—Los demonios encontrarán a tu amiga subterránea —dijo Valentine, con su voz fría y sosegada, mientras enfundaba el cuchillo serafín—. No hay ningún sitio al que pueda huir. No hay ningún sitio al que ninguno de vosotros pueda ir. Ahora levántate, Clarissa.
Lentamente, Clary se puso en pie. Le dolía todo el cuerpo. Soltó una exclamación de sorpresa cuando Valentine la agarró por los hombros, le dio la vuelta para que le diera la espalda y luego silbó; fue un sonido agudo, cortante y desagradable. El aire se agitó en lo alto y Clary oyó el aleteo repulsivo de alas correosas. Con un gritito intentó desasirse, pero Valentine era demasiado fuerte. Las alas se colocaron alrededor de ambos y a continuación se vieron alzados por los aires juntos, con Valentine sosteniéndola en sus brazos, como si realmente fuera su padre.
Jace había pensado que Luke y él ya estarían muertos a aquellas alturas y no estaba seguro de por qué no era así. La sangre había vuelto resbaladiza la cubierta del barco, y él estaba cubierto de mugre. Incluso tenía los cabellos lacios y pegajosos por el icor y los ojos le escocían debido a la sangre y el sudor. Tenía un corte profundo en la parte superior del brazo derecho y carecía de tiempo para grabarse una runa curativa en la piel. Cada vez que alzaba el brazo, un dolor abrasador le recorría el costado.
Se las habían apañado para meterse en un hueco en la pared de metal del barco, y peleaban desde aquel refugio mientras los demonios se abalanzaban sobre ellos. Jace había usado sus dos chakhrams y ya sólo le quedaba el último cuchillo serafín y la daga que le había cogido a Isabelle. No era demasiado; con tan pobre armamento no habría salido siquiera a enfrentarse a unos pocos demonios, y en esos momentos se enfrentaba a una horda. Debería estar asustado, lo sabía, pero apenas sentía nada; únicamente repugnancia por los demonios, que no pertenecían a este mundo, e ira hacia Valentine, que los había convocado. Vagamente, sabía que su falta de miedo no era algo bueno. Ni siquiera le asustaba la gran cantidad de sangre que perdía por el brazo.
Un demonio araña avanzó hacia Jace, chirriando y disparando veneno amarillo. Él se agachó para apartarse, pero no con la rapidez suficiente para evitar que unas cuantas gotas de veneno le salpicaran la camiseta. Éste siseó mientras corroía la tela; Jace fue sintiendo su escozor a medida que le quemaba la carne igual que una docena de diminutas agujas sobrecalentadas.
El demonio araña chasqueó satisfecho y soltó otro chorro de veneno. Jace se agachó y el veneno alcanzó a un demonio oni que iba hacia él desde el otro lado; el oni lanzó un alarido agónico con las zarpas extendidas y, retorciéndose, se abrió paso hacia el demonio araña. Los dos forcejearon, rodando por la cubierta.
Los demonios que los rodeaban se apartaron en tropel del veneno derramado, que creaba una barrera entre ellos y el cazador de sombras. Jace aprovechó el momentáneo respiro para volverse hacia Luke, que estaba a su lado. Luke resultaba casi irreconocible. Las orejas se alzaban hasta finalizar en afiladas puntas lobunas; los labios estaban retirados del enfurecido hocico en un rictus permanente; las manos en forma de zarpas estaban ennegrecidas con icor de demonio.
—Deberíamos ir hacia las barandillas. —La voz de Luke era un medio gruñido—. Salir del barco. No podemos matarlos a todos. A lo mejor Magnus...
—No me parece que nos esté yendo tan mal. —Jace hizo girar el cuchillo serafín, lo que fue una mala idea; la mano estaba húmeda de sangre y el arma estuvo a punto de resbalarle—. Dada la situación.
Luke emitió un sonido que podría haber sido tanto un gruñido como una carcajada, o bien una combinación de ambos. Entonces algo enorme e informe cayó del cielo, derribándolos a ambos.
Jace se golpeó con fuerza contra el suelo, y el cuchillo serafín salió despedido de su mano. Chocó contra la cubierta, resbaló por la superficie de metal y cruzó el borde de la cubierta, desapareciendo de la vista. Jace lanzó una palabrota y se incorporó tambaleante.
