo aquí.
– Confío en tu padre. Su reinado ha terminado. -Alexandra se puso de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, el mentón levantado, los ojos duros. -Fue por una cosa tan pequeña -dijo, sacudiendo la cabeza. -Esa vieja nunca más me hará doler el estómago. -Se volvió hacia Judith. -Bueno, semejante espectáculo para una invitada. Lo siento tanto, no por lo que hice, no por lo que mi esposo hizo, lamento el momento. Casi treinta años… todo este tiempo he tragado mi mal genio e intentado mantener la paz. -Comenzó a frotarse las manos. -No puedo creer que me haya llevado tanto tiempo ponerle fin. Ahora necesito hablar con tu padre, Jason, si ha terminado con la vieja bruja. Podemos desarrollar una estrategia. ¿Qué piensas?
Alexandra no esperó ningún consejo, simplemente salió flotando del salón, con la cabeza en alto y los hombros cuadrados.
Jason dijo:
– James me dijo que él y Corrie vivirían en Primrose Hall, una encantadora casa que construyó el primer lord Hammersmith. Probablemente estaba pensando en los insultos que Corrie tendría que soportar si vivían aquí. ¿Ahora? Me lo pregunto. ¿Puedo mostrarte algunas interesantes estatuas en el jardín del este, Judith? Son bastante inusuales. Creo que podrían gustarte.
Corrie se puso de costado, besó la boca de su esposa y dijo:
– James, por favor despierta, por favor.
James estuvo despierto instantáneamente.
– ¿Qué es esto? ¿Me deseas en medio de la noche? ¿Qué pasa, Corrie? Estás temblando. -La atrajo a sus brazos, abrazándola tan fuerte que a ella le costaba respirar. -¿Tuviste una pesadilla? Todo ha terminado ahora, se terminó.
Ella se apartó de él.
– No, no era una pesadilla, James. Estaba despierta, ella me despertó. Eres tú, James, no tu padre. Oh, cielos, eres tú. Era la Novia Virgen, sé que era ella. Me visitó porque ahora soy parte de la familia.
James se quedó mirándola. Creía en la Novia Virgen, pero nunca lo admitiría ante su padre. No quería ver su expresión de divertido desdén dirigida a él. Había oído historias acerca de cómo ella se había aparecido ante su padre pero, sin embargo, el conde no hablaba del fantasma sin abundantes muecas de desdén y burlas.
James le frotó la espalda, le pasó las manos por los brazos.
– Todo está bien. Ya está. Ahora, cuéntame qué te dijo la Novia Virgen.
– Desperté, te sentí a mi lado y estaba sonriendo. Estaba pensando en besar tu abdomen. -Corrie se alejó dentro de sus brazos y distinguió el rostro de él a la luz de la luna. De pronto le parecía que James estaba demasiado quieto, que casi había dejado de respirar. -¿Estás bien, James?
– No. Sí. ¿Besar mi abdomen? No, no. Lo superaré. Dime más.
– Muy bien. Después de besar tu abdomen pensé qué más podía hacerte…
– Eh, sobre el fantasma, Corrie, empieza a hablar sobre ella ahora mismo, o podría ponerme de rodillas para rogarte que hicieras lo que estabas planeando.
– ¿De veras? Oh, cielos, James… oh, sí, la Novia Virgen. Bueno, estaba despierta y de pronto fue como que dormité. Pero no estaba dormida, estoy segura de eso. Entonces ella estaba ahí, al lado de la cama, y estaba mirándome. Se veía toda irreal, como tenue, pero podía ver que era hermosa, con montones de cabello largo y pálido. No habló, al menos no creo que lo hiciera, pero se sentía como si estuviera hablándome, en mi mente. Dijo que eras tú, James, dijo que estabas en peligro. No dijo absolutamente nada acerca de tu padre, sólo tú. ¿Qué está pasando? Oh, Dios, ¿qué vamos a hacer? Estamos solos aquí. ¿Tienes un arma?
– Sí, tengo un arma. -Con apenas una pausa, agregó: -Compraré una para ti también, ¿sí?
Eso calmó a Corrie como ninguna otra cosa que él hubiera podido decir. La conocía tan bien.
– Muy bien, eso está bien. ¿Qué deberíamos hacer?
– Creo -dijo James lentamente, besándole la frente, -que es hora de que regresemos a casa.
– Tengo miedo, James.
– Sí, yo también. Ahora, ¿puedo sacar esto de tu mente hasta la mañana?
Corrie se quedó callada todo un minuto. Luego se retorció entre sus brazos y lo empujó de espaldas. Le sonrió mientras comenzaba a bajar las sábanas.
– En cuanto a tu abdomen, James…
Era medianoche, un momento en que James, con clima decente, podía ser encontrado recostado de espaldas en alguna loma cercana, mirando las estrellas. Pero para Jason, la medianoche era el momento de dormir. Despertaba con el sol la mayoría de las mañanas, con la cabeza clara, lleno de energía y preparado para enfrentar al mundo. Muchas veces se cruzaba con sirvientes bostezando en los pasillos de Northcliffe.
La luz de la luna se derramaba a través de las ventanas, ya que Jason se negaba a tener las pesadas cortinas cerradas. Si no estuviera tan frío, casi helado esta noche, las ventanas hubieran estado abiertas, con el aire frío sobre su rostro, y una pila de mantas hasta el mentón.
Estaba soñando con su abuela. En su sueño, la veía como una niña. Pero la cosa era que se veía igual que hoy, con la cara toda manchada de rojo de furia e incredulidad porque su madre finalmente le había dicho a la anciana que su reinado de terror había terminado. Lo único diferente era que su abuela se veía más pequeña, no diferente ni más vieja. De pronto, estaba gritándole a otra niña que él veía escondida detrás de una silla. Le arrojaba una muñeca a la niña.
Su sueño cambió repentinamente. Su abuela se convirtió en la marta que había salvado cuando era pequeño, y la respiración de la marta era cálida sobre su rostro, el cuerpo pesado sobre su pecho, por toda la extensión de su cuerpo también, y eso era extraño. No podía respirar, había algo…
Jason despertó, nada de mente borrosa, todo él allí y alerta, para encontrar a Judith recostada encima suyo, besándole el rostro.
Su corazón dio un salto; la muchacha a la que amaba estaba realmente ahí, en su dormitorio, deslizándose encima suyo, y no era un sueño. Pudo, apenas, mantener la voz lenta y tranquila.
– Judith, me has convertido en un cubo de sentimiento y lujuria, pero a fin de cuentas, no deberías estar aquí en mi dormitorio a medianoche, haciendo lo que estás haciendo, lo cual es una gran pena. -Ella se rió, su respiración cálida rozando la boca de él. Entonces volvió a besarlo, sólo un beso suave y tentativo, porque Jason sabía que ella no tenía experiencia. -Judith, ¿por qué estás aquí?
Ella no se rió. Él oyó el nerviosismo en su voz.
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