—Necesitas aprender cómo hacerme jurar adecuadamente —respondió Jace, sin inmutarse—. Únicamente un juramento por el Ángel tiene algún significado.
—Es cierto —corroboró Alec.
Era lo primero que había dicho desde que habían entrado en la casa.
—La pura verdad. —Jace levantó el tazón sin tocar de Maia y tomó un sorbo—. ¡Azúcar! —exclamó, haciendo una mueca de disgusto.
—Dime al menos dónde has estado toda la noche —preguntó Magnus en tono agrio—. ¿Con Alec?
—No podía dormir, así que salí a dar un paseo —respondió Jace—. Cuando regresé, me tropecé con este burro pensando en las musarañas en el porche. —Señaló a Alec.
Magnus se animó.
—¿Te has pasado toda la noche en el porche? —preguntó a Alec.
—No —contestó él—. Fui a casa y luego regresé. Llevo otra ropa, ¿no? Fíjate.
Todo el mundo miró. Alec llevaba un suéter oscuro y vaqueros, que era exactamente lo mismo que había llevado puesto el día anterior. Clary decidió otorgarle el beneficio de la duda.
—¿Qué hay en la caja? —preguntó.
—Bueno. Ah. —Alec contempló la caja como si la hubiese olvidado—. Donuts, en realidad. —Abrió la caja y la dejó sobre la mesilla de centro—. ¿Alguien quiere uno?
Resultó que todo el mundo quería uno. Jace quería dos. Tras engullir el de crema que Clary le pasó, Luke pareció medianamente revivificado; apartó el resto de la manta de una patada y se sentó con la espalda apoyada en el respaldo del sofá.
—Hay una cosa que no entiendo —dijo.
—¿Sólo una cosa? Pues vas muy por delante del resto de nosotros —bromeó Jace.
—Los dos fuisteis en mi busca cuando no regresé a la casa —repuso Luke, mirando primero a Clary y luego a Jace.
—Fuimos tres —puntualizó Clary—. Simon vino con nosotros.
Luke mostró una expresión afligida.
—Muy bien. Los tres. Había dos demonios, pero Clary me ha dicho que no matasteis a ninguno de ellos. Entonces ¿qué sucedió?
—Yo habría matado al mío, pero huyó —contestó Jace—. De lo contrario...
—Pero ¿por qué iba a huir? —quiso saber Alec—. Ellos eran dos, vosotros, tres... ¿Quizá se sintió en inferioridad de condiciones?
—No quisiera ofender a ninguno de los involucrados, pero el único de vosotros que parece peligroso es Jace —intervino Magnus—. Una cazadora de sombras sin preparación y un vampiro asustado...
—Creo que podría haber sido yo —indicó Clary—. Me parece que le asusté.
Magnus parpadeó.
—Acabo de decir que...
—No me refiero a que lo asusté porque parezca terrible —explicó Clary—. Creo que fue esto.
Alzó la mano, y la torció para que todos pudieran ver la Marca en la parte interior del brazo.
Se produjo un silencio repentino. Jace la miró fijamente, luego apartó la mirada; Alec pestañeó, y Luke parecía atónito.
—Nunca antes he visto esa Marca —dijo por fin—. ¿La habíais visto alguno?
—No —respondió Magnus—, pero no me gusta.
—No estoy segura de lo que es o lo que significa —explicó Clary, bajando el brazo—, pero no viene del Libro Gris.
—Todas las runas vienen del Libro Gris. —La voz de Jace era firme.
—Ésta no —insistió Clary—. La vi en un sueño.
—¿En un sueño? —Jace parecía tan furioso como si ella le estuviera insultando personalmente—. ¿A qué juegas, Clary?
—No juego a nada —respondió ella—. ¿Recuerdas cuando estuvimos en la corte seelie... —Jace puso la misma cara que si ella le hubiese abofeteado. Clary siguió hablando, rápidamente, antes de que él pudiese decir nada—, y la reina seelie nos dijo que éramos experimentos? ¿Que Valentine había hecho... nos había hecho cosas para hacernos diferentes, especiales? Me dijo que el mío era el don de palabras que no pueden pronunciarse, y que el tuyo era el don mismo del Ángel.