La cosa que había aterrizado sobre ellos era un demonio oni. Era insólitamente grande para uno de su clase; por no mencionar insólitamente listo al haber pensado en trepar al tejado y dejarse caer sobre ellos desde lo alto. El ser estaba sentado encima de Luke, atacándole con los colmillos afilados que le sobresalían de la frente. Luke se defendía lo mejor que podía con sus propias zarpas, pero ya estaba empapado en sangre; su kindjal yacía a unos treinta centímetros de distancia sobre la cubierta. El hombre trató de ir a por él, y el oni lo agarró de una pierna con una mano que era como una pala y tiró de ella doblándola igual que la rama de un árbol sobre la rodilla. Jace oyó el chasquido del hueso al quebrarse al mismo tiempo que Luke gritaba.
El muchacho se lanzó a por el kindjal , lo agarró y rodó hasta ponerse en pie, descargando la daga con fuerza contra el cogote del demonio oni. Ésta le cortó con fuerza suficiente para decapitarla, y la criatura se dobló hacia adelante a la vez que un chorro de sangre negra brotaba del cuello cercenado. Al cabo de un momento, el demonio había desaparecido. El kindjal golpeó la cubierta junto a Luke.
Jace se precipitó hacia él y se arrodilló.
—Tu pierna...
—Está rota. —Luke se sentó con un tremendo esfuerzo, y el rostro se le crispó de dolor.
—Pero vosotros curáis de prisa.
Luke miró alrededor con rostro sombrío. El oni podría estar muerto, pero lo otros demonios habían aprendido de su ejemplo y trepaban en tropel al tejado. Jace no podía saber, a la débil luz de la luna, cuántos había... ¿docenas? ¿Cientos? Al llegar a cierto número ya dejaba de importar.
Luke cerró la mano alrededor de la empuñadura del kindjal.
—No lo bastante de prisa.
Jace sacó la daga de Isabelle del cinturón. Era la última de sus armas y parecía patéticamente pequeña. Una aguda emoción le taladró; no era miedo, seguía estando más allá de aquello, sino pesar. Vio a Alec y a Isabelle como si estuviesen de pie ante él, sonriéndole, y luego vio a Clary con los brazos extendidos como si le diera la bienvenida a casa.
Se puso en pie justo cuando los demonios caían desde el tejado en una oleada, en una marea oscura que ocultaba la luna. Se movió para intentar tapar a Luke, pero no sirvió de nada; las criaturas estaban por todas partes. Una se alzó imponente ante él. Era un esqueleto de más de metro ochenta, sonriendo burlón con dientes rotos. Pedazos de banderines de oración tibetanos de brillantes colores le colgaban de los huesos putrefactos. Empuñaba una katana en una mano huesuda, lo que era poco corriente: la mayoría de demonios no se armaban. La hoja, grabada con runas demoníacas, era más larga que el brazo de Jace, curva, afilada y letal.
Jace lanzó la daga. Golpeó la huesuda caja torácica del demonio y se quedó allí atorada. El demonio apenas pareció advertirlo; se limitó a seguir avanzando, inexorable como la muerte. El aire a su alrededor apestaba a muerte y a cementerios. Alzó la katana en una mano que era una garra...
Una sombra gris hendió la oscuridad frente a Jace, una sombra que se movió con un movimiento de rotación preciso y mortífero. El arco descendente de la katana se cortó con un fuerte rechinar de metal contra metal; la figura oscura empujó la katana hacia atrás y con la otra mano lanzó una cuchillada ascendente a una velocidad que el ojo de Jace apenas pudo seguir. El demonio cayó hacia atrás, el cráneo haciéndose pedazos mientras el ser se desmenuzaba y desaparecía. Alrededor Jace pudo oír los alaridos de demonios que aullaban de dolor y sorpresa. Se volvió y vio que docenas de siluetas, siluetas humanas, trepaban por las barandillas, saltaban al suelo y corrían a enfrentarse a los demonios, que reptaban, serpenteaban, siseaban y volaban por la cubierta. Empuñaban espadas de luz y vestían las ropas oscuras y resistentes de...
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