»El barco es de diseño inglés, pero los cadáveres son árabes o moros. Apostaría a que son piratas berberiscos. No sé qué los mató, pero si puedo remolcar el barco y llevarlo a Londres, creo que convenceremos a Cecil de que esos hombres son parte del grupo que fue responsable de los actos de piratería de estos dos últimos veranos. Especialmente si encuentran el botín. ¿Te parece que eso podría dejar a Skye libre de sospechas?
La cara de Niall Burke empezó a relajarse mientras digería la idea de De Marisco.
– Sí, es posible. -Pensó un momento-. ¿Encontraste el diario de a bordo?
– Sí, pero está en una escritura muy rara que no se parece a nada que yo haya visto antes.
Una sonrisa lenta iluminó la cara de Niall y le arrugó las comisuras de los párpados.
– Seguramente es árabe, y probablemente tienes razón, De Marisco. Son piratas berberiscos. Pero tenemos un problema. No podemos destruir el diario de a bordo. Sería muy sospechoso. Y si Cecil encuentra a alguien que lea árabe, el diario podría probar que el barco no era pirata. Tenemos que hacer que alguien lea ese diario.
– ¿Y quién diablos sabrá leer árabe? -preguntó De Marisco. Estaba empezando a preocuparse.
– Skye -contestó Niall, riéndose.
– ¡Maldita sea! ¿No hay nada que esa mujer no pueda hacer?
– Me alegra que tú tampoco sepas la respuesta a esa pregunta, De Marisco -dijo Niall, serio de pronto.
Adam de Marisco era casi diez centímetros más alto que Niall Burke. Ahora se levantó cuan alto era y dijo, mirando al esposo de Skye:
– Óyeme, hombrecito, creo que ya es hora de que despejemos este aire enrarecido. ¡Sí! La amé. Posiblemente la amaré siempre. Pero no soy un esposo para ella. Lo supe desde el día que la conocí, y a pesar del orgullo que sentiría si fuera su esposo… -De pronto dejó de hablar y durante un momento hubo una comprensión total entre ambos. Después, Adam de Marisco terminó lo que estaba diciendo-: Ella te ama y eres un tonto si crees que alguna vez se me podría ocurrir interponerme entre vosotros. Ahora, hombrecito, ¿te parece que podemos sentarnos a pensar cómo liberar a Skye de las garras de Isabel Tudor?
– Maldito seas, De Marisco, haces que me sienta como un chiquillo enamorado por primera vez. Pero si alguna vez crees que no soy lo suficientemente fuerte como para aceptar un desafío tuyo, pregúntamelo antes de tomar una decisión al respecto. Hombrecito. Diablos, vaya manera de llamarme. Dame tu mano, maldito inglés. Tengo que admitir que me caes muy bien.
Si Skye los hubiera visto, sentados, sonriéndose, los dos enamorados de ella y los dos unidos por la amistad, tratando de liberarla… Niall y Adam se dieron la mano y se miraron, un par de ojos plateados y un par de ojos color humo. Se comprendían.
– Necesitaremos la ayuda de alguien más. Robert Small nunca me perdonará si lo excluimos. Sabe leer árabe. Tal vez pueda descifrar algo de ese diario antes de que se lo presentemos a Cecil. Por lo menos sabremos si el diario nos contradice. Acaba de volver a Inglatera. Su hermana me lo ha dicho hoy y le he mandado un mensaje pidiéndole que venga a Lynmouth. ¿Puedes hacer que lleven ese barco a la bahía de Lynmouth? Es mejor que nadie sepa lo que estamos planeando.
– Daré las órdenes inmediatamente. Mis hermanos mudos pueden hacerlo muy bien.
– ¿Y los cadáveres?
– Huelen muy mal -observó Adam-, pero voy a dejarlos ahí para que el cuento suene creíble. Si no, Cecil puede llegar a creer que nos lo hemos inventado todo.
– ¿Y cómo vamos a explicar el tiempo que ha pasado desde el ataque? Hace meses de eso. ¿Dónde diablos estuvo el barco todo ese tiempo?
– ¡Muy sencillo, pirateando, Niall Burke! Los infieles estuvieron en el mar pirateando en aguas de Nueva España. Deben de haber atacado al Santa María cuando partía, la primavera pasada. Todos sabemos que los moros odian a los españoles y no pueden resistir la tentación de atacar y saquear sus barcos. -Rió entre dientes-. Es una buena historia, aunque tenga que decirlo yo mismo.