—Eso fueron tonterías de hadas.
—Las hadas no mienten, Jace. Palabras que no pueden pronunciarse; se refería a runas. Cada una tiene un significado distinto, pero están pensadas para ser dibujadas, no dichas en voz alta —prosiguió ella, haciendo caso omiso de la mirada dubitativa del muchacho—. ¿Recuerdas cuando me preguntaste cómo había entrado en tu celda en la Ciudad Silenciosa? Te dije que sólo había usado una runa de apertura corriente...
—¿Fue eso todo lo que hiciste? —Alec pareció sorprendido—. Yo llegué allí justo después de ti y parecía como si alguien hubiese arrancado aquella puerta de los goznes.
—Y mi runa no se limitó a abrir la puerta —prosiguió Clary—. Abrió todo lo que había dentro de la celda también. Abrió hasta las esposas de Jace. —Tomó aire—. Creo que la reina se refería a que puedo dibujar runas que son más poderosas que las runas corrientes. Y tal vez incluso crear nuevas.
Jace negó con la cabeza.
—Nadie puede crear runas nuevas...
—A lo mejor ella sí, Jace. —Alec parecía pensativo—. Es cierto, ninguno de nosotros había visto esa Marca de su brazo antes.
—Alec tiene razón —corroboró Luke—. Clary, ¿por qué no vas a buscar tu cuaderno de dibujo?
Ella le miró con cierta sorpresa. Los ojos gris azulado de Luke estaban cansados, un poco hundidos, pero mantenían la misma firmeza que habían mostrado cuando ella tenía seis años y él le había prometido que si trepaba al castillo del área de juegos de Prospect Park y caía, él estaría siempre debajo para cogerla. Y siempre había estado.
—De acuerdo —respondió—. Regreso en seguida.
Para llegar a la habitación de invitados, Clary tenía que cruzar por la cocina, donde encontró a Maia sentada en un taburete colocado junto a la encimera, con aspecto desdichado.
—Clary —llamó la muchacha, saltando del taburete—, ¿puedo hablar contigo un segundo?
—Tengo que ir a mi habitación a coger algo...
—Oye, siento lo sucedido con Simón. Estaba desvariando.
—¿Ah, sí? ¿Qué ha pasado con eso de que todos los seres lobo están destinados a odiar a los vampiros?
Maia soltó un suspiro de exasperación.
—Lo estamos, pero... supongo que no tengo por qué acelerar el proceso.
—No me lo expliques a mí; explícaselo a Simón.
Maia volvió a sonrojarse, y sus mejillas adquirieron un intenso color rojo.
—Dudo que quiera hablar conmigo.
—Quizá sí. Es de lo más comprensivo.
Maia la miró con más atención.
—No es que quiera husmear, pero ¿estáis saliendo juntos?
Clary notó que ella también se sonrojaba y dio gracias a sus pecas por proporcionarle un cierto camuflaje.
—¿Por qué quieres saberlo?
Maia se encogió de hombros.
—La primera vez que le vi se refirió a ti como a su mejor amiga, pero la segunda vez te llamó su novia. Me preguntaba si era una cosa intermitente.
—Más o menos. Éramos amigos primero. Es una larga historia.
—Comprendo. —El rubor de Maia había desaparecido y la sonrisita de chica dura había regresado a su rostro—. Bueno, tienes suerte, eso es todo. Incluso si ahora es un vampiro. Debes de estar de lo más acostumbrada a toda clase de cosas raras, siendo una cazadora de sombras, así que apuesto a que no te importa.
—Me importa —repuso Clary, en un tono más cortante de lo que había pretendido—. Yo no soy Jace.
La sonrisita de suficiencia se ensanchó.
—Nadie lo es. Y me da la sensación de que él lo sabe.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Ah, ya sabes. Jace me recuerda a un antiguo novio mío. Algunos tipos te miran con cara de querer sexo. Jace te mira como si ya lo hubieseis hecho, hubiera sido fantástico y ahora sois sólo amigos... incluso aunque tú quieras más. Vuelve locas a las chicas. ¿Sabes a lo que me refiero?
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