– Sí -aceptó Niall con admiración-. Es un desperdicio que estés encerrado en esa isla. La corte es tu lugar.
– ¡Por Dios, no! Me moriría en esa ciudad podrida jugando a ser el galán de esa perra orgullosa. ¡Bessie Tudor! Es perder el tiempo y el dinero en ropa inútil, tarjetas y rameras nobles y caras. Prefiero Lundy, aunque sea una roca desierta. Prefiero el mar. Con eso me basta para ser feliz.
– No dices nada de los hijos, De Marisco, hijos para seguir con lo tuyo.
– Porque no los habrá -dijo De Marisco con amargura-. El destino tiene un sentido del humor muy peculiar. Cuando yo tenía catorce años, tuve una fiebre que me dejó estéril. Tengo el apetito de un sátiro cuando se trata de mujeres, pero nunca tendré un hijo. Fui a ver a una vieja bruja en Devon hace años para saber por qué. Cuando me hizo preguntas y supo lo de la fiebre, me dijo que no podía ayudarme y que la vida se había quemado en mi semilla. Dijo que sabía sobre esos casos. Y como ni siquiera tengo una hija, no me queda otro remedio que creerla.
»Ésa es otra razón que tengo para ayudar a Skye. Su Robin y yo somos los últimos descendientes del primer Southwood. -Rió ante la mirada incrédula y sorprendida de Niall-. Sí, irlandés. Los De Marisco somos una rama bastarda de la familia.
»El primer Geoffroi de Subdois trajo a su amante de Normandía. Se llamaba Mathilde de Marisco. En realidad, pensaba casarse con ella cuando consiguiera hacer fortuna luchando junto al duque Guillermo. Ella también era hija segunda, así que su dote era muy pequeña. Después de conquistar Lynmouth, mi antepasado pensó que le sería más ventajoso casarse con la hija del viejo señor del lugar, y la hermosa Gwyneth se convirtió en madre de la línea legítima de herederos. Pero Mathilde era ambiciosa y valiente. Prefería seguir en Inglaterra como amante de Geoffroi que volver a Normandía como pariente pobre de la casa de su hermana o entrar en algún convento insignificante. Vivió durante muchos años en la torre oeste del castillo de Lynmouth tratando de convertir en un infierno la vida de la pobre Gwyneth. Pero, un día su hijo mayor trató de ahogar a uno de los Southwood legítimos en su cuna y la hermosa Gwyneth tomó una decisión. Mathilde y su hijo tuvieron que irse a Lundy, que entonces pertenecía a Lynmouth, y Geoffroi decidió legarle la isla a Mathilde y a su hijo y descendientes para siempre.
»Hace generaciones que los De Marisco se casan con bastardos Southwood, las hijas mejores de los Southwood o sus primas francesas. En realidad, mi abuela y el abuelo de Geoffrey Southwood eran hermanos. Y como soy el último de mi linaje, el último de los bastardos de Lundy, el joven Robin es el último de los Southwood. Tengo suficiente vínculo de sangre como para querer protegerlo, tanto a él como a su madre. Son importantes para mí.
– ¿Skye lo sabe?
– No. Nunca se lo he contado -aclaró Adam de Marisco.
Niall Burke no tuvo el coraje de preguntarle por qué. No sabía lo que había habido entre Skye y De Marisco, pero sabía que fuera lo que fuese, había pasado antes de su boda y que no era asunto suyo. Adam de Marisco era un hombre de honor. Lo miró un largo rato con seriedad y Adam le devolvió la mirada.
– Ahora, rescatemos a esa mujer antes de que se meta en algo peor -dijo Niall.
Horas más tarde, Niall y su invitado estaban en la cubierta de un barco que llevaba la nave mora a remolque hacia la costa de Devon. Robert Small los esperaba en Lynmouth. El hombrecito estaba furioso.
– Os dejé a Skye y vuelvo de un corto viaje y la encuentro en la Torre de Londres. ¿Es así cómo la cuidáis? Tú, Adam de Marisco, eres igual que Niall. Le consientes todas sus locuras. ¡Vosotros tendríais que estar en Londres, no Skye! Tengo entendido que esperaba un hijo. Debe de haberlo tenido hace meses. ¿Os parece que la Torre es un buen lugar para una madre y mi sobrinito, o sobrinita recién nacido? ¿Por lo menos sabéis si el bebé es niño o niña?
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